A Ribadeo
(Domingo 27 de agosto de 2006)
Oscar es un niño agradecido: se lee sus libros, juega con sus bolos, da sus besitos, recita la lista de regalos a quienes lo llaman por teléfono para felicitarlo. Luego nos vamos de excursión a Ribadeo, y le ponemos las velitas en un trozo de tarta Contessa en un restaurante de carretera, de camino a Ribadeo. Bajamos a la Playa de las Catedrales, y nos lo pasamos en grande saltando olas, sobre todo la sección femenina, que no había quien la sacase del mar. Luego, habiendo comido como boas, se nos hacen cuesta arriba las cuestas abajo de Ribadeo. Los mejores caserones antiguos están en ruinas, sobre todo los del barrio que baja a la ría, los clásicos... sigue en pie, arriba, el del marqués de Sargadelos, el que fusilaron por afrancesado hace doscientos años. ("Seguro que fueron los del barrio de abajo los que lo denunciarion—que les pudría la envidia que ya no tenían el dinero, pero tenían la sociedad agarrada y bien agarrada"). Luego hacemos una excursión al faro (o "to the lighthouse", los hombres no tienen muy bien papel, mentes cuadradas y obsesivas frente a la poética mentalidad femenina en las excursiones a los faros). Y de vuelta, vuelta a saltar olas, al ponerse el sol, en la playa de Reinantes, bien grande, y que la teníamos para nosotros solos; esta vez se animan hasta los pequeños a enfrentarse a los tsunamis y las brutas de animal. Las olas daban bofetadas imponentes, y Oscar, a pesar de sus flamantes seis años, acaba revolcado por los suelos y escarmentado como un pollo escaldao. Se bate en retirada, y nos mira prudente desde la orilla. Y yo, para redondear el día, piso una faneca. Otra faneca, vamos. Pero cuando se pasa el dolor de la picadura se nota un calorcillo agradable en el pie. Y rematamos el día en una pizzería con pizzero italiano y todo, donde nos cuentan toda la historia de la familia de la pizzera, y sus emigraciones y sus adopciones y la novia rusa del chico, una lagarta sin duda según la suegra... Álvaro se está leyendo Sapiens de Eudald Carbonell et al., y nos informa sobre la dieta de parántropos que gastaban los de Atapuerca. (Ivo: - "¿Qué es un Boisei?" - "Pues hombre, esos que imitabas tú tan bien... Siempre me acordaré de Pibo haciendo su imitación del Australopithecus Boisei"). Oscar redondea el día con un volantito volador que le sale en el helado; y se va a la cama satisfecho de haber cumplido años como es debido ("Con todo el dinero que tengo, me podría comprar una burra"). Por la noche, los sueños soñados incluyen un atentado de la extrema derecha contra Letizia, una casa-barco inestable y semiflotante, y una vuelta a matricularme en la Universidad, en Hispánicas, donde me aprobaban un examen por evaluación continua; menuda sensación de back in school again... y es que ya quedan pocas vacaciones.
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