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Vanity Fea

Yo me remendaba, yo me remendé

Salía en el periódico (el 20 Minutos, y es la primera vez que lo veo comentar por escrito) la noticia de la gran cantidad de operaciones de remiendo de virgos que se hacen en Zaragoza (y supongo que en todas partes). Entrevistaban a una especialista, que dice lo importante que es esta operación para que los himeneos gitanos no empiecen con pésimo pie... y es que los pobres maridos prefieren vivir engañados en sus ilusiones, al parecer, o si no podría correr otra sangre.

Incluso la sangre de la remendadora, pues dice que hay familias que la amenazan de muerte si la operación no da el resultado requerido en la noche de autos. Al parecer hay cientos de operaciones, mayormente de gitanas y musulmanas. Y aún debe echar la cuenta por lo bajo la doctora, porque supongo que no tiene la exclusiva.

Pues lo de las gitanas canta bastante, cuando ves a todas las féminas de la familia que van juntas a visitar al ginecólogo, acompañando a una en la edad crítica. Como que me da que no van a hacerse chequeos periódicos en masa. Es que tenemos varios ginecólogos por alrededor, y muchas veces las mujeres de negro están cuchicheando apasionadamente en el patio de entrada, o llaman a la puerta de mi casa por error—yo ya las mando en la dirección adecuada.

Qué país—haciendo ver que hay modernidad, ahí con el coche tuneao y el estéreo a toda pastilla, y seguimos como en tiempos de la Celestina. El país autónomo ese digo; y el otro, que tampoco va muy a la zaga: resulta que otras operaciones son para prostitutas de lujo, jovencitas lagartísimas que se venden como vírgenes a precio de oro, y otros más para señoras maduras que contentan así las fantasías sexuales desvirgadoras de sus maridos. Por favor, que me da... Lo poco que le ponen a uno las fantasías sexuales del vecino, ya lo decía Freud. Aún menos que las realidades.

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