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Vanity Fea

Un instant

2001
Estamos en una fase de hospitales, y sábanas y oxígeno, y cuartos con ventana pequeña, y esperas, y confusos monólogos interiores. Como en una novela de Beckett (o como en la vida misma, mientras dura, dura).

Et il en est peut-être là de son instant où vivre est errer seul vivant au fond d'un instant sans bornes, où la lumière ne varie pas et où les épaves se ressemblent. Les yeux à peine plus bleus qu'un blanc d'œuf fixent l'espace devant eux, qui serait alors le plein clame éternellement des abîmes. Mais de loin en loin ils se referment, avec cette douce soudaineté des chairs qui se serrent, souvent sans colère, et se referment sur elles-mêmes. Alors on voit les vieilles paupières, rouges et fripées, qui semblent avoir du mal à se rejoindre, car il y en a quatre, deux pour chaque lachryme. Et c'est peut-être alors qu'il voit le ciel du vieux rêve, des croisières et de la terre aussi, et les spasmes des vagues dont nulle ne bouge sans que toutes les autres en bougent d'autant, et le mouvement si différent des hommes par exemple, qui ne sont pas attachés les uns aux autres mais libres d'aller et venir, chacun à sa guise. Et ils ne s'en font pas faute et vont et viennent, dans le fracas de crécelle de leurs déclics de grands articulés, chacun de son côté. Et quand il y en a un qui meurt, les autres continuent, comme si de rien n'était. (Samuel Beckett, Malone meurt).

(Et cependant j'écris sur moi, avec le même crayon, dans le même cahier, que sur lui).

En picado


En la Casa Grande

Aquí estoy en la Casa Grande, la siniestra Casa Grande donde nos acercamos todos sólo cuando no queda más remedio. Estoy con el abuelo en el cuarto, está solo, no le han puesto vecino. El cuarto está casi vacío: está la cama del abuelo, una maravilla de la tecnología, y los aparatos y goteros que la rodean. Y un par de sillones, y mucho trozo de suelo verde y paredes blancas y grises, todo vacío. Y un televisor apagado. Se oye el ruido de gorgoteo de aparatos llenos de agua haciendo burbujas, y la respiración trabajosa del abuelo. Cuando aún podía hablar me preguntaba, - “está muy bien esta instalación, pero.. todo esto, habrá que pagarlo” Y le decía yo, “Nada, hombre, tranquilo, de eso no se preocupe para nada, si ya lo tiene todo pagado, entra en el seguro”. Ahora ya no sé hasta qué punto se entera de algo, cuando me telefonean preguntando por él. Le han hecho una radiografía, le toman la tensión, la temperatura, lo tienen monitorizado, inyectado, y observado, pero casi más parece un acopio de información que nada que lo esté curando mucho. Hay cosas que no tienen curación, claro. Aparte, la digoxina al parecer le hacía tanto daño como bien, lo intoxicaba a la vez. No sabemos la cuenta atrás cómo va. Segundos, años. Le dan sustos repentinos, al parecer ve visiones, se altera, pero se calma enseguida. No sé si está consciente, aunque tiene los ojos abiertos, y te mira, pero no está claro lo que ve o lo que piensa. Yo también lo monitorizo. Qué le vamos a hacer, si no. Al final no tenemos nada, sólo aparatos para monitorizarnos. No nos quedamos ni con lo puesto. No creo que vuelva a ver a los nietos. Pero quién sabe. Desde la ventana se ven más habitaciones, donde hay más gente, la mayoría supongo con mejores perspectivas (ven ventanas con peores perspectivas). Y terrazas, estamos altos, y casas donde vive gente que conozco, entre ellas la mía supongo, más a lo lejos, y hasta las torres del Pilar se ven por encima de los tejados, y montañas muy lejos, con esas vistas panorámicas que da Aragón. Hay un helipuerto, donde veo aterrizar y despegar a los casos más graves o más urgentes supongo. Y el cielo nublado y plomizo todo el día… Vaya, de repente una luz dorada al caer el sol, cuando me asomaba a comprobar la exactitud de la descripción. Y un azul inexpresivo. Las sábanas: sábanas de hospital, impresas: pone al menos una veintena de veces en ellas: salud, salud, salud…Le ha bajado la tensión al abuelo en la última medición. No creo, sin embargo, que salga de ésta. Continúa el gorgoteo de los goteros; entre ensueños y delirios se podrían confundir con una fuente a la sombra de algún rincón de Galicia, en 1919.

The Stone Diaries



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