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Vanity Fea

La escafandra y la mariposa

Es una película de Julián Schnabel muy premiada, inspirada en la historia y el libro de Jean-Dominique Bauby del mismo título. Obtuvo mucho éxito de crítica y público cuando salió en 1997, pocos días antes de la muerte de Bauby. Bueno, de la segunda muerte, debería decir, porque el libro y la película van de una especie de muerte en vida. Bauby quedó paralizado tras un derrame cerebral, inmovilizado dentro de su cuerpo aunque totalmente lúcido. Sólo conservaba el movimiento de su ojo izquierdo, y utilizó el párpado para comunicarse con las personas que lo atendían y con su familia: primero para contestar Sí (un parpadeo) o No (dos parpadeos), y enseguida para escribir las memorias de su experiencia, dictando el libro letra a letra, parpadeando para seleccionar la letra que debía escribir su ayudante, que le iba recitando las letras en el orden de su frecuencia de uso.
seeing myself
No se nos dice qué es lo que se ha embellecido o dramatizado en la película, pero en todo caso es dura, ya desde los títulos de crédito muy llamativos, con radiografías de fondo.  Comienza la película en cámara subjetiva desde el punto de vista de Bauby—una secuencia que quizá sea la más lograda usando esta técnica que se haya hecho jamás. (Mucho más apta la situación que en La dama del lago, por ejemplo). No se mantiene toda la película en este régimen, supongo que sería insoportable, pero sí abundan en la película escenas que usan esta técnica de modo eficaz e imaginativo: vemos desde dentro, por ejemplo, en escena casi insoportable, cuando le cosen los párpados a Bauby para que no se le necrose el ojo. Las primeras escenas, totalmente en "ojo cámara", captan muy bien la confusión e incomunicación del protagonista al principio de la película, y dan lugar luego de modo natural a secuencias externas, cuando ya se ha hecho en cierto modo a su situación, y su mundo está ordenado otra vez. Por otra parte, hay muchas secuencias de recuerdos y fantasías, algunas también filmadas subjetivamente pero otras más objetivas en lo que se refiere a su encuadre visual—aunque naturalmente son subjetivas en relación al mundo real de la película, el mundo externo que rodea al protagonista. Es interesante también que de las escenas en ojo cámara tampoco todas siguen las mismas convenciones visuales—en realidad hay toda una gama de transiciones entre el punto de vista estricto del ojo de Bauby y puntos de vista virtuales próximos a él: en suma, el cine siempre da una impresión de uso de la mirada de los personajes, utilizándola para orientar la del espectador, pero nunca sometiendo la cámara estrictamente a la perspectiva del personaje. Y esta película, por llamativo que sea el uso de la cámara subjetiva al principio, no es una excepción. Aunque sí es extremadamente interesante la situación ya de por sí desde un punto de vista cinematográfico, pongamos que parte con más posibilidades que una película de tema parecido como My left foot, o como Mar adentro—aunque con esta última tiene un aire de familia, y un impacto emocional comparable, si descontamos la militancia pro-eutanasia, pues aquí no hay militancias evidentes. Hay que decir que los cristianos con los que topa Bauby salen mejor parados que los de Mar Adentro: las cristianas están muy buenas, y le ayudan con su abnegación. Y si bien la Virgen de Lourdes permanece enigmática y fluorescente, podríamos decir que acaba bien la película: Bauby triunfa como autor y se muere... dos cosas que deseaba.

Está muy bien llevada la transición del presente inmediato y de la secuencia de pensamientos de Bauby, que dominan el comienzo de la película, a la representación más o menos fragmentaria de su vida en flashbacks, algunos más o menos objetivos, otros basados en secuencias de recuerdos y asociaciones de ideas del personaje. En una de esas secuencias, una excursión en su coche nuevo con su hijo, termina la película, con el colapso que sufre Bauby in mezzo del camin: se le turba la percepción y el habla, y logra detener el coche a duras penas en la cuneta. Su hijo sale corriendo a pedir ayuda, y la cámara enfoca sucesivamente los caminos del cruce de carreteras al que llegaban: caminos que ya no tomará Bauby.

Porque evidentemente el tema central es un repaso a la propia vida: describe su arrepentimiento y vergüenza de no haber tratado mejor a su familia. La madre de sus hijos (nunca tiene propiamente "esposa") lo acompaña y lo ayuda más que su actual pareja, y eso también lo confunde y amarga. Su novia no quiere ir a verlo, deformado e inválido como está ahora: pero sus hijos lo aceptan y lo tratan a su manera; también su ex-posa. Algún amigo lo va a ir a ver al hospital: pocos, y los inesperados. Su padre, muy mayor, tampoco lo visita, pero se le excusa aquí presentándolo como otro prisionero de su cuerpo, está casi inválido, no sale de su piso. Le envía una foto suya de niño, un tiempo que Bauby no recordaba con agrado, pero ahora tiene mejor relación con su padre, y se siente en el mismo barco. La secuencia subjetiva final es otra vez confusa: tras la publicación de su libro, Bauby se entera apenas del éxito, vuelve la confusión a la pantalla, no sabemos si su novia por fin lo visita o si lo imagina él... pero entretanto ha tenido tiempo de reflexionar y rememorar, y mira su vida como quien mira una película que ya ha pasado.

"Zombi", "muerto viviente": es la experiencia única en cierto modo, pero universal a otro nivel, de este personaje. Un conocido suyo, no amigo, que había estado secuestrado en un zulo durante años, se siente impelido a visitarlo y a decirle una cosa: que tiene que seguir en contacto con lo que es humano en sí mismo, agarrarse a ello, y salir así adelante sin enloquecer.  Hay experiencias paralelas de impotencia y enclaustramiento.  Probablemente (probablemente...) no acabemos nosotros paralizados y recordando lo que fue nuestra vida, ni encerrados meditando en una escafandra o en un zulo... pero en cierto modo esa es siempre la relación que tenemos con nuestro pasado, "the days that are no more", que Tennyson decía eran de por sí una especie de muerte en vida cuando se recordaban. La experiencia de esta película subraya fuertemente esta dimensión de la existencia.  En ese margen entre la vida y la muerte en el que se encuentra el protagonista, nos encontramos en realidad siempre todos, a poco que pensemos—o a poco que rememoremos lo que ha sido nuestra vida, todos también paralizados e impotentes para cambiar nada en el paisaje de la vida, libres sólo de mover el ojo por ella, o de imaginar otras escenas y variantes. Es además una experiencia altamente cinematográfica, ésta de Jean-Dominique Bauby, y el director ha sabido extraer su potencial con mucho arte y habilidad. Sí sobra alguna secuencia de dictado de letras, de las cuales debió oir Bauby más de las que quiso, y el espectador también. Pero por otra parte, queramos que no, nos vemos arrastrados a la experiencia del personaje, inmersos en la escafandra: el espectador tampoco puede cambiar nada de la película; atrapado en su asiento en la oscuridad, es un mero testigo de una vida que es y no es la suya.

The Age of Innocence



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