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Narratividad del fotoblog

jueves 31 de diciembre de 2009

Narratividad del fotoblog

Un conjunto de medios interconectados desarrollan una narratividad compleja sobre la que sería interesante reflexionar. Yo tengo fotoblog, videoblog o videoblogs, blog por triplicado—que es a su vez, a ratos, fotoblog y videoblog—y facebook, que es lo que es y además absorbe las notas del blog, las fotos del fotoblog y los vídeos del videoblog, al margen de que se puedan subir a él otras fotos y otros vídeos no incluidos en ellos, y escribir otras notas por extenso—aunque lo cierto es que no conozco a nadie que use Facebook como blog para escribir notas o artículos en él. En fin, que todo esto forma una red o galaxia de medios con interconexiones a veces autormáticas, a veces puntuales y manuales, alrededor de un proceso ya de por sí infiltrado por la narratividad, que es la vida de uno mismo.
flickr
Pero hoy me centraré en un aspecto de la cuestión. Ya hablé en otro artículo sobre los blogs y la narratividad de la experiencia; hoy me centraré en la narratividad particular inherente en un tipo particular de blog, el fotoblog. Y tomaré como ejemplo el mío—un fotoblog típico de Flickr, que tiene la ventaja de que es el que mejor conozco. Lo que diga será extrapolable en cierta medida a otros fotoblogs, aunque claro, cada uno desarrollará modalidades propias de narratividad dentro de las posibilidades ofrecidas por el medio, aunque se compartan muchos rasgos comunes con otros.

Primero lo primero. El fotoblog tiene, como cualquier blog hecho con un sistema automatizado, una estructura que lo liga al desarrollo del tiempo real: a los días y horas en los que el usuario ha ido subiendo fotos o haciendo cambios en él. Esta secuencia temporal de base es, digamos, la columna vertebral de su estructura. Dejaremos de lado, y meramente apuntada, la posibilidad de falsificarla, con ajustes técnicos que no están al alcance de cualquier usuario. Así pues el fotoblog tiene un principio, una mitad, y dos posibles tipos de finales: un final cerrado o un final abierto, con una zona de indeterminación entre ellos. El final cerrado se da cuando el fotoblog se ha abandonado claramente, o cerrado oficialmente. De lo contrario, la foto más reciente es un final más o menos abierto.

Aclaremos que, como en cualquier blog, el orden es más bien el inverso: empezamos por el principio que es el final, que es el presente, o el pasado más reciente, como punto de acceso privilegiado y más frecuente—y nos desplazamos atrás en el tiempo hasta el principio, aunque nada nos impide ir allá de un salto. Este movimiento de retrocesión es característico de la narratividad de cualquier blog, no sólo del fotoblog. Lo podríamos comparar al manga japonés, que empieza al revés que los comics occidentales. En la práctica no es tan diferente una vez se comprende la estructura de relevancia: lo más reciente es lo relevante, y quien quiera ir al principio y seguir otro orden también puede hacerlo.

Esta es la secuencia de base del fotoblog: la adición de fotografías a medida que se suman los días de la vida—mientras dura la vida, o más bien mientras dura el fotoblog, invento reciente.

Pero luego está el tema de las secuencias narrativas parciales, que complica la cuestión y es lo que le da interés. A eso iremos a continuación.

Y trataremos primero la secuencia mínima, donde la secuencia pierde su nombre: la secuencia narrativa que consta de una sola fotografía. Esta cuestión no es propiamente específica de la narratividad del fotoblog, sino de la narratividad de la imagen fotográfica aislada. Por tanto no es central para el tema que ahora me ocupa—aunque sí le dedicaré un momento. Una instantánea fotográfica es muy distinta de otra—en todo tipo de cuestiones en las que no entraremos, pero algunas de ellas tienen que ver con el tiempo y la narratividad. Algunas fotografías contienen un instante digamos autocontenido—en otras sin embargo pide salir toda una historia; son fotografías narrativas. Fotografías por ejemplo de un instante decisivo, muy difíciles de conseguir (estar en el lugar adecuado en el momento adecuado) y muy apreciadas por tanto por algunos fotógrafos (¡—de esas tengo yo pocas!). En estas fotografías se manifiesta con fuerza especial no sólo la historia que ponen de manifiesto, la secuencia narrativa de la cual la fotografía no es sino el epítome—sino también, y esto es lo que las redondea como fotografías, el instante preciso. La cualidad narrativa de esa fotografía viene a reforzar la naturaleza de instante de ese instante, y la naturaleza de instantánea (única, irrepetible, etc.) de esa fotografía: paradójicamente, el trasfondo narrativo enfatiza la instantaneidad de ese punto de acceso al mismo que nos da esta imagen.

Bien, una vez establecida la diferencia ente fotografías narrativas y no narrativas, hay que proceder a relativizarla y desconstruirla. Para empezar, enfatizando el papel del observador—pues son las aportaciones del observador a la imagen estática las que contribuyen mayormente a convertirla en un momento de una historia. Suponiendo provisionalmente que es el observador quien narrativiza, podemos pasar a observar que el observador puede narrativizar cualquier fotografía. En toda fotografía hay narratividad contenida, pues toda fotografía, siendo un instante del tiempo, es una señal de lo que la precedió y una premonición de lo que pudo seguir. Esto es así porque cualquier objeto fotografiable es también un indicio y fragmento de una gran historia narrativa—la historia de cómo sucedió todo, de cómo la realidad llegó a ser lo que es, por un proceso evolutivo y transformador. Cada cosa que vemos es un fragmento o metonimia de esa gran historia global—de la realidad como gran narración. Y todo momento u objeto (presente o fotografiado) puede encontrar allí su anclaje narrativo.

Una foto de una hoja en el suelo sugiere así unos ciclos temporales, de crecimiento y decadencia—a las estaciones, o simbólicamente a la vida— y nos lleva por otra parte a un momento histórico capaz de generar una fotografía de una hoja en el suelo. La hoja tiene su historia biológica inscrita en ella; el suelo también—¿está la hoja sobre una acera, sobre un coche? Habrá también una estilística histórica de la fotografía en la cual pueda encontrar su ubicación esta fotografía, pues no son hojas en el suelo lo primero que se dedicó a fotografiar el ser humano (sino más bien el rostro humano). En fin, que la foto de una hoja en el suelo es menos narrativa, pero también es narrativa—pues remite a procesos y secuencias temporales más generales que tienen implicaciones narrativas. Aparte, un observador dado puede extraer mayor o menor narratividad de esa imagen (por ejemplo como hemos hecho aquí). Hay una historia invisible detrás de todo lo visible.

Queda el hecho de que hay imágenes que serán más inmediatamente narrativas para la generalidad de los observadores—por su implicación en procesos de acción humana identificables e interesantes, por la manera en que remiten a imágenes ya cargadas narrativamente, o por la manera en que la imagen sea ya de por sí múltiple, una auténtica congelación de varios momentos y no sólo de uno.

Pero dejemos la narratividad de la imagen aislada, pues como he dicho antes no es la narratividad propia del fotoblog. La narratividad propia del fotoblog es una narratividad de secuencias fotográficas, comparable a la del álbum de fotos. Toda sucesión de fotos puede generar o sugerir secuencias narrativas más o menos consistentes, claras o definidas; dependerá de la tecnología de presentación, o de generación de secuencias, el que éstas adquieran mayor o menor consistencia y potencial de repetición. Así pues, la tecnología del fotoblog puede asimilar los potenciales de secuenciación de tecnologías previas, como por ejemplo (pongamos) la del álbum de fotos y la de la caja de zapatos llena de fotos. El álbum proporciona secuencias relativamente estables: nada impide reordenarlo, pero en general no se hace. Las fotos se pusieron en un orden, y generalmente lo conservan durante años, durante toda la existencia del álbum (con las disgregaciones y repartos parciales que se quieran imaginar). La caja de zapatos, en cambio, genera secuencias más móviles: las fotos se desordenan, cambian con facilidad a otra caja, aparecen en combinaciones inesperadas, diferentes cada vez. En el álbum es más frecuente que fotos pertenecientes a una misma época se presenten juntas—o que el mismo álbum sea parte de una colección de álbumes, y recoja las fotos de un determinado momento, con lo cual el propio álbum es un elemento narrativo subordinado a la secuencia mayor constituida por la totalidad de fotografías disponibles—sobre una familia, pongamos, o sobre la vida del fotógrafo, entendiendo el conjunto de sus fotografías como una autobiografía fragmentaria en imágenes. (A esta gran secuencia vital de la historia personal o familiar se subordinan también los fotoblogs, que por su naturaleza pública o potencialmente pública tienden a incluir menos fotos que los álbumes personales).

En la secuencia narrativa del álbum, caja o fotoblog se puede potenciar la narratividad de la imagen aislada. Una foto aislada puede contener una historia de por sí, pero en relación con otras fotos unos sentidos se acotan y limitan, otros se establecen y desarrollan. Dos fotos forman sistema semiótico, de establecimiento de paralelismos y diferencias, analogías hipotéticas, historias potenciales. Con más fotos, las posibilidades de sentido se multiplican. A veces unas pocas fotos forman claramente una secuencia: fueron tomadas sucesivamente, en el mismo sitio, en un corto intervalo de tiempo. Estas secuencias se definen a veces muy perfiladamente frente a otras: en otras ocasiones, la secuencia es dudosa, borrosa. Hay entonces aquí una gama continua entre dos extremos: hacer secuencia y no hacer secuencia. Una secuencia fuerte pueden ser variaciones de la misma foto: fotos de la misma hoja en el suelo, fotos de la misma persona en el mismo sitio posando con variaciones o sin ellas, fotos del mismo grupo... Los paisajes, la ropa, los actores, todo sirve de indicios para generar subsecuencias en la mente del observador. Hay secuencias de diversos tipos: por ejemplo, una secuencia de fotos pueden estar extraídas de la misma imagen, seleccionado o subrayando elementos que aparecen simultáneamente en la foto que genera la secuencia. No es un caso frecuente, por lo deliberado. Normalmente las secuencias obedecen a episodios de interacción de grupo, que invitan a la fotografía, o a desplazamientos geográficos, que también tientan a la cámara—o a experimentos formales, como las secuencias de fotos sobre hojas en el suelo, o sobre reflejos— o a intereses temáticos: acontecimientos, objetos de coleccionismo, iconos arquitectónicos, monumentos, etc.

Una ambigüedad hay sobre el término secuencia que hemos venido utilizando: pues puede referirse tanto a una secuencia continua como a una discontinua. La continuidad espacio-temporal refuerza la sensación de secuencia: pero una secuencia discontinua puede identificarse, dispersa a lo largo del álbum o del fotoblog, precisamente por las recurrencias temáticas, formales, personales o paisajísticas: Fotos de invierno. Fotos de playa. Fotos de Pibo. Fotos de Galicia. Autorretratos. Sombras. Reflejos. Etc. En todas estas agrupaciones temáticas puede intuirse o proyectarse una evolución temporal, una secuenciación, una narratividad (—los niños crecen; nos hacemos viejos; la ciudad cambia). Mención especial merecen quizá las secuencias "fuera de secuencia": las fotos que cronológicamente nos remiten a un momento muy anterior a su entorno inmediato—viejas fotos recuperadas, escaneadas e incluidas en el fotoblog, quizá—de manera que son una especie de analepsis fotográficas, remitiendo a veces a momentos anteriores al inicio del fotoblog.

El fotoblog proporciona instrumentos para resaltar algunas secuencias en forma de álbumes, galerías, colecciones...—fotos seleccionadas por su temática, o por el momento en que se tomaron, o por su calidad. Sin embargo, la mente del observador sigue siendo el mayor y más flexible generador de secuencias y agrupaciones.

Pero en todo lo dicho no se aprecian muchas diferencias entre el álbum (álbum electrónico, pongamos, como el iPhoto) y el fotoblog. La diferencia es naturalmente la especificidad del fotoblog: la conexión, la naturaleza pública, la interactividad, la capacidad de comunicación e intercambio con navegantes y fotoblogueros. Es en este sentido indirectamente fotográfico en el que los fotoblogs suponen una transformación radical de la fotografía, a través de los usos sociales de la fotografía.

Además, los fotoblogs incorporan una serie de herramientas y complementos más o menos opcionales en su utilización, pero que contribuyen a extender prácticas antes infrecuentes. Ahora la foto suele tener título (aunque se acabe acudiendo a numeraciones automáticas o títulos estandarizados). Puede tener comentarios del propio autor—y en Flickr tiene, de oficio, toda una serie de datos relativos a su naturaleza técnica, la cámara con la que se tomó, el momento de su origen... Se comprenderá que esto puede tener sus consecuencias a la hora de establecer secuencias narrativas que liguen diversas fotografías. Hay instrumentos para asociarlas a redes temáticas de otros fotógrafos, a temas (los tags o etiquetas que yo no utilizo) o a ubicaciones geográficas—con lo cual los puntos posibles de acceso al fotoblog se multiplican a través de la red: gente que busque fotos de caballos, de Zaragoza, etc. Y están los comentarios, cuando los hay—cada cual con su enlace, que no sólo pueden suponer un comentario técnico o estético de la imagen, sino que remiten cada cual a otros puntos de la red y otras secuencias fotográficas.

La integración entre palabra e imagen supondría toda una poética, en esta nueva dimensión de la fotografía. Por ejemplo, el pie de foto puede ser transparente y explicativo, o proponer un enigma para que el espectador lo resuelva a la vista de la imagen, o a la vista de otras imágenes del fotoblog. El título puede resaltar algún aspecto formal de la fotografía, o puede ser alusivo al momento de la composición, a otras imágenes recibidas, obras literarias, textos culturales, dichos, etc.—modulando un posible significado de la fotografía. Y mediante el texto se pueden ir enlazando así unas secuencias con otras—normalmente con otras previas, aunque todo puede reescribirse y modificarse a posteriori. Los comentarios también pueden introducir conexiones similares no previstas por el autor.

El fotoblog superpone título, imagen, comentario del autor y con frecuencia comentario de los visitantes. Entramos aquí en la intermedialidad, cuando la imagen ya no está sola sino que es parte de una red intertextual que la liga a otras imágenes o a otros textos, o resalta aspectos específicos, transformándola textualmente por así decirlo. Estos aspectos resaltados pueden ser narrativos, o formales, o temáticos. En todo caso, la imagen del fotoblog llega altamente mediatizada por su entorno fotográfico y por la nube de textualidad que se le va adhiriendo, que quizá crezca con el tiempo. Y por la nube de hipertextualidad, los enlaces, tags y páginas asociadas, que ejercen una influencia indirecta pero transformadora sobre las prácticas fotográficas.

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