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Llegamos al Periódico

Llegamos al Periódico

Me pasan por debajo de la puerta una fotocopia de una noticia de El Periódico de Aragón de hoy, en la que se habla de nuestro contencioso administrativo y de su resolución. La firma J. Oto, y remite como fuente a este blog; pues al parecer la Universidad sólo ha querido comentar que el conflicto responde a una 'cuestión interna'.

Quizá no esté de más aclarar que no conozco al periodista ni he tenido ningún contacto con él, aunque desde luego le agradezco que dé a conocer la cuestión a sus lectores.

 La noticia ha sido difundida a través del servicio de prensa de la Universidad (también está en este enlace). Se señala que "La asignación de la docencia en Filología acaba en los tribunales. El juez da la razón a dos profesores contra la ordenación seguida por el departamento. La sentencia obliga a apelar a la jerarquía académica y a la antigüedad".

Una pequeña inexactitud en la formulación de El Periódico es que yo no digo que haya trato de favor "hacia los catedráticos" (lo hay de oficio y por norma, vamos, que no es de favor sino de sistema)—a lo que iba es que hay trato de favor a los miembros de los equipos de los catedráticos -- no catedráticos ellos mismos, pero que ejercen como tales con el único mérito decisivo de tener alianzas adecuadas.

Este departamento sigue estando infradotado de catedráticos, aunque la cosa se va remediando (es un decir) con las promociones de estos últimos años. Yo recomiendo a los catedráticos que si tan interesados están en promocionar a los miembros de sus equipos, que los hagan catedráticos, en lugar de hacerlos pasar por delante por la puerta falsa. Se lo agradecerán ellos, los primeros.

En cuanto a mí, diría yo a lo Groucho Marx que es un club, el de los catedráticos, al que prefiero tener el honor de no pertenecer, visto lo visto. Les envidio (un poquito, tampoco es para tanto) su sueldo, pero sus maneras son detestables, y el criterio que ejercen es casi invariablemente torcido, parcial e interesado, guiado únicamente por alianzas pasadas, presentes y futuras, favores mutuos y dependencias feudales. Un mismo mérito puede valer cien o cero, indistintamente, según sople el viento, en el tipo de valoración en que es especialista un catedrático. El instrumental requerido para la profesión es un embudo de tamaño natural, y en la medida en que se puede vender efectivamente el alma, es en estos tratos donde se vende.

Además, las uvas de la promoción a cátedras están verdes: otros tienen más "méritos acumulados" que yo, con todo este asunto a cuestas; van mucho mejor encaminados a la cátedra, y sería necedad pretender competir con currículos tan abultados.

La sentencia de la cátedra (VI)

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