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Vanity Fea

Hereafter

domingo 13 de marzo de 2011

Hereafter

De esta película, traducida como Más allá de la vida, está uno tentado de quedarse con la impresión inicial—que las escenas primeras, las del tsunami, son increíbles, de lo mejor que se puede ver en cine, y que la película decae a continuación. Es especialmente fuerte la impresión que produce la escena inicial después de ver en la televisión lo que ha pasado en Japón hace un par de días, el terremoto seguido por un maremoto que arrasaba con coches, casas y gente como si fueran basura o colillas depositadas en la esquina de la calle a las que se les echa un cubo de agua. La película hace una recreación realmente pasmosa de la experiencia de la periodista Marie Lelay (Cécile de France) al llevársela una ola gigante en un pueblo de vacaciones, mientras compraba en un mercadillo; también vemos el panorama desde el punto de vista de su compañero Didier que ve la panorámica, horrorizado, desde la relativa seguridad de un piso alto de su hotel. Marie "muere" golpeada y ahogada, y un estúpido osito de peluche blanco es lo último que ve, flotando hacia ella en el agua.

Pero hay muertos que están mal muertos, así que luego "resucita" Marie, rescatada del agua, y vuelve aparentemente a lo que dejó. Pero la experiencia del "más allá" que ha tenido la llevará a descentrarse profesionalmente, a incumplir su contrato de escribir un libro sobre Mitterrand, y a romper con Didier que es ateo materialista—y tiene en la película, previsiblemente, el papel de asshole (suelen ser cincuentones con barba). La película es sobre un cambio de pareja a mejor, Marie reuniéndose al final con el vidente George Lonegan (Matt Damon) que huye de su don de poder hablar con los muertos—y se promete un romance en una visión prospectiva.  Es una resolución por vía erótica que no conjuga adecuadamente los temas planteados en la película: la existencia de una vida después de la muerte, el más allá, etc.—es como un gambito lateral que si quiere decir algo parece que sólo quiere decir que los creyentes tienen que buscar a otros creyentes y evitar a los ateos materialistas, que tienen una perspectiva limitada y torcida sobre el mundo, y les impiden realizarse como personas. Es una película, considérenla fantástica o seria, que se basa en la existencia del más allá y de los médiums que pueden verlo (Aquí le falla la interpretación a Roger Ebert, cuando arguye que la película no se pronuncia al respecto, pues está claro que Lonegan sí se nos presenta como un médium auténtico, que o bien contacta con el más allá o bien les lee la mente a sus pacientes con poderes sobrenaturales). Sea hipótesis estética o convencimiento religioso de los autores, la película, desde luego, se coloca sin dudas ni matices del lado de quienes creen en la inmortalidad del alma y la persistencia de los muertos —no en nuestros recuerdos, imaginación, etc., sino como sujetos individuales y flotantes que están en un más allá viviendo otra vida de la cual nada sabemos. En fin, precisamente lo que no son y donde no están, qué quieren que les diga. Que son creencias mayormente americanas, y residualmente europeas, aquí llevadas con cierta mala conciencia.  Y que la película, a pesar de hacerlas suyas, lo hace también con una especie de falta de convencimiento o falta de seriedad fundamental, a pesar de la propia sustancia de la historia, que requeriría tomarse su tema en serio—pues en tanto que película no sabe muy bien cómo resolver luego el tema planteado. Sí sugiere a los creyentes que no deberían dejarse acogotar por el escepticismo ambiental, y defender lo que consideran como un "hecho probado" con "demostraciones científicas". Pues hala, adelante, pierdan la vergüenza, que desde luego por lo que se ve hay más creyentes que no creyentes, siempre los ha habido y probablemente siempre los habrá. No es extraño que alguna película con ribetes religiosos salga, por tanto; raro es que no haya más, y ahí le doy la razón—pero es que muchos supuestos creyentes en realidad se sospechan lo que todos de hecho sabemos a un nivel u otro, y por eso guardan sus creencias en el armario, que ventilarlas demasiado no les hace ningún bien ni a ellos ni a ellas.

 

Por supuesto sí hay elementos aprovechables en la película, de hecho todo menos el guión—e incluso en el guión, por ejemplo, la historia de los dos gemelos Marcus y Jason separados por la muerte cuando atropellan a uno. Se nos ha mostrado a los chavales protegiendo a su madre drogadicta, haciendo los deberes, yendo mano a mano, y echándose por la noche—y es desgarrador ver luego a Marcus solo, en su cuarto de las dos camas, mirando la urna con las cenizas de Jason. El chaval irá a la caza de videntes que le permitan hablar con su hermano—y aquí está la mala fe de la película, en que después de mostrar todos los fraudes, explotadores y cantamañanas que pueblan este mundo, nos propone que sí hay auténticos videntes, que se trata de localizarlos... La película está bien al mostrar cómo muchas veces la gente desea o cree desesperadamente que quienes murieron sigan vivos de alguna manera, pero es errónea al dar pruebas de esa vida o presentarlo como un hecho demostrable. Realmente creo que al guionista Peter Morgan le patina una neurona con esta cuestión, o que aquí le ha fallado el toque. Si es cierto como dicen que el guionista en realidad no cree en el más allá, la empanada implausible que le ha salido es buena fe de que no se pueden manejar estas cuestiones a la ligera, en una mitad de camino indefinida, entre la fe en la otra vida, la sinceridad fingida y el género thriller parapsicológico. O peor aún, pasa la película a situarse al nivel de las consolaciones fraudulentas que retrata y parodia.hereafter


En fin, que Marcus persigue al vidente George Lonegan hasta que consigue hablar con su hermano a través de él, y despedirse de él. Y se utiliza esta historia como puente para unir a George y a Marie, con unas casualidades no sólo implausibles sino también innecesarias, unas pasarelas endebles que son la mejor prueba de que aquí el guión falla seriamente y no sabe a dónde va.  Como digo, hay elementos bonitos en estas historias—la historia de Lonegan y su compañera de clase de cocina, romance incipiente que fracasa al llegar a saber demasiado él de los traumas infantiles de ella; o la despedida de los gemelos, primero en el accidente y el funeral, y luego la necesidad de Marcus de tener una despedida formal—siempre hace falta un ritual de despedida, o público, o privado, o los dos... Pero la película es simplista, claro, o falsa, al convertir esa despedida simbólica en una despedida literal. Es lo malo de las películas sobre el más allá de siluetas y luces blancas y voces a los médiums: que ignoran la auténtica naturaleza del más allá, cuando deberían situarlo más acá. Vamos, que hay otros mundos, pero están en éste. Y relaciones con los muertos las tenemos constantemente, pero no vayan a buscar médiums en Google para mejorarlas—that way madness (and) lies.

Gran Torino
 


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