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Vanity Fea

Que aún no te toca

Que aún no te toca


Otra pequeña sección de la nonfiction novel de José Penalva Corrupción en la Universidad (Ciudadela, 2011), del capítulo "Apología de la endogamia". Me trae recuerdos de cuando yo decidí presentarme a una oposición a cátedras "sin permiso de nadie" y contra la recomendación de la catedrática que tenía in mente cuál debía ser el turno y reparto de plazas, no por méritos, ni por antigüedad, sino... al gusto de ella. O, dicho en fino, "según los intereses del departamento". Y quienes debían pasar por delante no se iban a presentar a la oposición, así que era mejor que yo no me presentase tampoco—está claro que no me tocaba.


Miércoles 2 de julio de 2008. Don Alfredo me llama por teléfono. Me dice que ha hablado con Jacobo, el Bigote, y que hay un problema con la solicitud de transformación de plaza que he presentado al departamento. Jacobo le ha dicho: "Pepe no puede entrar en este departamento haciendo sangre".
    Alfredo continúa diciéndome que, tras hablarlo seriamente con Gustavo el Coautor, han decidido que yo debo retirar mi solicitud:
    "Porque no puedes entrar en el departamento haciendo sangre, Pepe". Le respondí que yo no iba a entrar en el departamento, porque ya estaba en él; que no he hecho ni voy a hacer sangre a nadie, y que ahí está la Aneca para que la gente se presente; y que, por tanto, no pienso retirar la solicitud. La solicitud está presentada con registro de entrada y debe seguir su curso.
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Lunes, 7 de julio. Aparece en escena Ferrán. Ahora viene en un "tono diplomático". Alfredo había dicho a Ferrán que hablara conmigo, pero que llevara mucho cuidado con lo que decía porque le grababa todas las conversaciones.
—Oye, que parece ser que hay problemas con tu solicitud y sería conveniente que la retiraras. Pero no pasa nada, oye; es un mero trámite y lo presentas en sestiembre, que a ti te da lo mismo y no te perjudica nada.
—Lo siento, pero no voy a retirar mi solicitud. La he presentado y presentada queda.
—Tu solicitud perjudica a otra gente, y eso no se puede aprobar en consejo de departamento.
    Esa misma tarde, Ferrán me llama por teléfono, y no una vez, sino varias.
—Oye, que te llamo sólo para decirte... Es que me han dicho que habías retirado tu solicitud.
—La solicitud está presentada, y no la he retirado, ni la voy a retirar—respondo.
—¿No?—pregunta Ferrán haciéndose el sorprendido—. ¿Ni la vas a retirar?
—NO.
—Es que me han dicho, por eso... me han dicho que la habías retirado o que la ibas a retirar. He ido a la secretaría y digo, a esta chica, a Lidia, digo: "¿Ha venido Pepe a retirar algo?" vamos, y no sabía nada; y digo, nada,no, nada, pues ya... Es que me habían dicho que habías retirado o que ibas a retirar...
—Estás hablando de la solicitud de transformación de plaza, ¿no?
—Sí. De eso no hay nada, ¿verdad? (...) Porque como por aquí me llegan un montón de visitas y de cosas... Me han dicho que tienes que repensártelo. Porque tu solicitud perjudica a algunos. Y están viniendo a mi despacho, y tú no sabes lo que me están diciendo.
    Dejo constancia de que no pienso retirar mi solicitud, y sigo adelante. Y le insisto a Ferrán que, por favor, me dejen tranquilo. (...)
 


Y el día del Consejo de departamento se somete a votación si la solicitud de Pepe es perjudicial para el departamento o para algunos de sus miembros...



Y Ferrán se desespera:
—¿Es que no hay nadie afectao, joer? ¡Pues hablar! ¡Hay muchos inconvenientes!
Las gallinitas están asustaditas en sus sillas, y tiene que salir el valiente valedor y protector, el Bigote.
—Yo ya he tratado con Alfredo y he hablado con Gustavo, para que José retire su solicitud, por lo menos hasta que sepamos lo que va a pasar con el Delegado del Gobierno [de cuyo retorno al departamento dependía una plaza a término]. Todos sabemos que el departamento son grupos, y esos grupos van vinculados a intereses...

En un impulso torero, para agitar y envalentonar el gallinero, el Bigote lleva al límite su prudencia y —como le gustaba decir—pone encima de la mesa sus cojones. No tiene reparo en romper la regla omertática de oro.  Para que todos se enteren de quién es aquí el Don y quién marca las reglas. 

El pacto entre catedráticos estaba encima de la mesa.


Por si alguien se ha quedado con el suspense de la otra historia, yo tampoco retiré mi solicitud, y me presenté a cátedras en efecto. Pero catedrático no soy, ni hago pactos de esos.

Carta de un Imperio Oriental


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