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El Gran Diseño y Hacedor de Estrellas (8): El Gran Diseño

jueves 1 de diciembre de 2011

El Gran Diseño y Hacedor de Estrellas (8): El Gran Diseño



La ciencia ha ido formulando, poco a poco, las leyes a las que obedece el funcionamiento del cosmos, cada vez en campos más amplios, descubriendo leyes cada vez más integradas entre sí hasta constituir, idealmente, un conjunto de leyes coherentes entre sí y universalmente aplicables. Las leyes describen cómo funciona el universo, pero no contestan a los últimos porqués:

¿Por qué hay algo, en lugar de nada?
¿Por qué existimos?
¿Por qué estas leyes en concreto, y no otras? 
 
Solían ser preguntas religiosas, explicadas remitiendo a la voluntad de un dios todopoderoso. Y en ese nivel se detiene la especulación en las tesis creacionistas, que nunca van a buscar al dios detrás de dios, ése que intrigaba a Borges. E incluso las fantasías creacionistas científicas, como la de Olaf Stapledon en Star Maker, han de tratar este nivel como resultado de la pura arbitrariedad, expresada con la imagen mítica del libre albedrío de un creador. Puestos a postular una causa incausada, arguyen Hawking y Mlodinow, el nombre de "dios" se aplica a ella—y en ese sentido limitado habrá que decir que siempre hay un dios detrás del universo, aunque sea un dios sin intenciones ni planes, ni por supuesto cielos ni infiernos ni mitologías redentoras.

Puede parecer un tanto sorprendente la afirmación de Hawking y Mlodinow que sigue:

"Sostenemos, sin embargo, que es posible contestar a estas preguntas puramente en el ámbito de la ciencia, y sin invocar ningún ser divino." (172)

—Quiero decir que, atendiéndonos a nuestras definiciones, no invocar a ningún ser divino querrá decir decir, además de no invocar creacionismos, no invocar a ninguna causa incausada. Realmente me parece dudoso que se pueda contestar a todas estas preguntas en el ámbito de la ciencia, sobre todo habida cuenta de que (como nos recuerdan H y M) la ciencia responde a los cómos, pero no a los por qués.

Así pues, parecería que esas preguntas se podrían resolver científicamente en la medida en que la preguntaj por los por qués se refiera en realidad a una pregunta por el cómo. Las tres preguntas no son equiparables en ese sentido, me parece. Pues no se hallan al mismo nivel. No preguntan por fenómenos de la misma complejidad. Un fenómeno complejo puede reducirse a una combinación de fenómenos simples. Y así, la segunda pregunta, "por qué existimos", entendiendo "por qué existimos los seres humanos, en concreto" parece que puede disolverse en otro tipo de preguntas, algunas similares a "por qué existen los rinocerontes en concreto"—es decir, se puede contestar con respecto a las leyes más generales de la evolución biológica, y éstas pueden remitirse a cuestiones de ecología, entornos climáticos, química de la vida, etc. La pregunta número 2 no pregunta, pues, por los "últimos porqués", sino por algunos que por muy remotos que nos parezcan, son bastante antepenúltimos, desde el punto de vista filosófico.

Más difícil será analizar y descomponer un fenómeno simple, o hallar su último por qué. Cuanto más nos remontamos al origen indiferenciado del universo, y hacia la simplicidad absoluta, van perdiendo sentido las preguntas sobre el por qué, y no queda sino constatar lo que hay—no pourquoi, sino sólo parce que, "porque sí".

La tercera pregunta, "por qué estas leyes en concreto" también pregunta en cierta medida por un fenómeno complejo—en la medida en que unas leyes puedan derivarse de otras, o unas fuerzas cósmicas integrarse con otras en una explicación común. Es en este nivel en el que se ha centrado la argumentación del libro, y se han hecho grandes progresos a este respecto durante el último siglo, desde la obra de Einstein.

La primera pregunta, en cambio, es una pregunta por lo absolutamente simple, y es una pseudo-pregunta en gran medida—científicamente hablando—, pues no admite reducción. No se puede contestar "por qué hay algo en lugar de nada": sólo se puede constatar lo que hay—Hay algo—y estudiar qué es ese algo, y cómo funciona, y cómo de lo simple se sigue lo complejo. ¿Quiénes somos para decir si, puestos a postular multiversos, en otros universos no habrá nada, en lugar de algo, universos ésos de los que no se sabe si tiene más sentido decir que existen o que no existen?

Puestos a crear, creamos pequeños modelos de universo—controlados con leyes estrictas incluso, en el caso de los juegos de generación matemática de John Conway, el "Juego de la Vida". Puede observarse la generación de entidades virtuales, dibujos móviles dentro de un ordenador guiados por leyes generativas: dan lugar a universos más o menos complejos, repetitivos o generadores de complejidad—y cómo de lo simple se siguen fenómenos emergentes, conforme las combinaciones de cuadraditos evolucionan:  se crean formas móviles, colisiones, objetos que generan otros semejantes a ellos, vías muertas, vías fructíferas, etc. vida

"Si observásemos el universo del Juego de la Vida un tiempo determinado, a una escala dada, podríamos deducir las leyes que gobiernan a los objetos que se hallan a esa escala" (175).

Siendo un universo binario en origen, el Juego de la Vida puede usarse a su vez como un ordenador, para almacenar, transmitir o procesar información. Una versión más complicada del Juego de la Vida podría crear vida consciente: objetos que respondiesen a estímulos de su entorno, que reaccionasen...  la diferencia entre un ser con libre albedrío y otro que no lo tiene se reduciría en última instancia a la cuestión de si somos o no somos capaces de calcular sus reacciones y de predecir por tanto su comportamiento futuro.

Del universo físico predecimos su comportamiento futuro por un cálculo que presupone que el espacio vacío es estable, y que un cuerpo rodeado por espacio vacío tiene energía positiva. Presuponemos también que la energía del universo es una constante: "Eso es lo que se requiere para hacer que el universo sea localmente estable—hacerlo de modo que las cosas no aparecen sin más de la nada, por todas partes" (179).

En este punto, Hawking y Mlodinow relacionan la universalidad de la gravedad con la estabilidad local del universo, con la existencia de los agujeros negros, y con la posibilidad de la creación ex nihilo —es decir, con la idea misma del big bang: una teoría atrevida y ambiciosa, que desde luego requeriría más de un libro entero para exponerla. En su lugar tenemos menos de dos páginas. Este párrafo es crucial:

"Si la energía total del universo ha de ser siempre cero..."

(Big if, por cierto—pero claro, estamos trabajando en última instancia con un único universo, no parece tener sentido plantear otro tipo de suma)

"Si la energía total del universo ha de ser siempre cero, y cuesta energía crear un cuerpo, ¿cómo puede crearse todo un universo a partir de la nada? Por eso es por lo que tiene que existir una ley como la de la gravedad. Como la gravedad atrae, la energía gravitatoria es negativa: hay que hacer un trabajo para separar un sistema gravitacionalmente ligado, como el de la Tierra y la Luna. Esta energía negativa puede equilibrar la energía positiva requerida para crear la materia, pero realmente no es tan simple. La energía gravitatoria negativa de la Tierra, por ejemplo, es menos de una mil millonésima parte de la energía positiva de las partículas de materia que componen la Tierra. Un cuerpo como una estrella tendrá más energía gravitacional negativa, y cuanto más pequeño sea (cuanto más cercanas estén entre sí sus diferentes partes) mayor será esta energía gravitacional negativa. Pero antes de que pueda hacerse mayor que la energía positiva de la materia, la estrella se hundirá para convertirse en un agujeron negro, y los agujeros negros tienen energía positiva. Por eso es estable el espacio vacío. Los cuerpos como las estrellas y los agujeros negros no pueden aparecer sin más a partir de la nada. Pero un universo entero sí." (180)

Aclaremos: no un universo como el que conocemos hoy, pues ése sólo puede surgir de la evolución de una serie de formas previas—lo que puede surgir de la nada, y a la aparente evidencia nos remitimos, es un cúmulo de energía que, en su interacción consigo misma, acabará dando lugar a formas complejas de energía y materia, al universo primitivo, y andando el tiempo y la evolución, al nuestro. En última instancia, previamente a la constitución de los átomos, de los cuerpos y de los fenómenos, la diferencia entre la energía perfectamente simple y el vacío o la nada es... mínima, o total, según se mire. (Podríamos en este punto remitir a Herbert Spencer y a la teoría del efecto mariposa para explicar la creación del universo a partir de la nada).

En suma, que el universo es localmente estable, pero la realidad, de por sí, no es estable. Pasan cosas en ella, de repente—o al menos han pasado. Probablemente es inútil preguntarse por qué, aunque sea entretenida la especulación.

Antepenúltimo párrafo de The Grand Design, tras el anterior citado:

"Como la gravedad da forma al espacio y al tiempo, permite que el espacio y el tiempo sean localmente estables pero globalmente inestables. A la escala del universo entero, la energía positiva de la materia sí que puede equilibrarse con la energía gravitatoria negativa, y por tanto no hay restricción para la creación de universos enteros. Porque existe una ley como la gravedad, el universo puede crearse a sí mismo, y se crea, a partir de la nada, de la manera descrita en el capítulo 6. La creación espontánea es la razón por la cual hay algo en lugar de nada, por qué existe el universo, por qué existimos. No es necesario invocar a Dios para que encienda la mecha y ponga al universo en marcha" (180).

Muy de acuerdo, sólo que observaré una cosa: sabemos que hay algo, y sabemos bastante sobre cómo se hizo: pero seguimos sin saber por qué hay algo en lugar de nada. Seguimos teniendo una ley fundamental, y una Fuerza fundamental, que son una causa incausada e inexplicada. Incausada precisamente por su carácter inexplicable, pues en el destello cegador del Big Bang, donde nada hay, se hallan los límites de toda ciencia humana, que consiste en relacionar y medir efectos y objetos y fenómenos.

Últimos párrafos:

"¿Por qué son las leyes fundamentales tal y como las hemos descrito? La teoría final ha de ser consistente, y ha de predecir resultados finitos para cantidades que podamos medir. Hemos visto que debe haber una ley como la gravedad, y vimos en el capítulo 5 que para que una teoría de la gravedad prediga cantidades finitas, la teoría ha de tener lo que se llama una supersimetría entre las fuerzas naturales y la materia sobre la que actúan. La teoría M es la teoría de la gravedad más supersimétrica en su conjunto. Por estas razones, la teoría M es la única candidata a ser la teoría completa del universo. Si es finito (y esto aún ha de probarse) será el modelo de un universo que se crea a sí mismo. Tenemos que ser parte de este universo, pues no hay ningún otro modelo consistente."

(Es, como se ve, el razonamiento de un matemático, y a este nivel de discusión la teoría M es ante todo, como la teoría de los multiversos, una teoría matemática).


     "La teoría M es la teoría unificada que Einstein esperaba encontrar. El hecho de que nosotros, los seres humanos—que de por sí somos meras colecciones de partículas fundamentales de la naturaleza—hayamos podido acercarnos tanto a una comprensión de las leyes que nos gobiernan a nosotros y a nuestro universo, es un triunfo muy grande. Pero quizá el auténtico milagro sea el hecho de que el razonamiento lógico abstracto conduzca a una única teoría que predice y describe un vasto universo lleno de la sorprendente variedad que vemos. Si la teoría queda confirmada por la observación, será la conclusión con éxito de una búsqueda que se remonta a más de tres mil años atrás. Habremos encontrado el gran diseño." (181)star gazing

Diseño sin diseñador, si exceptuamos la mente que construye un modelo para comprenderlo.  Es más, quedaría desconstruida o desarticulada la canción de Aute, sobre este universo

"que es algo más que materia
pues el misterio
se oculta detrás..."

Puede que el mayor misterio, en el sentido de lo más difícil de comprender, sea que no hay misterio—pues sólo hay misterios propiamente dichos en el mundo de los fenómenos, delante—pero en la raíz de todos ellos, detrás, sólo hay una fuerza simple, frente a la cual no tiene sentido distinguir misterio y revelación. Siempre están ante nosotros, el misterio de lo complejo y la revelación de lo simple, los habitamos—los somos—constantemente, como escribía Kafka en sus meditaciones:


“No es necesario que salgas de tu casa. Quédate junto a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera. Pero ni siquiera esperes. Quédate completamente quieto y solo. Se te ofrecerá el mundo para el desenmascaramiento, no puede hacer otra cosa, extasiado se retorcerá ante ti.”




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