Último rayo al arco iris
viernes, 23 de enero de 2015
Último rayo al arco iris
Y treinta mil fotos en mi fotoblog.
Casi sin darme cuenta, esta semana he pasado ya de las 30.000 fotos en mi fotoblog de Flickr—ésta de arriba es la número 30.026.
Treinta mil, un número arbitrario, puede ser también un número significativo. Una vida media, una vida larga normal, tiene unos treinta mil días. Podemos imaginar que he hecho una foto por cada día de mi vida pasada y futura (o futurible). También aparecen bebés en mis fotos, y niños—y mis experiencias eran muy parecidas a las de ellos, intercambiables. Y aparecen ancianos que me esperan para cuando llegue hasta ellos, si llego. Podríamos considerarlo el fotoblog de una vida—como esos experimentos virales de Internet en los que una persona se hace una foto ante el mismo espejo a lo largo de un año, o fotografía la misma esquina de calle cada día una y otra vez. Lo mío no es ni tan repetitivo ni tan variado—porque la intensidad añade variedad, igual que la diversidad.
No conozco ningún fotoblog que tenga más fotos. Si lo conocen Vds., díganmelo por favor.
Tengo otro dudoso honor—como si la cantidad no fuese ya dudosa de por sí (se lleva más la rarefacción, como decía Foucault). El honor, digo, aparte, de tener la más baja relación entre número de fotos / número de respuestas del público. Si consultan mi Flickr, verán que tengo casi un millón de visitas:
—pero los comentarios podrían contarse con los dedos de un par de personas. Una proporción extrañamente baja, si me preguntan—habida cuenta que algunas de mis fotos, no todas, son muy buenas. Una opinión que evidentemente no está muy extendida.
Dice Denis Roche en Notre antéfixe (1978) que "Una cámara fotográfica no crea una situación o un gesto o un objeto dados, sino que mediante el encuadre les obliga a existir de nuevo y, de ese modo, a decir sin duda algo completamente diferente de lo que decían antes de irrumpir ante el aparato captor" (cit. por Antonio Ansón en Novelas como álbumes, 2000).
Muchas cosas deben decir mis fotos, sin decir ni palabra. O al menos podríamos hacérselas decir, quizá mediante un tercer desplazamiento verbalizante.
A una foto la hace buena, sobre todo, la atención que se le dedica, el comentario con que se la arropa, la circulación que se le da. En este sentido (además de en obvias cuestiones de técnica y capacidad) aún admiten muchas mejoras mis fotos. Pero sí les di un poquito de arropamiento verbal o teórico, aquí en mi artículo sobre la narratividad del fotoblog, o en el nuevo régimen de las imágenes. Supongo que poco arropamiento dividido para muchas fotos también es contraproducente. La cantidad mismo, repito, es contraproducente, y hace que baje la calidad media. Para ver las mejores, en todo caso, pueden ir a mis álbumes, por ejemplo éste del año pasado. Pero todo esto va en gustos. La mejor foto, en todo caso, no es nunca la de otro, sino la que tiene una relación con nuestra vida que se impone como una revelación a la cual es ajena la foto misma. Así que aquí estamos a la espera de ese lento trabajo del tiempo, qué remedio nos queda. Ya lo noto, y lo siento, no lo celebro.
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