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Sociedades académicas

Sociedades académicas

 

Acaban de anunciarme por la lista de AEDEAN la publicación del último número de Atlantis, la revista de la Asociación (Española de Estudios Anglo-Norteamericanos). Está disponible en red gratuitamente en su página (aún figuro yo allí en el enlace del viejo Consejo de Redacción... y de hecho creo que fui el primero en pedir que AEDEAN hiciera sus publicaciones en Internet, hace como doce años.... claro que entonces se me oyó como quien oye llover. Ahora sólo soy miembro de esta asociación, lo más parecido a una asociación profesional de Filología Inglesa que hay en España. Y a través de ella, también pertenezco a la European Society for the Study of English, ESSE, que aún tiene que ponerse más las pilas en esto de las internés.

Y pertenecía hasta este año a PALA, Poetics and Linguistics Association, de modo intermitente, desde su fundación y cuando me acordaba de enviar el cheque anual. Estos tienen menos picardía y no te envían un cargo periódico al banco, con lo cual tienes que apuntarte cada año. Hasta que este año tocaron fondo mis finanzas y ví que si pagaba la cuota anual se me quedaba la cuenta en blanco, por no decir en rojo. Y claro, llegados a ese punto.... aunque aún volveré por allí, supongo.

Por la misma escasez de fondos, en realidad, más que por otra cosa, he dejado de ir a congresos. Antes iba como un clavo a los de AEDEAN. Pero aun con la ayuda de la universidad, he comprobado que te sale cara la osadía, a menos que tengas un proyecto de investigación subvencionado. No está el sueldo como para ir por ahí haciendo turismo académico.

Y visto que está la web, y hasta con contenido gratis... nos atendremos a ella, de momento. Puede ser la sociedad académica más extensa y más intensa, en realidad. Aunque todavía le falte un hervor a la academia en red. Ya dijo Foucault que la academia funciona mediante la rarefacción del discurso—ponerle obstáculos más que facilidades. E Internet pone demasiadas facilidades, lo cual lo hace sospechoso e indeseable.

Los académicos son esos entes curiosos que se recomiendan mutuamente (¿no tan distintos de los blogueros?) y que basan toda su actividad en la convención de que un discurso o publicación que ha sido autorizado por otro académico, o una pareja de ellos, pasa a un nivel superior de realidad, adquiere un aura que lo transforma en un mérito a los ojos de cualquier otro académico usador de baremos.

Es... una convención. Con efectos buenos, y con efectos malos. Útil para unas cosas, inútil para otras. Sobre todo porque a la hora de la verdad —a la hora de decidir sobre dineros, honores o puestos de trabajo— los académicos tiran tanto de sobreentendidos, normas no escritas, y telefonazos secretos, como de baremos. Más, probablemente. Son los problemas colaterales de la rarefacción del discurso, tanto más serios cuanto más se ha enrarecido el discurso. Pero a esos problemas no se suele prestar atención (por escrito, por escrito...) en la academia; y también se enrarece el discurso sobre ellos—cosa que también es parte imprescindible de la convención.


Contra el método

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