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Políticos (catalanes) de ayer y hoy

domingo 7 de noviembre de 2010

Políticos (catalanes) de ayer y hoy

Estoy leyéndome La Segunda República Española: Una crónica, 1931-1936, de Josep Pla, recopilación de sus artículos y crónicas parlamentarias de esos años.  Pronto se desilusiona Pla con la República, y pronto habla de la desastrosa política económica de los socialistas. La situación de los años 30 es por fortuna única e irrepetible, a pesar de los déjà vus que te asaltan de cuando en cuando en esta lectura. Pero no deja de ser estremecedor ver lo que alguien más lúcido que la media de los que manejaban el país escribía por entonces, sin conocer el futuro que se acercaba como hoy lo conocemos, pero que viendo así el panorama de incertidumbre e improvisación de la política nacional, cuando aún se estaba redactando la constitución de la República:

"¿Adónde vamos? Nadie podría decirlo de forma coherente. Nos hallamos ante un proceso dominado por imponderables, ante un proceso que es imprevisible y que nos puede conducir a dar un salto profundísimo en el vacío más espantoso. No sabemos absolutamente nada. (....) La situación bancaria es grave. La industrial empeora constantemente. La lectura de los diarios constituye un sobresalto continuo. Cada día se cierran fábricas y talleres. La gente no compra nada. El proceso de circulación del capital ha sufrido un colapso peligroso. Los elementos más subversivos e irresponsables son los amos de la calle. (...) Los resortes del país se van debilitando; la vagarosidad y  la insconsistencia de la ideología van destruyendo todos los soportes del país. El Parlamento va deliberando; las discusiones 'elevadas' son constantes; del hemiciclo llega un lamentable olor a sudor; los diputados creen que todo va admirablemente". ("Ante el caos", 26 de julio 1931).
 

Y, from the horse's mouth, caracteriza así Pla a los políticos catalanes—una descripción que, esta sí, podría decirse que es de plena actualidad:

"Lo que ha pasado, en efecto, es tremendo. Después de habernos dicho, durante siglos, que la gran virtud del catalán era el pragmatismo, su sentido de la utilidad y de la economía, la importancia que espontáneamente daba a los asuntos de la realidad y de la vida, hemos podido contemplar cómo un régimen de cuatro teóricos medio arruinaba el país y cómo los ciudadanos contemplan el hecho con una insensibilidad sin precedentes. Después de lo que hemos presenciado, nos costará mucho creer que el catalán es un hombre que tiene la virtud de amar el dinero; somos un pueblo que se embriaga de teorías vulgares y de misticismos sudados, y la prueba es que nos hemos dejado deslumbrar por los poetas, los sociólogos y los políticos más vacíos e incapaces del mundo." (11/11/31).

Sobre el (lamentable) estado de la nación

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