Blogia
Vanity Fea

Literatura y crítica

Retropost (2007): La Noche de la Tempestad


Es éste un libro de César Vidal (Random House Mondadori) publicado si hemos de creer la fecha que lleva impresa en "abril de 2007", o sea hoy. Se trata de una fantasía sobre la vida de Shakespeare, que mezcla datos conocidos con otros inventados, como toda novela "histórica" en sentido amplio. Menos aceptable es que se dedique a veces a contradecir gratuitamente los hechos históricos por conveniencia del argumento, y que de hecho toda la vida que cuenta esté distorsionada por la idea que lleva el autor en mente, una historia de infidelidad y celos que tiene bien poco que ver con el Shakespeare histórico.

La novela está narrada por la hija mayor de Shakespeare, Susanna, que inmediatamente tras la muerte del Bardo en 1616 cuenta cómo uno de los actores que asistieron a la lectura del testamento de Shakespeare la citó para contarle secretos que desconocía sobre su padre y su familia. En esa conversación retransmitida (narración narrada) consiste el grueso de la novela, salpicada por muchas citas shakespeareanas memorizadas por el actor y aplicadas a propósito. En el testamento Shakespeare nombró a Susanna heredera de la práctica totalidad de sus bienes, a la vez que desheredaba a efectos prácticos a su esposa Anne (le da sólo "mi segunda mejor cama") y a su hija Judith (mal casada en opinión de su padre).  Estos hechos testamentarios reales le dan pie a Vidal para elaborar una historia de infidelidad no de Shakespeare (que podría parecer abundantemente documentada por su vida y obra) sino de su esposa (lo cual es pura invención).

La novela también abunda en epígrafes y citas shakespearianas responsabilidad del autor. Por ejemplo, "El hombre no pasa de ser un asno si va por ahí contando lo que ha soñado" (El sueño de una noche de verano IV.1)

Al saber de la infidelidad de su esposa, al saber que sus hijos gemelos no son hijos suyos (otro engendro de César Vidal), Shakespeare cita a Otelo y sale de Londres para vengarse, pero por accidente oye, ya cerca de Stratford, la predicación de un pastor protestante sobre la perdición del alma, y recapacita. En su lugar se limitará a hacer testamento, a escribir Otelo, y seguirá manteniendo a su mujer, a Susanna y a su hermana("stra") Judith, a pesar de las acusaciones de tacañería de una Anne mentirosa además de engañadora. A cambio de ennegrecer su carácter, Vidal convierte a Anne Hathaway en una mocita adolescente, más joven que el autor, cuando se casaron, y en el amor de su vida durante mucho tiempo, cosa que desafía la suspensión de incredulidad.

Como en Shakespeare in Love, o como en otras ficciones shakespearianas (y como en las biografías, si bien allí normalmente con más recato), se atribuyen aquí a la vida y experiencia propia del autor muchos sentimientos, frases y situaciones de sus obras—hasta el pañuelo de Otelo. Con variaciones, a veces, claro: Otelo lo escribe por inversión, como consuelo imaginativo, para "alterar lo que sucedió hace años con el dominio prodigioso de la palabra".  También de esa ficcionalización compensatoria de la propia vida surge La Tempestad, historia de un hombre traicionado en su confianza, aislado del mundo con su única hija (imagen aquí de Susanna) y que elige el perdón en lugar de la venganza. Como le dice el actor-narrador a la dudosa Susanna, "Vos, como yo, como vuestro padre, como Próspero y Miranda, estáis creada de la misma sustancia sutil con que se tejen los sueños" (212). Así también interpreta Vidal el arrepentimiento y sermoneo que dedica Próspero/Shakespeare en esta obra a Miranda sobre "la desgracia que puede recaer sobre una mujer que se entrega a un hombre antes de contraer matrimonio y en la comedia os insistió para que no desatarais el nudo virginal antes de llegar al altar" (213).  (Aunque aquí las fechas no peguen mucho tampoco).

El actor/narrador se volatiliza y le deja a Susanna un ejemplar de La Tempestad (de una edición perdida o fantasmal será). Susanna descubre mientras la lee que su padre, a modo de "mago" benévolo, ha venido financiando su matrimonio con John Hall. Y al interrogar a su marido descubre que John es un puritano, de esos que cuando iba a vengarse le hicieron cambiar de idea con sus predicaciones (Susanna, por cierto, no es católica aquí, hablando de religiones). También descubre Susannarradora que el actor vestido de verde con el que se ha entrevistado era una aparición: Ariel invisible (a pesar de ser un poco gordo de más, este Ariel, como Vidal).

El último capítulo, narrado por Susanna en 1619, con ocasión de la inauguración del monumento funerario a su padre, también trastoca algunos hechos históricos, como el asunto extramatrimonial de su cuñado Thomas, marido de Judith—asunto que sucedió años antes, que ya era conocido de Shakespeare y de hecho le llevó a modificar el testamento. También se pierde Vidal una bonita ocasión de usar la historia del anillo de Shakespeare... que se quedará esperando a otro novelista quizá. En suma, queda Shakespeare como "un autor que se valía del teatro para dar salida a sus sentimientos más hondos del tipo que fueran, un hombre profundamente enamorado, un ser engañado que logró perdonar y, por encima de todo, un padre amoroso" (252). (También Vidal dedica la Tempestad ésta a su hija Lara—¿any personal investment here?). Y termina la novela con la confianza de Susanna en la paz del alma de su padre y en la salvación prometida por Cristo, que es el mejor lector de Shakespeare, el que lee su corazón (mejorando lo presente).

Bueno, miento, termina la obra con una profesión de fe de Vidal donde sostiene la plausibilidad de esta conjetura, asegura (con cierta inexactitud) que todos los datos históricos atestiguados son exactos, y la firma en "Madrid, Día de la Reforma 2006". Aunque Vidal no llega a hacerlo protestante de vocación como a su yerno, del Shakespeare criptocatólico no hay aquí ni rastro, claro.

Es posible que Shakespeare hubiese desarrollado una aversión notable a su esposa. Otros lo han creído; aunque no lo dice Vidal, se ha interpretado el epígrafe de este libro, la inscripción funeraria "Maldito sea el que mueva mis huesos", como una prohibición del autor de que se enterrase con él a su mujer. Y sin embargo, leyendo leyendo a Shakespeare se queda uno con la duda de si no serían sus propias propensiones, sus prioridades vitales y obsesiones las principales causantes del fracaso del matrimonio, y no tanto la vilipendiada Anne.  En todo caso no se dedicó Shakespeare a ennegrecerla tanto como hace Vidal aquí; como digo parece haber bastante de fantasía interesada y autoproyección alegórica en todo el asunto. Del Shakespeare bisexual o mujeriego no hay aquí rastro; ni de su hipotético hijo ilegítimo Davenant, ya puestos, por supuesto. Es un casto varón sin tacha, cosa que desafía la credulidad y la probabilidad histórica, y nos hace sospechar de un Shakespeare "rebosante de sabios refranes" pero cortado a medida del autor y de las necesidades del proyecto. Es interesante sin embargo este asunto de la proyección de la vida en la obra. Si supiese algo más de César Vidal, podría analizarlo mejor; aunque tras leerlo, creo saber algo más—a menos que me lo esté imaginando.

Resurrección simbólica de Hamlet Shakespeare


—oOo—

 

Retropost (2007): En las escaleras del conservatorio

sábado, 25 de marzo de 2017

Retropost #1524 (25 de marzo de 2007): En las escaleras del Conservatorio


(Traduzco aquí el cuento de Donald Barthelme "On the Steps of the Conservatory", de Sixty Stories, aparecido en Great Days, 1979).

– Vamos Hilda no te preocupes.
– Bueno Maggie es que es un golpe.
– Que no te preocupes, no dejes que no te vaya a deprimir.
– Antes pensaba que me iban a admitir al Conservatorio pero ahora sé que nunca me admitirán al Conservatorio.
– Sí son muy suyos con la gente que admiten al Conservatorio. Nunca te admitirán al Conservatorio.
– Nunca me admitirán al Conservatorio, ahora lo sé.
– No tienes madera de Conservatorio me temo. Esa es la verdad pura y simple.
– No eres importante, me dijeron, sólo acuérdate de eso, no eres importante. ¿Qué tienes tan importante? ¿Qué?
– Vamos Hilda no te preocupes.
– Bueno Maggie es que es un golpe.
– ¿Cuándo te vas a cambiar, a convertirte en un pan o en un pez?
– Enseñan simbología cristiana en el Conservatorio, también simbología islámica, y la simbología de la Seguridad Pública.
– Círculos rojos, amarillos y verdes.
– Cuando me lo dijeron, agarré las guías de mi calesita china, y me alejé trotando pesadamente.
– Los grandes portalones forjados del Conservatorio, cerrados para tí para siempre.
– Me alejé trotando pesadamente, hacia mi casa. Mi casa pequeña, pobre.
– Vamos Hilda no te preocupes.
– Sí, todavía estoy intentando entrar en el Conservatorio, aunque seguramente tengo menos oportunidades que nunca.
– No quieren mujeres embarazadas en el Conservatorio.
 – No se lo dije. Les mentí sobre eso.
– ¿No te preguntaron?
– No, se olvidaron de preguntarme y yo no se lo conté.
– Bueno, pues malamente será por eso por lo que...
– Noté que lo sabían.
– El Conservatorio es hostil al nuevo espíritu, allí el nuevo espíritu no se aprecia.
– Bueno Maggie de todos modos es un golpe. Tenía que volver a mi casa.
– Donde aunque recibes a los artistas e intelectuales más destacados de tu tiempo te vas desesperando y deprimiendo progresivamente.
– Sí era un desastre como abogante.
– ¿Como amante?
– Eso también, de espanto. Dijo que no me podía hacer entrar en el Conservatorio por mi falta de importancia.
– ¿Había gastos de matrícula?
– Siempre hay gastos de matrícula. Libras y libras.
– Estaba yo en la terraza trasera del Conservatorio y estudiaba las losas enrojecidas con la sangre vital de generaciones de estudiantes del Conservatorio. Allí de pie me dije: Hilda jamás será admitida al Conservatorio.
– Leí la Circular del Conservatorio y mi nombre no estaba entre los de la lista.
– Bueno, supongo que fue en parte tu adherencia al nuevo espíritu lo que influyó en contra tuya.
– Nunca abjuraré del nuevo espíritu.
– Y además eres una veterana. Habría pensado yo que eso inclinaría la balanza a tu favor.
– Bueno Maggie es una decepción. Tengo que admitirlo francamente.
– Vamos Hilda no llores ni te arranques el pelo aquí que te pueden ver.
– ¿Están mirando por las ventanas?
– Probablemente estarán mirando por las ventanas.
– Se dice que importan un cocinero los días de fiesta.
– Tienen modelos desnudos también.
– ¿De verdad, crees? No me sorprende.
– A los mejores estudiantes les suben la comida en bandejas.
– ¿De verdad, crees? No me sorprende.
– Ensaladas de cereal y grandes porciones de viandas selectas.
– Ay, duele, duele, duele.
– Pan espolvoreado, y los días de fiesta pastel.
– Tengo tanto talento como ellos, tengo tanto talento como algunos de ellos.
– Decisiones tomadas por un comité de espíritus. Dejan caer judías blancas o negras en un cuenco.
– En tiempos pensé que me iban a admitir. Hubo cartas alentadoras.
– No tienes madera de Conservatorio me temo. Sólo la mejor madera es madera de Conservatorio.
– Soy tan buena como algunos de esos que ahora descansan en blandas camas de Conservatorio.
– El mérito siempre se examina con detalle.
– Podría devolverles la sonrisa a las caras sonrientes de los rápidos, peligrosos profesores.
– Sí, tenemos modelos desnudos. No, no tenemos relaciones emocionales con los modelos desnudos.
– Podría trabajar con arcilla o pegar cosas juntas.
– Sí, a veces les pegamos cosas encima a los modelos desnudos—ropa, mayormente. Sí, a veces tocamos con nuestros violines de Conservatorio, violonchelos, trompetas, para los modelos desnudos, o les cantamos, o les hacemos correcciones lingüísticas, mientras nuestros hábiles dedos vuelan sobre los blocs...
– Supongo que podría rellenar otro impreso de solicitud, o varios.
– Sí, ahora llevas una tripa bastante notable. Me acuerdo cuando era plana, plana como un libro.
– Me moriré si no entro en el conservatorio, me muero.
– Naaa.. no te morirás, eso sólo lo dices.
– La palmaré del todo si no entro en el Conservatorio, te lo prometo.
– Las cosas no están tan mal, siempre puedes hacer otra cosa, qué sé yo, vamos Hilda sé razonable.
– Toda mi vida depende de esto.
– Ay Dios me acuerdo cuando estaba plana. Menudo si rompíamos cosas. Me acuerdo de ir corriendo por esa ciudad, escondiéndonos en sitios oscuros, era una ciudad estupenda y qué pena que nos fuimos.
– Ahora hemos crecido, adultas y decentes.
– Bueno, te engañé. Sí tenemos relaciones emocionales con los modelos desnudos.
– ¿Sí?
– Los amamos, y nos acostamos con ellos continuamente. Antes del desayuno, después del desayuno, durante el desayuno.
– ¡Oye, pues eso está muy bien!
– ¡Oye, pues está genial!
– ¡Me gusta!
– ¡No está tan mal!
– Ójala no me lo hubieses contado.
– Venga Hilda no seas tan obsesiva, hay muchas otras cosas que puedes hacer si quieres.
– Supongo que operan con algún tipo de principio de exclusividad. Mantener a algunas personas fuera, mientras dejan entrar a otras personas.
– Tenemos ahí dentro un indio Coushatta, un auténtico indio Coushatta de pura sangre.
– ¿Allí dentro?
– Sí. Hace muros colgantes de retazos de tela y palitos, muy bonitos, y hace pinturas de arena y toca silbatos de varios tipos, a veces canturrea, y le da a un tambor, trabaja la plata, también es tejedor, y traduce cosas del inglés al Coushatta y del Coushatta al inglés y también es un tirador de élite y puede tumbar reses como un bulldog y coger siluros con hilos de pescar múltiples y cabalgar sin silla de montar y hacer medicina con ingredientes comunes, aspirina mayormente, y canta y también es actor. Tiene mucho talento.
– Toda mi vida depende de ello.
– Escucha Hilda, quizá puedas ser una Asociada. Hay un trato que tenemos según el cual pagas doce dólares al año, y eso te convierte en Asociada. Recibes la Circular y tienes todos los privilegios de una Asociada.
– ¿Que son?
– Recibes la Circular.
– ¿Y eso es todo?
– Bueno, supongo que tienes razón.
– Me voy a sentar aquí sin más no me voy a ir.
– Tu profunda pena me resulta conmovedora.
– Tendré al niño aquí mismo en estos escalones.
– Bueno, quizá uno de estos días haya buenas noticias.
– Me siento como un muerto sentado en una silla.
– Aún eres bonita y atractiva.
– Qué bueno oírlo, me alegro de que lo pienses.
– Y cálida, eres cálida eres muy cálida.
– Sí tengo una naturaleza cálida muy cálida.
– ¿No estabas hace años también en Peace Corps?
– Sí, y conduje ambulancias allá en Nicaragua.
– La vida en el Conservatorio es igual de paradisíaca que como te la imaginas—exactamente así.
– Supongo que tendré que volver a mi casa sin más, hacer la limpieza, sacar los papeles y la basura.
– Supongo que ese chaval nacerá uno de estos días, ¿no?
– Y continuar trabajando en mis Estudios digan lo que digan.
– Eso es admirable creo.
– La cosa es no dejar que te venzan el espíritu.
– Supongo que después de un tiempo nacerá el chaval, ¿no?
– Supongo. Esos mierdamocos de verdad que me van a dejar fuera, ¿sabes?
– Tienen mentes inflexibles y rígidas.
– Probablemente porque soy una pobre embarazada, ¿no crees?
– Decías que no se lo habías dicho.
– Pero quizá sean psicólogos muy penetrantes y lo podían saber con sólo mirarme a la cara.
– No aún no se nota ¿de cuantos meses estás?
– Dos y medio, se nota justo cuando me quito la ropa.
– No te quitaste la ropa, ¿verdad?
– No, llevaba sabes lo que llevan los estudiantes, vaqueros y un poncho. Llevaba una cartera verde.
– Llena a rebosar de Estudios.
– Sí. Me preguntó dónde me había formado antes y se lo dije.
– Ay chica me acuerdo cuando estaba plana, plana como la cubierta de algo, un barco, un navío.
– No eres importante me dijeron.
– Ay cariño lo siento tanto por tí.
– Nos separamos entonces, yo andando por la preciosa luz de Conservatorio hasta el hall, y luego pasando por los grandes portalones de hierro forjado del Conservatorio.
– Yo era una cara al otro lado del cristal.
– Mi aspecto mientras me alejaba extremadamente digno y sereno.
– El tiempo todo lo cura.
– No, no lo cura.
– El labio cortado, el labio gordo, el labio hinchado, el labio partido.
– ¡Jua jua jua jua!
– Bueno Hilda hay otras cosas en la vida.
– Sí Maggie, supongo que sí. Ninguna que yo quiera.
– La gente que No Es del Conservatorio tiene su vida propia. La gente del Conservatorio no es que tenga mucho trato con ellos, pero nos dicen que tienen su vida propia.
– Supongo que podría inteponer un recurso si se puede interponer un recurso a alguien. Si hay alguien.
– Sí, es una idea, nos llegan remesas de recursos, remesas y remesas.
– Puedo esperar toda la noche. Aquí en los escalones.
– Me sentaré contigo. Te ayudaré a formular las palabras.
– ¿Están mirando por las ventanas?
– Sí, creo. ¿Qué quieres decir?
– Quiero decir que toda mi vida depende de eso. Algo así.
– Va contra las reglas que la gente del Conservatorio ayude a la gente que no es del Conservatorio, sabes.
– Joder, vaya, pensaba que me ibas a ayudar.
– Vale, te ayudaré. ¿Qué quieres decir?
– Quiero decir que toda mi vida depende de esto. Algo así.
– Tenemos modelos desnudos hombres y modelos desnudas mujeres, arpas, plantas en macetas gigantes, y cortinajes. Hay jerarquías, unas personas situadas más alto, otras más abajo. Se mezclan unos y otros, en la luz preciosa. Nos divertimos un montón. Hay montones de mobiliario verde, sabes, con pintura. Con pintura verde desgastada. Líneas de dorados a un centímetro del borde. Líneas doradas desgastadas.
– Y probablemente llamitas ornamentales en hornacinas en las paredes, ¿no?
– Pues sí, tenemos llamitas. ¿Quién es el padre?
– Un tío, Roberto se llama.
– ¿Os lo pasasteis bien?
– El rollo siguió el trayecto habitual. Fiebre, aburrimiento, atrapada.
– Caliente, a remojo, centrifugado.
– ¿Es todo maravilloso allí, Maggie?
– Tengo que decir que sí. Sí. Maravilloso.
– ¿Y te sientes genial, estando allí? ¿Te sientes de maravilla?
– Sí, se siente uno muy bien. Con frecuencia hay, en la bandeja, una rosa.
– Nunca me admitirán al Conservatorio.
– Nunca te admitirán al Conservatorio.
– ¿Qué aspecto tengo?
– Bueno. Malo no. Muy bueno.
– Nunca entraré. ¿Qué aspecto tengo?
– Muy bueno. Genial. El tiempo lo cura todo, Hilda.
– No, no lo cura.
– El tiempo lo cura todo.
– No, no lo cura. ¿Qué aspecto tengo?
– Discutible.



Barthelme, intent

 

 

—oOo—

Yves BONNEFOY – La parole poétique (2001)

viernes, 24 de marzo de 2017

Yves BONNEFOY – La parole poétique (2001)







Gérard Genette sur Postscript

viernes, 24 de marzo de 2017

Gérard Genette sur Postscript






Retropost (2007): Innovative concepts or tools



A question, out of the blue, to all members of the Narrative List who care to answer:

—Which is the most productive, useful, or innovative concept in narrative analysis developed in recent years?—say (but be flexible) in the 21st century? One that you would like us narrativists/narratologists/labelless people to turn our attention to, because it might be an eye-opener, a new paradigm, a... useful idea in the analysis or understanding of narratives? A new one, mind, not the standard tools we may be supposed to be teaching to students of narrative structure.

Answers:

That*s easy: sideshadowing.

One of the great mysteries in contemporary literary study is how THE
most interesting single work of *postclassical* narrative theory,
Gary Saul Morson*s NARRATIVE AND FREEDOM (1994), could have passed
without any notice (try looking him up in the ROUTLEDGE ENCYCLOPEDIA or
the BLACKWELL COMPANION). One hindrance, no doubt, was Morson*s
tendency to present his ideas as mere glosses on themes from Bakhtin.
They are not.

:David Gorman,
 Northern Illinois University

(A clarification: "Sideshadowing pertains to events that could have happened, but didn’t."-  DG)

And a question:  

Given that definition, how does sideshadowing differ from the "disnarrated"? - Emma Kafalenos

My answer:
I’d say there is some common ground between sideshadowing and the disnarrated, but "sideshadowing" is a concept which is more fully articulated within an overall theory of temporal perspective (in Narrative and Freedom, or in Michael André Bernstein’s Foregone Conclusions). It is, more specifically, a deliberate attempt to reconstruct a past perspective which preserves the openness of the present (a "past present") and thus avoids, or at least tries to counter, the fallacious element inherent in hindsight bias.
(I quite agree with David Gorman on the importance of Morson’s Narrative and Freedom. That’s 1994, though!)

More on sideshadowing here. There follow a few exchanges on sideshadowing, and by the end of March I insist—and get some answers which follow my re-question:

An assessment on "innovative concepts or tools"

Interestingly (or uninterestingly), this thread is running out its allotted span, and /nobody/ has pointed out an interesting, seminal, crucial or original critical concept for the analysis of narrative developed within the last.... say ten years? There has only been one candidate for the post: "sideshadowing", an interesting concept to be sure, but only one, and moreover it is a 1994 concept, deriving from a much earlier Bakhtinian background.

Surely there must be more to draw our attention to—certainly there must have been as many books on the theory of narrative published in the last ten years as in the previous twenty-five centuries.

Or, perhaps, are we working within a well-established paradigm which is no longer developing any significant new ideas or methods in recent years? I am sure many people in the list would appreciate some of these significant novelities being pointed out to them, perhaps as an exercise in revaluation. Myself, for one!

Jose Angel García Landa


Hi Jose - for myself - as i’ve replied on a number of threads previously to this list - have found Hilde Lindemann’s 2001 Damaged Identities Narrative Repair a crucial development in narrative on the concept of counterstories.  While work has been done previously on the concept of narrative and identity, developments that critique the kinds of stories that ought to be told to resist oppressive master narratives pose interesting questions for analysis. the way in which Hilde Lindemann uses the counterstories concept is certainly an innovation that i have not seen in structural or socio-linguistic approaches to narrative analysis. Though she did begin the development of this concept in a 1997 journal publication in the first instance it is not full fleshed out until this publication. It is an interesting question you suggest in terms of the paradigm of narrative analysis and whether it’s an established field because certainly when one attends narrative sessions or presentation there is not universal agreement on the kind of narrative analysis presented or discussed, and there is so much material and people using narrative now that you would think there’d be many more innovations and concepts from people.

that’s my contribution vikki

Victoria Palmer
Research Fellow
Faculty of Arts and Social Science
University of Sunshine Coast

Jose’s observation -- "Interestingly (or uninterestingly), this thread is running out its allotted span, and /nobody/ has pointed out an interesting, seminal, crucial or original critical concept for the analysis of narrative developed within the last.... say ten years?"  -- is really interesting to me. I wonder if people on the list feel it is too charged a question, given that many here are professional narratologists? Does the question produce the impulse to say, "My concept is better than yours." Or "Everyone thinks his idea is great, but I know her idea is best of all, but how can I say it here when he is waiting to pounce?", and then when that impulse is stifled (this is a self-aware and smart group after all), there seems to be less to say more generally? Does the question about "crucial contribution" produce a disincentive to rank ideas? Is it perhaps even seen as somewhat crass to do so on a generally friendly list? And is this disinclination more common in humanities than in sciences? Silences are always hard to read so perhaps the relative non-response is really about spring break and no time. Anyway: I am interested and would like to hear more both about the new crucial concepts and the (relative) silence.
Peggy Phelan

For most of us the most interesting and innovative concepts are those we have been recently working on, and it is a little bit embarrassing to promote one’s own research. In my case it has been concepts coming from digital culture, interactivity, virtuality (the what-could-have-been), and  immersion (the last two very worth exploring in literary narrative), as well as the concept of transfictionality proposed by Richard StGelais. (A variant is the remediation of Bolter and Grusin).

(Marie-Laure Ryan)
 
Peggy,
 
OK, you’ve drawn me out--at least to the point that I can share a few  thoughts.
 
1. The form of the question--what is the most useful, productive, or innovative concept?--with its implicit call for a single answer means that answering it with confidence and conviction involves making a large claim to knowledge of the field: "I not only single out this concept but I’m comfortable proclaiming it to be more innovative than those anyone else on this list of knowledgeable and thoughtful people might advance."  That’s a lot to take on, though I imagine that Jose did not intend the question to carry that weight. [–no, of course not! I think no one is supposed to be claiming, just because they find a given notion is useful or innovative, that their knowledge of the field is superior to that of anyone else! - J.A.G.L.]
 
2. Most individual concepts function within larger projects so it’s hard to separate the identification of "crucial concept" from the question of "crucial project," and it seems to me that we are happily in a situation in which many people are carrying out valuable projects and generating valuable concepts.  David Gorman, Victoria Palmer, and Marie-Laure have named a few.
 
3. I can easily name several more concepts I’ve found valuable, and I’m sure that many others on the list could as well.  But, in doing so, we would shift Jose’s original question from "what is the?" to "what are some?" and thus lower the stakes of an answer. At the same time, shifting the question in this way means that there’s no clear place to stop.  For example, among the many concepts I’d want to list, are both Sue Lanser’s specific distinctions among attached, detached, and equivocal texts because I think they advance our ability to think about the fiction/nonfiction distinction and Harry Shaw’s meta-analysis of why our terms won’t stay put because I think it inspires a healthy skepticism that can keep us from mistaking our terms for The Truth.  If the range of candidates for inclusion goes from specific distinctions to meta-analyses, and, if, as I suggest in #2, there are multiple valuable concepts in multiple valuable projects, my answer to "what are some?" can go on for quite a long time.
 
Jim
P.S. More details about Lanser’s distinctions and Shaw’s meta-analysis can be found in their essays in the Blackwell Companion to Narrative Theory (2005).

an interesting and thought provoking reflection, thank you, Jim. I was struck by your insight into how the question posed a singular answer and note that my response reads as if i see nelson’s counterstories and THE most crucial development in narrative analysis. also, the ’crucial’ lends itself, as people have suggested in discussions, to proposing some scale or at least need for the concept which is invariably driven by the purpose for which one engages with it; i guess.  but i do hold overall, as you are succinctly drawing out, that there are probably many concepts, perspectives and modes of analysis within narrative that are both crucial and have developed over recent years - perhaps another reading of our silence on these is that there are so many that we may not even know where to begin!

(There is much exchange on transmediality and transfictionality; some relevant references go to my bibliographical page. And then, on April 1...)

Dear Professor Garcia Landa,

As both Peggy Phelan and Jim Phelan have pointed out, there are many of us who wouldn’t be doing the work we are doing if we didn’t think it was innovative, creative, and important.

But I wonder whether, when you raised this question to the list, you yourself had one or more concepts in mind that you thought we might name? Would you tell us which new directions in narrative theory you are finding interesting and valuable?

With best wishes,

Emma Kafalenos
Washington University in St. Louis

Dear Emma:

Er– well, no; it was just a question. The list had been somewhat dormant for some days and I just thought this type of question might enliven it. And it was a real question, I mean, I am genuinely interested in knowing what other people working in narrative have found especially helpful, illuminating, break-through-ing, etc.—in the hope that I (and we) might get to read interesting responses, which we have, although not many concepts or tools or research areas have been actually proposed, as most of the exchanges have focused first on "sideshadowing" and hindsight-bias-related phenomena, and then on "transfictionality"/"intermediality". I  know that I would learn much about concepts people find useful etc. by reading their own papers, and I try to do that as well within my limitations, but I thought that having people address the subject explicitly would be helpful; and in a way it is. As to any suggestions of my own, well, since you ask I suppose I would point generally in the direction of the "new media ecology" and the way it reshuffles the cards in narrative theory as in anything else. Come to think of it, the interface between the phenomena pointed out here, "hindsight bias" and "intermediality", or "sideshadowing" and "transfictionality" would be fruitful and challenging.

But you know, "the questioner who sits so sly will never know how to reply"...

All best wishes and thanks to all members for their answers (and questions) to this thread.

Jose Angel García Landa
University of Saragossa
http://www.unizar.es/departamentos/filologia_inglesa/garciala

Memes e intertextualidad
 


—oOo—

Retropost (2007): Wilde y el enigma de la esfinge

sphinx
























Nuestro único deber para con la historia es reescribirla
(Oscar Wilde, The Critic as Artist) 
 
Ayer explicaba yo en clase de crítica literaria El crítico como artista, de Oscar Wilde, una obra que en su tiempo quizá pareció un juego o una colección de paradojas ingeniosas, pero que ha envejecido bien, y ha crecido tiempo en popa. Las paradojas de Wilde, más allá de entretener a la mente y ejercitar el ingenio, son un instrumento de exploración de la verdad, continuando la aplicación de la lógica allá por donde parece perder su honesto nombre—ya decía W. que nada hay más inflexiblemente lógico que una paradoja. Invirtiendo la idée reçue, nos lleva la paradoja más allá de lo que habíamos pensado, al lado inesperado de la verdad cuya revelación ha preparado la gramática misma de nuestro pensamiento—el lenguaje, "que es el padre, y no el hijo, del pensamiento". Y así va desgranando aquí sus paradojas Wilde: que el arte no imita a la naturaleza, sino la naturaleza (siempre naturaleza es humana, más allá de la naturaleza humana) al arte. Que la crítica no ha de estar subordinada al arte, sino el arte a la crítica. Que el artista no es el auténtico creador—lo es el crítico. Que el crítico no ha de decir lo que dice la obra, sino lo que no dice, o lo que no puede decir, o lo que quiere decir, o lo que no quiere decir, o lo que podría querer decir—y ya dice, pues el crítico la hace hablar.

Pareció una paradoja. Para paradoja, ésta relativa a la apariencia: "Sólo la gente superficial desconfía de las apariencias"—es en la superficie donde se manifiesta todo lo manifestable. A veces Wilde tentaba a la suerte, o buscaba escudriñarse a sí mismo, o desvelarse, como cuando habla aquí de lo que le hace intuir una obra de arte:
"Esta noche te puede llenar de ese eros ton adynaton, ese amour de l'impossible,  que cae como una locura sobre muchos que creen que viven con seguridad y fuera del alcance del daño, de modo que enferman de repente con el veneno del deseo ilimitado, y en la persecución infinita de lo que no pueden obtener, desfallecen, se desvanecen o tropiezan y caen."

¿Cómo no leer aquí una referencia a la propia tragedia de Wilde? Hindsight bias,se dirá… pero es una distorsión retrospectiva muy justificada, pues la tragedia de Wilde estaba amañada por sí mismo, fue una tragedia muy buscada, premeditada o compulsiva, una  especie de regreso de lo que se ha reprimido... a la superficie. (Ver De Profundis— o ver la prefiguración de su relación con Lord Alfred Douglas en Dorian Gray. Wilde escribía, luego su vida imitaba su arte… aunque la imitación nunca es fiel—ni siquiera la compulsiva—: nunca es imitación).
"No, Ernesto, no me hables de la acción. Es una cosa ciega, dependiente de influencias externas, y movida por un impulso de cuya naturaleza no es consciente. Es una cosa incompleta en su esencia, pues la limitan los accidentes, e ignora su dirección, al errar siempre por necesidad su objetivo".

Pero la interpretación es acción. El crítico (casi un dios soberano e hiperconsciente en Wilde) es un artista, pero por eso mismo es un pobre hombre. Un pobre hombre de acción. Los hombres que hacen la historia (nos decía Wilde en The Rise of Historical Criticism) no saben su lección: la extraerá el historiador. Lo mismo le sucede al crítico, en su teorética que es también una praxis. Ignora el sentido de su acción, al igual que el urdidor, que el terrorista, que el artista. Pinta una crítica, pero desconoce su sentido, como Leonardo desconocía el de la Gioconda. Ha de venir otro crítico detras a ver el sentido que se esconde detrás de la composición, o a hacer su propia obra de arte con estos materiales intelectuales (ésta es la intuición, y la ceguera, de Paul de Man en Blindness and Insight).

Hay una analogía o parentesco profundo, en el pensamiento de Wilde, entre estas obras de arte que marran su auténtica vocación, y esos deseos alocados que resultan ser una maldición si los dioses nos los conceden.

Pero pierdo, sin duda, el hilo. Yo iba a explicar (con las limitaciones de mi blindness and insight) una frase oscura, o luminosa, de El crítico como artista. Reza así. Está Wilde explicando cómo el crítico no debe someterse a la obra, y decirnos el mensaje predeterminado o contenido por la obra, sino hacerla más compleja, más difícil, más profunda. Podría decirse que a la vez que lo explica, lo hace, a cuenta del mito de Edipo:
"El crítico ciertamente será un intérprete, pero no tratará al Arte como a una Esfinge que plantea acertijos, cuyo secreto superficial puede ser adivinado y revelado por uno cuyos pies están heridos y que no conoce su nombre. Más bien, contemplará el Arte como una diosa cuyo misterio debe él intensificar, y cuya majestad es privilegio de él hacerla aparecer más maravillosa a los ojos de los hombres."

Esto lo explica (a medias) la Norton Anthology of Theory and Criticism con esta nota de los editores:
"Los padres de Edipo (literalmente, 'pie inflamado') abandonaron a su hijo recién nacido, con los pies perforados y atados juntos, en una montaña, para que muriese. Creció, para resolver el enigma de la esfinge y  cumplir la profecía que ellos habían esperado contrarrestar al hacerlo morir (la profecía de que mataría a su padre). Su historia se cuenta en la Ilíada y en muchos dramas griegos, en especial en Edipo Rey de Sófocles (c. 430 antes de la era cristiana)."

Para más claridad, recordemos que el enigma de la esfinge era una pregunta que ésta hacía a los viandantes camino de Tebas, antes de devorarlos cuando fallaban en su respuesta: "¿Cuál es el animal que camina a cuatro patas por la mañana, a dos patas a mediodía, y a tres patas a la caída de la tarde?" La respuesta del ufano Edipo fue "El hombre". La esfinge quizá lo engañó haciéndole creer que acertaba. Y acertar, acertaba, en cierto modo. (Aquí hay otra versión de esa respuesta).  El caso es que Edipo, triunfante de la Esfinge, reinó en Tebas, y así cumplió su funesto destino: tras haber matado a su padre, sin saberlo, pues no se había criado con él, se casó con su madre, la reina viuda de Tebas, Yocasta (Yocasta—"eso creía ella"). Y luego, investigando por las razones de la peste que enviada por los dioses asolaba la ciudad, investigando el asesinato del rey... descubrió Edipo que él mismo era el asesino, y el ofensor, y se descubrió a sí mismo.

Wilde, Wilde también se investigaba a sí mismo—sabiendo lo que iba a encontrar, eso sí. Le interesa el ejemplo de Edipo como modelo de la interpretación que cumple su objetivo local y limitado, pero que ignora sus implicaciones más profundas. La manera en que Wilde nombra a Edipo apunta al modo específico en el que éste es ciego a sí mismo y a las implicaciones de su respuesta, que sólo salen a la luz (si salen) en la interpretación de Wilde. Veamos: Edipo dice, "El hombre", y se queda tan satisfecho al ver el desconcierto (¿es real? ¿es fingido?) de la Esfinge. Edipo dice "El hombre" en tercera persona, "el hombre" es un "él"; la respuesta no va con Edipo, o en todo caso sólo va con él en tanto que es hombre. Pero la respuesta más precisa al enigma de la esfinge no es "el hombre", sino "yo"… una primera persona, no una tercera persona. Porque Edipo ha andado a cuatro patas en su infancia, pero no sólo por ser pequeño, sino porque tenía los pies heridos (algo que ignora en su respuesta, como señala Wilde). Edipo anda ahora a dos piernas, en la cumbre de la vida, el rey del mambo, pero pronto andará a tres piernas, con un bastón... aunque no tendrá que esperar a hacerse viejo para tener que depender del báculo de su vejez, pues en horas veinticuatro pasa de ser un rey a ser un mendigo ciego. Eso tampoco lo sabe Edipo (quizá sí lo sepa la Esfinge, esa esfinge). Edipo no conoce su propio nombre, no piensa en su significado, no se conoce a sí mismo—parricida incestuoso—, no conoce ni siquiera el mito de Edipo, ni el complejo de Edipo. Vive tan feliz, y aún se atreve a ir por allí interpretando enigmas.

En fin, que Wilde, como un Lacan avant the letter, nos avisa sobre ciertos peligros de la interpretación. En su comentario sobre Poe,  Lacan nos mostraba a los hermeneutas compitiendo en cuanto al topsight sobre la situación; un sujeto ve lo que otro sujeto no ve, y actúa en consecuencia, pero a la vez que lo hace se coloca a sí mismo en la posición de no ver... y ofrece su flanco (digamos) al ataque y a la visión superior de un tercer intérprete—que a su vez se las dará de listo y tampoco verá que va a repetir la misma maniobra y el mismo error....
"¿Y qué es lo que no ve? Precisamente la situación simbólica que él había sido tan capaz de ver, y en la cual ahora es visto él mismo, viéndose a sí mismo no siendo visto"—dice Lacan. No siendo visto B por A, claro, pero siendo visto por C, a quien no ve."

Es la hermenéutica intersubjetiva del avestruz, para Lacan (autruicherie, dice):
"Para captar en su unidad el complejo intersubjetivo así descrito, gustosamente buscaríamos un modelo en la técnica legendariamente atribuida al avestruz que se intenta guarecer del peligro (...) dividida como está aquí entre tres asociados: el segundo creyéndose invisible porque el primero tiene la cabeza clavada en el suelo, y así deja mientras que el tercero le desplume el trasero tranquilamente"

El crítico, el intérprete, es el rey del mambo en su juego, y nos desvela una verdad, aletheia, pero siempre hay más letheia por desvelar de la que creemos, una interpretación que va más allá de la nuestra. Y de te fabula, a veces la lección que explicamos sobre otro, sobre "el hombre", se nos aplica con especial relevancia. Wilde aquí también estaba preparando por anticipado, quizá, su propia escena trágica, y su autocegamiento—también hablando de sí mismo, sin saber o sabiendo sólo a medias que lo hace, mientras contempla con ironía a Edipo por no haber sabido reconocerse en su propia interpretación. Parece Wilde, de hecho, proponer un modelo de la interpretación según el cual nuestras interpretaciones son una ilusión de comprensión, y de hecho una broma cruel, que nos expone a sentidos profundos que ni captamos ni podemos captar, sentidos que se leen en nuestras palabras sólo desde lejos, cuando otro nos las oye pronunciar, y son sentidos de nuestras palabras que compromenten nuestra identidad hasta la médula, y nos hacen aparecer como ciegos que creían que veían.

En este pasaje de la Esfinge, como en otros pasajes, Wilde hace un strip-tease del deseo y la interpretación, señalando hacia revelaciones personales, a sí mismo aplicables, que ocultan sus palabras, u oscuramente dejan intuir. No en vano vuelve a ser la Esfinge la figura elegida como oráculo—oráculo mudo, pues nada aclara, sólo interroga—como ya lo era en su poema The Sphinx. Allí era Wilde el que interrogaba a la esfinge sobre sus amantes, los de ella, y quizá también los de él, y se echaba atrás ante el sentido erótico que revelaban y perseguían y ocultaban sus palabras:
Get hence, you loathsome mystery! Hideous
animal, get hence!
You wake in me each bestial sense, you make me
what I would not be.

You make my creed a barren sham, you wake
foul dreams of sensual life,
And Atys with his blood-stained knife were
better than the thing I am.

False Sphinx! False Sphinx! By reedy Styx
old Charon, leaning on his oar,
Waits for my coin. Go thou before, and leave
me to my crucifix,

Whose pallid burden, sick with pain, watches
the world with wearied eyes,
And weeps for every soul that dies, and weeps
for every soul in vain.

Como se ve, la tendencia de Wilde a la autodramatización—aún más, a la dramatización de un comportamiento compulsivo premeditado—venía de lejos, desde esta obra de juventud al menos. Aquí aparece Cristo como el analista último, espectador de los engaños y autoengaños humanos–y es la posición de Cristo la que Wilde se propone como modelo también en De Profundis, la obra en la que recoge los restos del naufragio anunciado, cuando ya va errando por los caminos como Edipo o como Melmoth el vagabundo. Una historia esta ya escrita de antemano, pues, y reescrita por la vida, con las diferencias de rigor y los fracasos inherentes a todo plan, aun al más perfecto.


—oOo—

Hommage à Tzvetan Todorov

 





Literatura, conocimiento y vida

Literatura, conocimiento y vida

Luis Galván (U de Navarra). "Literatura, conocimiento y vida." Conferencia en el seminario "Al sueño de la vida hablan despiertos: Cuestiones avanzadas de literatura" (U de Castilla-La Mancha, Toledo, 2012). En red en Academia (2017).*
         https://www.academia.edu/4982869/Literatura_conocimiento_y_vida
       
 —cita mi libro Acción, Relato, Discurso.
 Narrative progression in the short story
—oOo—

Retropost (2007): La crítica autobiográfica



Acabo de localizar la publicación en Project Gutenberg (2006) de uno de mis textos críticos favoritos, el prólogo-dedicatoria a La Vie littéraire (primera serie, 1888) de Anatole Fance. Y de La Vie littéraire completa, de hecho. Me gusta especialmente el fragmento donde expone la subjetividad irremediable de todo lo que vemos o decimos, en la literatura o en la vida. Toda literatura, y toda crítica, es una autobiografía oculta para quien la sabe leer, pues es la expresión y síntoma de la mente que narra o que juzga.

Aquí va el original francés del prólogo, y sigue la traducción.


ANATOLE FRANCE, LA VIE LITTÉRAIRE, PREMIÈRE SÉRIE
(PARIS: CALMANN-LÉVY, 1888)

À MONSIEUR ADRIEN HÉBRARD, SÉNATEUR, DIRECTEUR DU TEMPS

Cher monsieur,

Permettez-moi de vous offrir ce petit livre; je vous le dois bien, car
assurément il n’existerait pas sans vous. Je ne songeais guère à faire
de la critique dans un journal quand vous m’avez appelé au Temps. J’ai
été étonné de votre choix et j’en demeure encore surpris. Comment un
esprit alerte, agissant, répandu comme le vôtre, en communion constante
avec tout et avec tous, si fort en possession de la vie et toujours jeté
au milieu des choses, a-t-il pu prendre en gré une pensée recueillie,
lente et solitaire comme la mienne?

Mais rien ne vous est étranger, pas même la méditation. Ceux qui vous
connaissent intimement assurent qu’il y a en vous du rêveur. Ils ne se
trompent pas. Seulement Vous rêvez très vite. En toutes choses vous
possédez au plus haut degré le génie de la promptitude. La facilité avec
laquelle vous pensez est prodigieuse. Vous comprenez tout à la fois.
Votre conversation, rapide et brillante comme la lumière, m’éblouit
toujours. Pourtant elle est toujours raisonnable. Éblouir avec la
raison, cela n’a été donné qu’à vous. Quel écrivain vous feriez, si vous
aviez moins d’idées! Une magicienne russe, qui a longtemps vécu dans
l’Inde, parle dans ses écrits d’un procédé qu’emploient les sages indous
pour communiquer leur pensée aux profanes. À mesure qu’elle se forme en
eux-mêmes, ils la précipitent dans le cerveau d’un saint homme qui
l’écrit à loisir. Voilà un procédé qui vous conviendrait! Quel dommage
que notre barbare Occident ignore encore la «précipitation» de la
pensée! Mais je vous connais: si un saint homme se mettait à rédiger vos
idées précipitées, vous iriez tout de suite le prier de n’en rien faire.
Vous aimez à rester inédit. Homme public, vous avez horreur de paraître:
c’est une de vos originalités, et non pas la moins charmante.

Je crois que vous avez un talisman. Vous faites ce que vous voulez. Vous
avez fait de moi un écrivain périodique et régulier. Vous avez triomphé
de ma paresse. Vous avez utilisé mes songeries et monnayé mon esprit.
C’est pourquoi je vous tiens pour un incomparable économiste. M’avoir
rendu productif, je vous assure que c’est merveilleux. Mon excellent ami
Calmann Lévy lui-même n’avait pas réussi à me faire écrire un seul livre
depuis six ans.

Vous avez un très bon caractère et vous êtes très facile à vivre. Vous
ne me faites jamais de reproches. Je n’en tire pas vanité. Vous avez
compris tout de suite que je n’étais pas bon à grand’chose et qu’il
valait mieux ne pas me tourmenter. Sans me flatter, c’est la principale
cause de la liberté que vous me laissez dans votre journal. Vous me
savez incorrigible et vous désespérez de m’amender. Un jour, n’avez-vous
pas dit de moi à un de nos amis communs:

--C’est un bénédictin narquois.

On se connaît mal soi-même, mais je crois que la définition est bonne.
Je me fais assez l’effet d’un moine philosophe. J’appartiens de coeur à
une abbaye de Thélème, dont la règle est douce et l’obédience facile.
Peut-être n’y a-t-on pas beaucoup de foi, mais assurément on y est très
pieux.

L’indulgence, la tolérance, le respect de soi et des autres sont des
saints qu’on y chôme toujours. Si l’on y incline au doute, il faut
considérer que le pyrrhonisme ne va pas sans un profond attachement à la
coutume et à l’usage. Or, la coutume du plus grand nombre, c’est
proprement la morale. Il n’y a qu’un sceptique pour être toujours moral
et bon citoyen. Un sceptique ne se révolte jamais contre les lois, car
il n’a pas espéré qu’on pût en faire de bonnes. Il sait qu’il faut
beaucoup pardonner à la République. Pourtant voulez-vous un conseil? Ne
confiez jamais le bulletin politique du Temps à un de nos thélémites.
Il y répandrait une mélancolie douce qui découragerait vos honnêtes
lecteurs. Ce n’est pas avec la philosophie qu’on soutient les
ministères. Quant à moi, je garde une modestie qui me sied, et je m’en
tiens à la critique.

Telle que je l’entends et que vous me la laissez faire, la critique est,
comme la philosophie et l’histoire, une espèce de roman à l’usage des
esprits avisés et curieux, et tout roman, à le bien prendre, est une
autobiographie. Le bon critique est celui qui raconte les aventures de
son âme au milieu des chefs-d’oeuvre.

Il n’y a pas plus de critique objective qu’il n’y a d’art objectif, et
tous ceux qui se flattent de mettre autre chose qu’eux-mêmes dans leur
oeuvre sont dupes de la plus fallacieuse illusion. La vérité est qu’on ne
sort jamais de soi-même. C’est une de nos plus grandes misères. Que ne
donnerions-nous pas pour voir pendant une minute, le ciel et la terre
avec l’oeil à facettes d’une mouche, ou pour comprendre la nature avec le
cerveau rude et simple d’un orang-outang? Mais cela nous est bien
défendu. Nous ne pouvons pas, ainsi que Tirésias, être homme et nous
souvenir d’avoir été femme. Nous sommes enfermés dans notre personne
comme dans une prison perpétuelle. Ce que nous avons de mieux à faire,
ce me semble, c’est de reconnaître de bonne grâce cette affreuse
condition et d’avouer que nous parlons de nous-mêmes chaque fois que
nous n’avons pas la force de nous taire.

Pour être franc, le critique devrait dire:

--Messieurs, je vais parler de moi à propos de Shakespeare, à propos de
Racine, ou de Pascal, ou de Goethe. C’est une assez belle occasion.

J’ai eu l’honneur de connaître M. Cuvillier-Fleury, qui était un vieux
critique fort convaincu. Un jour, que je l’allai voir dans sa petite
maison de l’avenue Raphaël, il me montra la modeste bibliothèque dont il
était fier:

--Monsieur, me dit-il, éloquence, belles-lettres, philosophie, histoire,
tous les genres y sont représentés, sans compter la critique qui
embrasse tous les autres genres. Oui, monsieur, le critique est tour à
tour orateur, philosophe, historien.

M. Cuvillier-Fleury avait raison. Le critique est tout cela, ou du moins
il peut l’être. Il a l’occasion de montrer les facultés intellectuelles
les plus rares, les plus diverses, les plus variées. Et quand il est un
Sainte-Beuve, un Taine, un J.-J. Weiss, un Jules Lemaître, un Ferdinand
Brunetière, il n’y manque pas. Sans sortir de lui-même, il fait
l’histoire intellectuelle de l’homme. La critique est la dernière en
date de toutes les formes littéraires; elle finira peut-être par les
absorber toutes. Elle convient admirablement à une société très
civilisée dont les souvenirs sont riches et les traditions déjà longues.
Elle est particulièrement appropriée à une humanité curieuse, savante et
polie. Pour prospérer, elle suppose plus de culture que n’en demandent
toutes les autres formes littéraires. Elle eut pour créateurs Montaigne,
Saint-Évremond, Bayle et Montesquieu. Elle procède à la fois de la
philosophie et de l’histoire. Il lui a fallu, pour se développer, une
époque d’absolue liberté intellectuelle. Elle remplace la théologie, et,
si l’on cherche le docteur universel, le saint Thomas d’Aquin du XIXe
siècle, n’est-ce pas à Sainte-Beuve qu’il faut songer?

C’était un saint homme de critique, je vénère sa mémoire. Mais, à vous
parler franchement, cher monsieur Hébrard, je crois qu’il est plus sage
de planter des choux que de faire des livres.

Il est des âmes livresques pour qui l’univers n’est qu’encre et que
papier. Celui dont une telle âme anime le corps apaisé passe sa vie
devant sa table de travail, sans souci des réalités dont il étudie
obstinément la représentation graphique. Il ne sait de la beauté des
femmes que ce qui en est écrit. Il ne connaît des travaux, des
souffrances et des espérances des hommes que ce qui peut en être cousu
sur nerfs et relié en maroquin. Il est monstrueux et innocent. Il n’a
jamais mis le nez à la fenêtre. Tel était le bonhomme Peignot, qui
recueillait les opinions des auteurs pour en faire des livres. Rien ne
l’avait jamais troublé. Il concevait les passions comme des sujets de
monographies curieuses et savait que les nations périssent en un certain
nombre de pages in-octavo. Jusqu’au jour de sa mort, il travailla d’une
ardeur égale, sans jamais rien comprendre. C’est pourquoi le travail ne
lui fut point amer. Il faut l’envier, si l’on ne peut qu’à ce prix
trouver la paix du coeur.

Bénissons les livres, si la vie peut couler au milieu d’eux en une
longue et douce enfance! Gustave Doré, qui imprimait quelquefois à ses
dessins les plus comiques je ne sais quel sentiment de fantaisie
profonde et de poésie bizarre, a donné un jour, sans trop le savoir,
l’emblème ironique et touchant de ces existences que le culte des livres
console de toutes les réalités douloureuses. Dans le moine Nestor, qui
écrivit une chronique en des temps barbares et troublés, il a symbolisé
toute la race des bibliomanes et des bibliographes. Son dessin n’est pas
plus grand que le creux de la main, mais qui l’a vu une fois ne peut
plus l’oublier. Vous le trouverez dans une suite de caricatures qu’il
publia lors de la guerre de Crimée, sous ce titre: _la Sainte Russie_,
et qui n’est pas, je dois le dire, la plus heureuse inspiration de son
talent et de son patriotisme.

Il faut voir ce Nestor. Il est dans sa cellule avec ses livres et ses
papiers. Assis comme un homme qui aime à s’asseoir, la tête enfoncée
dans son capuchon, le nez sur sa table, il écrit. Tout le pays alentour
est livré au massacre et à l’incendie. Les flèches obscurcissent l’air.
Le couvent même de Nestor est si furieusement assailli que des pans de
mur s’écroulent de toutes parts. Le bon moine écrit. Sa cellule,
épargnée par miracle, reste accrochée à un pignon comme une cage à une
fenêtre. Des archers s’entassent sur ce qui reste des toits, marchent
comme des mouches le long des murs et tombent comme la grêle sur le sol
hérissé de lances et d’épées. On se bat jusque dans sa cheminée; il
écrit. Une commotion terrible renverse son encrier; il écrit encore.
Voilà ce que c’est que de vivre dans les bouquins! Voilà le pouvoir des
paperasses!

Les bibliothèques abritent encore aujourd’hui quelques sages semblables
au moine Nestor. Ils y viennent accomplir le travail de patience qui
remplit leur vie et qui comble leur âme; ils ne manquent pas une séance,
même dans les jours de troubles et de révolution.

Ils sont heureux. N’en parlons plus. Mais j’en connais plusieurs, d’un
esprit fort différent. Ceux-ci cherchent dans les livres toutes sortes
de beaux secrets sur les hommes et les choses. Ils cherchent toujours et
leur esprit ne demeure jamais en repos. Si les livres apportent la paix
aux pacifiques, ils troublent les âmes inquiètes. Je sais, pour ma part,
beaucoup d’âmes inquiètes. Elles ont tort de se plonger dans trop de
lecture. Voyez, par exemple, ce qu’il advint à don Quichotte pour avoir
dévoré les quatre volumes d’_Amadis de Gaule_ et une douzaine d’autres
beaux romans. Ayant lu des récits enchanteurs, il crut aux
enchantements. Il crut que la vie était aussi belle que les contes, et
il fit mille folies qu’il n’aurait point faites, s’il n’avait pas eu
l’esprit de lire.

Un livre est, selon Littré, la réunion de plusieurs cahiers de pages
manuscrites ou imprimées. Cette définition ne me contente pas. Je
définirais le livre une oeuvre de sorcellerie d’où s’échappent toutes
sortes d’images qui troublent les esprits et changent les coeurs. Je
dirai mieux encore: le livre est un petit appareil magique qui nous
transporte au milieu des images du passé ou parmi des ombres
surnaturelles. Ceux qui lisent beaucoup de livres sont comme des
mangeurs de haschisch. Ils vivent dans un rêve. Le poison subtil qui
pénètre leur cerveau les rend insensibles au monde réel et les jette en
proie à des fantômes terribles ou charmants. Le livre est l’opium de
l’Occident. Il nous dévore. Un jour viendra où nous serons tous
bibliothécaires, et ce sera fini.

Aimons les livres comme l’amoureuse du poète aimait son mal. Aimons-les;
ils nous coûtent assez cher. Aimons-les; nous en mourons. Oui, les
livres nous tuent. Croyez-m’en, moi qui les adorai, moi qui me donnai
longtemps à eux sans réserve. Les livres nous tuent. Nous en avons trop
et de trop de sortes. Les hommes ont vécu de longs âges sans rien lire,
et c’est précisément le temps où ils firent les plus grandes choses et
les plus utiles, car c’est le temps où ils passèrent de la barbarie à la
civilisation. Pour être sans livres, ils n’étaient pas alors tout à fait
dénués de poésie et de morale; ils savaient par coeur des chansons et de
petits catéchismes. Dans leur enfance les vieilles femmes leur contaient
_Peau-d’Âne_ et le _Chat botté_, dont on a fait beaucoup plus tard des
éditions pour les bibliophiles. Les premiers livres furent de grosses
pierres, couvertes d’inscriptions en style administratif et religieux.

Il y a longtemps de cela. Quels effroyables progrès nous avons accompli
depuis lors! Les livres se sont multipliés d’une façon merveilleuse au
XVIe siècle et au XVIIIe. Aujourd’hui la production en est centuplée.
Voici qu’on publie, seulement à Paris, cinquante volumes par jour; sans
compter les journaux. C’est une orgie monstrueuse. Nous en sortirons
fous. La destinée de l’homme est de tomber successivement dans des excès
contraires. Au moyen âge, l’ignorance enfantait la peur. Il régnait
alors des maladies mentales que nous ne connaissons plus. Maintenant,
nous courons, par l’étude, à la paralysie générale. N’y aurait-il pas
plus de sagesse et d’élégance à garder la mesure?

Soyons des bibliophiles et lisons nos livres; mais ne les prenons point
de toutes mains; soyons délicat, choisissons, et, comme ce seigneur
d’une des comédies de Shakespeare, disons à notre libraire: «Je veux
qu’ils soient bien reliés et qu’ils parlent d’amour.»

Je ne me flatte pas que ce petit livre ait rien d’amoureux ni qu’il
mérite une belle reliure. Mais on y trouvera, vous le savez, cher
monsieur, une parfaite sincérité (le mensonge veut un talent que je n’ai
pas), beaucoup d’indulgence et quelque naturelle amitié pour le beau et
le bien.

C’est pourquoi j’ose vous l’offrir, cher monsieur, comme un trop faible
témoignage de gratitude, d’estime et de sympathie.

A.F.


Anatole France, La vida literaria, primera serie (París: Calmann-Lévy, 1888). [Prólogo-dedicatoria:]

Al Sr. Adrien Hébrard, Senador, director de Le Temps.

Estimado Sr.:

Permítame ofrecerle este librito; bien se lo debo, porque con toda seguridad, sin Vd., no existiría. En absoluto pensaba yo en hacer crítica en un periódico cuando me llamó Vd. a Le Temps. Me extrañó su elección, y aún me dura la sorpresa. ¿Cómo es que un espíritu alerta, activo, diverso como el de Vd., en comunión constante con todo y con todos, tan fuerte y vital, y siempre lanzado en medio de las cosas, ha podido apreciar un pensamiento recogido, lento y solitario como el mío?

Pero a Vd. nada le es ajeno, ni siquiera la meditación. Quienes le conocen en la intimidad aseguran que tiene Vd. algo de soñador. No se equivocan. Sólo que Vd. sueña muy deprisa. En todas las cosas posee usted en su grado más alto el genio de la prontitud. La facilidad con la que piensa Vd. es prodigiosa. Entiende Vd. todo de golpe. Su conversación, rápida y brillante como la luz, siempre me deslumbra. Y sin embargo siempre es razonable. Deslumbrar con la razón, eso es un don que sólo tiene Vd. ¡Qué escritor sería, si tuviese Vd. menos ideas! Una maga rusa, que vivió mucho tiempo en la India, habla en sus escritos de un procedimiento que emplean los sabios hindúes para comunicar su pensamiento a los profanos. A medida que se va formando en ellos mismos, lo precipitan en el cerebro de un santón que lo escribe a su gusto. Este procedimiento le convendría a Vd. Lástima que nuestro bárbaro Occidente ignore todavía la "precipitación" del pensamiento. Pero le conozco a Vd. Si un santón se pusiese a redactar las ideas precipitadas por Vd., iría Vd. enseguida a rogarle que no hiciese nada con ellas. Le gusta a Vd. permanecer inédito. Siendo hombre público, le horroriza parecerlo. Es una de las originalidades de Vd., y no la menos encantadora.

Creo que tiene Vd. un talismán. Hace Vd. lo que quiere. De mi ha hecho un escritor periódico y regular. Ha triunfado sobre mi pereza. Ha utilizado Vd. mis ensoñaciones y ha hecho acuñar mi espíritu. Por eso le tengo a Vd. por un economista incomparable. Haberme vuelto productivo, le aseguro que es maravilloso. Ni siquiera mi excelente amigo Calmann Lévy había conseguido hacerme escribir un solo libro desde hace seis años.

Tiene Vd. muy buen carácter y es Vd. fácil para vivir. No me reprocha nunca nada. No es que me vanaglorie de ello. Comprendió Vd. enseguida que no sirvo para mucho, y que más valía no atormentarme. Sin hacerme ilusiones, es la principal causa de la libertad que me deja Vd. en su periódico. Sabe Vd. que soy incorregible y no tiene esperanzas de hacer que me enmiende. No le dijo Vd. acaso un día a uno de nuestros amigos comunes,

--Es un benedictino burlón.

Uno se conoce mal a sí mismo, pero creo que la definición es buena. Me produzco bastante el efecto de un monje filósofo. Pertenezco de corazón a una abadía de Thélème, cuya regla es suave y de fácil obediencia. Quizá no haya allí mucha fe, pero sin duda son muy piadosos.

La indulgencia, la tolerancia, el respeto a sí mismo y a los otros son santos cuya fiesta aún guardamos allí. Si nos inclinamos hacia la duda, hay que tener en cuenta que el pirronismo es inseparable de un profundo apego a la costumbre y a los usos. Pues bien, la costumbre de la mayoría, es propiamente la moral. Nadie como un escéptico para ser moral y buen ciudadano. Un escéptico no se rebela nunca contra las leyes, porque no tiene esperanzas de que puedan hacerse otras buenas. Sabe que hay mucho que perdonarle a la República. ¿Quiere Vd., sin embargo, un consejo? No encomiende jamás el boletín político de Le Temps a uno de nuestros telemitas. Difundiría por él una melancolía suave que desanimaría a vuestros honrados lectores. Con filosofía no se apoyan los ministerios. En cuanto a mí, practico una modestia que me sienta bien, y me limito a la crítica.

Tal como la entiendo y me la deja practicar Vd., la crítica es, como la filosofía y la historia, una especie de novela para uso de los espíritus agudos y curiosos, y toda novela, correctamente entendida, es una autobiografía. El buen crítico es el que relata las aventuras de su alma entre las obras maestras.

No hay crítica objetiva, de la misma manera que no hay arte objetivo, y todos los que se precian de poner en su obra otra cosa que ellos mismos, son víctimas de la ilusión más falaz. La verdad es que uno no sale nunca de sí mismo. Es una de nuestras mayores desgracias. Qué no daríamos por ver durante un minuto el cielo y la tierra con el ojo compuesto de una mosca, o para comprender la naturaleza con el cerebro rudo y simple de un orangután? Pero eso lo tenemos completamente prohibido. No podemos, como hizo Tiresias, ser hombre y acordarnos de haber sido mujer. Estamos encerrados en nuestra persona como en un prisión perpetua. Lo mejor que podemos hacer, me parece, es reconocer con elegancia esta situación espantosa, y confesar que hablamos de nosotros mismos cada vez que no tenemos la fuerza de callarnos.

Para ser franco, el crítico debería decir:
–Señores, voy a hablar de mí mismo a propósito de Shakespeare, a propósito de Racine, o de Pascal, o de Goethe. Son una bonita ocasión para hacerlo.

Tuve el honor de conocer al Sr. Cuvillier-Fleury, que era un viejo crítico muy convencido. Un día en que lo fui a ver a su casita de la avenida Raphaël, me mostró la modesta biblioteca de la que se sentía orgulloso:

–Señor, me dijo; la elocuencia, bellas letras, filosofía, historia, todos los géneros están representados en ella, sin contar la crítica, que comprende a todos los demás géneros. Sí, señor: el crítico es sucesivamente orador, filósofo, historiador.


Tenía razón el Sr. Cuvillier-Fleury. El crítico es todo eso, o al menos puede serlo. Tiene la ocasión de mostrar las más raras facultades intelectuales, las más diversas, las más variadas. Y cuando es un Sainte-Beuve, un Taine, un J.-J. Weiss, un Jules Lemaîre, un Ferdinand Brunetière, no deja de hacerlo. Sin salir de sí mismo, escribe la historia intelectual del hombre. La crítica es la última en aparecer de todas las formas literarias: quizá termine por absorberlas a todas. Le conviene de forma admirable a una sociedad muy civilizada cuyos recuerdos son ricos y cuyas tradiciones son ya largas. Es particularmente apropiada para una humanidad curiosa, erudita y refinada. Para prosperar, requiere de más cultura que todas las otras formas literarias. Tuvo por creadores a Montaigne, Saint-Évremond, Bayle y Montesquieu. Procede a la vez de la filosofía y de la historia. Requirió, para desarrollarse, de una época de absoluta libertad intelectual. Reemplaza a la teología, y si se busca al Doctor universsal, al Santo Tomás de Aquino del siglo XIX, no es en Sainte-Beuve en quien debemos pensar?

Era un santo de la crítica, yo venero su memoria. Pero, por hablarle con franqueza, querido Sr. Hébrard, creo que es más sabio plantar coles que hacer libros.

Hay almas librescas para las que el universo no es más que tinta y papel. Quien ve su cuerpo apaciguado animado por un alma así, se pasa la vida ante su mesa de trabajo, sin preocuparse por las realidades cuya representación gráfica estudia obstinadamente. No sabe de la belleza de las mujeres más que lo que se escribe de ella. No conoce de los trabajos, los sufrimientos y las esperanzas de los hombres más que lo que puede coserse con nervios y encuadernarse en marroquín. Es monstruoso e inocente. Nunca ha asomado la nariz por la ventana. Así era aquel buen tipo Peignot, que recogía las opiniones de los autores para hacer libros con ellas. Nada le había turbado jamás. Concebía las pasiones como temas de monografías curiosas y sabía que las naciones perecen en un cierto número de páginas in-octavo. Hasta el día de su muerte, trabajó con ardor constante, sin entender nunca nada. Por eso el trabajo no le resultó en absoluto amargo. Hay que envidiarlo, si es que la paz de espíritu sólo puede alcanzarse a ese precio.

Bendigamos los libros, si la vida puede fluir entre ellos en una infancia larga y feliz! Gustave Doré, que imprimía a veces a sus dibujos más cómicos un cierto sentimiento de fantasía profunda y de extraña poesía, proporcionó un día, quizá sin saberlo, el emblema irónico y conmovedor de estas existencias a las que el culto de los libros consuela de todas las realidades dolorosas. En el monje Nestor, que escribió una crónica en tiempos bárbaros y revueltos, simbolizó a toda la raza de los bibliómanos y los bibliógrafos. Su dibujo no es mayor que la palma de la mano, pero quien lo ha visto una vez ya no puede olvidarlo. Lo encontrará Vd. en una serie de caricaturas que publicó cuando la guerra de Crimea, bajo este título: La santa Rusia, y que no es, he de reconocerlo, la inspiración más feliz de su talento y de su patriotismo.

Hay que ver a este Nestor. Está en su celda con sus libros y papeles. Sentado como un hombre que gusta de estar sentado, con la cabeza hundida en su capuchón, y la nariz en la mesa, escribe. Todo el país a su alrededor está entregado a la masacre y al incendio. Las flechas oscurecen el aire. El convento mismo de Nestor es tan furiosamente asaltado que se derrumban trozos de paredes por todas partes. El buen monje escribe. Su celda, milagrosamente intacta, permanece enganchada en un aguilón, como una jaula en una ventana. Se agolpan arqueros sobre lo que queda de los techos, andan como moscas por las paredes y caen como granizo sobre el suielo erizado de lanzas y espadas. Se pelean hasta en su chimenea; él escribe. Una conmoción terrible vuelca su tintero; sigue escribiendo. ¡Eso es vivir en los libracos! ¡Tal es el poder de los papelajos!

Las bibliotecas de hoy todavía acogen a algunos sabios semejantes al monje Nestor. Vienen a ellas a cumplir el trabajo de paciencia que llena su vida y que colma su alma: no se pierden una sesión, ni siquiera en los días de agitaciones y de revolución.

Son felices. Dejémolos. Pero conozco a varios que tienen un humor harto diferente. Estos buscan en los libros todo tipo de hermosos secretos sobre los hombres y las cosas. Siempre buscan y su espíritu jamás permanece quieto. Si los libros traen la paz a los pacíficos, turban a las almas inquietas. Estas cometen un error al sumergirse en un exceso de lecturas. Vea, por ejemplo, lo que le sucedió a Don Quijote por haber devorado los cuatro volúmenes de Amadís de Gaula y otra docena de bonitas novelas. Habiendo leído los encantadores relatos, creyó en los encantamientos. Creyó que la vida era tan bonita como los cuentos, e hizo mil locuras que en absoluto habría hecho si no hubiese tenido espíritu lector.

Un libro es, según Littré, el ensamblaje de varios cuadernos de páginas manuscritas o impresas. Esta definición no me contenta. Yo definiría el libro como una obra de hechicería de la cual escapan todo tipo de imágenes que turban los espíritus y cambian los corazones. O mejor aún: el libro es un aparatito mágico que nos transporta al meollo escenas del pasado, o entre sombras sobrenaturales. Quienes leen muchos libros son como los comedores de hachís. Viven en un sueño. El veneno sutil que penetra en su cerebro los vuelve insensibles al mundo real y los hace víctimas de fantasmas terribles o encantadores. El libro es el opio de Occidente. Nos devora. Llegará el día en que todos seamos bibliotecarios, y será el fin.

Amemos los libros como la enamorada del poeta amaba su mal. Amémolos: bastante caros nos cuestan. Amémolos: por ellos morimos. Sí, los libros nos matan. Créame, pues yo los adoré, me entregué a ellos sin reserva durante mucho tiemo. Los libros nos matan. Los hombres han vivido largas eras sin leer nada, y es entonces precisamente cuando hicieron las cosas mayores y más útiles, pues en ese tiempo pasaron de la barbarie a la civilización. Para estar sin libros, no es que estuviesen totalmente desprovistos de poesía y de moral; sabían de memoria canciones y pequeños catecismos. En su infancia las viejas les contaban Piel de Asno y El gato con botas, que mucho más tarde se editaron en ediciones para bibliófilos. Los primeros libros fueron gruesas piedras, cubiertas de inscripciones en un estilo administrativo y religioso.

De eso hace mucho tiempo. ¡Qué espantosos progresos hemos llevado a cabo desde entonces! Los libros se multiplicaron manera maravillosa en el siglo XVI y en el XVIII. Hoy se ha multiplicado por cien su producción. Ahora se publican, sólo en París, cincuenta volúmenes al día, sin contar los periódicos. Es una orgía monstruosa. Saldremos locos de ella. El destino del hombre es caer sucesivamente en excesos contrarios. En la Edad Media, la ignorancia daba a luz al miedo. Reinaban entonces enfermedades mentales que ya no conocemos. Ahora, corremos, por vía del estudio, a la parálisis general. ¿No sería más sabio, y más elegante, mantener una justa medida?

Seamos bibliófilos y leamos nuestros libros, pero no los cojamos a manos llenas. Seamos exquisitos: escojamos, y como ese gentilhombre de una de las comedias de Shakespeare, digamos a nuestro librero: "Quiero que estén bien encuadernados y que hablen de amor".

No me hago ilusiones de que este librito tenga nada de amoroso, ni de que merezca una bonita encuadernación. Pero se encontrará en él, lo sabe Vd., estimado señor, una sinceridad perfecta (la mentira requiere un talento del que carezco), mucha indulgencia y cierta amistad natural hacia lo bello y lo bueno.

Por eso me atrevo a ofrecérselo a Vd., como un testimonio, demasiado endeble, de gratitud, de aprecio y de simpatía.

En Tropelías (sic)



—oOo—

¿Qué vemos cuando leemos?

(Un pasaje del libro de Peter Mendelsund ¿Qué vemos cuando leemos?):

"Cuando captamos el mundo (las partes del mundo que son legibles para nosotros), captamos sólo una porción cada vez. Estas porciones aisladas son nuestras percepciones conscientes. ¿En qué consisten exactamente tales percepciones conscientes? No lo sabemos, aunque suponemos que nuestra apariencia del mundo es una mezcla de aquello que está presente y de aquello que nosotros aportamos (nuestro yo: nuestros recuerdos, opiniones, inclinaciones, etc.).

"Los autores son preservadores de experiencia. Filtran el ruido del mundo y, partiendo de él, configuran la señal más pura que pueden: a partir del desorden crean una narración. Ellos administran esa narracón en forma de libro y presiden, de un modo inefable, la experiencia de la lectura. Sin embargo, por puro que sea el conjunto de datos que los autores proporcionen a los lectores—aunque los hayan prefiltrado y reconstruido con gran diligencia—, los cerebros de los lectores continuarán con su tarea de siempre: analizar, tamizar, clasificar. Nuestros cerebros tratarán el libro como si fuese otra cualquiera de la infinidad de señales cifradas y no filtradas procedentes del mundo. Es decir, el libro del autor vuelve a sxer un tipo de ruido para los lectores. Nosotros asimilamos todo lo que podemos del mundo del autor, y mezclamos ese material con el nuestro en los alambiques de nuestra mente lectora, combinándolos para obtener, alquímicamente, algo único. Yo diría que ésta es la razón de que leer "funcione": la lectura reproduce el sistema por el cual nos familiarizamos con el mundo. No es que nuestras narraciones nos digan necesariamente algo verdadero sobre el mundo (aunque puede que lo hagan), sino más bien que la práctica de la lectura nos resulta parecida, y lo es, a la conciencia misma: imperfecta, parcial, nebulosa, cocreativa."

 

—oOo—

Sobre Stapledon

Sobre Stapledon

Me citan en Oxford, o quizá en Lisboa: citan un artículo mío sobre Olaf Stapledon en este artículo que también lo nombra:
Maskens, Maïté, and Ruy Blanes. “Introduction: Ethnography and the Mutualizing Utopia.” Journal of the Anthropological Society of Oxford Online ns 8.2 (2016).*
http://hdl.handle.net/10451/26530
http://repositorio.ul.pt/handle/10451/26530
2017
El citado era éste: An Apocalypse of Total Communication —en su versión impresa.
—oOo—

Representación, ficción y autenticidad

"¿Las visiones de la literatura pueden proclamarse—como las epifanías religiosas o las verdades platónicas—más REALES que la realidad fenoménica en sí? ¿Estas visiones apuntan a un tipo de autenticidad más profunda? (O bien: al reproducir el mundo real, ¿señalan SU falta de autenticidad?" (Peter Mendelsund, 'Qué vemos cuando leemos', p. 374).

 

El Gran Teatro del Mundo

Retropost (2007): Johnson contra Milton: Machismo y censura


Mucho es, desde luego, llamar a Samuel Johnson "feminista". Y sin embargo, al comentar la obra de Milton, hace observaciones sobre el patriarcado militante de este autor que no son corrientes en un crítico de su época, anticipándose a cosas que diría la crítica feminista siglos después. Cierto es que a Johnson, defensor de la ley y el orden, y de la Iglesia establecida, le horrorizaba la política de Milton, y eso parece que le hacía más sensible a otros aspectos que veía criticables en su carácter e ideas:

Me temo que el republicanismo de Milton estaba fundado sobre un odio envidioso a la grandeza, y un hosco deseo de independencia; sobre una petulancia impaciente con quienes le controlaban, y un orgullo desdeñoso hacia sus superiores. Odiaba a los monarcas en el Estado, y a los prelados en la Iglesia; pues odiaba a todos a quienes se veía obligado a obedecer. Es de sospechar que su deseo predominante era destruir, más bien que establecer, y que no sentía tanto amor por la libertad como repugnancia hacia la autoridad.

    Se ha observado que quienes con más ruido claman por la libertad, no la conceden de buena gana. Lo que sabemos del carácter de Milton en las relaciones domésticas es que era severo y arbitrario. Su familia estaba compuesta de mujeres; y aparece en sus libros una especie de desprecio turco hacia las hembras, como seres subordinados e inferiores. Para que sus propias hijas no se saliesen de las filas, permitió que se viesen deprimidas con una educación mezquina y tacaña. Pensaba que la mujer estaba hecha únicamente para la obediencia, y el hombre únicamente para la rebelión.


Cuando habla del machismo de las obras de Milton piensa sin duda Johnson ante todo en la subordinación de Eva a Adán que tanto se enfatiza en Paradise Lost. El retrato de Adán tiene allí mucho de autobiográfico... sólo que Milton se consideraba, sin duda, un Adán perfeccionado, que ataba más corto a su mujer.

También disiente Johnson de Milton en cuanto a la libertad de prensa que defendía éste. Una libertad de prensa que en lo legal llegó a Inglaterra en cierta medida a finales del siglo XVII (antes la hubiese querido Milton, que publicó su Areopagitica sin licencia previa). Y en la práctica efectiva, quizá sólo haya llegado la libertad de prensa con los blogs, si eso es prensa.... o quizás siempre esté por llegar. En cualquier caso, Milton se oponía a la censura (con importantes excepciones, sin embargo) y Johnson defiende la necesidad política de la censura y no admite la libertad de prensa:


Por entonces publicó su Areopagitica: Discurso del Sr. John Milton en favor de la Libertad de Prensa sin Licencia. El peligro de semejante libertad sin límites, y el peligro de limitarla, han producido un problema en la ciencia del gobierno que el entendimiento humano parece hasta hoy incapaz de resolver. Si no se puede publicar sino lo que la autoridad política haya aprobado antes, el poder habrá de ser la medida de la verdad; si cada soñador de innovaciones puede propagar sus projectos, no puede haber orden seguro; si cada murmurador contra el gobierno puede difundir el descontento, no puede haber paz; y si cada escéptico en cuestiones de teología puede enseñar sus necedades, no puede haber religión. El remedio contra estos males es castigar a los autores; pues todavía se admite que la sociedad puede castigar, aunque no impedir, la publicación  de opiniones que esa sociedad considere perniciosas. Pero este castigo, aunque aplaste al autor, promociona el libro; y no parece más razonable dejar el derecho de publicación sin restricciones por el hecho de que se pueda después reprender a los autores, de lo que parecería el dormir con las puertas sin cerrojo, por el hecho de que después se pueda ahorcar a los ladrones.

Johnson, me parece, llevaría muy mal lo de los blogs, de autores etéreos y difíciles de castigar. Y Milton también lo llevaría mal, por mucho que dijese defender la libertad de prensa. Y la igualdad de derechos de las mujeres (otro desiderátum...) así así la llevarían de mal uno y otro, tan distintos sin embargo. Tales efectos produce la distancia histórica.

Husband to Mrs Milton 
 


 

—oOo—

Historia de la Literatura Latina

viernes, 24 de febrero de 2017

Historia de la Literatura Latina

Historia de la Literatura Latina - Carmen Codoñer subido por  Tarni Aguilar Bueno on Scribd

Adaptaciones noruegas de Alicia

viernes, 24 de febrero de 2017

Adaptaciones noruegas de Alicia


Me citan en Oslo, en esta tesis de máster sobre adaptaciones noruegas de Alicia en el País de las Maravillas. Bueno, yo escribí sobre adaptaciones de Shakespeare, pero todo circula y fluye.


Engdal, Tuva Maria. Alice i Norge: En analyse av tre norske adaptasjoner av Alice's Adventures in Wonderland. MA diss. Universiteit i Oslo, 2016. Online at UiO Duo Viternarkiv.*

Aquí un resumen en noruego:
          https://www.duo.uio.no/handle/10852/52703
 Y aquí un PDF.

Milton and the Burden of Freedom

martes, 21 de febrero de 2017

Milton and the Burden of Freedom

22ª edición de la Bibliografía

22ª edición de la Bibliografía


Al igual que Borges hablaba de la Biblioteca, refiriéndose a la de Babel, yo hablo de la Bibliografía—meaning mine. Hoy cumplimos veintidós ediciones.
22nd Edition of my Bibliography

Dice la presentación:

Esta bibliografía está dedicada especialmente a los estudios de filología y crítica literaria. Contiene cerca de 400.000 referencias (libros, artículos, páginas web, capítulos de libro, discos, películas, obras de teatro, enlaces, vídeos, etc.) distribuidas en más de 9.000 archivos de texto (más de 400 Mb de texto, el equivalente a unos 50 volúmenes impresos de tamaño medio). El énfasis primordial recae en la Filología Inglesa (autores ingleses, crítica escrita en inglés) y la teoría literaria, aunque incluye muchos temas de interés general, de lingüística, semiótica, estudios culturales y análisis del discurso, así como de historia, de filosofía, y de filología hispánica y francesa especialmente. Proporciona documentos de texto con listados específicos sobre miles de autores, escuelas, temas, períodos, conceptos críticos o lingüísticos.

La bibliografía cumple ahora la Edad de Cristo, treinta y tres años, pues empecé a coleccionar referencias más en serio el último año de carrera, el año de gracia, y de Orwell, de 1984. Cuando llevaba trabajando en ella años veinticuatro en plan más intensivo conté algo más de su historia. Hoy sólo me hace gracia recordar que nació con la intención de ser la Bibliografía Final, la Bibliografía para Acabar con Todas las Bibliografías. No porque tuviese yo idea de incluir todo en ella (jamás  he estado tan loco, aunque lo parezca) sino porque yo odiaba hacer bibliografías, y me dije, "tate, podría recopilar las obras que más cito en un sitio accesible y ordenado, y así ahorraría trabajo." Y ya ven.


La Bibliografía VII

 

Aquí una foto de mi despacho (observen en el estante de arriba mi estegosauria, Philologia). Hace ya tiempo de la foto, pero no ha cambiado mucho el despacho. La pila de libros es una impresión parcial, y encuadernación en pasta, que hice de la Bibliografía, hace quince años. Sólo incluye la mitad de lo que entonces tenía.  Y desde entonces se ha duplicado su tamaño.

Tengo una vieja enciclopedia americana que se llama The World Book. Nunca había sido consciente de ello (hasta ahora al menos) pero quizá me debió de impresionar la fila de volúmenes, y darme ganas de ponerme a competir con mi propio Libro del Mundo, empresa medieval donde las haya. Desde luego hoy ocupa mi bibliografía bastante más que las Etimologías de San Isidoro y la Omnifaria Doctrina de Miguel Psellos, juntas. (Quizá saque una versión abreviada).

Y como esas obras, se quedó obsoleta, adelantada por los tiempos. Su planteamiento web es básicamente el de la Internet de 1990, antes del hipertexto, aunque haya incorporado algunas ventajas del mismo subsiguientemente. Pero es obra de un solo individuo, y las grandes bibliografías del nuevo paradigma informático son obras colectivas a otra escala: me refiero a la Wikipedia, a Google Books, etc. Cosas que no existían, por supuesto, cuando yo publiqué las primeras ediciones en la red. Otro proyecto bibliográfico colectivo en la red, ABES, que empezó por los mismos años que la mía, cesó publicación hace años.

No he dejado sin embargo que esa obvia obsolescencia me detenga hasta ahora. Cada cosa tiene lo suyo, así me lo planteo, y sigo añadiendo referencias aquí y allá, varios miles o decenas de miles en cada nueva edición. Supongo que lo hago por hábito: desde luego no es por el dinero que me ha dado, siendo de libre acceso, ni por la fama académica que me haya reportado, siendo mayormente ignorada. Consultada, eso sí, a fuerza de disponibilidad, pero ignorada.

Aún así, es el resultado número uno de Google (desde que Google existe) buscando "Bibliography of Literary Theory" o "Bibliography of Literary Criticism" o "Bibliography of Philology". Y aunque no es citada en publicaciones académicas, don’t ask me why, sí tiene una buena colección de enlaces en sitios académicos, algunos de primer orden, tales como la Universidad de Oxford, el MIT, la Universidad de París, la de Frankfurt, la de Harvard, y un largo etc&caétera.

Vaya, le he quitado en esta edición, por quitar peso, un epígrafe que la acompañaba desde hace años: Epígrafe al libro del mundo. Aquí me despido de él, con un enlace póstumo.



Mi web en mil novecientos y pico

 

—oOo—

Retropost (2007): Anonimato, veronimia y pseudonimia

 
anonimatoUn comentario en Journal LittéRéticulaire sobre el status de identidad del autor en los blogs. Se proponen allí tres tipos de situación identitaria:

- Anonimato, caracterizado por querer establecer una disociación total entre identidad real e identidad en red.
- Veronimia, o sea, el uso de la identidad real en la red: voluntad de establecer una continuidad o no disociación entre identidad virtual y real.
- Pseudonimia, el uso de una identidad identificable en la red, en relación variable o modulable con la identidad real. Tanto la pseudonimia como el anonimato pueden usarse para amalgamar varias identidades reales.

Algunos critican al autor por taxonomizar lo intaxonomizable. Yo le pongo este comentario:

Moi par contre j’aime bien les taxonomies, si on les utilise come points de répère, et non pas comme des compartiments étanches. Chaque blog (à l’occurrence chaque lecture de blog) se situe quelque part entre les trois statuts identitaires. Ainsi, on peut utiliser son vrai nom mais sans adresse géographique, ou seulement dans notre capacité professionnelle, ou justement à l’envers... Le degrè d’interaction avec un cercle de blogueurs proches géographiquement, ou professionnellement, ou thématiquement, ainsi que leurs statuts à eux, ont aussi des conséquences... bref, chaque blog est unique, mais il y a bien sûr des façons de mesurer et de définir cette originalité. L’activité publique dans d’autres médias est aussi une donnée importante. Ou la solidité, l’activité ailleurs en ligne et la stabilité relative du pseudonyme... etc.

Parece que los dos polos son: 1) el anonimato absoluto (página monomedia, sobre un tema impersonal y aislada de todo otro discurso identificable como proviniente del mismo autor o autores—un extremo por tanto no alcanzable en los blogs), y 2) el uso intenso, continuo, personal, multitemático y multimedia de una identidad bien conocida además fuera de la red, y situada explícitamente en parámetros familiares, profesionales, geográficos... El terreno de enmedio está ocupado por diversos grados de ocultamiento parcial, medialización variable, pseudonimia, discreción, etc.

Yo me sitúo cerca del polo (2), al que no llego sin embargo, por falta de presencia en otros medios, falta de intensidad multimediática (no pongo podcasts de mis canciones en la ducha) y débil interacción con el público. Pero bueno, como parece que es el que de más cerca me toca, pongo aquí el comentario de Berlol sobre quienes eligen el veronimato ("onym@t ou véronym@t" que lo llama):

1. Le choix de l’onym@t revient à ne pas vouloir faire de différence ou de séparation identitaire entre le soi virtuel et le soi réel (ce qui n’empêche pas des différences de style, de thème, etc.). Il consiste aussi à ne pas craindre les interférences entre virtuel et réel. Il peut être motivé par l’engagement (artistique, théorique, politique ou autre), la recherche (ou le maintien) de notoriété d’un individu ou de visibilité d’une œuvre ou d’un travail, le désir d’influence ou de pouvoir, même symbolique, à plus grande échelle par le virtuel.

Pues eso será... Si "no temo" las interferencias entre lo real y lo virtual, es en todo caso porque creo que la realidad es en gran medida realidad virtual, y que la realidad virtual es, en realidad, totalmente real.

El obsceno blog
 

 

—oOo—



Retropost (2007): Análisis del discurso: Gramáticas, Contextos, Conversaciones, Estilos



(Miércoles 7 de febrero de 2007)


A photo on Flickr

Algunas nociones sobre análisis del discurso extraídas mayormente del libro de James Paul Gee, An Introduction to Discourse Analysis: Theory and Method (Londres: Routledge, 1999).

Distingue Gee dos funciones primordiales que lleva a cabo el lenguaje:

- Sostiene y da forma a la realización de actividades sociales.
- Sostiene y da forma a la afilición humana en el seno de las culturas, grupos sociales o instituciones.
(Estas funciones habría que sumarlas, añado, a otras funciones que distinguen analistas como Jakobson: recordemos las funciones emotiva, fática, referencial, conativa, poética, metalingüística - o a la función cognitiva, estructuradora del mundo, que tantos otros filósofos del lenguaje han resaltado).

discurso y Discurso

Gee llama discurso (con d minúscula) al lenguaje usado en contextos específicos para la realización de actividades e identidades.

Discurso (con D mayúscula) será la realización de esas actividades e identidades con medios tanto lingüísticos como no lingüísticos. El Discurso con D mayúscula proporciona una estructura para el discurso con d minúscula. Le proporciona sus contenidos básicos, es decir: lo que es posible decir o pensar.

Gramática 1 y Gramática 2

Además de esta distinción entre Discurso (pragmático) y discurso (lingüístico), Gee distingue entre dos "Gramáticas":

- Gramática 1, la gramática de las clases de gramática.
- Gramática 2 es el uso de la Gramática 1 para crear esquemas de interacción y de significación, para expresar y representar identidades, y para estructurar la realidad social.

Así pues, por ejemplo, al hablar o escribir usamos
1) un determinado idioma: inglés, español, etc.
2) diferentes lenguajes sociales cuya estructura discursiva hay que analizar.


La dimensión constitutivo/reflexiva del lenguaje

El lenguaje se usa en un determinado contexto. Pero además de una función de adaptación a ese contexto, el lenguaje tiene una dimensión constitutiva (o "reflexiva", como la llama Gee —ojo, no confundir con otros usos de "reflexivo" en el sentido de "metalingüístico").

El lenguaje es constitutivo porque no sólo parte de una situación social, sino que ayuda a definir esa situación social. No sólo se usa dentro de un contexto comunicativo, sino que puede usarse para modificar o redefinir ese contexto, o para crear un contexto nuevo. (Esta dimensión constitutiva del lenguaje va asociada a la función que antes denominábamos cognitiva, pero también a las dos funciones señaladas por Gee, la realización de actividades sociales, y la afiliación a grupos).


Identidades, estilos, discursos, conversaciones

El analista del discurso debe atender a estos factores:

- Las identidades situadas, identidades de los interlocutores y sujetos discursivos en su situación social. Las identidades situadas se expresan y representan en el curso de las interacciones, y también se ven sometidas a redefinición o negociación entre los interlocutores. (Muy importante en la definición identitaria del sujeto es su afiliación a grupos: ya sea más permanentes y duraderos como género, clase, raza, etc. o grupos interaccionales provisionales ligados a la interacción en cuestión que se esté analizando).

- Los lenguajes sociales (estilos). Un ejemplo serían los géneros literarios, en un tipo de discurso muy específico. Así, en este texto de Pope (del Essay on Man), habría que atender a la combinación de diversos géneros, o participación en diversos géneros: sátira, ensayo, teodicea…

- Los Discursos: maneras de asociar comportamiento, lenguaje, el uso de símbolos u objetos, situaciones concretas, etc…. con el fin de expresar o representar identidades y actividades, organizar la experiencia y privilegiar algunas maneras de conocer sobre otras, es decir, construir la realidad social. Los Discursos se usan para identificarse a uno mismo como miembro de un grupo determinado, y para crear la realidad social usando los procedimientos adecuados, en el momento adecuado, de una manera que sea reconocible para otros. (Ejemplo: los protocolos del discurso académico, y la manera en que sus ritos de paso, exámenes, etc., habilitan para una capacitación académico-social: una identidad como "licenciado", "doctor en Medicina", etc.) Los Discursos conllevan el uso no sólo de discursos (textos, habla, lenguaje), sino también de lugares, edificios, tecnologías, y procedimientos establecidos. (La Universidad, pongamos, que es a la vez una actividad Discursiva, una serie de procedimientos establecidos, y una colección de personas y edificios).

No inventamos los Discursos. Aunque podemos modificarlos, mayormente los llevamos a efecto, los "vehiculamos" o funcionamos en su seno. Por ejemplo, el Discurso de la Física (pongamos) está distribuido y disperso por muchas instituciones, prácticas, textos, personas… no está contenido, en su totalidad, en la cabeza de nadie. (También, claro, contribuimos a transformarlos o a establecer diálogos entre diversos discursos - estudios interdisciplinares, por ejemplo).

Los Discursos existen en contraposición a otros Discursos, y se contestan (o ignoran) mutuamente. Pueden surgir híbridos, y los Discursos emergen, se funden o desaparecen continuamente en la interacción efectiva. La educación podría definirse como la construcción de mapas de Discurso.

- Por último, otro concepto introduce Gee para analizar la interacción discursiva: las Conversaciones. Las Conversaciones se refieren a temas importantes que han sido objeto de diversos textos e interacciones en diferentes instituciones o Discursos. (Será útil diferenciar estas Conversaciones con c mayúscula, medidas a escala histórica o disciplinar, con las conversaciones con c minúscula concretas que podamos mantener al respecto).

Por ejemplo, volviendo al ejemplo del Essay on Man de Pope. Podemos decir que este fragmento, o la obra entera, participa de una Conversación en curso sobre el significado del mal en el mundo, y en el plan divino del Universo. (Paradise Lost de Milton podría ser otro ejemplo. En el orden filosófico, los textos conocidos como teodiceas participan en esta Conversación, en general desde el punto de vista cristiano).

Otras Conversaciones que se pueden detectar en este fragmento del Essay on Man incluirían:

- El Discurso racionalista frente al Discurso dogmático
- El optimismo frente al pesimismo
- El deísmo de Pope frente al cristianismo (catolicismo, también, en el caso de Pope)
- El antropocentrismo (cristiano o deísta) frente al escepticismo de Pope.
- El Orden Cósmico (The Great Chain of Being) frente al Caos (atomismo, combate irracional de los elementos).
- El Saber, la Ciencia, la Filosofía, frente a la Ignorancia, o la Inescrutabilidad de Dios.

Es en relación a estas Conversaciones como habría que estudiar el uso que hace Pope de identidades del hablante (así, habla como filósofo, poeta, satírico…) y de los géneros literarios usados, antes mencionados (sátira, ensayo poético, tratado filosófico, teodicea…).

Pragmática, interaccionismo, y análisis crítico del discurso

 

—oOo—

The Oxford Companion to English Literature

The Oxford Companion to English Literature