—para celebrar la lectura de tesis de Larissa, en Moscú.
Yoio Cuesta - Back to the 40s
Una canción que ya he oído dos o tres veces hoy en sitios distintos; ahí va para la colección. Mika, "Grace Kelly":
Y otra que no está de moda, pero que es igual de bonita, por qué no. ( Modas, bah. Está demodé estar de moda).
Chris Lancelot / Dive: "Captain Nemo":
Esta la retomó Sarah Brightman, comparen (pero no elijan).
Otra de Sarah Brightman, esta vez cantando "Figlio perduto", una canción sobre una melodía de la séptima sinfonía de Beethoven. Hay quien ya no la perdona por eso, aun antes de ver la falda. Aquí somos más clementes, por supuesto —¡Brava!
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Me citan (por partida doble, o por partido doble) en esta tesis de la Universidad de San Petersburgo (antes de Leningrado, antes de Petrogrado, antes de San Petersburgo).
2017
Es un pequeño éxito llegar hasta allí. Le dedico la celebración al malhadado Coro del Ejército Rojo, in memoriam, que me han venido a la mente al pasear por estos antiguos parajes soviéticos:
Aquí hay dos versiones de la canción central de esta obra cumbre del kitsch, más recomendable musicalmente en estas interpretaciones originales de la primera Christine, Sarah Brightman, que en las de la película de Joel Schumacher (2004). Además, está aquí el kitsch aderezado y apuntalado, en esta primera versión que sigue, con elementos de sobreactuación grotesca (malamala) por parte del Fantasma, que le termina de dar el carácter de una pesadilla. Por lo menos Sarah canta bien. En la segunda versión tenemos al fantasma de Antonio Banderas, pero no lo hace nada mal. Y además es que soy un incondicional de la Brightman.
Una canción memorable de un tipo de cantante poco frecuente—una rapera afgana, Sonita Alizadeh. Protesta contra la opresión patriarcal y los matrimonios forzados a niñas en su país—y contra la perniciosa costumbre de la venta de novias.
He visto en el Cerbuna, en un ciclo de cine de mujeres, el documental Sonita, de la cineasta iraní Roksareh Ghaemmaghami, basado en la vida de esta cantante tan joven, a medida que iba creciendo. Cuenta su promoción desde Irán, donde creció como refugiada, a los Estados Unidos, con el apoyo de la propia directora y de una institución norteamericana que la acogió y le ha dado una beca.
Recomiendo mucho ver la película Sonita, no sólo por el interés de la historia y de la persona, sino por la calidad del documental y por su interés cinematográfico: es una metaficción que crea a su personaje, a la vez que se alimenta del personaje creado, e interviene directamente en la realidad social que filma. Y son prueba, tanto la directora como la rapera, de lo mucho que se puede hacer con pocos medios cuando se tiene algo que decir, y decisión para decirlo.
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