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La narración conversacional

Apuntes sobre el libro Conversational Narrative, de Neal Norrick (Amsterdam: Benjamins, 2000). Que trata del uso de la narración en medio de la conversación, ya sea informando, cotilleando o contando anécdotas personales o chistes. (Antes había trabajado Norrick sobre el humor en la conversación).

El planteamiento parte de la tradición sociolingüística de Labov, aderezada con Wallace Chafe, Deborah Tannen, Harvey Sacks y Livia Polanyi, que son los autores más citados—junto con los estudios de Bartlett sobre la memoria. Comienza el libro con planteamientos metodológicos sobre la estructura narrativa y sobre elementos formulaicos y repetitivos en la narración oral, pasa luego a ocuparse del tema de los relatos repetidos y el acto de recontar; luego presta atención al encuadre de los relatos en el proceso de la conversación, clasifica los tipos de narración conversacional y compara las narraciones conversacionales espontáneas a casos próximos como el relato de chistes y los relatos en obras dramáticas. Termina con conclusiones que sugieren posibles desarrollos de la investigación sobre este tema.

En conjunto me ha parecido interesante aunque limitado (esto a pesar de su voluntad de ampliar el planteamiento metodológico, proporcionar un panorama más completo de la narración conversacional, y juntar perspectivas diversas)—un tanto cuadriculado, machacón y poco especulativo; demasiado atado a su método y lo que le permite ver. Poco tienen que ver sus análisis de los relatos en Shakespeare o Beckett con lo que haría un crítico literario, que iría mucho más allá en su análisis del relato en contexto, con respecto a la personalidad del narrador, la temática de la obra, etc. El seleccionar sólo determinados aspectos de los relatos conversacionales, sin embargo, sí aporta conocimientos nuevos sobre esos aspectos en concreto.

El capítulo introductorio señala que los conversadores pueden usar la narración para propósitos distintos. Generalmente uno toma protagonismo en el acto narrativo y asume el papel de narrador; enfatiza Norrick que los demás sin embargo siguen interactuando; "El narrador (teller) introduce la historia para asegurarse el interés de los oyentes, hacerse con el control del turno conversacional, y asegurar la comprensión. Entonces el narrador debe dar forma a los materiales que recuerda adaptándolos a una actuación verbal diseñada para el contexto presente. Este puede incluir interrupciones y comentarios de los oyentes; de hecho, los receptores pueden intentar redirigir la línea del relato, reformular su asunto (point) o incluso volverse co-narradores del relato con todas las de la ley. En cualquier caso, los receptores del relato al parecer pueden comprender y evaluar el relato que oyen lo suficientemente rápido como para responder adecuadamente a él, quizá con relatos propios a juego. Describir estos procesos ha de ser un objetivo fundamental de para ofrecer una imagen completa del uso efectivo del lenguaje". (1; traducción mía).

Critica Norrick la imagen del relato demasiado unilateral ofrecida por los estudios de Labov y Waletzky. Al no estudiar relatos espontáneos, sino inducidos por el investigador, primaban el papel de un narrador al que se escucha, sobre el proceso efectivo de la interacción conversacional. (Vamos, que el contexto de la investigación era un tanto artificial). Norrick emplea grabaciones de conversaciones espontáneas entre amigos o familiares. Para Norrick, "La investigación sobre la narración conversacional debería concentrarse en el proceso de cómo se consigue hacer interactivamente una narración entre narrador(es) y oyent(es), observando además las diferencias entre narraciones efectuadas por primera vez, relatos renarrados, y relatos repetidos con frecuencia" (2). También enfatiza más Norrick la función actual del relato, antes que la secuencia "original" de acontecimientos: "Labov & Waletzky toman una secuencia de acontecimientos como la subestructura preexistente de las narraciones personales. Pero los relatos extraidos de conversaciones auténticas muestran que los narradores recrean sus recuerdos de los acontecimientos pasados para adecuarse al contexto presente. Lejos de simplemente recapitular la experiencia pasada, los narradores a menudo parecen revivir, reevaluar y reconstruir la experiencia recordada" (2).

Este planteamiento me interesa, por su relación con la retroactividad de la retrospección —un asunto obsesivo para mí. También promete un planteamiento interesante para desarrollar una teoría de la ficcionalidad (algo que me podría interesar si me decido a hablar sobre este tema en la conferencia de París). Lástima que esta línea de razonamiento no está realmente desarrollada en el libro, ni lleva a conclusiones que vayan mucho más allá de lo aquí dicho.

 

Quita énfasis, pues, Norrick a la secuencia básica de acontecimientos (una pérdida de énfasis que se ve en muchos enfoques contemporáneos sobre la narratividad ). Enfatiza, en su lugar, algunos elementos verbales e interaccionales: "Mis propios datos conversacionales muestran a los narradores organizando sus intervenciones en torno a la repetición y a la formulaicidad tanto como en torno a la secuencia: también ilustran más estabilidad en la evaluación y en el diálogo que en la secuencia de acontecimientos en las historias renarradas" (3).

En línea con los teorizadores de la recepción (Iser, etc.) aquí se enfatiza todavía más la esquematicidad de la actuación narrativa: "el receptor de una narración conversacional debe trabajar incluso para actualizar un esqueleto narrativo a partir de una actuación a menudo polifónica y discontinua" (4). El proceso narrativo también transforma al narrador volviéndolo a poner en contacto con la experiencia y activando rememoraciones y llevando a reevaluaciones de los hechos pasados a la luz de la situación presente. "Por tanto debemos rechazar la definición de Labov de la narración como un método de recapitular la experiencia recordada, en la medida en que suponga que el recuerdo de la experiencia pasada permanece inalterado por la narración" (4). Recontar es recordar, y recordar es re-acordar lo narrado no sólo entre sí, sino con lo sucedido después: un planteamiento que podría llevar a Norrick en dirección a la hermenéutica de la experiencia temporal, pero no lo hace, pues se mantiene en límites disciplinarios mucho más concretos.

El contexto presente ayuda pues a entender la narración que se hace de los acontecimientos pasados: "Para entender estos relatos espontáneos, debemos investigar los contextos conversacionales que los ocasionan, y los propósitos que cumplen" (5). Así, hay muchas ocasiones para la narración conversacional (algo que escapaba al método planteado por Labov, que solicitaba del sujeto una narración). Salen a la luz con este enfoque los prólogos y resúmenes que utilizan los hablantes para establecer la narrabilidad de los relatos, y para enviar señales sobre el tipo de reacción que esperan. También hay que estudiar la manera en que un relato enlaza con otro propuesto a continuación por el interlocutor. Se obtiene un panorama distinto de la actuación narrativa estudiando los contextos efectivos de narraciones auténticas. "Por consiguiente, propongo complementar la descripción estructural de las estrcuturas narrativas que subyacen a los relatos con un micro-análisis de las estrategias de los narradores, para desarrollar una retórica de la narración conversacional junto con una descripción de los contextos que dan lugar a relatos conversacionales y de los efectos que tienen en la interacción circundante" (5-6).

Además de memorizarse secuencias de acontecimientos, en la narración se memorizan secuencias verbales específicas, porciones textuales, fórmulas—las historias renarradas muestran señales de las veces anteriores en que se han narrado.

Utiliza Norrick la teoría de marcos siguiendo a Tannen especialmente—aunque creo que se le podría sacar más partido a la multiplicidad de usos que encuentra Goffman para el concepto de marco, aplicándolos específicamente a la narración.

Norrick, como Chafe y otros, enfatiza el carácter "aditivo" del lenguaje hablado frente al carácter "subordinativo" el texto escrito. (11). (Me queda la duda, sin embargo, de si subestima subordinaciones conceptuales, implícitas, marcos dentro de marcos, etc.,—en favor de elementos superficialmente o más visiblemente aditivos).

Al enfatizar la preeminencia de elementos formulaicos, evaluativos, etc. sobre la secuencia de acciones, también veo un posible problema… si las evaluaciones de un hecho cambian con la distancia temporal, quizá las evaluaciones también parezcans ser candidatas para la reelaboración en distintas renarraciones. Y las fórmulas, ¿no pueden pasar también de unos relatos a otros distintos, si en la renarración de esos han resultado ser eficaces? Quizá cada análisis concreto de un relato, en profundidad, nos proporcionaría resultados que escapan a un método que sólo seleccione ciertos elementos para su valoración. Aunque sea malo para las conclusiones generales...

(... de hecho Norrick admite, de modo a la vez interesante pero insuficientemente desarrollado en sus conclusiones, que el propio analista, como cualquier oyente, también ha de reelaborar las actuaciones verbales que analiza para extraer de ellas relatos que pueda analizar. Pero el método analítico que sigue para extraer la "narración básica" a partir de una secuencia conversacional es de hecho el aspecto más cuadriculizante, abstractivo y cuestionable de todo el enfoque de Norrick).

Norrick graba conversaciones con el conocimiento de los sujetos, arguyendo que al poco rato se deja de prestar atención a la grabadora, "nos cuesta estar pendientes de oyentes no directamente presentes frente a frente" y "la grabadora tiene poco o ningún efecto" sobre las conversaciones grabadas (18). Sea como sea, sus datos ponen de manifiesto "que la narración surge de, y prolifera con, el contexto conversacional concreto; hacen resaltar la naturaleza interactiva de la narración, y el papel clave que juega el público" y contrapesan otros datos que provienen de tantos análisis de narraciones literarias o cuidadosamente seleccionadas, y escritas.

Sobre este punto habría que observar que estas conversaciones orales siguen estando escritas, o transcritas: y que para desarrollar ciertas direcciones del tipo de estudio que plantea Norrick será imprescindible presentar los datos y análisis en formato electrónico, con vídeos y ficheros de audio. Aunque yo personalmente no voy a ir por ahí.

Para la transcripción, escribe Norrick sus narraciones a modo de versos, constituido cada uno por una unidad de entonación. "Los textos escritos se estructuran en torno a oraciones completas; mientras que el lenguaje hablado se organiza en torno a las unidades de entonación" (20)—afirmación que se presta, claro, a matizaciones. Emplea signos para marcar interrupciones, superposiciones de turnos, enlaces sin solución de continuidad entre hablantes, etc.

El capítulo 2, "Internal narrative structure", propone métodos para "extraer" narraciones de modo sistemático a partir de las interacciones, y define algunos conceptos y procedimientos.

"Defino elemento narrativo como una frase con forma verbal del pasado que describe una acción o cambio de estado; y defino narración (narrative) como un conjunto coherente de dos o más elementos narrativos". (28). (Se verá que si esto se toma al pie de la letra es una cuadrícula artificial, y si no, el sistema debería reformularse. Tómese esta narración donde Juan le cuenta a Paco: "Esta mañana me encuentro a Pedro y le digo, oye, a ver si me pagas lo que me debes, y el tío me dice, eso digo yo, a ver si te lo pago"—Que no es una narración según los criterios recién expuestos. O, preguntemos qué es "coherente", pues la coherencia muchas veces depende del criterio de quien es capaz de verla).

Siguiendo a Polanyi, Norrick junta las intervenciones de narrador e interlocutores para llegar a determinar una narración coherente para el analista; "una estrategia que tiene perfecto sentido desde mi punto de vista, en la medida en que refleja la tarea a la que se enfrenta un auditor que tiene que componer una estructura narrativa coherente de una actuación conversacional polifónica" (29). Por otra parte, no se vé bien para qué busca Norrick establecer esas simplificaciones esquemáticas de relatos—para determinar su identidad, quizá, pero es en todo caso son cuestionables estas "estructuras narrativas" abstractas tanto en su interés para lo que busca Norrick (pues dejan de lado muchos aspectos interactivos y textuales) como en la metodología un tanto mecánica mediante la que se obtienen. Critica Norrick a Labov & Waletzky por su metodología un tanto mecánica para determinar la secuencia narrativa, pero su propio método tampoco parece mucho más elástico. Sí quiere, sin embargo, prestar atención a elementos retóricos ajenos a la mera secuencia, como son la construcción de diálogo, el uso de fórmulas, y fallos de producción discursiva. (Elementos que curiosamente parecen eliminados por las definiciones que ha dado).

Propone dar cuenta de relaciones semánticas (uso de presuposiciones, etc.) acudiendo al concepto de marcos situacionales. También hay un segundo tipo de marcos, marcos narrativos, o macroestructuras de distintos tipos de relatos siguiendo a Quasthoff.

El capítulo 3 se plantea estudiar la formulaicidad y la repetición en la actuación narrativa. Veo un problema en una interpretación demasiado simple o limitada del concepto de formulismo. El uso de fórmulas verbales fijas (refranes, expresiones idiomáticas, etc.) no puede separarse del problema de la cuestión de grado: del hecho de que estamos hechos de formulismos diversos, a nivel de arquetipos, macroestructuras, esquemas retóricos, historias habituales, ideologemas, etc. Es crucial al tratar el problema del uso de fórmulas el ver cómo la simple cuestión del formulismo lingüístico se enraíza y se entremezcla con el problema más general del carácter codificado o estructurado de la actuación en general. Y este problema aquí no se plantea.

No carece de interés, sin embargo, el estudio de los formulismos verbales en sí. Norrick observa cómo se utilizan para orquestar o subrayar el proceso narrativo. También toma de Tannen el concepto de formulismo local o espontáneo, con valor de tal en el contexto de una sola interacción.

La repetición, también según Tannen, establece esquemas, hace reconocible la estructura, orienta el suspense y la respuesta. Bajo "repetición", Norrick incluye paralelismos fónicos o léxicos, pero no engarza sus ideas con la tradición retórica o de crítica literaria, que ha llevado este tipo de análisis estructurales mucho más lejos.

Más interesante es el capítulo sobre la renarración. (De hecho, yo llegué al libro de Norrick siguiendo un interés en la repetición y reelaboración narrativa, que desarrollé en mi artículo "Narrating Narrating", que ahora está en prensa). Chafe había trabajado ya sobre el tema, pero "Chafe describe el relato como si fuese un proceso de recuperar información de la memoria, seleccionarla, y verbalizarla; pero yo veo la producción del relato como una reconstrucción más que un simple rememorar. Tiendo a ver a los narradores atrapados en un contexto dinámico y en su propia actuación, narradores que adaptan una historia básica para adecuarla a las necesidades temáticas presentes de la interacción. Al contar nuestras historias personales, creamos y recreamos nuestro pasado a la luz de nuestras necesidades y preocupaciones actuales, en lugar de simplemente recapitular una experiencia almacenada" (69).

Los análisis concretos, sin embargo, son menos fascinantes de lo que promete este planteamiento, quizá porque el tipo de análisis es demasiado rígido y atado a procesos concretos como para dar cabida a un estudio en profundidad de motivaciones y actuaciones. Por ejemplo, la comparación efectiva entre los acontecimientos originales y su narración cae por completo fuera de la metodología aquí planteada. Se apuntan elementos interesantes de los que caben en el método de Norrick: la función de repeticiones literales y paralelismos en distintas versiones de un relato, por ejemplo. Pero algunos elementos mecánicos del análisis de Norrick interfieren con las intuiciones que le guían o las conclusiones a las que llega: un análisis más libre, integral y profundo ayudaría más a justificar esas conclusiones, o a llevarlas más allá.

Entre los relatos contados por segunda vez hay un tipo especial, los que son marcados como tales (aunque toda diferencia es cuestión de grado, sin duda). Según Norrick, esta marca no es sólo una precaución del hablante para presentar material que podría ser rechazado por conocido, sino que también "la mención de una historia familiar puede a veces suponer para los interlocutores una invitación para sumarse a contarla" (83). Son frecuentes en familias o grupos de amigos muy unidos: "Y aunque estos relatos pueden narrarse principalmente para divertirse, funcionan simultáneamente para recordar a los miembros un pasado común y valores compartidos, de manera que refuerzan el sentimiento de una identidad de grupo" (84). A veces se da un toma y daca interactivo, con sucesivas fases de acuerdo gradual para llegar a una historia, que intensifica la interacción y relación personal: "la co-narración modula la relación personal de múltiples maneras, primero porque permite a los participantes revivir experiencias comunes, segundo porque confirma la unión que comparten a largo plazo, y tercero porque la experiencia misma de la narración colaborativa redunda en sentimientos de pertenencia a un grupo" (91).

El capítulo 5 atiende a la integración de los relatos en su contexto conversacional. "Los conversadores prologan sus relatos de manera que justifique su narrabilidad (tellability) y para enviar señales sobre el tipo de respuesta que esperan" (106). Lo importante no es la novedad o interés de por sí del relato sino lo que pueda aportar a la interacción, y un relato conocido por todos vale la pena "si la co-narración promete aportar una inmersión interactiva intensa (high involvement)" (106). Los interlocutores pueden también enviar señales sobre lo apropiado o no de determinado relato, efectuar valoraciones diversas, o indicar su voluntad de completarlo con relatos propios a juego. Haciendo esto, "proclaman tener experiencias parecidas, y con frecuencia también valores y sentimientos similares" (115). En el estudio de las co-narraciones de acontecimientos imaginarios (collaborative fantasies) observa que "los detalles y acontecimientos propuestos están sujetos sólo al capricho de los co-narradores. Por consiguiente, la creación colaborativa de una fantasía conduce mucho a la relación personal (rapport)" (130); "Las fantasías colaborativas representan la forma pura de la charla de implicación mutua elevada, donde la interacción personal prevalece sobre la credibilidad y la secuencialidad" (161)—Aunque es de observar que todos interlocutores de Norrick son consonantes entre sí; faltan ejemplos de respuestas disensivas, o de narraciones disonantes o contraargumentativas.

Relatar es con frecuencia parte de una intervención retórica más amplia. Para Norrick, "Al presentar un relato conversacional, el narrador a menudo hace una apuesta por ganar al interlocutor a un determinado punto de vista sobre los acontecimientos presentados" (116). Se podría completar este estudio con ejemplos de lo que Michael Toolan llama "riesgo" en el uso de la palabra, con valoraciones problemáticas por parte del narrador que son rechazadas, historias juzgadas inadecuadas, o argumentaciones que fracasan y encuentran resistencia por parte del interlocutor. Y todo ello requeriría llevar más lejos el análisis de la pragmática lingüística hacia una ética del lenguaje y una ética tout court, o estudios ideológico-políticos. Pero Norrick no se plantea ir tan lejos; y, como digo, en cualquier caso el conflicto o debate discursivo no entran en su corpus o sus planteamientos.

Cap. 6: Variedades de la narración conversacional. Aquí aparecen según los encabezamientos (a) las narraciones personales (de autoenaltecimiento, de situaciones embarazosas o dificultades, de sueños); (b) las narraciones en tercera persona, (c) Las experiencias recurrentes; (d) Las renarraciones colaborativas (para ratificar la pertenencia a un grupo, para una tercera persona, o las fantasías colaborativas); (e) Los relatos difusos. Parece una clasificación ad hoc, quizá de casos frecuentes en su corpus, pero poco sistemática conceptualmente. Faltan, por ejemplo, las narraciones informativas, que podría uno pensar serían el caso más central o neutral (aunque ya vimos que no según Norrick, pero de ahí a que no existan...). Faltan los relatos de acontecimientos curiosos, o del interés especial del oyente o hablante... En fin, que esto será una colección de casos, pero no una taxonomía razonable. Sea como sea, arguye Norrick que "las estrategias usadas por los narradores como la repetición, uso de fórmulas, fallos de fluidez o construcción de diálogo permanecen constantes en todas los tipos de narración estudiados" (168). Es de suponer, sin embargo, que podrían elaborarse clasificaciones distintas sobre la base de diferencias interactivas efectivas: historias de engrandecimiento personal rechazadas por el auditor, por ejemplo, junto con las maniobras de corrección y negociación a que esto da lugar.

El tema de la vanity de los narradores es fascinante para una pragmática narrativa, y para mí. Según Norrick, la mayoría de los hablantes evitan relatos vanidosos, pero los chicos jóvenes (dice de hecho "students—most specially the male students")—"a menudo cuentan relatos de auto-engrandecimiento en los que salen ganando frente a otros compañeros o a la gente mayor" (136). Estas "put-down stories" parecen ser especialmente frecuentes en su corpus. Sí reconoce Norrick (—no vayamos a asociar juventud y egolatría—) que "Los narradores sí pueden, sin embargo, jactarse de modo más implícito, por ejemplo asociándose a nombres prestigiosos como quien no quiere la cosa (name-dropping) y con otras referencias aparentemente casuales a lugares y actividades prestigiosos" ("voy a dar una conferencia en París", etc.).

Los relatos de situaciones embarazosas son aún más frecuentes que los jactanciosos: "La mayoría de los narradores en mis datos evitan relatos explícitos de engrandecimiento personal; de hecho, es mucho más probable que cuenten historias de acontecimientos embarazosos, a menudo de su propio pasado bastante distante. Sin embargo, va asociado una especie de prestigio implícito al hecho de haber superado errores estúpidos del pasado. Además, la capacidad de reírse de los puntos débiles y errores de uno mismo evidencia un sentido del humor, que también cuenta como virtud. Lejos de resultar en una pérdida de puntos sociales (loss of face), la narración de relatos sobre momentos personalmente embarazosos termina funcionando como un autoengrandecimiento implícito. Además, este tipo de autoengrandecimiento es invulnerable, puesto que adopta la pose de una autodenigración" (143)—(Bueno, invulnerable... todas las estrategias retóricas se pueden desmontar, pero sí requeriría el hacerlo un esfuerzo confrontacional bastante serio).

Poco tiene que decir Norrick sobre los relatos de sueños, pues casi todo lo que se podría decir sobre el tema escapa a sus parámetros autoimpuestos. Sí dice que son como relatos de experiencias personales, pero marcados claramente como sueños (vaya)—y que un relato sobre sueño parece invitar a otro como respuesta.

Los relatos sobre acontecimientos en tercera persona parecen ser un material conversacional flojo a juzgar por el análisis de Norrick, que privilegia las oportunidades de interacción e inmersión proporcionados por la narración personal (en primera persona, claro). No es sorprendente que muchos relatos en tercera persona se aderecen con el relato de cómo llegó a nuestros oídos o cómo nos lo contaron: otra variedad del narrated narrating que Norrick sin embargo no investiga aquí.

En general, echo en falta en estos análisis muchas dimensiones para mí interesantes de lo que supone estructurar un relato y organizarlo para que produzca su efecto. Como he dicho, faltan dimensiones éticas e ideológicas, pero también estructurales: Norrick no presta atención a la manipulación de punto de vista, al juego con el tiempo, el papel de la retrospección, del conocimiento privilegiado del narrador debido a su perspectiva temporal (hindsight), etc. Y sin embargo estas cuestiones son tan cruciales en la narración conversacional como en el análisis de relatos literarios.

Una cosa que sucede menos en literatura, o de otra manera, debido a las características del medio, es la conarración interactiva durante el proceso de elaboración del relato. Como ya he dicho, Norrick enfatiza la consonancia más que la disonancia. "Incluso sin una coda final que exprese un acuerdo sobre la evaluación de un acontecimiento pasado o sobre la cuestión clave del relato (the point of the story), la narración colaborativa sirve para ratificar la pertenencia a un grupo y para modular la relación personal de múltiples maneras, promero porque permite a los participantes revivir experiencias comunes destacables, segundo porque confirma la unión que comparten desde hace tiempo, y tercero porque la experiencia misma de la narración colaborativa produce sentimientos de pertenencia común. Además, la narración colaborativa ayuda a fijar la forma verbal de una experiencia compartida para los participantes" (157).

Se echa en falta aquí una importación de conceptos de crítica literaria tales como el resisting reader (interlocutor resistente, diríamos aquí), la diferencia entre receptor implícito modelado por el discurso y receptor efectivo, uso de narratarios interpuestos, que también lo hay, etc.

Otro concepto interesante usado por Norrick es el de relato difuso, emergente parcialmente sobre el trasfondo conversacional, y que permite establecer un continuo de formas entre los elementos narrativos aislados, con un narrador central, y la interacción conversacional que les sirven de trasfondo y de la que pueden surgir. (168). Lo que sí parece evidente es que cualquiera de los otros tipos clasificados por Norrick puede ser un relato más o menos difuso o más o menos bien delimitado.

Capítulo 7: Extensiones del enfoque. Aquí se presentan análisis de otros tipos de narraciones conversacionales más "literarios": chistes, por una parte, y escenas de narración conversacional en Romeo y Julieta y Endgame por otra. En los chistes, se enfatiza el riesgo de fracaso a la hora contar chistes viejos, pues la evaluación es inmediata—aunque para mí que muchas veces se cuentan e igual sirven para intensificar la relación personal, aunque fracasen como novedades. En Shakespeare y Beckett se enfatiza la manera en que utilizan recursos (repeticiones, variaciones, interrupciones) propias de las narraciones reales, y de ahí su éxito. Aunque falta un análisis más profundo no sólo del papel estructural de estas narraciones en su contexto de la obra literaria, sino también en su contexto dentro del mundo ficticio. Como de costumbre, Norrick atiende sólo a unos pocos aspectos que son los que son objeto de su estudio, y se echa en falta un análisis más global, holístico, integracionalista, o desconstructivista, por qué no.

En las conclusiones, aparte de las recapitulaciones, se sugiere la posibilidad de estudiar cómo la narración lleva a rememorar y a recuperar detalles perdidos del pasado, y cómo los detalles concretos (aunque irrelevantes en sí) parecen tener importancia para los narradores como modo de anclar su narración en la experiencia personal, y como recurso para recordar y verbalizar.

Otro día quizá analice relatos personales de los que oigo, o de los que transcribo aquí mismo, o de los que yo mismo hago. No sé lo que valdría semejante análisis (aparte del interés autoanalítico)—pero apunto que los blogs son un nuevo medio, una nueva interfaz entre la narración interactiva y la escritura, y que pueden dar lugar a formas narrativas específicas que con toda seguridad aún están mayormente por desarrollar. Pero mi artículo sobre la narratología de los blogs, si llega a existir, habrá de esperar a otra ocasión: aquí ya he superado lo que se suele considerar un turno aceptable para un post.

Blogs: La conservación de la conversación

 

 

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