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Lejeune-do diarios

Me estoy leyendo uno de los primeros libros que salieron sobre los blogs personales, "Cher écran..." de Philippe Lejeune (2000). Bueno, la palabra blog es que ni aparece, llega aquí Lejeune no por el camino tecnológico sino por el del diario personal, que es el objeto del libro: el diario personal escrito por ordenador—privado, en la primera mitad del libro, y público en red, en la segunda mitad. El libro mismo adopta una forma de diario siguiendo la inmersión lenta y deliberada de Lejeune en un mundillo que desconocía (mundillo realmente entonces, antes del bombazo de los Skyblogs en Francia). Como es de suponer, las reflexiones sobre la privacidad, la intimidad, el descoque, la confidencialidad etc., ocupan buena parte de las reflexiones de Lejeune—y de sus "colaboradores", pues más de la mitad del libro son extractos impresos de diarios en red, una especie de anthologie du blog avant la lettre.

Un échantillon:

"Internet no es más que una peripecia en la larga historia del noviazgo entre el secretismo y la publicación, entre el pudor y el impudor... Todo descansa sobre la oposición de dos públicos: los cercanos, de los cuales uno se esconde; los otros, cuyo reconocimiento se busca. Mucho antes de Internet, los escritores querían a los amigos que les llegaban a través de los libros. Internet es el primer dispositivo que permite a cualquiera ser reconocido a la vez que permanece desconocido." (393, traduzco).

Internet es la invención de la "micro-recepción" (395): permite a todos tener unos poquitos lectores y sentirse reconocido por ellos, hace pasar la recepción de lo cuantitativo a lo cualitativo.  Todo es allí a la vez viejo y nuevo y (aquí se reconoce el momento milenarista en que se escribió esto)—nos lleva a "un fin del mundo en un desorden de voces inaudito, y a la vez, es el principio del mundo, en el que cada uno, en su rincón, reinventa los gestos más simples, como los enamorados el amor..." (397).

"Cada vez más," dice Lejeune,  "el diario de enfermedad me parece no ya una categoría particular más, sino el núcleo mismo del diario íntimo" (398)—Supongo que esto es más comprensible si consideramos la vida como enfermedad, o las paradojas de la socialización como una enfermedad...  La perspectiva de Lejeune se va volviendo más comprensiva y positiva hacia los blogs personales, como se volvió en tiempos más positiva hacia el diario personal a partir de un rechazo inicial que tenía. Esto decía en unas notas que rescata de 1980—cuya sustancia es que le falta al diario perspectiva, retrospectividad, interpretación, distancia y narratividad:

"El diario, que se presenta como una lucha contra el tiempo (fijar el presente, construir una memoria) está de hecho fundado sobre una abdicación previa ante el tiempo (atomizado, hecho añicos, reducido al instante)... Incapaz de resumir, de subsumir lo idéntico bajo un concepto, atrapado en esa locura de repetición que es la vida misma.... Repite en la escritura precisamente aquello de lo cual debería salvarnos la escritura: es esencialmente trágico" (405).

Ahora parece creer más en la posibilidad de construir ese orden narrativo a medida que se avanza. "L’articulation entre journal et autobiographie est au cœur de mon histoire" (405). Una página del diario sobre diarios:

"lunes 14 de enero (de 2000)

"Última clase del semestre. Excelente exposición de otra estudiante sueca, Jenny Högström, sobre las cicatrices como desencadenadoras de autobiografías. Cosa que resonaba con una exposición del año pasado sobre el tatuaje. Nuestra piel es un pergamino sobre el cual la vida deja sus huellas, podemos vernos tentados a inscribir allí, a su vez, nuestra identidad. El tatuaje mismo, cuando las elecciones que lo inspiraron ya no se llevan, se vuelve la cicatriz de una identidad pasada. Chair écran..."

Y le parece encomiable la dignidad personal de los diaristas en red, y hasta aprecia en ellos una especie de modestia sui géneris, frente a los egos grotescos de la telebasura.

Mientras el libro avanza, pasan cosas. Muere el padre de Lejeune (on n’est plus si jeunes que ça...). La Asamblea francesa pasa legislación sobre responsabilidades de los administradores en Internet. Los diarios se multiplican por momentos....

—Leyendo leyendo a Lejeune me acuerdo de cuando comencé a llevar un blog personal. Supongo que lo sigo llevando, aunque el lado personal no es precisamente el que más ha crecido. Antes leía más diarios personales, ahora más blogs temáticos. Y me he dedicado a especulaciones semióticas, a comentarios sobre la actualidad, últimamente al cante jondo.... Supongo que gran parte de la deriva que tome un diario tiene que ver no sólo con lo que uno lleve dentro y vaya sacando, sino con el feedback que llega de fuera. Abundaban más los comentarios y el trato personal hace unos años en mi internet particular. Luego la cosa no se ha desarrollado por allí—hoy le decía a una amiga que creía que iba a encontrarme gente con intereses similares, conversaciones, etc., y que más bien me he encontrado más aún conmigo mismo, ¡como si yo no abundase ya, y me hiciera falta!  Cuestiones de intimidad personal, problemas con los conocidos, etc., también eran más prominentes al principio. Aunque quizá sea que me he acostumbrado. Hace poco, una colega con la que he tenido muchas desavenencias se quejaba de verse nombrada en mi web personal. Le dije que al menos no podía decir que me dedicaba a decir falsedades sobre ella—si bien no es de esperar que esté muy de acuerdo con la manera en que entiendo nuestras desavenencias.

En fin, que quiérase que no, desde el momento que abrimos la boca hacemos un diario personal. Y ya no te digo si vamos por ahí, como yo, con nuestra identidad "real" a cuestas, hablando de cosas del trabajo, etc. Aunque mi blog vaya derivando hacia dos o tres temas recurrentes, ni me libro ni me quiero librar de la dimensión de blog personal, y diario si a diario llega. De ahí que alguna gente parece creer (y antes más) que me dedico a escribir aquí todo lo que hago y todo lo que pienso y todo lo que me pasa. Eso no es ni posible ni deseable ni se intenta aquí, por supuesto. Aunque no niego que lo que escribo esté lleno de mensajes secretos sólo descifrables para mí, como señales de televisión para las que falta el decodificador. Pero eso le pasa al mundo por el que paseamos, no sólo a los textos que escribimos. Todo es un diario personal, y un fragmento de autobiografía, si bien lo miramos. El mundo está tatuado con mensajes personales.

Cómodamente aplatanados

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