Vicky Cristina Barcelona
Como llego tarde (como siempre) al estreno, remito para una visión general de esta película de Woody Allen a la reseña de Roger Ebert del Chicago Sun-Times, la de Scott Foundas en Village Voice o la de Kenneth Turan en Los Angeles Times. Más sarcástica era la de Arcadi Espada hace unas semanas en su blog. Y es que lo que le ha impactado la gente aquí en España es que una de las americanas pseudointelectuales de Woody Allen estuviera haciendo un máster en identidad catalana, razón para el viaje de las amigas a Barcelona. Máster en identidad catalana en el que sin duda estudiará la monarquía catalana, la invasión de las fuerzas armadas españolas en el siglo XVIII, etc. Un poco fuerte, claro, como condición puesta por los productores filonacionalista, quizá—aunque en la peli se trata en realidad como una pseudointelectualidad light que les da ocasión a las chicas para echar unos polvetes por aquí y por allá, lejos del ambiente de los USA que hemos de suponer más puritano. Vamos, lo más propio para ese máster, que no parece que vaya a colocar a Vicky (la mastera Rebecca Hall) a la cabeza de ningún museo, como supone ella—de hecho ya se casa con un broker de Wall Street que (si no lo han echado uno de estos días del crack) ya la retirará de la circulación, y la tendrá organizando cócteles y viendo exposiciones de arte catalana subvencionadas por la Generalitat, en Nueva York. De hecho las condiciones de financiación impuestas a Allen eran generosas y al parecer ni siquiera estipulaban que la chica aprenda catalán, ni español, vamos; de hecho ni llegamos a saber que exista el catalán. Y la película transcurre en un limbo lingüístico que la hace todavía más irreal. Se nos toca guitarra española en los patios, y los machos ibéricos son incontestablemente españoles, no catalanes para nada—de hecho, quizá tras olisquear brevemente el panorama, Allen decide que el latin loverBardem mejor sea un charnego asturiano en lugar de un catalán. Y a Asturias nos lleva para perpetrar la seducción de las americanas, no se sabe si con subvención autonómica del Principado. La seducción está literalmente tirada, pues ambas mozas están en un paréntesis de irrealidad y deseando ser seducidas, sólo que una lo sabe y la otra no, y el asturcón al parecer es irresistible. El caso es que Cristina (Scarlett Johansson), que es la que quería mojar y acepta la descarada invitación del interesante bohemio para viajar con él y hacer el amor, se pone mala, y sus amigos en lugar de hacerle compañía en el hotel la plantan ahí sin más explicaciones y se van de parejita a cenas románticas, excursiones y conciertos; parejita mal avenida al principio, pero ay, es que Vicky sólo era frígida de boquilla, y sólo le gustaba su novio "oficialmente"; en realidad tiene un rechazo reprimido a la idea de casarse con el broker tan soso y convencional, y Bardem se la lleva al huerto fácilmente. Pero la chica tiene un alto superyó, así que vuelve con el novio y se casa, por mucho que la aburra la idea y el novio. Aunque sólo la casualidad y la irrupción de Penélope con pistola impedirán que eche otro casquete de despedida con Bardem, antes de enfrentarse a su destino de ama de casa americana. En los meses entre uno y otro escarceo, Bardem ha estado viviendo un ménage à trois con su ex Penélope, y con Cristina, siempre ansiosa de experimentar nuevas sensaciones. No se echa atrás ni ante el lesbiansimo la chica—aunque no quiere definirse como bisexual, dice "soy yo y ya está"—lo que no sabemos es si tiene algún tipo de orientación o se entregaría con la misma placidez a cualquier amante y sus experiencias prometidas, fuera albañil pegador, chimpancé o mariscadora gallega. Nada hace pensar lo contrario. Aunque más bien sospecha uno que esto es todo un complot entre guapos (contando provisionalmente a Bardem entre ellos): todas estas experimentaciones con sexo libre, fantasías eróticas y apasionamientos desgarrados molarían bastante menos si fuesen gente fea esta que vemos. Por ejemplo, la Penélope ("María Elena"), supuestamente pintora genial pero apasionada hasta el desequilibrio; aparece despeinada gritando a su hombre en una relación de amor odio, una tigresa de mujer, un magnífico ejemplar de hembra fatal. Pero todo su encanto psicológico y mistérico se desvanece si en lugar de ser una mujer guapa fuera una vacaburra con granos: no queda psicología ni para un remedio, y se vería con más claridad lo zafio, brutal, insoportable y grosero que es este personaje. Y la liberada propuesta de cama redonda del Bardem sería menos vitalmente aventurera y liberadora si viniera de un oficinista calvo, supongo yo. Vamos, que el supuesto estudio psicológico que nos plantea la película (con Vicky y Cristina como opciones contrapuestas ante la erótica de la vida) tiene menos profundidad y sustancia que un máster de identidad catalana. Para empezar, ni siquiera son opuestas: las dos están con unas ganas locas de pillar macho ibérico, lo confiesen o no. Los casos contrapuestos serían una chica auténticamente feliz con su novio y otra una vivalavirgen: tal como se presenta la cosa en cambio, se pone el dedito en la balanza, y se nos presenta a la que elige la pareja monógama como una reprimida hipócrita, que lo es—pero hay que suponer que no es el caso de todo el mundo. La otra, Cristina, al parecer encarna la filosofía preferida ahora por el guionista Allen: vida erótica caprichosa y sin compromiso, la que elige la vida como "pasión y sufrimiento" en lugar de la seguridad emocional. Pero están mal leídos los personajes: la que de hecho sufre de amores es Vicky, por su represión y sus conflictos (y también su prima/tía, que también tiene un amante y también está atormentada por su infidelidad y por su propia falta de decisión para romper su matrimonio); Cristina en cambio, nada, es un cacho carne agradecida para sobar, y la cara ovejuna de la Scarlett Johansson desde luego redondea el papel de rubia tonta y puramente sensual. Esta ni se enamora ni se desenamora, sólo va por ahí apuntándose a lo que le echen, y va a vivir una vida muy light y muy promiscua pero (paradójicamente) sin pasiones. Para psicología no da para mucho. Y a eso se suman las incoherencias del erotismo español: Bardem va supuestamente de desinhibido, asaltando a las chicas monas en el bar y proponiéndoles una cama redonda allí mismo. Pero luego resulta que no sólo arrastra penas de amor imposible (algo que aún se entendería) sino que está tan libre y poco comprometido y dispuesto a entregar su corazón y su exclusividad, que se lleva a vivir a casa a la primera que le dice sí. Esto ya no se sabe si es promiscuidad o todo lo contrario. Casi entiende uno que a la promiscua Cristina, que se había apuntado a la propuesta de un revolcón, se le haga pesado sobrellevar una relación continuada, aun con la sal añadida de la ex que se les suma. Vamos, que no solo las chicas sino también la película llevan un cierto bollo mental de cuidado en el planteamiento de opciones vitales y eróticas. No ayuda el comentario en off, algo tan torpe cinematográficamente que casi parece una parodia al principio, hasta que uno se resigna a estar viendo una versión cum commento de algún Cuento Moral de Eric Rohmer. O más bien, por no exagerar, algún culebrón sudamericano bien cuidado en su filmación y bien interpretado.... pero para poca más sustancia da el guión. Sí, se pueden hacer lecturas suplementarias, verle un poco más de profundidad e ironías de las que manifiesta la voz narrativa... pero ya no se sabe quién es el responsable de estas ironías, si el comentador o el guionista. Por ejemplo, que es una historia de niñas ricas caprichosas y desocupadas, eso quizá llegue a verlo el guionista. Que las pretensiones intelectuales y artísticas de estas mozas (por no hablar de las plastas que pintan Bardem y señora) son un camelo—pues quizá también lo vea, pero ya no está tan claro. Que aquí los hombres manejan el dinero, mientras las mujeres se dedican al amor y a ensueños eróticos... pues también se puede ver. Valga el caso del pintor Bardem, supuestamente un vil imitador de su mujer como artista, pero que pasa por creativo impetuoso y bohemio: es él el que hace exposiciones, promociona su obra, hace contactos, etc. etc., mientras que ella sólo va por ahí dando gritos, desmelenada y pintando en arrebatos a lo Pollock, sin saber que la supuesta obra de arte es ella. En fin, una versión más de los inocentes americanos en la Europa exótica, y del descenso a la experiencia auténtica, pero la autenticidad se nos queda corta... ¿Será una versión lolái de La Tesis de Nancy? ¿O será la Tesis de Woody? También él es un turista americano, después de todo.
Vicky Cristina Barcelona. Dir. Woody Allen. Cast: Scarlett Johansson, Rebecca Hall, Javier Bardem, Penélope Cruz, Patricia Clarkson, Chris Messina, Kevin Dunn. Exec. prod. Jaume Roures. Metro Goldwyn Mayer, 2008. http://www.vickycristinabarcelonalapelicula.es
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