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Vanity Fea

Indices de productividad, expertos y calidades

Acabo de comprarme un libro interesantísimo sobre todos estos temas que me traen a vueltas, de la retrospección, la falacia narrativa, el hindsight bias, la reescritura de la historia, las sorpresas, catástrofes, y reorganizaciones súbitas de la realidad....

Es El Cisne Negro: El impacto de lo altamente improbable, de Nassim Nicholas Taleb (2007; Círculo de lectores, 2008). Y desarrolla toda una teoría narrativa del conocimiento (prospectivo y retrospectivo) en esta línea, aplicándolo a multitud de cuestiones del mundo que nos rodea. En suma, un libro que me habría gustado escribir...

Por ejemplo, un comentario en esta línea sobre la crisis hipotecaria de las sub-prime, el desfonde del sistema financiero, la burbuja inmobiliaria que por fin estalló etc. etc. Observa Taleb que "el período de rendición de cuentas en el que se evalúan los resultados de las empresas es demasiado corto para poder revelar si se va o no por buen camino" (p. 162). Y esto se repite una y otra vez:

pensemos en el director de un banco que lleve mucho tiempo acumulando beneficios y que, por un único revés de la fortuna, lo pierde todo. Por regla general, los banqueros de crédito tienen forma de pera, van perfectamente afeitados y visten de la forma más cómoda y aburrida posible, con traje oscuro, camisa blanca y corbata roja. En efecto, para su negocio del préstamo, los bancos contratan a personas aburridas y las forman para que sean aún más sosas. Pero lo hacen para despistar. Si tienen el aspecto de personas conservadoras es porque sus préstamos sólo caen en la bancarrota en muy rarísimas ocasiones. No hay forma de calcular la eficacia de su actividad prestamista con la simple observación de la misma durante un día, una semana, un mes o... incluso un siglo. En verano de 1982, los grandes bancos estadounidenses perdieron casi todas sus ganancias anteriores (acumuladas), casi todo lo que habían reunido en la historia de la banca estadounidense. Habían estado concediendo préstamos a países de América Central y del Sur, que dejaron de pagar todos al mismo tiempo, "un suceso de carácter excepcional". Así que bastó con un verano para comprender que ése era un negocio de aprovechados y tque todas sus ganancias provenían de un juego muy arriesgado. Durante ese tiempo, los banqueros hicieron creer a todo el mundo, ellos los primeros, que eran "conservadores". No son conservadores, sólo fenomenalmente diestros para el autoengaño y para ocultar bajo la alfombra la posibilidad de una pérdida grande y devastadora. De hecho, la parodia se repitió diez años despés con los grandes bancos "conscientes del riesgo", que nuevamente se hallaban bajo presión económica, muchos de ellos a punto de quebrar, tras la caída del precio de las propiedades inmobiliarias a principios de la década de 1990, cuando la hoy desaparecida industria del ahorro y el préstamo necesitó un rescate a cargo del contribuyente de más de medio billón de dólares. El banco de la Reserva Federal los protegió a nuestras expensas: cuando los banqueros "conservadores" obtienen beneficios, ellos son quienes se llevan las ganancias; cuando caen enfermos, nosotros nos hacesmos cargo de los costes. (....) Otro suceso reciente es la bancarrota casi instantánea, en 1998, de una compañía de inversiones financieras (fondo de protección) llamada Long-Term Capital Management (LTCM, Gestión de Capital a Largo Plazo), que empleaba los métodos y la experiencia en riesgo de dos "premios Nobel de Economía", a los que llamaban "genios" pero que en realidad empleaban las falsas matemáticas al estilo de la curva de campana, mientras conseguían convencerse de que era ciencia de la buena y convertían a todos los empleados en unos redomados imbéciles. Una de las mayores pérdidas bursátiles de la historia tuvo lugar en un abrir y cerrar de ojos, sin ningún signo premonitorio. (92-94)
 


Eso, claro, si no se considera signo premonitorio la recurrencia de estas prácticas y de estos cracks. Lo más curioso es la manera en que los propios bancos han ido labrándose la crisis (la crisis nuestra más que suya) a base de planes de "eficacia" y productividad. Es conocida la manera en que han proliferado en los servicios financieros los controles de productividad, los cupos impuestos a cada empleado sobre las cantidades a contratar, según políticas establecidas por los bancos o aseguradoras. Bien, pues cada empleado se esforzaba por cumplir con el supuesto criterio de calidad, muchas veces contra su propio criterio sobre la seguridad o racionalidad del préstamo, o de la hipoteca, o del valor de la vivienda, porque era la plantilla impuesta desde la superioridad la que exigía cubrir esos cupos. Resultado al final de cada balance: fantástico, hemos cubierto con nuestros criterios de calidad y hemos aumentado la productividad en un tantos por ciento. Pero la Calidad a piñón fijo y a corto plazo llega hasta donde llega. ¿Resultado después del batacazo? Que pague el contribuyente. Que de eso ya se encargan los expertos.

Atraco banquero-socialista


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