Montaigne ensayando
Montaigne ensayando
Hace tiempo escribí un artículo comparando la teoría del ensayo y la del blog, como géneros divagantes o menores. Hoy hay que añadirle, from the horse's mouth, esta descripción de su propia escritura que nos da Montaigne, el creador del ensayo. Y es cierto que Montaigne es a veces tan desorganizado o divagante o desestructurado como pueda desearse, algo que en cierto modo no lo convierte en el maestro del ensayo como forma, aunque sí del ensayo como carencia de forma. En fin, así se ve Montaigne, como primer bloguero de sí, quizá, en el ensayo "De Demócrito y Heráclito", capítulo 50 del primer libro de los Ensayos. Él es más de Demócrito, nos dice: "Nuestra propia y peculiar condición es tan ridícula como risible". Pero eso no le impide meterse a indagar u opinar sobre cualquier cosa, más bien le anima.
"Es el juicio instrumento para todos los temas y en todo se mete. Por este motivo, en los ensayos que de él hago aquí, aprovecho toda ocasión. Si es tema del que nada entiendo, por ello mismo lo pruebo, midiendo el vado desde muy lejos; y después, hallándolo demasiado profundo para mi talla, quédome en la orilla; y este reconocer la imposibilidad de atravesarlo, es una muestra de su efectividad, y una incluso de las que más se jacta. Ora en tema vano y vacío, intento ver si hallará con qué darle cuerpo y con qué sostenerlo y apuntarlo. Ora lo paseo por un tema noble y manido en el que nada ha de encontrar de su propia cosecha, al estar el camino tan trillado que no puede andar más que tras las huellas de otros. Entonces, su papel es elegir la ruta que mejor le parezca, y, de mil senderos, dice que este o aquel fue el mejor escogido. Tomo al azar el primer tema que se me presenta. Todos me son igualmente buenos. Y jamás pretendo tratarlos por entero. Pues de nada puedo er el todo. Aquellos que prometen mostrárnoslo, no lo hacen. De cien partes o rostros que cada cosa tiene, tomo uno de ellos, ya solo para lamerlo, ya para rozarlo, ya para pellizcarlo hasta el hueso. Penetro en él, no con amplitud, sino con la mayor profundidad que puedo. Y a menudo gusto de cogerlo desde algún punto de vista inusitado. Me atrevería a tratar a fondo alguna materia, si me conociera menos. Sembrando una frase aquí, otra allá, muestras desgajadas de su conjunto, separadas sin designio ni promesa, no me veo obligado a hacer cosa que valga ni a mantenerme yo mismo sin variar cuando me plazca y sin rendirme a la duda o a la incertidumbre o a mi estado original que es la ignorancia.
Todo acto nos descubre. La misma alma de César que se muestra en ordenar y dirigir la batalla de Farsalia, muéstrase también al organizar las empresas amorosas del ocio. Júzgase de un caballo, no solo viéndole correr en un hipódromo, sino también viéndole correr en un hipódromo, sino también viéndole ir al paso e incluso viéndole descansar en la cuadra."
Si el ensayo y la miscelánea nos son géneros próximos y familiares, quizá sea porque (al menos en una de las perspectivas posibles sobre nosotros) en realidad somos nosotros mismos poco más que ensayos de persona, o de nosotros; somos misceláneos. El mismo Montaigne lo comenta así en el ensayo "De la inconstancia de nuestros actos" (II.1):
—una reflexión ésta que nos deja reflexionando sobre la teatralidad interna que nos constituye, cada uno una compañía teatral entera en su fuero interno, y sacándola a actuar si hace falta. Uno mismo es compañía.
Es una escritura especialmente apta para el verano, se diría, esta modalidad de escritura light (y de existencia light). Pero yo no llego ahora ni al nivel de listón bajo éste que se marca Montaigne; estoy que no escribo, por algo será; como de costumbre, lo veremos mejor con distancia retrospectiva. O no.
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