Michel Butor: poesía y novela
Qué placer leer a Michel Butor, escriba lo que escriba... Hace poco me leí la Historia Extraordinaria, análisis biográfico-psicoanalítico de un sueño que liga a Baudelaire y a Edgar Allan Poe. Fascinante. Ahora he terminado sus Essais sur le roman, escritos en los primeros años 60, crítica auténticamente exploratoria entonces, y que por tanto sigue siéndolo, pues a las cosas buenas el tiempo las enriquece retroactivamente. Dos palabras sobre poesía y novela voy a citar:
La poesía se despliega siempre en la nostalgia del mundo sagrado perdido. El poeta es el que se da cuenta de que el lenguaje, y con él todas las cosas humanas, está en peligro. Las palabras corrientes ya no tienen garantía; si pierden su sentido, todo empieza a perder su sentido – el poeta intentará devolvérselo. (36, traduzco)
Así un poema puede sacralizar, eternizándolo, un momento sagrado de la existencia, una epifanía. Y es una nostalgia que, a través del deseo, critica la realidad para proponer su transformación (38).
El novelista, en cambio, trabaja con lo cotidiano, lo prosaico; pero reelabora lo prosaico y lo cotidiano de manera que a través de su forma aparece una nueva forma de poesía, una poesía reflexiva que se ve a sí misma surgir a partir de lo cotidiano; la novela busca integrar en su estructura "todo lo que pensábamos en un principio que carecía de interés" (46) -- lo que Beckett llamaba el caos.
El novelista es así el que ve que se está esbozando una estructura en lo que lo rodea, y el que va a perseguir esa estructura, hacerla crecer, perfeccionarla, estudiarla, hasta el momento en que sea legible para todos.
Es el que ve que las cosas a su alrededor empiezan a murmurar, es quien va a llevar ese murmullo hasta la palabra (...)
La poesía novelesca es, pues, aquello a través de lo cual la realidad en su conjunto puede tomar consciencia de sí misma para criticarse y transformarse. (47).
Estas ideas de Butor tienen mucha relación con la hermenéutica: cómo el lenguaje reposa sobre un silencio de las cosas que sin embargo ya es significativo, y cómo la palabra reelabora la situación prelingüística que le sirve de base y la hace posible en primer lugar. La novela, como la palabra, tiene así una dimensión retroactiva/reelaboradora que a menudo pasa desapercibida. Esta perspectiva también se podría poner en conexión con las teorías del mundo humano como emergencia (en la línea de George Herbert Mead). Y, como Oscar Wilde, Butor considera que la labor del novelista - del artista - es crucial: las grandes obras "transforman la manera en que vemos y contamos el mundo, y por consiguiente transforman el mundo" (112). Butor no teme volverlo más complejo con su escritura difícil, sus matices sutiles y sus frases de articulación compleja: el mundo mismo ya nos está pidiendo complejidad.
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