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Vanity Fea

Un mito de creación

Por encargo de su profe de Lengua, Álvaro ha escrito este mito de creación; yo creo que ha captado muy bien las convenciones del género. De hecho, se queda uno pensando lo bien que conectan los niños, de modo espontáneo, con estos esquemas narrativos básicos que unen el orden humano al divino y que nos cuentan el origen del mundo tal y como lo conocemos. Casi podríamos decir que aquí la ontogenia de las narraciones en el individuo sí reproduce la filogenia de las narraciones en la cultura."Mira, lo que más me gusta de mi mito", me dice, "es estas cosas que suelen decir los dioses, cosas del estilo de ’Esto aún no es bueno: los hombres no tienen con qué alimentarse...’". Pero claro, algunas diferencias hay: si los mitos de creación suelen proyectar a una narración una diferencia socialmente relevante y narrar su supuesto origen, el mito de Álvaro está especialmente influido por las narraciones de progreso, en especial del progreso a través de la técnica y de la carrera armamentística.

 Título: La Tierra primitiva.

Los Albareños, pueblo habitante de Madagascar y selvas de África, son un gente bastante avanzada que prefiere el aislamiento; conocen la agricultura y la ganadería, la escritura, la ropa y la técnica de fundición de los metales, tienen monedas rudimentarias y son  politeístas, creen en muchos dioses, de los que el dios Álvaro, creador del mundo, es el más importante.

El dios Álvaro, según sus creencias, al principio de los tiempos creó la Tierra y en ella  a dos clases de hombres, los Albareños y los Paqueros, dándoles en posesión toda la tierra, que por aquel entonces estaba toda unida, sin ninguna isla, solo un gran continente llamado Ozark, y en éste un único y gran lago, el lago Rekol; tampoco en ella había animales, así que  el dios Álvaro pensó:"Esto aún no es bueno, la gente no tiene con qué alimentarse".–– y pobló la Tierra con plantas y animales, y enseñó a la gente qué era lo que podía comerse y qué no, qué plantas podían curar y cuales eran venenosas; también enseñó a las personas cómo fabricar utensilios con palos  y a hacer lanzas y para cazar y defenderse.  Además les enseñó a vestirse con las pieles de los animales que cazaban para abrigarse.

Las dos razas humanas creadas por el dios, los Paqueros y los Albareños, vivían al principio en una sola tribu en el centro de lo que ahora es España, pero pronto surgieron diferencias entre ellos,hasta que  se entabló una guerra por el control de Ozark, que los paqueros querían para ellos solos.

Los hechiceros y sacerdotes  Paqueros hicieron sacrificios a Paquorl, rey del infierno, y le pidieron que enviase una muestra de su poder para destruir a los Albareños y someter al dios Álvaro. Paquorl envió a la Tierra a una bestia del infierno que los Albareños no podían derrotar.

Fueron enviados contra la bestia los mejores guerreros, se usaron las mejores armas y se construyeron murallas alrededor del poblado, pero nada podía detener a la gigantesca bestia, así que pidieron ayuda a su dios para luchar contra la bestia y contra los Paqueros, el dios Álvaro cogió sus armas y partió para luchar con la bestia.

 Al cabo de algún tiempo el dios Álvaro llegó hasta el lugar en el que descansaba la bestia y se dispuso a atacarla, pero mientras se acercaba la bestia se despertó, y cuando el dios Álvaro atacaba a la bestia  huía, pero cuando el dios se retiraba la bestia volvía a atacar, de forma que el dios nunca podía alcanzarla. Pronto Álvaro se dio cuenta de cómo la bestia huía ante el agua, de forma que dijo a los Albareños: "Rodead la muralla de un foso de agua del lago Rekol"––pero la bestia saltaba el foso y seguía atacando el poblado.

El dios vio que con las lanzas no bastaba y les mostró cómo hacer catapultas y arcos.

Así que el dios les dijo:"Coged cocos y llenadlos de agua, ponedlos el las catapultas y disparadlos contra la bestia". De esta forma los Albareños lucharon durante un tiempo contra la bestia, pero ésta aprendió a lanzar grandes piedras contra las catapultas y contra el poblado, destrozando sus defensas y abriendo paso a los Paqueros, que también atacaban el poblado. "Ya sólo queda una forma de destruir a la bestia"––pensó el dios, y cogiendo de nuevo las armas tendió una trampa a la bestia y, mientras ésta volvía a atacar el poblado el dios le atacó, la ató con cuerdas y la arrojó al lago, donde murió ahogada.

El jefe de los  paqueros, Atu – Pakó,  envió entonces a sus guerreros a luchar contra los Albareños, que se habían visto muy reducidos debido a los ataques de la bestia.

Al notar esto, el dios Álvaro le dijo al jefe de los Albareños: "Si  sois atacados ahora seréis fácilmente derrotados, así que os entrego el conocimiento del manejo de los metales, un arte antes reservado únicamente a los dioses".

De esta forma pronto estuvieron listas  armas de hierro y bronce, en vez de madera y piedras, siendo las nuevas armas mucho más duras y resistentes que las antiguas, de forma que los paqueros  fueron  rápidamente rechazados y atrapados, y siendo el dios del infierno castigado y sometido por el dios Álvaro.

Después el dios fragmentó Ozark en seis continentes y varias islas, para que nadie más pudiese pretender poseerlo todo. En una de estas remotas islas desterró a los paqueros para que viviesen alejados del resto del mundo.

Después de la guerra el dios Álvaro les enseñó el arte de la escritura y el alfabeto, lo que les permitió comunicarse más fácilmente.También les enseñó cómo podían intercambiar pequeños círculos de roca, a los que llamó monedas, dando origen al dinero.

Los Albareños  se dividieron en dos grupos, uno se retiró a un gran continente, al que llamaron África.  El otro grupo se retiró a una  isla cercana a África, a la que llamaron Madagascar.

El segundo grupo se retiró a Madagascar para no mezclarse con las demás personas, ya que  recordaban lo que les había ocurrido con los Paqueros y no quisieron que volviera a ocurrir. Varios milenios después los integrantes del primer grupo se extendieron por el mundo y dieron origen a los hombres y mujeres actuales.

Los Albareños aún viven en Madagascar.

¡Halá Penas! 
 



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