La emergencia del símbolo
Me releía (releía digo) hoy un interesante artículo de Richard van Oort sobre "The Cognitive and Anthropological Origins of Narrative" (2001), que retoma ideas de Terrence Deacon y de Mark Turner (nota 1) sobre el origen y naturaleza cognitiva de la narración.
Turner basa la narración en maniobras cognoscitivas más básicas: reconocimiento de secuencias de acontecimientos, intencionalidad de acciones, identificación de procesos, "pequeñas narraciones" que son también parte de la base cognitiva de otras especies distintas a la humana. Pero para van Oort no queda explicada con eso la especificidad humana de la narración.
Deacon proporciona una clave asociando (como Ricoeur había hecho, siguiendo otra línea de indagación) narración y metáfora, o más bien, la capacidad simbólica de la narración para asociar unos sentidos con otros, con las fusiones y desplazamientos conceptuales que caracterizan al pensamiento simbólico.
Establece Deacon una jerarquía entre los tres tipos de signos distinguidos por Peirce (iconos, indicios y símbolos), una jerarquía que podemos calificar de emergente, pues la generación de los signos más elaborados (los símbolos) descansa sobre los procesos mentales necesarios para esas actividades semióticas más básicas que son la identificación de iconos y de indicios.
Los gritos de los primates, por ejemplo, son indiciales: aunque pueden ser distintos para referirse a distintos depredadores, no son lenguaje porque van estrechamente ligados espacial o temporalmente a la presencia de su referente. No los emplean los monos para hablar de depredadores cuando los depredadores no están allí.
El símbolo es un signo más elaborado, que tiene según Deacon una doble referencia—doble, un fenómeno emergente podríamos llamarlo, que descansa sobre una referencia simple más elemental. El símbolo se refiere tanto a su objeto como a otros símbolos—un poquito a la manera de lo que Jakobson llamaría función poética. Es esta poiesis la que desvincula al símbolo de su asociación directa con un estímulo, y permite la referencia a entes imaginarios, no presentes, significados. La capacidad de ficción (o la capacidad de mentir, que diría Umberto Eco) es por tanto crucial en la disociación de signo y estímulo que requiere la aparición de la inteligencia humana.
Esta disociación querría relacionarla yo con la idea de "reproyección" a la que aludía en mis comentarios a la teoría del origen del lenguaje de Arbib (nota 2). La emergencia del símbolo ha de asociarse al desarrollo de procesamientos cognitivos reflexivos, que generan imágenes autónomas que regulan la comunicación entre distintas funciones cerebrales. A su vez, estas imágenes pueden estar asociadas a los procesos comunicativos interactivos, por ejemplo los que surgen de la acción de las neuronas espejo. El procesamiento simbólico debería entenderse como un fenómeno que surge tanto de la autocomunicación del sujeto (o de partes de su cerebro o procesos cerebrales unos con otros—de la necesidad de asociar la boca con la mano, por ejemplo) como de la comunicación entre sujetos. La comunicación interna y la externa no están aisladas, sino estrechamente involucaradas una con otra.; se retroalimentan, y es por eso que la complejidad de la elaboración de símbolos comunicativos "públicos" se traduce en una mayor complejidad de los procesos mentales del sujeto.
Las estrategias desarrolladas para crear y sustentar símbolos autónomos (no indiciales, sino que reposan sobre estructuras simbólicas previas) sirven a su vez para crear sentidos y modalidades de procesamiento más complejas. Tal es el funcionamiento, por ejemplo, de la intertextualidad en la literatura evolucionada. Y estas estructuras simbólicas permiten el desarrollo no sólo de procesos mentales más complejos, sino también de acciones simbólicas colectivas más elaboradas. El desarrollo posible de una literatura en Second Life, pongamos—como ejemplo quizá extremo de desplazamiento simbólico.
Y las narraciones, y las técnicas narrativas asociadas al desarrollo de sus tradiciones, son una de las maneras más elaboradas de crear espacios simbólicos para unificarlos, desplazarlos, o manipularlos. Una teoría de la narratividad emergente, por tanto, continúa y complementa la teoría del simbolismo emergente.
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Nota 1) Terrence Deacon, The Symbolic Species: The Co-Evolution of Language and the Brain (New York: Norton, 1997); Mark Turner, The Literary Mind (Oxford: Oxford UP, 1996).
Nota 2) Ver mi artículo "Internalized Interaction: The Specular Development of Language and the Symbolic Order / Interacción internalizada: el desarrollo especular del lenguaje y el orden simbólico." (PDF en el Social Science Research Network).
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