Las fotos y el tiempo
No se decide uno... si lo que vemos en las fotos es un pasado desaparecido, o un presente eterno. Sugieren que el momento que captan está guardado para siempre en alguna dimensión del tiempo—almacenado en la misma estructura de la realidad, aparte de en la foto misma. Sugieren incluso que los que estamos fuera somos una especie de impostores que por alguna razón van adoptando caras distintas y posturas distintas de las que tenían en la foto—gente que persistimos en hacernos constantemente distintos de nosotros mismos, y no iguales a nosotros mismos, como somos en las fotos.
Qué mezcla tan extraña de gente a la que veo mucho, poco o nada ya, qué reunión social de vivos y de muertos—de muertos vivos, claro, o que no saben que están muertos. Y hasta los no nacidos parece que estuvieran, porque me extraña ver a tanto conocido sin estar yo por ahí en algún sitio, aunque me faltaba un año para llegar. Son un carnaval extraño, las fotos, un poco como los sueños, con su convivencia de gente cercana antes y lejana ahora; y más extrañas que las va volviendo el tiempo.
La marche nuptiale. Les acaba yendo a las fotos, qué duda cabe, una música melancólica y de otros tiempos—las grabaciones son otra manera de congelar el instante, o de hacer coincidir eternidad e instante. A invocar esta coincidencia (eternity in an hour) nos dedicamos con más frecuencia de lo que parece.
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