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Vanity Fea

Sobre los gobernantes y el gobierno de sí

Es el título que le doy a este fragmento de la tragedia Thyestes, de Jasper Heywood traduciendo a Séneca (1560). Un magnífico poema de ideales estoicos:

Not riches make a king, or high renown;
Not garnish’d weed with purple Thyrian dye;
Not lofty looks, or head enclos’d with crown;
Not glitt’ring beams with gold, and turrets high.
A king he is, that fear hath laid aside,
And all affects that in the breast are bred;
Whom impotent ambition doth not guide,
Nor fickle favour hath of people led. (...)
It is the mind that only makes a king.
There is no need of sturdy steeds in war,
No need with arms, or arrows else, to fight,
That Parthus wonts with bow to fling from far,
While from the field he falsely feigneth flight.
Nor yet to siege no need it is to bring
Great guns in carts to overthrow the wall,
That from far off their batt’ring pellets sling.
A king he is that feareth nought at all.
Each man himself this kingdom gives at hand.
Let whoso list with mighty mace to reign
In tickle top of court delight to stand;
Let me the sweet and quiet rest obtain;
So set in place obscure, and low degree,
Of pleasant rest I shall the sweetness know.
My life, unknown to them that noble be,
Shall in the steps of secret silence go.
Thus when my days at length are overpass’d
And time without all troubles tumult spent,
An aged man I shall depart at last,
In mean estate to die full well content.
But grievous is to him the death, that, when
So far abroad the bruit of him is blown
That known he is too much to other men,
Departeth yet unto himself unknown.


No hacen a un rey riquezas, ni alto renombre;
Ni ornado el atavío de tiria púrpura teñido;
Ni el aspecto altivo y cabeza cercada por corona;
Ni doradas columnas y altos torreones.
Aquél es rey, que el miedo ha echado a un lado,
Y todas las afecciones criadas en su pecho;
Que no es guiado por ambiciones impotentes
Ni el favor caprichoso del pueblo a quien conduce. (...)
La mente sola es la que hace a un rey.
No necesita corceles recios en la guerra,
Ni combatir con armas, ni con las flechas
Que el Parto lanza desde lejos con su arco
Tras fingir su fuga del combate falsamente.
Ni es necesario arrastrar para el asedio en carros
Grandes cañones que tumben las murallas
Derrumbándolas con balas, arietes desde lejos;
Un rey es quien a nada le tiene ya temor.
Un reino que lo tiene cada cual, si se lo da.
Que esté quien guste de reinar con un pesado cetro
En la cima incierta alzado del gozo cortesano;
Que yo buscaré la descansada y dulce vía
Del puesto oscuro y de la alcurnia baja,
Y gozaré la dicha del descanso ameno.
Mi vida, ignorada por nobles e importantes,
Seguirá tras los pasos secretos del silencio.
Y así cuando mis días se salgan de su cuenta,
Sin tumulto de tormentos mi tiempo ya gastado,
Partiré ya, siendo hombre al fin anciano,
Contento de morir en la mediocridad.
Pero es atroz morir para quien, cuando
Tan lejos esparcidas noticias y rumores
Sobre él, pues todos demasiado lo conocen,
Parte siendo un desconocido para sí.



La Beatriz


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