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Adam's Tongue 10: Mentalizándonos

sábado 26 de septiembre de 2009

Adam's Tongue 10: Mentalizándonos

Reseña del libro de Derek Bickerton sobre el origen del lenguaje, Adam's Tongue (2009)

eggheadAdam's Tongue 9: El reto de Chomsky


En este capítulo habla Bickerton del desarrollo mental y cerebral, empezando con una referencia a las teorías de Gary Marcus, sobre la construcción históricamente contingente y "accidental" del cerebro humano. Como Marcus, nos propone Bickerton evitar la teleología y la falacia de la retrospección. Gracias al cerebro pensamos y hablamos. Peero, de ahí no se sigue que el cerebro se haya desarrollado "para" pensar y para hablar. Son los resultados colaterales, exaptados o imprevisibles que adornan la historia de la evolución (al menos tal como la veía Stephen Jay Gould) y le dan forma incalculable e irrepetible.

El cerebro se desarrollo para recibir mensajes de los órganos, analizarla, decidir una acción en respuesta a la información sobre el medio, y enviar una orden para ejecutar esa acción. Eso es lo que hacen los animales, mayoremente: reaccionar en interacción con el medio externo, procesar mentalmente información procedente del exterior. Es lo que Bickerton llama pensamiento en red o conectado (online thinking). Ahora bien, en el caso de los humanos, se ha desarrollado enormemente otro tipo de pensamiento, el pensamiento fuera de red o desconectado (offline thinking)—"pensamiento que no tiene conexión directa o necesaria con lo que sucede fuera, sino que se genera y tiene lugar íntegramente en el interior del cerebro" (194). Es lo que nos permite pensar cosas aparentemente tan sencillas como "las rosas son rojas"—un pensamiento abstracto desconectado de ninguna rosa que estemos viendo. El proceso de los dos tipos de pensamiento es muy diferente. Uno va por pasos necesarios del estímulo a la reacción y a la orden de respuesta; el otro no tiene por qué resultar en una orden al cuerpo, y tiene una estructura de conexión mucho más laxa o variable.

"Quizá debido a esta estructura aparentemente más laxa, y por lo que parece ser la simplicidad básica de pensamientos como 'las rosas son rojas', mucha gente da por hecho que nos llegan gratis, por así decirlo, sólo por tener cerebro. Y esto se suma a otra creencia muy extendida, compartida hasta por algunos que aceptan que el lenguaje es el motor primero de la inteligencia—a saber: que los pensamientos de alguna manera son lógicamente prioritarios con respecto a las oraciones, que el lenguaje surgió para expresar pensamientos, que primero tienes que pensar algo antes de poderlo vestir en palabras y mandarlo afuera al mundo. Recordemos que no es sólo que no haya imágenes ni palabras en el cerebro—tampoco hay pensamientos allí—sólo una cascada continua de actividad neuronal, de picos de actividad oscilando, de impulsos yendo en todas direcciones.
Para mí, la creencia de que el pensamiento precedió al habla en términos evolucionarios, y de que lo precede operacionalmente en nuestras vidas diarias, es una de esas creencias inicialmente plausibles que cuando la ponemos bajo la luz y la examinamos con cuidado, vemos que no tienen ningún fundamento real ni en los hechos ni en la teoría. De hecho, voy a sostener que hasta que pudimos hablar, no podíamos ni siquiera pensar 'las rosas son rojas'." (195)


Sigue una comparación entre las mentes humanas y las no humanas. Los otros animales están "presos del aquí y ahora" porque no tiene otro sitio a donde ir: "No pueden comunicarse sobre coss más allá del aquí y ahora porque no pueden dirigir sus pensamientos fuera del aquí y ahora"—sólo se pueden referir a acontecimientos específicos e inmediatos porque no tienen conceptos abstractos.

Hay una tendencia, desde Darwin, a enfatizar la continuidad y similaridad fundamental entre las mentes humanas y las de los animales. (Y mucha investigación sobre el origen y naturaleza del lenguaje sigue ese camino: ver por ejemplo el libro de Christine Kenneally The First Word, y mi artículo sobre "La caverna del cerebro: el lenguaje como realidad virtual"). Por ejemplo, Irene Pepperberg señala la capacidad de los animales para el razonamiento práctico y para resolver problemas complejos: "las capacidades para resolver problemas complejos de los animales no humanos forman un continuo con las de los humanos"—pero para Bickerton, esto sólo se aplica a la capacidad ante un problema relacionado con la capacidad selectiva, y si los elementos del problema están o bien presentes o almacenados en la memoria episódica—asociados a una experiencia almacenada narrativamente.

"La cuestión no es si los animales pueden solucionar problemas—obviamente pueden—sino si tienen conceptos que puedan invocar voluntariamente y manipular, de modo que puedan imaginar, y así producir a continuación, comportamientos novedosos" (197)


Se arguye a veces que el lenguaje supone una discontinuidad ya muy grande entre humanos y animales. Que si, además de no terner palabras, no tuviesen ni siquiera conceptos, toda la teoría darwiniana del gradualismo y el origen natural de lo humano se vería seriamente comprometida.

Y un poco maximalista parece Bickerton sobre la cuestión de si los animales tienen conceptos "como los nuestros"—dice que "o los tienen, o no los tienen", mientras que yo diría que los tienen más o menos, en mayor o menor (normalmente menor) grado—o, por así decirlo, cómo los nuestros sólo en parte. Un concepto es seguramente un complejo artefacto mental, un "loose baggy monster" hecho de múltiples conexiones neuronales de distintos tipos: algunas van ligadas a la verbalización, y al "etiquetado" del concepto—y eso falta, desde luego, en los conceptos animales, pero otros elementos de los conceptos, o preconceptos, o pseudoconceptos llámeseles si se quiere, tienen naturaleza procedimental, motora o perceptual. Y allí sí que tenemos más terreno en común con los animales. Por ejemplo, un animal que pueda percibir la diferencia entre el color rojo y el verde no tendrá el término "rojo" ni ningún otro que le permita comunicar al exterior el concepto de "rojo", pero sí tendrá unos hábitos perceptuales y unas asociaciones mentales que le permiten autocomunicárselo—y diferenciar el rojo del verde en su percepción y en su respuesta, dado el caso.

A este tipo de "conceptos" alude Bickerton, cuando se refiere a las investigaciones de Richard Herrnstein sobre la conceptualización en las palomas. Su conclusión de que este comportamiento no require conceptualización es demasiado tajante, separando limpiamente lo que es concepto humano de lo que no… pero dejándose por el camino, me temo, gran parte de los constituyentes "animales" de los conceptos humanos, precisamente los que permitían a las palomas de Herrnstein reconocer imágenes de árboles, gente, o hasta de unos peces que no habían visto nunca.

Otro ejemplo—en los estudios de Clayton sobre la memoria episódica de los arrendajos, se demuestra sólo que algunos animales tienen capacidades memorísticas específicas diferentes y superiores a las humanas. Pero no demuestra eso que tengan conceptos como los humanos, insiste Bickerton. Cada especie desarrolla los mecanismos (mentales o físicos) necesarios para su nicho—y los arrendajos necesitan acordarse de sus almacenes de semillas, nosotros no. No existe una "escala universal" ordenada de la inteligencia y el poder mental, en la que nosotros estaríamos en la cima.

"La evolución no funciona así. Un estribillo repetido en este libro ha sido el siguiente: una especie hace lo que tiene que hacer. Si un ave entra en el nicho de hacer almacenes de semillas, probablemente desarrollará, antes o después, el tipo de habilidades que tiene un arrendajo de los matorrales. La selección natural se ocupará de que lo haga. Los que hacen lo que tienen que hacer mejor que otros sobrevivirán más, criarán más, tendrán descendientes que lo harán incluso mejor que ellos. El nicho crea la inteligencia—no algún tipo de talento generalizado, sino la clase de inteligencia especializada que necesite el nicho." (199)


Los experimentos con monos y simios tampoco convencen a Bickerton de que tengan conceptos estos animales. Tienen, sí, lo que Bickerton llama "categorías" (procesos mentales más asociados al comportamiento, la percepción y la respuesta, en la línea que hemos dicho antes). Así contradice a Jim Hurford sobre los "conceptos" asociados a las llamadas de alarma de los monos Diana, y también a quienes enseñan lenguaje humano a los simios. Vale la pena citar su razonamiento en este último punto—con dos explicaciones alternativas de por qué a los simios les cuesta tanto "coger" la idea de que un signo manual representa algo.

"Hay dos explicaciones posibles aquí. Si tiene razón la gente que piensa que los simios piensan como nosotros, los simios ya tenían los conceptos adecuados. Lo único es que no tenían etiquetas para esos conceptos. Entonces llegaron unos amables humanos y les proporcionaron etiquetas. Costó un tanto, pero antes o después llegó ese momento de "¡ajá!" y lo simios les adhirieron las etiquetas que les habían dado a los concepts que ya tenían—fin de la historia.
La alternativa reza así. Los simios no tenían conceptos. Igual que cualquier otro animal no humano tenían categorías en las cuales podían clasificar las cosas para saber cómo responder a ellas. Esaas categorías no se coagulaban para formar conceptos accesibles porque sólo funcionaban cuando los simios veían u oían u olían o tocaban o probaban los rasgos en los que se basaban las categorías. Esto pasaba de modo ocasional e impredecible. La red de neuronas que se activaba cuando en efecto pasaba sólo se enlazaba en esos momentos y rápidamente se desvanecía en el olvido cuando los rasgos dejaban de percibirse. No quedaba nada que amarrase juntos totos esos rasgos.
Entonces los simios aprendieron signos para nombrar sus categorías. Los signos amarraban juntos todos los rasgos de una categoría juntos y les daban un hogar permanente. Lo hacían porque la presentación de los rasgos categoriales—los rasgos que distinguen, pongamos, los plátanos de los lacasitos, ya no era ocasional e impredecible. Los investigadores seguían poniéndoles plátanos y lacasitos delante de la cara a los simios. Las neuronas de los circuitos activados por estas presentaciones, junto con las que representaban los nombres de los objetos, seguían activándose y activándose. Las neuronas que se activan juntas se enlazan unas a otras. El circuito se reforzó y quedó anclado por el signo que se acababa de aprender." (201)


El lenguaje proporcionó a los simios capacidades cognitivas que no tenían los simios sin lenguaje. ¿Que por qué no se volvieron humanos y empezaron a hablar como todo el mundo? Bickerton dice que ya hicieron bastante, pasando de cero a donde llegaron en unos años. Consiguieron juntar hasta tres conceptos en un mensaje. Nosotros llevamos la delantera de millones de años de evolución. No es extraño que hagamos más, y "deberíamos respetarlos, en lugar de intentarlos convertir en copias borrosas nuestras en papel carbón" (201).

En suma, para Bickerton "la presencia o ausencia de conceptos de tipo humano es lo que separa a los humanos de los no humanos" (202). (Un tema éste, lo que separa a los humanos de los no humanos, que ya hemos tratado antes aquí). La presencia de conceptos permite el comportamiento constantemente innovador de los humanos. Las herramientas humanas, hasta las más sencillas, como una punta de flecha, requieren pensamiento previo y planificación:

"El pensamiento previo y la planificación, as su vez, exigen que no se trabaje con objetos físicos sino con ideas de esos objetos—conceptos que puedes combinar en la mente para hacer nuevas estructuras y crear cosas maravillosas sin precedentes.
Observemos ahor exactamente dónde cae la línea divisoria, la discontinuidad, el límite entre lo humano y lo no humano. No entre los ancestros humanos y los simios. Cae entre nuestra propia especie, por una parte, y por otra todas las demás especies que viven o han vivido jamás, incluyendo a nuestros propios ancestros directos. Sólo nuestra especie, al parecer, ha prouducido jamás artefactos que necesitasen intencionalidad previa; por tanto sólo nuestra especie ha practicado jamás el pensamiento offline, fuera de red" (204)


Una idea sugestiva, ésta de Bickerton, y cierta seguramente en un 90%. Para el resto del porcentaje, hay que recurrir a las capacidades limitadas de pensamiento previo, planificación y conceptualización que tienen los animales—por ejemplo esos cuervos capaces de hacer un gancho para pescar alimento, o los carnívoros cazadores capaces de trazar un plan que anticipe el comportamiento propio y el de la presa.

Para Bickerton es crucial, pues, la diferencia entre conceptos y categorías, para distinguir el pensamiento humano del no humano. los quiere definir neurológicamente. Con un concepto, dice, se puede pensar, y también se puede pensar en él. Una categoría es sólo algo a lo que un objeto pertenece o no pertenece. Las categorías van asociadas a comportamientos y percepciones, y son desarrolladas por la selección natural para aumentar la adaptación de un animal y su adecuación al medio—a base de muchas respuestas adaptadas a situaciones e impresiones concretas, por ejemplo, la visión de un depredador. Pero estos hábitos asociativos de pensamiento no son equivalentes a lo que entendemos nosotros por "concepto"—por ejemplo el concepto "leopardo". No es esa su función:

"Los animales no tienen que pensar en leopardos una vez se ha ido un leopardo concreto. No tienen que preocuparse por lo que podrían hacer la siguiente vez que se encuentren con uno, ni trazar elaborados planes para evadirse de los leopardos. Recordemos que el aviso de leopardos del vervet sólo significa "leopardo" cuando hay un leopardo allí. Bien, lo que sostengo aquí es que su comunicación refleja directamente lo que sucede en sus mentes. No es lo que Hurford y muchos otros autores parecen pensar—que tienen una vida mental pero que nunca han encontrado la manera de comunicar esa vida. Al contrario, sólo se pueden comunicar sobre el aquí y ahora porque sus mentes sólo pueden funcionar en el aquí y ahora. No pueden pensar, como nosotros podemos, en leopardos en el pasado, o en el futuro, o sólo en su imaginación ("Me pregunto si podría domesticar un leopardo y tenerlo de mascota?") porque no tienen unidades mentales lo suficientemente abstractas con las que pudiesen hacerlo." (206)


Tienen memoria, por supuesto, y asociaciones mentales, y modos de acceder a sus recuerdos en situaciones concretas, pero no tienen manera de pensar mediante conceptos abstractos, porque en su mente "no hay neurona o cohorte de neuronas que funcione como un símbolo puro de 'leopardo'" (207). Es como la diferencia entre RAM y CAM en los ordenadores—random-access memory frente a content-addressable memory; esta última asocia los datos relevantes estén donde estén almacenados, no sólo los asociados a una dirección concreta, y es por supuesto más compleja. Las respuestas de los animales son difusas—responden a un "leopardo" cuando hay un determinado número y nivel de neuronas asociadas a un estímulo o peligro—pero no se responde a un "leopardo" como tal "leopardo", pues cada vez puede haber una combinación de estímulos diferente: "Lo crucial es que no hay en ninguna parte un conjunto de neuronas fijo y determinado que represente 'leopardo' y nada más"—y lo que aporta el lenguaje es precisamente eso: "una vez tienes una palabra o un signo para 'leopardo' tiene que existir ese conjunto" (207). Y a ese conjunto se asocian todas las representaciones de "leopardos":

En otras palabras, lo que sostengo es que lo que dio lugar a los conceptos de tipo humano—cosas con una residencia permanente en el cerebro, en lugar de ir y venir cuando y a medida que se estimulan—fue la emergencia de las palabras. (207)

Los animales piensan sin palabras, y sin conceptos, en el sentido de que procesan impresiones, recuerdos, anticipan comportamiento... pero lo hacen todo online, en interacción con el mundo real. (Y no pueden hacerlo en la realidad virtual creada con el lenguaje). Los humanos piensan tanto online como offline, en red y desconectados, y también simultáneamente las dos cosas a la vez. El pensamiento en red puede ser consciente o inconsciente—a veces va asociado a comportamiento interiorizado, manipulación de objetos, etc. En cambio, "el pensamiento offline tiene que ser consciente, porque por definición las cosas en las que estás pensando no están ahí. Sólo los conceptos pueden estar allí." Más aún, lo que llamamos consciencia, arguye Bickerton, quizá sea el pensamiento offline, fuera de red (o el mundo virtual creado por el pensamiento a que nos referíamos en el enlace anterior). ¿Y el lenguaje?

"sin las palabras nunca habríamos llegado a tener conceptos. Las palabras son simplemente anclas permanentes que tienen la mayor parte de los conceptos—una manera de poner juntos todos los aspectos y sonidos y olores, todos los tipos variados de conocimiento que tenemos sobre aquello a lo que se refiere el concepto. Pero una vez el cerebro encontró dió con el tranquillo de construir conceptos, ya no necesitaba una palabra como base para un concepto nuevo. Sólo necesitaba algún lugar en el que todo el conocimiento pudiera converger y enlazarse a otros conceptos" (208).


Esta fue según Bickerton la manera en que comenzó la coevolucón del lenguaje y el pensamiento, que desarrollará algo más en el siguiente capítulo.

"Lo principal a tener en mente es que entre los humanos y los no humanos hay dos discontinuidades, no sólo una. Tenemos lenguaje, y ninguna otra especie lo tiene, y tenemos una creatividad al parecer ilimitada, y ninguna otra especie la tiene. El lenguaje y la creatividad son, a efectos prácticos, infinitos: ¿es esto una simple coincidencia? Que existan dos discontinuidades de esta categoría e independientes en una sola especie es algo realmente demasiado extraño en términos evolutivos. De modo que cuanto menos vale la pena explorar la posibilidad de que las dos discontinuidades tengan el mismo origen". (209)

Los conceptos humanos, como las categorías de la mente animal, clasifican las cosas en clases, pero además pueden ser evocados por otros conceptos incluso en ausencia de los objetos a los que se refieren, "Y así pueden usarse en el pensamiento desconectado, offline" (210). No hay nada en el comportamiento ni la psicología animal que requiera presuponer que tienen semejantes conceptos.

"Con el tiempo, el lenguaje y la cognición humana coevolucionaron efectivamente. Pero, antes, las primeras palabras tuvieron que desencadenar los primeros conceptos, y el cerebro tuvo que proporcionarles a esos conceptos unas ubicaciones neuronales permanentes. Sólo entonces pudo la creación de los conceptos capacitar a la mente para que pudiese vagar libremente por el pasado y el futuro, por lo real y por lo imaginario, igual que lo hacemos hoy en día en nuestra habla y nuestros escritos. Dicho de otro modo, antes de que pudieran desarrollarse maneras de conocimiento típicamente humanas, tuvo que crecer el lenguaje en sí. Y en el siguiente capítulo, veremos cómo" (210).



Adam's Tongue 11: Una semilla se hace un arbolito

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