La última sentencia de Garzón
Aquí hay un debate sobre la última sentencia del caso Garzón, la que lo absuelve con apaños por la investigación de los crímenes del franquismo.
Muy suaves veo con el tratamiento del caso a los contertulios. A mí esta sentencia me parece una lección de escándalo, como todas las que vienen dando el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional. La lección es útil, sin embargo: que ni hay justicia ni hay ley, y que las decisiones de los tribunales se toman por la conjunción de fuerzas que hagan la política con el corporativismo, el amiguismo, el miedo y la dirección en que sople viento.
Total, que Garzón prevaricó, pero que como le pararon los pies en instancias superiores, no hay delito. Así que no lo condenan por prevaricación. Chúpense esa como argumentario judicial. Lo que digo, una lección en letras de neón para quien la quiera leer. Cada una de las sentencias del caso Garzón, incluida la que lo expulsa de la carrera judicial, pero sobre todo las que lo absuelven, es una lección de despropósitos y una demostración de lo arbitrario de los procesos judiciales en España. La lógica, la ley y la razón no pesan nada: únicamente el poder, que te faculta para abusar de él y atropellar lo que convenga, mientras tengas apoyo de tus inter pares y del círculo de observación mutua. Como siempre en una atmósfera corrupta, son los votos particulares los más ilustrativos sobre la verdad de la situación. Así sucede aquí con el voto particular del juez Maza, que no ha querido que su nombre figurase al pie del infecto pastel.
Mientras, Garzón está en Seattle, cabalgando, en una cátedra con su nombre que le han creado allí, donde el orden judicial español se la trae floja, y donde más que la ley les interesa al parecer el simulacro y el oportunismo político. Como en el Tribunal Supremo, vamos.
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Aquí el comentario de Jiménez Losantos.
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