Retropost (2006): M. Night Shyamalan, LA DAMA DEL AGUA
 
 
 M. Night Shyamalan, LA DAMA DEL AGUA 
Publicado en Cine.  com. José Ángel García Landa 
 Qué película más mala, no se os ocurra ir a verla, a menos que  disfrutéis con esa variante del cine de terror que son las películas que  te hacen sentir vergüenza ajena por lo que rechinan por los cuatro  costados y lo mal que combinan sus ingredientes. 
 
 Shyamalan se  inventa una mitología ad hoc que hace la película arbitraria, y sus  pretensiones de moralizar a la humanidad altisonantes desde el primer  fotograma. Es una historia de náyades que vienen a ayudar a los humanos y  son amenazadas por un perro-hiena monstruoso que a su vez es amenazado  por monos monstruosos—en serio. El papel de los humanos es ayudar a las  náyades a regresar a su mundo. Y es doloroso ver cómo el engranaje  predeterminado para irnos informando de la mitología esa se va  desarrollando a trompicones según la fórmula ideada por el autor,  mientras los diversos personajes ven aterrizar sobre ellos una serie de  roles (la curandera, el protector, el intérprete... etc.) que la  historia ha predeterminado para ellos, y asisten con una paciencia  infinita a este aterrizaje de mitología oriental en una comunidad de  vecinos de Pennsylvania... una paciencia que sin duda sólo es comparable  a la de productores y actores de esta película danzando al son  disonante de la música de Shyamalan. Es un espectáculo grotesco, para  quien quiera vivir emociones aderezadas con un poco de schadenfreude.
 
 Remata la historia la propia presencia del director haciendo un papel como autor de El libro de cocina, (el título probablemente es malo, sí), una colección de pensamientos  sobre "nuestros líderes" que cambiará la historia de América tras la  muerte futura y violenta de su autor. Todo esto lo sabemos por los  poderes proféticos de la náyade, de la que nadie duda jamás ("Ah, eres  una náyade. ¿Y cuándo vuelves a tu mundo?", etc.). Quien venga a este  blog buscando un display de egolatría, mucha mejor idea es irse a ver La dama del agua.
 
 Es una película del género ése como Bagdad Café donde una comunidad anómica y desintegrada se ve unificada, dinamizada  con un propósito y un destino en lo universal por la llegada de un  personaje que da sentido a sus vidas, que restaura la comunidad, vamos.  En este caso, la comunidad desorganizada es un bloque de vecinos de  Pennsylvania, en cuya piscina aparece la joven. La verdad es que los  vecinos hasta se conocen, parece, con lo cual la cosa no era tan mala ni  mucho menos. Pero el mito de la joven los convierte a cada uno en una  figura de juego de rol, cosa que une mucho más. La casa de vecinos puede  ser los USA, o el mundo, según se quiera, un microcosmos multirracial  donde lo sagrado se desconoce, hasta que lo traen conjuntamente la  protectora náyade y Shyamalan el escritor indio, con el Gran Cambio que  provocarán sus obras. Hasta los judíos, encarnados en el portero,  Cleveland Heep, que acoge a la joven y los va reclutando a todos para  esta minisecta improvisada, lograrán superar el doloroso trauma de la  exterminación de su familia. (Siempre le van a Shyamalan estos  personajes heridos emocionalmente que se superan; aquí se juntan el  hambre y las ganas de comer cuando a este portero lo encarna Paul  Giamatti, el de Entre copas).  Convencidos inexplicablemente por el portero Heep, todos los vecinos se  unirán, al parecer, en un redescubrimiento del Sentido, que acabará  fructificando en la transformación de los USA por los efectos de la obra  visionaria de Shyamalan. Esto sí que es plantear la propia narración  como una solución imaginaria a problemas reales, pero a un nivel de  arbitrariedad tal que te cuelga la mandíbula.
 
 La historia se  desarrolla según previsto, tras una ligera confusión de los personajes  al asignarse los papeles en el juego de rol, para distraer al personal.  La náyade era una náyade especial, cosa que la abruma pero poco, y por  eso está tan perro el perro y deben intervenir los monos sagrados. Uf.  Si es que hasta la fantasía necesita un mínimo de prudencia. Pero al  final, por suerte, se la lleva al fin a la chica acuática su águila  gigante, dejando a todos investidos con el sentido de lo sagrado y del  mito cocinado ad hoc. A todos menos a uno: un desagradable vecino, un  crítico cinematográfico que expone en unas intervenciones  metaficcionales las convenciones argumentales de la película, es  devorado por el perro-hiena (aunque creía, contra toda lógica, que un  personaje secundario desagradable no podría sufrir ese final, ahí patina  por primera vez su lógica). Lamentablemente para Shyamalan, el  perrohiena no se ha manifestado para devorar a sus propios críticos, por  ejemplo el de Film Journal International, en esta realidad pedestre. Claro que para el Christian Science Monitor  y  gentes New Age dispuestos a agarrarse a un clavo ardiendo para creer  que nuestra realidad está vigilada por poderes trascendentales, las  empanadas mentales de Shyamalan les resultan agradables y sugerentes.  Pues nada, nada, a por ellas, todas para ustedes. Mitología barata,  entretenimiento barato, filosofía barata, lanzamientos multimillonarios  de semejantes productos... ay que tristes auspicios para el futuro de  América tras el Gran Cambio.
 
 
 
 
 
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