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Vanity Fea

Lenguas en guerra

Acabo de leerme Lenguas en Guerra, de Irene Lozano (Espasa, 2005, y Premio Espasa de Ensayo ese año), que contra lo que su propio título indica no nos quiere llevar a creer que las lenguas estén en guerra. Las lenguas no tienen voluntades, ni intenciones, ni planes. Son usadas por grupos sociales, y si son usadas para guerras lingüísticas es por los intereses de determinados grupos... y no por enfrentamientos que tengan las lenguas en sí, claro.

Es un argumento breve, contundente y directo contra la política lingüística del llamado "Estado de las Autonomías", donde cada cual se busca su "lengua propia" o se la inventa si no la tiene, y todo en última instancia por intereses bastardos de partidismo político, que nada tienen que ver con los intereses de los hablantes, ni de la comunicación, ni de la defensa de una cultura amenazada.

En España hay una lengua común, y los intereses de las oligarquías locales se atrincheran mejor si se ignora esa realidad y se utiliza la lengua "propia" como instrumento de manipulación política e ideológica—en última instancia, para orientar el dinero a donde conviene que vaya. Y la comunicación y la racionalidad, que la parta un rayo.

Frente a la convicción kantiana de que no es posible legislar sobre las lenguas, y a la presunción de Humboldt de que 'no se puede influir sobre los idiomas sino imperceptiblemente' y sin que uno sepa demasiado cómo se ejerce semejante influencia", la realidad española de los últimos años se erige irrefutable: los hábitos lingüísticos de la población se están cambiando mediante leyes de normalización, Oficinas de Garantías Lingüísticas, subvenciones públicas... Sólo ha sido necesario que el poder regional cifrara en esa evolución su razón de ser y la asociara a insondables sentimientos de identidad. (149).

Señala Lozano que la hegemonía del español no proviene de una imposición administrativa centralista, sino de la realidad comunicativa y de la necesidad de una lengua común. La lengua no puede ser en España el fundamento de una comunidad nacional y cultural diferenciada sin que eso se lleve a cabo con múltiples falacias y manipulaciones. El privilegiar la lengua no común, de hecho, sólo se hace con vistas a un proyecto separatista o ventajista—y esto tanto frente a las demás comunidades como frente a la ola de inmigración de personas que necesitan una lengua de comunicación general. Y también para privilegiar de manera interesada a un sector de la población, todo con vistas a ese proyecto político. El caso vasco es de antología, o traca:

En el País Vasco se aprobó en 1982 la Ley de Normalización y Uso del Euskera, que reconoce en su título preliminar el vasco como 'lengua propia' y la caracteriza como 'el signo más visible y objetivo de identidad de nuestra comunidad y un instrumento de interación plena del individuo en ella a través de su conocimiento y su uso'. Curioso que resulte el signo más visible de la identidad una lengua que más del 75 por 100 de la población no habla. (160-61).

Es por tanto una política falsaria e interesada la que ignora la realidad lingüística y pretende hacer de las llamadas "lenguas propias" la esencia de una identidad nacional—buscando en la lengua lo que no encuentra apoyo suficiente en las sardanas o en los levantamientos de piedras.  Pasma la mansedumbre con la que se aceptan las imposiciones lingüísticas en España, pero eso es por lo mismo que antes se aceptaba mansamente la imposición del español (aunque Lozano no coloca allí el acento, claro, y hace del proceso de imposición del español algo "natural" y sin traumatismo ninguno... como si no hubiese habido intereses bastardos y oligarquías influyentes antes como ahora). 

La lengua es una palanca, y en el caso de los nacionalistas localistas españoles, sirve sobre todo para orientar el dinero fuera de las instituciones administradas por los poderes centrales, y hacia corrillos y círculos más próximos a la política local y que vayan a servir mejor a sus intereses. Cierto es que el Estado se carga con mucho peso muerto institucional a lo largo de los siglos... pero la dinámica de estos estadillos regionales es hacer lo mismo, por supuesto, en su propia esfera. Y para eso les sirve bien el mito de la comunidad nacional y la lengua propia.

Claro que esto de las lenguas siempre corta en dos direcciones: la buena es la mía y no la del vecino aunque esté mejor situada... Cuando habla Lozano de la comunicación a nivel mundial, propugna un bilingüismo general (con una lengua local y otra internacional, supongo)... pero se corta mucho de decir cuál es la lengua internacional realmente existente. ¡Cuando menciona el inglés, no es sino para decir... "por desgracia, el inglés"!

En un mundo globalizado y multicultural, observa Lozano, las míticas "peculiaridades culturales" de vascos o catalanes, emblematizadas y sacralizadas en este uso de la lengua como símbolo patriótico, encuentran su auténtica dimensión:

Enfrentados a otros valores étnicos, a las diferencias culturales y religiosas que afloran ya en Europa, los hechos diferenciales que proclama el nacionalismo quedan reducidos a humo. (192).


Pero es humo que nos va a seguir cegando la vista una buena temporada, me temo yo...

En fin, que aparte de ser un tanto expeditiva sobre las habas que también le ha tocado cocer al español, es una lectura interesantísima, y que denuncia nunca mejor denunciados los absurdos de las políticas lingüísticas nacionalistas de vía estrecha. O sea, imprescindible para quienes no se la van a leer—vade retro: por ejemplo, los que querrían llenar Aragón de ikastolas donde se enseñase en aragonés, que como todo el mundo sabe es nuestra lengua propia aquí a orillas del Ebro... y aún lo veremos, si esto no deriva en otra dirección. Y con el nuevo ministro anunciándonos que  se va a emitir la programación nacional en español, en gallego, en vasco, y en catalán. Y en valenciano, cómo no. Qué cruz.

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Y hablando de cruces, los árabes inmigrantes no sé cómo no se suben al carro de la lengua propia, y no reclaman el árabe como lengua propia de este territorio. Que esa sí que fue perseguida y despreciada, y también es lengua internacional.

 Siniestras normalizaciones

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