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Vanity Fea

Opino demasiado, opino

Opino demasiado, opino

Demasiada opinión repele, convengo en ello. Opino demasiado por extenso (en Internet, lo bueno sí breve)—ya me lo han dicho. Pero hoy me concentraré en mi dispersión: opino demasiadas cosas, sobre demasiadas cosas. Esto no es un blog temático—bueno, sí, pero el tema soy yo y mis opiniones sobre lo que entiendo y sobre lo que no entiendo. Qué limitación sería, limitarnos a opinar sobre lo que entendemos. Vamos, se nos cortaría en seco la opinión, a poco que reflexionásemos. Así que hay que opinar también sobre aquello en lo que no somos Expertos de Reconocido Prestigio. Bajar un poco la guardia, ¿no? Si un blog no sirve para eso, es que no sirve para nada.

Qué lamentable esa gente que sólo opina cuando puede dar una opinión bien pertrechada, autorizada, o incluso autoritaria. Sobre las demás cuestiones, encefalograma plano,  o ideas secretas y confidenciales, ns/nc. Eso es más seguro, desde luego, menos comprometido y más educado. Opinar demasiado es presuntuoso, se pone uno en evidencia, pero sobre todo pone a los demás en evidencia (estas cosas, ya lo decía Goffman, suelen ir juntas). A veces sí opina la gente sobre temas variados, como yo, no lo negaré. Pero se dosifican cuidadosamente las opiniones, en general. Esta opinión la reservo para Juanito y Periquito, ésta otra, para Pedrita y Mariquita. Porque no todas gustan a todos, ni les interesan. Que no se nos junten los círculos: quedaríamos en evidencia, y quedarían en evidencia nuestros familiares y conocidos y colegas y lectores. Nuestras opiniones desagradan cuando son muchas y diversas y salteadas—sobre todo si no siguen una lógica identificable, una línea del Partido, o una doctrina optimista y buenista. La variedad y combinación de temas y tonos ofende y disgusta. Bueno, igual a alguien también le atrae y gusta, pero esos no parecen muchos. ¿A quién le pueden interesan mis opiniones sobre J. L. R. Zapatero? ¿O sobre Ibarreche y la Eta? ¿O mis especulaciones neuronales? ¿O la problemática de la prosopagnosia? ¿O mi informe sobre esta película que nadie ha visto, con perdón? —¿O mis despotriques sobre los malos rollos de mi departamento? De esas cosas se habla a la hora del café, con una audiencia selecta y clasificada—en un blog están fuera de sitio, se entera demasiada gente, y no gusta, en la Administración en concreto es más elegante murmurar por lo bajini y si es posible evitar poner recursos contra nadie. La Administración lo agradece. Vocear opiniones, así en público... nono, hay que especializarse, hoy en día si no eres un especialista no eres nadie. Si eres un escritor famoso, o un político o un actor, pues igual puedes soltar alguna opinión de más en una entrevista, pero mejor que sea pintoresca y simpática, y no dispersarse mucho, podrías desagradarle a los lectores, al público, a los votantes que compran las entradas. Mis opiniones políticas son sin duda ofensivas para personas que de lo contrario me considerarían una bellísima persona. Mis gustos literarios me desacreditan una vez salen a la luz. Mis ateas ideas sobre religión y el sentido de la vida son descorazonadoras, mejor no conocerlas. 

Claro que menudas ilusiones la gente en su trato habitual—nos tratamos con imágenes retocadas, filtradas; con ilusiones con patas. Los soponcios que nos llevaríamos si supiésemos lo que piensa la gente con quienes nos tratamos. Las personas a veces se hablan tan tranquilas y como si fuesen aliadas intelectuales o emocionales, sin saber que su interlocutor es un votante del PP, o que este otro es gay, y si no, es partidario del matrimonio entre homosexuales, o fan del Che Guevara. O que éste que parece tan inteligente resulta que cree en la reencarnación. O que es un ateo, o un mormón. Que este otro opina que los funcionarios son unos vagos y chupópteros. Que tal otro considera medio subnormales a los que ven la telebasura, o a los que siguen la Liga. Que este otro—ostrás, todo es ofensivo. Mejor no enterarse... la ignorancia mutua engrasa el trato social. Para que no rechinen los engranajes, lo mejor es hablar del tiempo—mientras no digamos cosas demasiado originales sobre él. Y si haces un blog, que sea estrictamente temático, y si no, un blog rosa y smiley.

El obsceno blog

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