Evolución
De la nada al Universo
Conferencia de Vyatcheslav Mukhanov:
 
 
 
 
 
Retropost (2007): Revoluciones, y catástrofes, y cataclismos y muertes masivas
 Como muchas otras personas, Stephen Jay Gould leyó el libro de T. S. Kuhn La estructura de las revoluciones científicas, pero a diferencia de otras personas, que lo leyeron y se quedaron como  antes, a Gould le plantó una semilla en el cerebro, o más bien le  produjo una revolución conceptual. Los cambios en las concepciones  teóricas, sostiene Kuhn, no tienen lugar de modo gradual, sino por la  sustitución súbita de paradigmas explicativos: teorías nuevas que parten  de nuevos supuestos, hacen nuevas preguntas y resuelven distintos  problemas. Gould está así muy atento a la evolución de las teorías de la  evolución (una bonita reduplicación se produce aquí) y descubre en  ellas este paradigma catastrofista: la teoría que él aporta es, pues,  una catástrofe teórica, como lo fue la de Darwin en su momento. La  historia (catastrofista) de la teoría es parte de la teoría evolutiva de  Gould; no puede entenderse la evolución, nos dice Gould, sin entender  las teorías de la evolución; su teoría es también una metateoría de la evolución.
 
 Gould desarrollaría pues a lo largo de su carrera una compleja teoría de la evolución, expuesta en detalle en The Structure of Evolutionary Theory (título que quizá aluda al de Kuhn, y no sólo a estructuras  "estables"). Esta teoría evolucionista reformulada supone una crítica al  darwinismo clásico (en su formulación clásica dominante en el siglo XX,  la Nueva Síntesis). Sin rechazar totalmente las ideas de Darwin (al  cual profesa gran respeto y admiración), Gould las matiza, las limita y  las incluye como un componente de un proceso evolutivo global que va más  allá del darwinismo. Básico en el darwinismo era el concepto de  gradualismo: pequeñas transformaciones imperceptibles pero graduales,  por efecto de la selección natural y a base de tiempo (mucho tiempo),  producen grandes diferencias, y dan origen a la variedad de formas  vivas.
 
 Frente a esta teoría gradualista, la teoría de Gould es catastrofista. Aquí está el segundo catastrofismo  al que me refería. La teoría de Darwin supuso una "catástrofe teórica" y  un cambio de paradigma, pero en el caso de Darwin no se da esta bonita  reduplicación: su novedad, su catástrofe teórica, fue terminar con el  catastrofismo en historia natural y (siguiendo a Lyell) desarrollar una  influyente teoría gradualista. Para Darwin todo sucede de modo gradual; de la misma manera que la  acumulación de empresas individuales produce una fuerte economía  nacional en la economía política de Adam Smith, así en Darwin la lenta  acumulación del trabajo de la selección natural da origen a las  especies—de modo gradual y en absoluto catastrofista.
 
 Para Darwin, las especies se transforman lentamente, se subdividen... en realidad el concepto de especie no es tan importante para él. Se fija en los individuos, y no llega a  extraer las consecuencias de que no formen los individuos un continuo—de  que las especies sean algo más que clasificaciones arbitrarias sobre  una gama continua de formas.
 
 Para Gould, no. Las especies  cambian poco: aparecen bruscamente, se mantienen durante un tiempo corto  (es un decir) o largo (largo de verdad). En general, se mantienen fijas. Y luego desaparecen—siempre. Como los individuos al morir... claro, que también pueden dejar  especies hijas, que quizá (o quizá no) las sobrevivan. El caso es que  las especies aparecen de modo comparativamente súbito: normalmente por  la evolución producida en una población aislada, que luego se expande a  otro ámbito geográfico más extenso. Este es uno de los sentidos en que  el contenido de la teoría de Gould (y no sólo su efecto en la disciplina  de la biología) es catastrofista. Las especies no aparecen de modo  gradual, sino catastrofista, o revolucionario. Es lo que se llama la  teoría del equilibrio puntuado, desarrollada por Gould junto con Nils Eldredge. Equilibrio, por la  fijeza relativa de las especies, y puntuado por momentos relativamente  breves de especiación: un origen "súbito" (súbito a escala geológica).
 
 Y muchas veces también desaparecen las especies de modo súbito y  catastrofista. Este es el tercer sentido en el que la teoría de Gould es  catastrofista. Enormes cantidades de especies desaparecen de modo  súbito en períodos de extinciones masivas. Las extinciones masivas son producto, literalmente, de catástrofes:  cósmicas, climáticas, ecológicas. Observemos que sólo este tercer tipo  de "catástrofe" en Gould responde a nuestra noción habitual de lo que es  una catástrofe. 
 
 Veamos. De los dinosaurios, que dominaron la  tierra durante muchos millones de años, sobrevive sólo una rama  colateral, multiplicada eso sí hasta la saciedad de variaciones—las  aves. De entre los mamíferos, los monotremas (si merecen ser llamados  mamíferos) se juntan con los marsupiales en un rinconcito del planeta,  en el resto, todo placentarios y alguna zarigüeya. De todos los homo que había hace unos millones de años, sólo queda (mira tú) una especie  que además está exterminando a sus parientes evolucionarios más  cercanos... Una de las razones principales por las que el árbol de la  vida muestra la extraña distribución que contemplamos son las  catástrofes súbitas, que acaban con familias enteras de especies de  manera brutal, y al azar, dejando que los supervivientes luego se  diversifiquen y proliferen en variedades ecológicamente similares a  veces a las especies desaparecidas. Pero delfines en lugar de  ictiosaurios, pongamos. El azar reina en la teoría de Gould: el azar y  la estadística. Las formas vivas tienden a proliferar hasta alcanzar los  límites estadísticamente tolerables. Al borde del equilibrio hay pocas  especies; la mayoría se concentran en la intersección de los valores  medios de un gráfico.
 
 La posición del hombre es particularmente atípica e inestable según esta teoría—Hetero sapiens.  Si nos atenemos a ella, son de prever más revoluciones y catástrofes.  Porque hasta en cuestiones de catástrofes y revoluciones se sigue un  cierto orden. Pero... calma. Hablamos aquí a escala geológica, y antes  de que llegue la madre de todas las catástrofes, da tiempo a que llegue una nueva revolución en la teoría, posiblemente  para restaurar algún gradualismo que nos deje menos revolucionados.
 
  
Retropost (2007): Teoría de la contingencia
 
 
 Se supone en buena lógica aristotélica que no puede haber ciencia del  accidente, sino sólo de los principios generales. Por eso es un tanto  paradójica la idea de una teoría de la contingencia, a primera vista;  teoría de las cosas que no se pueden reducir a principios, sino que son  producto del azar, y de combinaciones impredecibles de causas  convergentes. Sólo post hoc se pueden describir esos fenómenos. Si hay ciencia posible de ellos, es una ciencia narrativa, no predictiva;  una ciencia que se limita a establecer lo que de hecho sucedió, y a  describir las modalidades principales de interacción entre las diversas  causas. Esa ciencia, que parece menos ambiciosa que una ciencia  matemática o física, trata sin embargo de los fenómenos que más de cerca  nos atañen, y que son contingentes, impredecibles. Como la constitución  específica del mundo en que vivimos, la evolución de la vida, la  transformación de unas especies en otras, la aparición de nuestra propia  especie, y los avatares de su historia y cultura. Incluyendo, en una  fase tardía, la aparición de teorías que reconstruyen o esa serie de  procesos complejos e impredecibles.
 
 Me acabo de terminar The Structure of Evolutionary Theory (2002), libro en el que culminó la vida y obra de Stephen Jay Gould (aunque han  salido otros escritos póstumamente). Ya se tradujo al español, una  labor de titanes, supongo, como su composición. Gould pasa repaso a la  historia de la vida y formula su propia teoría de la evolución, a la vez  que repasa las teorías anteriores en detalle, entendiendo su lógica  desde dentro. Se plantea Gould el estudio de la evolución como una  empresa en la cual el elemento teórico es absolutamente fundamental. No  importa sólo la calidad de las respuestas o hallazgos concretos, sino  también la calidad de las preguntas y presuposiciones teóricas que  permitan organizar esos hechos. El estudio de la evolución es así, para  Gould, inseparable del estudio del desarrollo de la teoría de la evolución: es decir, estudia las dos cosas a la vez, la evolución como teoría, y  la evolución de la propia teoría evolucionista, su descubrimiento  gradual de nuevos ámbitos de explicación, su acotamiento de qué  problemas es relevante o posible plantear en un determinado momento...  una ciencia histórica que no puede prescindir de su historia. Convergen  así en Gould las humanidades y la ciencia experimental, en una  combinación fascinante de seguir. Cuando sacó este libro, mientras moría  de cáncer, Gould llevaba muchos años escribiendo artículos sobre  biología y evolución en Natural History, una serie llamada "This View of Life"—una frase extraída de la conclusión de El origen de las especies de Darwin. Estos artículos, recopilados en libros como El pulgar del panda, Brontosaurus y la nalga del ministro, etc.,  podían parecer a algunos meras curiosidades eruditas de la ciencia, una  especie de marginalia anecdótica, en especial cuando Gould los llevaba  hacia territorios de su interés específico como la estadística, la  bibliofilia, los piques profesionales entre científicos, el béisbol...  Pues bien, detrás de cada uno de esos libros de curiosidades, había una  cabeza extraordinariamente organizada (tanto más si se tiene en cuenta  que esta organización se expresaba con máquina de escribir, y no con  ordenador). Casi todos los temas de esos ensayos mensuales reaparecen en  The Structure of Evolutionary Theory, pero esta vez como pasos de un razonamiento gigantesco, o como ejemplos  de un problema concreto que halla su lugar en el marco de una teoría  global. Una teoría que, como digo, es también una teoría de teorías, una  clasificación de los problemas a los que se han enfrentado  sucesivamente los biólogos y evolucionistas, y de las respuestas que les  han dado.
 
 No reduce Gould la evolución a un principio único, o  a una teoría perfectamente cuadriculada. Más bien, siendo su objeto la  complejidad y la contingencia, las soluciones que ofrece dejan un papel a  todos: incluso a la ciencia caduca y a las explicaciones superadas, por  el papel que han tenido en plantear problemas e indicar posibles  soluciones. Todo vuelve con el tiempo, o encuentra su lugar adecuado,  hasta las extravagantes teorías de Geoffroy de Saint-Hilaire que  pretendían relacionar la segmentación de los artrópodos y de los  cordados sobre la base de un esquema corporal común. Una teoría de la  contingencia no buscará una causa al origen de las especies, sino un  complejo de causas, unas más activas que otras en según qué momentos, o a  según qué nivel. ¿Es la selección natural de los organismos un  principio importante? Pues claro, dice Gould, siguiendo a Darwin. Y sin  embargo no puede reducirse a ella la evolución de las especies. Han de  tenerse en cuenta otros niveles de explicación, como la selección de  especies (y no de individuos), la producción de variedades locales  mediante el equilibrio puntuado, y también las extinciones masivas ... o  menos masivas. Lejos de fórmulas simples, la evolución de la vida es  una historia compleja, que sólo puede entenderse con relación a principios generales actuando en circunstancias muy locales. Y es una historia narrativa, incluso narratológica, pues Gould está  atentísimo a las falacias narrativas producidas por la perspectiva: el hindsight bias, la ilusión retrospectiva, los argumentos teleológicos, las narraciones  antropocéntricas que favorece el progreso... Una cita-resumen, traduzco:
 
En los términos más generales, y para formar una unión más perfecta entre la jerarquía de niveles estructurales y escalas temporales de la evolución, esta teoría revisada descansa sobre una expansión y reforma sustancial de cada uno de los tres principios centrales que constituyen el trípode sobre el que descansa la lógica darwiniana: (1) la expansión de la base tomada por Darwin (la selección a nivel de organismos) para proponer un modelo jerárquico de selección simultánea a varios niveles de individualidad darwiniana (gen, linaje celular, organismo, deme, especie y clade); (2) la construcción de un modelo interactivo para explicar las fuentes del cambio evolutivo creativo fundiendo las constricciones positivas impuestas por las vías de desarrollo estructurales e históricas internas a la anatomía y desarrollo de los organismos (el enfoque formalista) con la guía externa procedente de la selección natural (el enfoque funcionalista); y (3) la generación de teorías apropiadas a los ritmos y modalidades característicos de las escalas temporales superiores, para explicar la amplia gama de fenómenos macroevolutivos (particularmente la reestructuración de las biotas globales en episodios de extinción masiva) que no pueden interpretarse como simples consecuencias extrapoladas de los principios microevolutivos. (1139).
El  ejemplo clásico, estándar y espectacular: la extinción de los  dinosaurios. Según el gradualismo darwinista, la extinción se habría  debido a causas microevolutivas: la mejor adaptación de los mamíferos en  la lucha por la vida, y la supervivencia en última instancia del más  apto. Aun en el seno del darwinismo, teoría no teleológica, queda así un  elemento de antropocentrismo: el hombre aparece como la culminación  lógica de una evolución orquestada por principios que aseguran la  supremacía de los más aptos... en un ambiente  relativamente estable que  permite la acción significativa de la microevolución. 
 
 Ahora  bien, según el neocatastrofismo de Gould, las especies, generalmente, no  evolucionan. Una vez formadas, se mantienen fijas o relativamente  estables hasta su extinción, si bien con frecuencia un pequeño grupo  aislado da lugar a una nueva especie.... que quizá acabe desplazando a  la anterior. Así es como funciona en general (siempre en general, no  maximalicemos) la evolución según Gould: por equilibrio puntuado, un equilibrio de base en las especies, puntuado por súbitos cambios en  grupos pequeños que dan lugar a nuevas especies. Es la supervivencia  relativa de estos grupos ramificados, y no la transformación de especies  enteras, lo que marca la pauta general de la evolución. Y, luego, están  las extinciones masivas. Así, los dinosaurios perecieron como  consecuencia de una transformación súbita del medio ambiente producida  por un impacto cósmico. No fueron desplazados por los mamíferos, que  nunca compitieron con ellos de modo significativo: sencillamente, la  extinción global dejó vacías muchas casillas ecológicas que luego  ocuparían los mamíferos... desarrollando, por cierto, una variedad de  formas no tan diferentes a las de los antiguos dinosaurios, formas  adaptadas a esas casillas ecológicas. El hombre no apareció como  consecuencia lógica de la supervivencia de los más aptos y el  refinamiento progresivo, sino que apareció como consecuencia de un hecho  fortuito: la extinción de los dinosaurios en una catástrofe cósmica. Y  si bien ahora estamos muy adaptados a nuestro medio ambiente, bien puede  ser que la era del hombre, o de los mamíferos, termine de la misma  manera en que terminaron los dinosaurios, en un episodio de extinción  global súbita. Lo que hoy sirve, y permite triunfar, mañana no servirá, y  será lo que nos lleve a la ruina. Nadie es el más apto, siempre, en un  universo sujeto a cambios súbitos. El gradualismo darwiniano queda así  desplazado por una nueva teoría de la catástrofe: catástrofe en el  origen de las especies (por equilibrio puntuado) y catástrofe en su  final (frecuentemente por extinción masiva). Y al menos tan importante  como la adaptación darwiniana es la exaptación, el  uso de estructuras corporales para una finalidad distinta de su origen  adaptativo y evolutivo: así las plumas, originadas para la  termorregulación, pero que inesperadamente permiten emprender el vuelo.
 
 Gould termina sin embargo su libro con un homenaje a Darwin, que más  que muchos darwinistas, supo ver el elemento de contingencia e  impredecibildad que hay en la evolución, y la ausencia de un plan  maestro que la guíe. No hay orden humano en el universo, en el sentido en que a veces deseamos pensar que lo hay, y honra a  Darwin el haber sabido ver eso. Gould sin embargo afirma el sentido  moral de la contingencia, pues nos lleva a apreciar lo que hay de único e  irrepetible en cada fenómeno, y en cada experiencia humana que se hace  capaz de apreciarlo. Tal fue la experiencia de Darwin, que no sólo  discernió importantes principios de la evolución, más allá de las  fantasías, creencias y teorías antropocéntricas de sus contemporáneos,  sino que también logró transmitir la dignidad y valor de esa nueva  visión en una obra lúcida y de gran valor intelectual y literario. Gould  sigue sus pasos, lo propone entre líneas como analogía para interpretar  la teoría que él nos ofrece, como refutación y continuación a la vez de  la obra de Darwin. Y convence, convence la analogía propuesta. There is grandeur in This View of Life—ha  sido el suyo, a fin de cuentas, un admirable intento de saber de dónde  venimos y a dónde vamos, más allá de las historias que al respecto se  cuentan en nuestra tribu: un esfuerzo por alcanzar la sabiduría que esté  a nuestro alcance, en el tiempo que tenemos asignado. Es una manera,  más limitada pero más realista, de poner un orden humano en el universo.
 
 
 
Retropost (2007): La fe como exaptación
 
 
 Hay un interesantísimo artículo de Robin Marantz Hening "Darwin's God: Evolution and Religion"  en el New York Times de hoy. Repasa los argumentos evolucionistas sobre  el origen del sentimiento religioso, y el debate actual entre los  adaptacionistas y los colateralistas.
 
 Los adaptacionistas  sostienen que las creencias religiosas se han desarrollado porque  proporcionan ventajas evolutivas, ya sea a los grupos o a los  individuos, en el marco de la selección natural darwiniana. Los  colateralistas las interpretan como... eso, como un resultado colateral  de la evolución, un efecto secundario de algunos mecanismos mentales que  se desarrollaron por otras razones. Así, por ejemplo, es importante en  el desarrollo de la interacción entre seres vivos la detección de  sujetos intencionales. Una detección rápida de agentes permite organizar  esquemas de acontecimientos atribuyéndolos a la acción de un agente (un  posible depredador, una posible presa) y proporciona así ventajas  competitivas. Y bien puede ser que valga la pena en esto pecar por  exceso, y no por defecto, y (en un alarde de precaución) ver agentes  incluso donde no los hay. Dios surgiría así de nuestra capacidad innata  para proyectar agentes y sistemas intencionales como esquemas  interpretativos. (Se puede ver, por cierto, otro producto colateral de  nuestra capacidad de proyectar agentes en lo que sucede cuando, en la  lectura, proyectamos la figura del autor).
 
 Tenemos según los colateralistas una tendencia innata a creer en la  omnisciencia, en seres todopoderosos que controlan la realidad, algo que  por supuesto está ligado también al periodo de la infancia y a las  figuras paternas. Esta tendencia innata, producto colateral de otros  mecanismos mentales, se desarrolla luego de manera acorde a las culturas  y tradiciones de un grupo social determinado.
 
 Para explicar  estas tendencias innatas, no hace falta recurrir a un valor adaptativo o  competitivo inmediato: simplemente surgen como lo que Stephen Jay Gould  denominaba enjutas (spandrels)—como resultado de una arquitectura mental que evolucionaba por otras razones. Ahora bien, estas enjutas pueden exaptarse, y proporcionar funcionalidades ajenas a su origen evolutivo. Y seguramente también hay un elemento de exaptación en las creencias religiosas, en especial una vez se organizan como  estructuras de comunicación social, con rituales de grupo, y ayudan a  cohesionar una sociedad. Dios pasa a ser así un emblema del orden moral  deseable, o incluso del orden político. De este modo, la capacidad  desmedida de proyección de un agente (un agente universal) pasa a   converger, de modo evolutivamente beneficioso, con la cimentación de un  orden social organizado en torno a tal agente imaginario, que aglutina  el torno a sí el orden humano del universo.
 
 Aunque lo que ata  por un lado, desata por otro: si se crean enfrentamientos entre grupos  religiosos y órdenes sociales superpuestos, la fe puede disgregar el  cuerpo social en lugar de agregarlo.
 
 En fin, que al ser la  creencia en dioses un fenómeno complejo, no tiene una única causa, sino  un complejo de causas que convergen; por eso es probable que tengan su  parte de razón tanto las teorías adaptacionistas como las colateralistas  y las exaptacionistas. Es en todo caso un artículo que merece la pena  leer a todas las personas interesadas en el fenómeno religioso: en  promoverlo, en combatirlo, o en entenderlo.
 
 (PS: Por cierto, viendo este artículo del New York Times caigo en la cuenta de que han introducido un sistema de  hipertextualización muy útil: haciendo doble clic en cualquier palabra  del artículo (incluso las no marcadas como enlaces) se abre una ventana  de referencia que explica el término. Esto me recuerda en parte a mi vieja propuesta del hiperhipertexto, claro que la diferencia es que mi propuesta era combinar este enlace  ubicuo con una búsqueda por la red que nos llevase al mejor resultado  para esa palabra (o frase). Para la mayoría de los efectos prácticos es  más útil el glosario del New York Times, supongo. Aunque es en principio cerrado, y no abierto como lo sería una búsqueda).
 
Stephen Jay Gould on Evolution (First Person, 1994)
El canibalismo nos permitió sobrevivir en la Edad de Hielo
El canibalismo nos permitió sobrevivir en la Edad del Hielo: http://www.abc.es/…/abci-antropologia-canibalismo-permitio-…
Retropost (2007) - El clítoris: enjuta o albanega
 (Domingo 4 de febrero de 2007)
 
 
 "Enjuta" o "albanega" es, en  arquitectura, el espacio triangular que queda entre los arcos; entiendo  que "albanega" se aplica al que queda entre arcos semicirculares  colocados en fila, y "enjuta" a los espacios triangulares inclinados que  quedan entre una bóveda semiesférica y el encuadre cuadrangular de los  arcos que la soportan.
 
 Bien, la traducción inglesa es  "spandrel", y es el término usado por Stephen Jay Gould para denominar a  los elementos estructurales no buscados en sí, pero que surgen como  consecuencia colateral de una determinada opción estructural. De la  arquitectura lo traslada a la morfología de los seres vivos, como  analogía o explicación. Spandrel, "enjuta", es un término central en su  teoría de la evolución, y viene a moderar o restringir las explicaciones  adaptacionistas de la Nueva Síntesis darwinista, que minusvaloravan el  papel de los planes constructivos heredados, y trataban de explicar toda  la evolución mediante la selección natural y los desarrollos  adaptativos al medio.
 
 La importancia que tienen estas "enjutas"  es que abundan en la arquitectura de los organismos vivos, y muchas  veces reciben un uso colateral para el cual ni fueron "diseñados" por la  selección natural, ni conlleva ese uso actual que surgiesen por  adaptación para él.
 
 Un ejemplo que pone Gould es el de los  pezones masculinos. No tienen ninguna función adaptativa, sino que son  una herencia estructural. Estructuralmente, es más económico (o al menos  ha sido así de hecho en la historia de los mamíferos) construir los dos  sexos sobre la base de una similaridad básica, en lugar de  diferenciarlos a un nivel más básico. Y los machos tienen pezones  ("tetillas", vamos) no porque los necesiten, sino porque son necesarios  en las hembras.
 
 El clítoris: lo mismo, otra enjuta, esta vez en  sentido inverso. Resultado de un proceso selectivo-adaptativo será el  pene en los machos, pero el clítoris en las hembras es resultado  colateral de un plan constructivo, no de la selección natural. Es el  elemento correspondiente constructivamente al pene, pero sin las  funciones selectivas-adaptativas para la reproducción de aquél. Aunque  Gould tampoco descarta que tenga algún papel adaptativo indirecto en la  reproducción, y, por supuesto, tiene un papel en el comportamiento  sexual, pero éste no es sólo reproductivo.
 
 Se me ocurre que a  algunos/as les podrá parecer esta teoría machista, como casi todo lo que  vayan a decir los hombres sobre el clítoris (Freud, pongamos). Pero eso  habría que argumentarlo en términos biológico-evolutivos.
 
 Cuando una enjuta pasa a desarrollar una función colateral para la que  no fue desarrollada, habla Gould de exaptación en lugar de adaptación,  otro concepto básico del paradigma que propone. Si no podemos distinguir  una exaptación de una adaptación, sería más propio, dice, hablar de  aptación.
 
 Al margen del valor y utilidad que estos conceptos  tienen en biología y teoría de la evolución, parece claro que  contribuyen a desarrollar la dimensión narratológica de estas  disciplinas, y la consciencia de que narramos la función y origen de un  órgano desde un determinado punto de vista, que además puede variar con  nuevos descubrimientos. Para que una estructura sea interpretada como  una exaptación, necesitamos conocer no sólo su función, sino su origen  como adaptación (para otro fin) o como enjuta. Necesitamos contraponer  distintas interpretaciones de la misma estructura—casi distintas teorías  de la evolución. Gould desarrolla así una teoría de la evolución mucho  más consciente de su dimensión metateórica y narratológica: en su propia  teoría y en las de los demás que analiza y comenta en su libro The Structure of Evolutionary Theory. Es una de las cosas que lo convierten para mí en un pensador fascinante.
 


