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Más Baudelaire y más epifanía

Más Baudelaire y más epifanía

Sábado 15 de octubre

"Las tinieblas", de Las flores del mal, en versión que alguien hispanizó. Es el primer poema de Baudelaire que me gustó, hace más de treinta años:

En las cuevas de una insondable amargura
donde el destino ya me tiene relegado,
y a donde la alegría del sol nunca ha llegado,
a solas con la noche, que es azafata dura,

vengo a ser un pintor al que algún dios burlón,
en medio de tinieblas, ¡ay! condena a pintar,
o cocinero que si algo quiere cenar,
ha de hervir y comerse su propio corazón.

A veces brilla, abriéndose lo mismo que una flor
un espectro formado de gracia y de esplendor.
Al pasar desvaído como un sueño oriental
y cuando ya ha logrado su belleza total,
en la visita, al fin, reconozco a la hermosa:
¡Es ella! ¡Es ella! Oscura y a la vez luminosa.

Me impresionó la manera en que el poeta vislumbra a su musa, o experimenta la inspiración creadora, o la visión de una algo de otro mundo que se abre paso un momento a través del arte. Algunas caras, en la calle, nos producen esa sensación súbita, no precisamente de pétalos en una rama negra húmeda, diría yo, sino de una melodía olvidada hace tiempo. La "azafata dura" es un fallo de traducción especialmente logrado, mejora al original, como hacía Baudelaire en sus propias traducciones. Y lo de comerse el propio corazón me recuerda a este otro poema de Stephen Crane, de The Black Riders:

In the desert
I saw a creature, naked, bestial,
Who, squatting upon the ground,
Held his heart in his hands,
And ate of it.
I said: "Is it good, friend?"
"It is bitter-bitter," he answered;
"But I like it
Because it is bitter,
And because it is my heart."

Es el predicament de más de un poeta esperando a su musa, ciertamente, como de más de un diarista, y desde luego de más de un bloguero.

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