Vaquillas en una pista de esquí
Eso es el sueño que he tenido esta noche, todo el rato esquivando a un torico en una pista de esquí, un prado inclinadísimo, y menos mal aún que no había nieve; parece ser que el truco para que no te pillase el toro era no perder altura al darle esquinazo. Qué ocupaciones nos buscamos por las noches. Apenas menos absurdas que las del día, en realidad. Hoy hago encaje de bolillos para poder estar viendo una película de Shakespeare con los alumnos, lo cual me supone: dejar a los tres críos en el comedor (tres vales de comida, y no verlos a mediodía), porque nadie más los puede recoger a esa hora, con Rosa en el hospital con su madre todavía muy grave, y la madre de ellos que ha ido a Madrid a traer al abuelo. También fui ayer a sacar la película del videoclub: Titus, una película sanguinaria y grotesca, con Anthony Hopkins muy en su línea, que le saca un partido increíble al extravagante Tito Andrónico de Shakespeare. (Recomiendo verla antes de que desaparezca para siempre al menos en España: ha quebrado Laurenfilms). Bueno, pues aunque yo tengo mi ejemplar de Titus en vídeo, la voy a sacar al videoclub en DVD, pagando yo, claro, porque los alumnos la seguirán mejor si les pongo los subtítulos en inglés, cosa que el vídeo no permite. Y tachán, cuando voy ... resulta que no aparece ninguno. Bueno. (Ver 31 de octubre). Supongo que sacarán la película cada uno por su cuenta, pagando, y la verán en casa, pues la universidad no dispone de ella. ¿O será mucho suponer? Creo que por esto me dedico por la noche a las vaquillas en una pista de esquí – por cambiar de tema.
Aparte también me he dedicado a preparar lecturas para mi curso de doctorado, pero me he cortado antes de fotocopiárselas a los alumnos... no sea que no aparezca tampoco ninguno. Vamos, que cómo no va a estar de capa caída la Filología, con semejante interés ambiental. Me parece que es el último curso de doctorado que doy: para el año que viene no he propuesto ninguno, y luego (o ya el año que viene, vaya usted a saber) se suprimen los programas actuales de doctorado y se inauguran los másters. Y aún no he pensado si me dedico a masterizar o si me quedo en el primer grado, el bachillerato universitario.
Bueno, ahora me voy a la estación a recoger a mi suegro y a su hija (isn’t that indirect) que vienen de Madrid. Álvaro no viene a nuestra estación-templo egipcio, se queda viendo El Paleofreak. Pero observa: "Esa estación no me gusta. Me da vértigo. Por qué la harían tan alta. Aunque tenga que ser grande, me parece que los trenes no miden cincuenta metros de alto."
(PS: la opinión de Otas sobre la macroestación: "Palece que estamos en el futulo. Y palece un labolatolio").
2 comentarios
José Ángel -
Timisoara -