El tren chino
- Pues sabes que el tren es mío.
- Sí, y los dinosaulios tlansfolmets son míos.
- Pero si se los dieron a Ivo.
- No, pero hemos descubierto una inscripción oculta que dice que lo que es de Ivo es el tren. Mira: "Para Ivo, porque te gusta mucho el carbón, ¿verdad, Ivo?"
- Vaya.
- ¿Puedo poner el tren un ratito cortito?
- No, Pibo, pónlo luego, que nos atufa. Cómo se nota que es chino este tren, seguro que no pasaba los controles de calidad de la Unión Europea. Ni el protocolo de Kioto, vamos. Con el humo que echa, es como si estuviéseis en una casa llena de fumadores.
- Ya, muchos controles de calidad pero el tren aquí lo tienes.
- Porfa, sólo un ratito...
- Además ten en cuenta que cada vez que lo pones se le gastan las pilas, y que te queda menos tren, porque seguro seguro que no le volvemos a poner pilas.
- Sí, las pilas que ya nos las podemos poner nosotros decía el Rey, que viene la competencia fuerte; no nombró a los chinos, pero...
(Mira que somos sádicos los mayores, fiarle tan corta la vida a un juguete, pienso que esto de las pilas es como obsesionar al crío con el coste directo que tiene cada momento de placer... ¡pero bueno, si después de todo va a resultar que es un juguete educat-ivo!)
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