Cátedra en conserva
La cátedra en cuestión es la infausta cátedra en la que se me cargaron a mí y a otros tres y quedó vacante. Bueno, pues resulta que años después de la oposición, el Departamento ha pedido que salga otra vez a concurso, sacándola del jarrito de formol en el que estaba guardada. Y, sorpresa, el Rectorado no va a hacerlo. Pues (según me han dicho de buena fuente) han preguntado al Director que cómo es que se ha pedido la salida a concurso de esta cátedra, si no hay en el Departamento ningún profesor habilitado que se pueda presentar al concurso. Así que no se va a sacar: va contra la política del Rectorado, que al parecer da prioridad absoluta a la promoción de su propio personal por encima de la conveniencia de cubrir las plazas asignadas.
Esto tiene su parte de círculo vicioso, pues el número de plazas de habilitación está en función del número de plazas docentes que saquen las universidades a concurso. Por tanto, al no salir esta cátedra a concurso, habrá menos posibilidades de que se habiliten los candidatos (sean o no de la Universidad de Zaragoza).
Yo ya sabía que la creación de nuevas plazas de catedrático estaba ya explícitamente subordinada a la existencia de personal habilitado. O sea, que si no hay habilitado, en principio no se asignan cátedras nuevas al departamento aunque lo solicite por mantener un equilibrio en la estructura de plantilla. Pero ahora descubro que la misma política se aplica a las plazas ya existentes. Se entiende así que ante la carencia de prisa del Departamento por cubrir su plaza estos años pasados, el Rectorado tampoco le haya apremiado en absoluto. Dinero que se ahorra.
Es una frugalidad loable, y un interés solícito de la institución por la promoción interna de su personal. Lástima que cuando le llegan al Rectorado recursos y denuncias sobre las arbitrariedades e injusticias que cometió la comisión evaluadora para lograr dejar vacante esa cátedra, cuando había tanto candidato de la propia universidad que se presentaba-- allí ya no haya habido tanto interés de la Universidad por velar por la promoción de su personal. Ni un acuse de recibo, ni una respuesta, sino más bien un desprecio olímpico a las opiniones y a las carreras de los candidatos. Eso también ahorra dinero, claro, en sueldos y en papel con membrete. Pero es pan para hoy y hambre para mañana, porque mina la integridad del sistema, y la credibilidad de la universidad.
Es una actitud que ciertamente merece un contencioso administrativo, así que eso he hecho. Con pocas posibilidades de éxito, claro, al haberse atrincherado el Rectorado en el silencio administrativo durante tanto tiempo. Pero por mí que no quede.
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