Tommy
He vuelto a ver Tommy en el treinta aniversario de la película, o treinta y dos ya—y casi cuarenta del musical. Menudo revaival—la debí ver como cuatro veces cuando era estudiante a principios de los ochenta. Los Who acaban de pasar por Zaragoza el verano pasado—¿los quién? Ya no sé si los conoce nadie. Re-viéndola, me ha llamado la atención sobre todo la obsesión paterno-generacional de todo el asunto, el edipazo caso grave.
La película modificó la historia original de la ópera rock de Townshend, para hacer de la figura del Padre Ausente una especie de fijación de Tommy; este segundo Tommy es una versión pop de Hamlet, con un padrastro explotador y escenas con su madre un tanto a lo Gertrude (pseudo-incestuosas, se ha dicho). Aunque eliminando del tema hamletiano el asesinato del padrastro.... al menos no muere éste explícitamente a manos del propio Tommy. Este padrastro parece (como en Hamlet un desplazamiento simbólico del propio padre, que no llega a la altura del Patriarcado conforme el niño va creciendo—y de ahí que se vea proyectado en una sucesión de papeles incongruentes, desde "tío", a maltratador, a socio, empleado, colega, manager... No hay manera de fijar la relación con el padre.
La película empieza y termina en unas highlands, al principio con sus padres de excursión kitsch; al final con Tommy, ya destruida su neorreligión, y tras un nuevo bautismo, cerrando el círculo, escalando al mismo sitio donde veíamos a sus padres, y reafirmando su independencia cara al sol (el símbolo paterno-cósmico). El sol sustituye aquí a las bolas de pinball (un tanto lunares, lunas especulares parecen) que eran el leitmotiv de Tommy hasta entonces. Nos recuerda el sol naciente a la esfera reluciente que alzaba su padre en la visión en la que se le aparece de niño (a modo de fantasma del viejo Hamlet)—también en la misma cumbre, por cierto. He aquí otro cambio del musical a la película en la dirección edípica: el fantasma del padre asume el papel de gurú iniciador y guía interno.
La escena del asesinato del padre, por cierto, se trata en la película de modo bastante ambivalente: más que un asesinato (aparte de que las fechas no casan) el tratamiento de la escena se lleva deliberadamente hacia una escena primordial de trauma: la instauración de un Edipo traumático. No sabemos si este padre que ha aparecido es una realidad o un símbolo en la mente hamletiana de Tommy. O del guionista.
La película es, pues, la historia de cómo se supera el trauma resimbolizándolo en una serie de desplazamientos—lo cual quiere decir que en cierto modo no se supera, sino que se transforma o se adapta a la nueva fase vital. Se inaugura una nueva adolescencia, que en parte nos libera de la anterior y en parte la repite compulsivamente. Adaptarse ya es mucho, y la película desde luego va explícitamente sobre liberaciones espectaculares de las propias ataduras. Menos explícitamente, muestra también cómo se perpetúan éstas—y aquí ya pasamos sin solución de continuidad del proyecto consciente de la película al inconsciente. Tommy es un adolescente desgarbado, retrasado, Roger Daltrey no pasa por teenager, claro; pero es que ha de ser un niño mal crecido sin crecer, encerrado todavía en el trauma edípico—por no decir en la fase del espejo (pues sólo se ve a sí mismo, y quizá a su padre, en los espejos).
Tommy es además un hamlet pasado por Cristo—(modelo del papel explícito de liberador y predicador que adopta al recobrar los sentidos), un Cristo que no sabe si está llevando bien a cabo las enseñanzas de su padre; ha de enfrentarse a la corrupción de la Iglesia como nuevo sanedrín, y ha de ascender solo hasta la Transfiguración, a intentar una vez más alcanzar la plena divinidad que un padre exigente le ha prometido cuando haya cumplido su misión—un padre empero cada vez más solar e inalcanzable.
La resurrección de Tommy tiene lugar en dos fases: en la primera, se convierte (aún sin consciencia propia) en un ídolo del pinball—emblema de la cultura adolescente urbana moderna, alternativa al mundo de los adultos y primer camino para alcanzar la autoimagen. Pero esa liberación es falsa, y requiere una nueva liberación que no es sino una repetición de lo ya andado—más alienación a través de la cultura de masas (con Sally Simpson adoptando ahora la postura alienada y con Tommy como falso liberador, también alienado). Es curioso que Tommy, antes de Parque Jurásico, es quizá la primera película con automárketing interno, que vende dentro y fuera de la película el mismo merchandaising: camisetas, colgantes, chapas de Tommy, como autocrítica postmoderna de la alienación consumista—y saca tajada de paso, claro. La propia música/película como falso ideal y producto de culto autodesconstruido:
Más drogas y rocanrol, más psicodelia. Más campo de vacaciones—ya decía el pequeño Tommy que tendría de mayor un campo de vacaciones, y en él se juntan la falsa religión de Lourdes, las falsas sectas que la ofrecen con otro envoltorio (como en la escena del culto a Marilyn), y la propia liberación de Tommy como falsa religión. Hay un elemento sin duda de reflexión del propio Townshend sobre la vaciedad de su papel como ídolo de masas—una consciencia de la propia alienación en el papel de estrella. (En The Wall, de Pink Floyd, se narra por cierto una historia similar, de padre ausente y carrera frenética del hijo por buscar no se sabe qué centro propio en un delirio de drogas y alienación...).
La cultura pop se contempla a sí misma con sarcasmo, como una falsa religión penetrada por el márketing, y que no tiene nada que ofrecer. La liberación ha de ser personal, y quizá el guionista sentía que su liberación estaba siempre empezando—aunque nos hace sospechar la estructura de Tommy que no hacemos sino correr de unos ídolos a otros, guiados por compulsiones demasiado profundas para analizarlas nosotros mismos. Al menos, vamos consiguiendo hacer carrera e ir reconociéndonos en el espejo, aunque a veces no conseguimos mantener una sana distancia con él y tendemos una y otra vez a atravesarlo. Tommy, o el emblema de la perpetua adolescencia–siempre llegando tarde a ocupar el lugar del padre. En la sociedad de consumo y del simulacro producido en serie, no saldremos de la adolescencia, y la apoteosis parece postponerse indefinidamente mientras la canción "Listening to you" nos vuelve a colocar una vez más en el papel de seguidores de viejos y nuevos mesías e ídolos de masas...
Tommy. Writer and dir. Ken Russell, based on Pete Townshend and The Who's rock opera. Cast: Oliver Reed, Ann-Margret, Roger Daltrey, Elton John, Eric Clapton, Keith Moon, Paul Nicholas, Robert Powell, Tina Turner, The Who, Jack Nicholson. Photog. Dick Bush. Exec. prod. Beryl Vertue and Christopher Stamp. Assoc. Prod. Harry Benn. Prod. Robert Stigwood and Ken Russell. Robert Stigwood Organisation, 1975.
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