Junebug
Una película ésta muy buena, no en vano tuvo el premio de la crítica en Sundance, pero no sé si se ha visto por España. Va de las aventuras de una sofisticada galerista de arte inglesa de Chicago, Madeleine, mujer de mundo, cultura y carrera yuppie, cuando choca con el Sur profundo, la gente del pueblo y la suegra. Es una especie de contraste entre las raíces (el pasado, el pueblo, la familia con sus taras) y el libre vuelo del sujeto en la ciudad, donde las relaciones son más libres y sólo es la profesión lo que define a una persona, pero a la vez deja a las personas desenraizadas.
Madeleine está intentando "reclutar" a un artista sureño local medio pirado, un maniático que pinta escenas llenas de la violencia y obscenidad que lleva acumuladas no sólo él sino el país. La yuppie ve ahí sólo negocio, y no se detiene a pensar en la experiencia real de la que salen esos cuadros, totalmente incompatible con lo que se supone son los planteamientos de ella (liberales, progresistas, etc.). Y es que la chica a su manera es tan superficial como la placidez del pueblo. Lo malo es cuando aprovecha para ir a visitar con su marido a los padres de él, que viven no lejos del pintor. (Si no, no iban...).
Madeleine es educada, tiene buenas intenciones, pero vive ante todo para su carrera, no para relaciones personales. Conecta fatal con la familia: bien con el padre, hombre tranquilo e inexpresivo, pero resulta intrusa y falsa para la suegra, que es una imponente cateta hostil, al frente de una familia disfuncional. Inteligencia emocional cero (todos)—aunque las emociones las expresa abundantemente su co-nuera, Ashley, embarazada de nueve meses, sesos de chorlito encantadora y superficial, que la admira y cree hacerse amiga del alma con ella. Madeleine le sigue la corriente con elegancia, pero en realidad le importa Ashley tres pepinos. Peor va la cosa con su cuñado, que vive disfuncionalmente en casa, incomunicado con Ashley y con los padres, un mastuerzo que sólo se vuelve humano con sus compañeros de trabajo. Este se piensa que Madeleine está intentando ligárselo, nada menos, tan romos tiene los sensores—eso debido en parte a una relación de envidia, celos y hostilidad con su hermano. Madeleine va descubriendo con sorpresa el background de su marido—algo que al parecer tampoco le había despertado ninguna curiosidad antes. Tampoco tiene planes para el futuro: está sólo en una confluent relationship de las teorizadas por Giddens, pero viaja ligera de equipaje y no piensa tener hijos... Aunque la película nos coloca cerca del punto de vista de ella (cercana a los intelectuales que han hecho la película) es también sarcástica y autocrítica en ese sentido. Ahora bien: mejor el mundillo falso de intelectuales galeristas que esta comunidad asfixiante de sureños medio tarados—la película es casi guerracivilista en el retrato que hace del sur profundo, las limitaciones de horizontes de esos vecinos poco atractivos y reuniones comunitarias de amas de casa... bueno, es lo que hay, ¿no?
Otro detalle, así a lo tonto, para contrastar la terrorífica "autenticidad" de estos sureños con la falsedad subterránea de la yuppie Madeleine: el pintor local iba a firmar con una galería de Nueva York por puro machismo, aunque ella no parece darse cuenta de eso—hasta que cae en la cuenta de que el galerista era judío, y es que este supuesto genio subnormal es más antisemita que machista. Así que firma con ella—que le ha dicho que el otro es judío como quien no quiere la cosa, y se da cuenta de que está usando un prejuicio cuasi-nazi de él para hacer negocio, pero bueno, un contrato es un contrato...
Cuando Madeleine se pone ojiplática es cuando ve a su marido reclutado, con brazo en los hombros, por el cura del pueblo, cristiano musculoso en una comunidad de cristianos musculosos, y se ve obligado a demostrar que sigue siendo el mismo que se fue, entonando un himno de agradecimiento a Jesús y a capella. Bueno, hasta entonces no se da cuenta la British de que hay mundos dentro de mundos, o de que se ha casado con un marciano, o de que la marciana es ella. "Pobre", parece decirle al acariciarlo compasivamente en el coche mientras se alejan y dejan atrás lo que fue la realidad de él.... En el pueblo está abducido, y se entiende que tuvo que escapar de allí por la presión ambiental. Está genialmente retratada la especificidad americana y sureña-blanca de esta presión.
Mientras, la pobre Ashley, casada con un mendrugo medio subnormal, ha dado a luz un niño muerto (Junebug iba a ser el mote que le tenían ya preparado al bebé, que iba a cambiar su vida, creía ella...). Y Madeleine, por razones profesionales, ni siquiera va a ver a su amiga del alma al hospital, aunque eso sí, le pide a la suegra que le de recuerdos. "Ya, ya", le dice ella mientras aspira el cigarrillo y la mira fijamente. Y el marido se vuelve a la ciudad con un garrotazo en la frente que le da su hermano, reviviendo las viejas rivalidades, y a modo de maldición cainita. Ay el pueblo, donde está el pasado enrocado haciendo tiempo. Película tremebunda, pues, sobre las reuniones familiares, el peso del pasado, y las facturas que pasa el rehacerse dejándolo atrás; una especie de Almodóvar a la americana, pero con la mala baba más subterránea, e interpretaciones excelentes.
Junebug. Dir. Phil Morrison. Written by Angus MacLachlan. Cast: Amy Adams, Embeth Davidtz, Ben McKenzie, Alessandro Nivola, Frank Hoyt Taylor, Celia Weston, Scott Wilson. Photog. Peter Donahue. Music by Yo La Tengo. Prod. des. David Doernberg. Ed. Joe Klotz. Exec prod. Mark P. Clein, Ethan D. Leder, Daniel Rappaport, Dany Wolf. Prod. Mindy Goldberg, Mike S. Ryan. USA: Epoch Films, 2005. DVD. London: Eureka, 2006.
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