Cronista oficial de la villa
Lleva publicando la Institución Fernando El Católico una colección de libros sobre "Historias municipales", que estoy esperando que le toque el turno a Biescas. Tenemos una historia del santuario de Santa Elena (Pedro Estaún Villoslada, La ermita de Santa Elena: Lugar emblemático del Valle de Tena. Zaragoza: Barrabes Editorial, 2005), pero aún ninguna historia propiamente dicha del pueblo. A ver si no tarda, aunque hace falta valor para ponerse a escribir una—no es cosa de broma el trabajo que lleva.
Un poco más abajo siguiendo el Gállego, pero lástima que no pase por allí el río, está Villanueva de Gállego, el llamado pueblo de las tres mentiras; y ellos acaban de estrenar historia, el volumen 10 de esta serie que decía: Villanueva de Gállego, un enclave rural en la huerta de Zaragoza (2007). Un 2007 muy tardío será, porque conozco al autor, que trabaja en mi departamento, Carlos Urzainqui; me lo he encontrado hoy y me ha presentado el libro, que acaba de salir. Carlos vivió mucho tiempo en Villanueva pero era y es de Zaragoza—también somos del mismo año por cierto.
Pues como decía no es cosa de broma meterse a historiador local. Toda historia bien escrita es difícil escribirla—pero quizá tenga más disimulo la historia nacional, o la historia de acontecimientos famosos, pues hay tantas historias previamente escritas, y tanto material adicional ya estudiado y listo para seleccionar, que el trabajo puede ser de índole muy distinta. En la historia local, en cambio, suele el historiador ser el primero que se aventura por allí, y le toca recoger datos, hacer entrevistas, patear el campo, registrar archivos, digerir informes e impresos oficiales... ánimo a quien se anime, y enhorabuena a Carlos que lo ha hecho de modo magistral.
Empieza por la orografía y geografía, pasamos por los restos romanos ("no es nueva...") y las menciones en autores medievales, las figuras que por allí pasaron, las anécdotas como el cambio de nombre por generación espontánea (pues mucho tiempo se llamó "Villanueva de Burjazud"), la economía de los habitantes y del municipio, el gobierno, las vicisitudes de la historia nacional a su paso por el pueblo, la arquitectura, las tradiciones, las cofradías y casinos y romerías... El precio de la cruz de plata que encargaron en el siglo XVI, los contratos y obligaciones del barbero y el secretario, las casas de campo, la banda de música, la proclamación de la primera y la segunda repúblicas, los fusilamientos realizados por los falangistas, las incursiones del maquis, los cines de posguerra... En fin, como para no especializarse. O más bien para especializarse en cómo estos ingredientes se combinan de manera única en un espacio y en un tiempo irrepetibles pero de manera siempre cambiante, y seguirle la pista a todo como mejor se pueda—y se puede. Chapeau.
Un trocito sobre una época sensible:
—Y de ahí a los cines de la generación de nuestros padres, la expropiación del Castellar, la democracia, con la sorprendente prevalencia de votantes del CDS, la circunvalación, la Universidad San Jorge, en construcción—mucho se construye últimamente en el pueblo, lo están dejando como nuevo.
En fin, que propongo que lo hagan villa de una vez, y que nombren cronista oficial de la misma a Carlos Urzainqui. Y, ya puestos, que desvíen un poquito el Gállego hacia allí.
Un poco más abajo siguiendo el Gállego, pero lástima que no pase por allí el río, está Villanueva de Gállego, el llamado pueblo de las tres mentiras; y ellos acaban de estrenar historia, el volumen 10 de esta serie que decía: Villanueva de Gállego, un enclave rural en la huerta de Zaragoza (2007). Un 2007 muy tardío será, porque conozco al autor, que trabaja en mi departamento, Carlos Urzainqui; me lo he encontrado hoy y me ha presentado el libro, que acaba de salir. Carlos vivió mucho tiempo en Villanueva pero era y es de Zaragoza—también somos del mismo año por cierto.
Pues como decía no es cosa de broma meterse a historiador local. Toda historia bien escrita es difícil escribirla—pero quizá tenga más disimulo la historia nacional, o la historia de acontecimientos famosos, pues hay tantas historias previamente escritas, y tanto material adicional ya estudiado y listo para seleccionar, que el trabajo puede ser de índole muy distinta. En la historia local, en cambio, suele el historiador ser el primero que se aventura por allí, y le toca recoger datos, hacer entrevistas, patear el campo, registrar archivos, digerir informes e impresos oficiales... ánimo a quien se anime, y enhorabuena a Carlos que lo ha hecho de modo magistral.
Empieza por la orografía y geografía, pasamos por los restos romanos ("no es nueva...") y las menciones en autores medievales, las figuras que por allí pasaron, las anécdotas como el cambio de nombre por generación espontánea (pues mucho tiempo se llamó "Villanueva de Burjazud"), la economía de los habitantes y del municipio, el gobierno, las vicisitudes de la historia nacional a su paso por el pueblo, la arquitectura, las tradiciones, las cofradías y casinos y romerías... El precio de la cruz de plata que encargaron en el siglo XVI, los contratos y obligaciones del barbero y el secretario, las casas de campo, la banda de música, la proclamación de la primera y la segunda repúblicas, los fusilamientos realizados por los falangistas, las incursiones del maquis, los cines de posguerra... En fin, como para no especializarse. O más bien para especializarse en cómo estos ingredientes se combinan de manera única en un espacio y en un tiempo irrepetibles pero de manera siempre cambiante, y seguirle la pista a todo como mejor se pueda—y se puede. Chapeau.
Un trocito sobre una época sensible:
La vida social de posguerra transcurría en un ambiente rural e introspectivo en el que abundaban las reuniones familiares, sobre todo alrededor de la radio o de la estufa, o de grupos cohesionados entre sí por lazos de afinidad. Se creó un prototipo de convivencia marcado por la pervivencia de supervivientes de ambos bandos que llevaba a la contención de determinadas ideas y sentimientos, aparte de la represión oficial. En este ambiente, la sociedad villanovense de posguerra vivía dentro de los cánones establecidos por el Régimen que se resumían, principalmente, entre el fútbol y el baile de los domingos. La amplia tarea musical del primer tercio del siglo continuó durante la posguerra. En 1944 ya existían dos locales de baile: uno de ellos situado en los bajos del Casino Agrícola Católico y otro llamado popularmente "El Bolo". Este último estuvo siempre controlado ya que, según aducían las fuerzas gubernamentales, "daba lugar a volver nuevamente a los tiempos de la República, pues se notaba en los vecinos la formación de dos bandos, siendo, como es lógico, los partidarios de la apertura de este baile los de ideología izquierdista" (Libro de Actas del Consejo Local del Movimiento, p. 57). Este último hecho no está constatado. (p. 226).
—Y de ahí a los cines de la generación de nuestros padres, la expropiación del Castellar, la democracia, con la sorprendente prevalencia de votantes del CDS, la circunvalación, la Universidad San Jorge, en construcción—mucho se construye últimamente en el pueblo, lo están dejando como nuevo.
En fin, que propongo que lo hagan villa de una vez, y que nombren cronista oficial de la misma a Carlos Urzainqui. Y, ya puestos, que desvíen un poquito el Gállego hacia allí.
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