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Vanity Fea

Día intenso

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Por la mañana, registrando el bolso de Tata, encontramos una foto misteriosa. Misteriosa hasta ahora. Nos despedimos de los padres en Biescas, y bajamos hasta Villanueva, donde tenemos comida (no japonesa) con Carmen y Paco —y Rodri y Valma, claro. Pero no contentos, seguimos camino hasta las urgencias de la clínica Montpellier, donde me tratan de una crisis aguda de alergia—con Urbasón al canto, y más pastillas pal pastillero. De ahí a casa, a enviar un artículo que me pedían de Inglaterra—y a cenar al vegetariano con Chusa y José Mari. Hablamos de la incertidumbre de si petará o no Occidente: ni los expertos tienen ni idea, concluimos. El futuro es impredecible (qué cosas, en tantos años de Biescas, nunca hasta había visto una garza al pasear por el río). Y el pasado también, quién decía que no sabemos qué pasado nos espera... la prueba, la historia esta de las revelaciones familiares. En el restaurante, la camarera rusa tenía mal de amores, al parecer. Nada podemos por ella. Plegamos tarde, y recorremos la ciudad en fiesta en nuestra Vulcan, nosotros buscando farmacias. Al volver a casa encontramos a los nenes pacíficamente dormidos. A estas horas sigue la fiesta, pero sin nosotros.


De paseo

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