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Vanity Fea

Miracle on 34th Street

Es una película de Santa Claus, o dos. Como en Polar Express, se plantean estas películas en términos sentimentales la necesidad de mantener la ilusión en la vida, encarnada aquí (en las tres) en la cuestión de si existe o no Santa Claus. La negacionista de Santa Claus, la madre que le quita la ilusión a su niña, al final recibe una educación sentimental, y entra en el matrimonio y acepta la fe en la vida, abandonando su soltería resentida. Bueno, suponemos que se casa con el buen abogado, aunque en las películas no consta fehacientemente el matrimonio—en la segunda sí que han pasado la noche juntos haciendo un niño, un hermanito que quería la pequeña de regalo de navidad. Ni una ni otra dejan explícita la cuestión de si el buen anciano de barba blanca, Kris(s) Kringle, que trabaja de Santa Claus en unos grandes almacenes, es o no es realmente Santa Claus (es decir, si está chiflado o no). La lección, claro, es que no importa, mientras se mantenga la ilusión.

Como dice Roger Ebert, el remake llega a un mundo más desengañado, aunque intenta mantener el espíritu navideño just the same. Se nota el mayor desengaño en que, como sucede en Polar Express, hay un paso adelante en la autoconsciencia de lo que se está proponiendo. En la película de 1994 de Miracle on 34th Street hay un cambio significativo en la escena del juicio en el que se intenta determinar si Kringle está loco o no. Ahora se establece un paralelismo explícito entre dos buenos ancianos de barba blanca: Santa Claus, y Dios.  El descreimiento de la madre tiene ahora tintes más claros (si bien nunca explícitos) de ateísmo militante—y el final de la película es por tanto el "triunfo" de la fe sobre el descreimiento, y todos salen diciendo que "creen" por apoyar al Santa Claus convertido ahora en una causa mediática popular. En este remake, el buen abogado (de quien sospecho que creer en Santa Claus no cree pero se lo va a callar) apela explícitamente al lema de los Estados Unidos, "In God we Trust", el de los billetes, para establecer la analogía de que a veces es necesario creer sin pruebas—que hasta el Estado de derecho lo hace, de modo oficial.

Pequeño problema. La película desconstruye, queriendo o sin querer, la misma fe e ilusión que supuestamente pretende potenciar. Igualando a Dios y a Santa Claus (en cuanto a su posición en la economía moral del ser humano) se coloca en una posición ambigua: viene a decir que al igual que es bueno que los niños crean en Santa Claus—o los Reyes Magos—que para el mundo adulto es una ficción colectivamente mantenida, de igual manera es moral y políticamente conveniente mantener la ficción de la existencia de Dios, que como todo el mundo sabe... bueno, ¿qué es lo que sabe todo el mundo, realmente? La película es una inteligente y conservadora película sobre la fe religiosa diseñada por no creyentes—por no creyentes que consideran oportuno exponer de este modo el problema de la no creencia, y que (como Maquiavelos benevolentes) se sitúan en una metaposición más allá de los adultos, diciéndonos que hay verdades que quizá no convenga que el pueblo conozca—incluyéndose ellos en el pueblo—y que Dios, la religión (y hasta quizá el Estado de Derecho y el valor del dinero y el sistema financiero) son ficciones útiles para engrasar la vida social. Que la manera más inteligente de encarar estos asuntos es con una especie de doublethink autoirónico. Y que mejor no plantear la cuestión de si es obligatorio que el Presidente de los Estados Unidos cree o ha de creer en Dios. Que crea en Dios por defecto o de puertas afuera, como todo buen ciudadano, y a correr.

Quizá sería más adecuado para mantener la fe que estas películas navideñas las hiciesen auténticos creyentes.

Suponiendo que los haya— ¿Porque existirán, digo yo?  Sí hay muchos que se indignan por lo del "autobús ateo" de Dawkins y demás, aunque podría ser una indignación de conveniencia. ¿Acaso ya todo el mundo (menos quizá los creyentes del Islam) cree en Dios como se cree en Santa Claus, y opina que es mejor hacerlo sin examinar mucho la cuestión? ¿Acaso por lo que antes entendíamos por fe y creencia religiosa ahora hay que entender en ningún caso creencia como tal en sentido literal,  sino "una ficción pública colectivamente mantenida"?  Eso haría pensar esta película, entre tanto hou-hou-hou. Y Dawkins (The God Delusion) aún intentando subrayar las evidencias que la gente bien conoce, qué aguafiestas tan ingenuo...

Santa and God


... y yo sin enterarme de cuándo le hizo clic la cabeza al público en esta cuestión.

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Miracle on 34th Street. Dir. Les Mayfield. Written by John Seaton and John Hughes, based on George Seaton’s screenplay for the 1947 film and a story by Valentine Davies. Cast: Richard Attenborough, Elizabeth Perkins, Dylan McDermott, J. T. Walsh, James Remar, Mara Wilson, Robert Prosky. Music by Burce Broughton. Ed. Raja Gosnell. Prod. des. Doug Kraner. Photog. Julio Macat. Exec. prod. Wiliam Ryan, William S. Beasley. Prod. John Hughes. USA: Twentieth Century Fox, 1994. Spanish DVD: Milagro en la ciudad. Twentieth Century Fox Home Entertainment España, 2001.

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