Especiación y retrospección: El diseño inteligente de Nabokov
Hace poco me preguntaban si Vladimir Nabokov había estado en Albarracín, por unos comentarios que parecían especialmente vívidos (y vividos) en su cuento "Pilgram" ("The Aurelian"). Bien, pues mi conclusión es que no—que probablemente soñaba con ir a Albarracín (y a Granada, y a Madrid) a cazar mariposas, pero que, como el personaje del cuento, nunca llegó a ir. El cuento es de 1930; unas notas publicadas en una revista lepidopterológica en 1931 detallan su estancia de unos meses en el Pirineo francés—lo más cerca que estuvo de España fue al parecer la carretera de Le Boulou a Perthus, y parece que no hizo ninguna incursión a España.
Yo sí que he estado en Albarracín—aunque en cambio no conozco ese supremo placer que proporciona la caza de la mariposa según Nabokov. A pesar de que gustaba de echar un jarro de agua fría a quien se ponía poético con su entomología, parece que las mariposas eran para Nabokov un símbolo muy potente de contacto con la eternidad y la trascendencia, un contacto continuado mediatizado por la cotidianeidad del coleccionista y por el prosaísmo visible del trabajo científico sobre los genitales de los lepidópteros. Una vez comenté un cuento suyo sobre mariposas, "Navidad". Hoy me llamaba la atención un texto que escribió a finales de los años 30, un amago de continuación de su novela El Don, y que se publicó por vez primera, en traducción de Dmitri Nabokov, en el volumen Nabokov's Butterflies (2000), editado por Brian Boyd y Robert Michael Pyle.
Se llama este texto "Father's Butterflies" y es una especie de variación desmadrada sobre la figura del padre (del de Fyodor, del de Nabokov) como aventurero y entomólogo, mezclando en él rasgos de científico, explorador y aristócrata, creando una figura idealizada que potencia la afición real del padre de Nabokov a la entomología, y sirve a la vez de sueño imposible sobre a dónde podría llegar un lepidopterólogo aficionado pero entendido, llevado por una "sublime curiosidad" y que tuviese enormes medios a su alcance. Así, el padre de Fyodor se convierte en un explorador que desaparece en una expedición por territorios desconocidos de Asia central, y también en el autor de una obra enciclopédica sobre mariposas, Butterflies and Moths of the Russian Empire, que deja chiquito todo lo hecho hasta entonces.
Además, expone el imaginario autor de la imaginaria obra una imaginaria teoría de la "clasificación natural", que recoge las ideas de especie y evolución quizá no tal y como las exponía Nabokov en sus trabajos científicos, sino más bien tal y como gustaba de imaginarlas, en una especulación más allá de lo científicamente demostrable o presentable, una teoría, dice, "que incluso hoy le parece al mundo científico una fantasía desbocada, un salto de caballo fuera del tablero hacia el espacio (consecuencia de una total incapacidad de asimilar las premisas del autor)" (213).
Es un texto denso que dejará pasmado a más de un lector de Nabokov, y un texto que probablemente nació con voluntad de ser fragmentario, un enigma más que una solución—un ensayo en el que, a juzgar por los fragmentos extractados, cada frase es como una puerta con una vidriera opaca y una señal de alto a los intrusos. En él recicló Nabokov reflexiones personales sobre el orden natural que no se animó o atrevió a publicar como contribución científica en su propio nombre.
De la manera de encarar la cuestión que tiene Nabokov me llama la atención el énfasis que pone en diversos momentos en la cuestión de la retrospección / retroacción: así, nos dice que la publicación de esta teoría como suplemento a su volumen final, Lep. Asiat., "redujo retroactivamente las clasificaciones generalmente aceptadas a una absurda trivialidad". El padre de Fyodor había trabajado "dentro" de las categorías habitualmente aceptadas, concentrándose en cuestiones de descripción práctica, sin atender a la teoría de la clasificación, pero el día a día de este trabajo práctico le llevó a cuestionar todo el sistema, y se manifestó el plan subyacente que se venía fraguando "como el más humilde empleado que de repente se presenta ante su jefe con un plan que arroja una luz totalmente nueva sobre un trato que el magnate había negociado con imprudente precipitación" (214). Es una fuerza atractiva inherente la que le lleva a percibir este plan (señal quizá de una conjunción entre la mente y el sistema de la naturaleza). El "suplemento" teórico de Godunov-Cherdyntsev no es tal suplemento sino (al decir del narrador) toda una revolución conceptual, y a la vez sólo una pieza que completa un puzzle y lo hace de repente "totalmente inteligible". La teoría sin embargo fue polémica e irritante en círculos científicos, nos dice Fyodor, y acabó "eclipsada por su propia explosión" (215). Es una teoría biológica universal que hace inteligible la disciplina entera (como sucedió con el darwinismo), teoría aplicada aquí a las mariposas pero "según se indicaba con serena frialdad en una nota a pie de página, aplicable a todas las áreas de la naturaleza" (215). Pareció delirio por su completa novedad, nos dice Fyodor, pues su comprensión requería "un salto extraordinario, un movimiento acrobático del cerebro" (215). Fyodor se declara incompetente para seguir esta concepción en sus detalles, estableciendo así una cierta distancia irónica indeterminada, entre la teoría biológica de Godunov-Cherdyntsev y la de Nabokov.
Empieza la teoría por redefinir el concepto de especie. Una especie no es aquí para Nabokov (para este Nabokov) un mero constructo teórico de los biólogos, un ejemplar referenciado en un museo, —como sugiere Stephen J. Gould que era el caso, en su ensayo sobre Nabokov el taxonomista y entomólogo (I Have Landed 38). La especie tiene una realidad ya no meramente natural, sino trascendental, inherente, que requiere sin embargo ser reconocida por la mente humana (y de ahí la taxonomía).
La especie la concibe G-Ch como un círculo, en cuya periferia se encuentran individuos aberrantes, razas particulares, variedades locales—en tanto que la idea de la especie ocupa el centro del círculo. Las formas periféricas (de por sí "desviadas" de esa idea) pertenecen a la especie en tanto en cuanto hay formas transicionales que las conectan, en un continuo, al centro del círculo. Esto, que podría parecer idealista y recordar a las teorías predarwinistas sobre variación y razas, adquiere una cierta coherencia en términos materiales y evolutivos cuando Nabokov (o Fyodor, o G-Ch) explica que la unidad de la especie se mantiene por la capacidad potencial de cruce y reproducción entre los tipos. Para eso es necesaria la variedad central: por tanto, la definición adecuada de una especie no la da la "primera descripción taxonómica", pues ésta podría corresponder a un tipo periférico, sino la identificación del tipo ideal y central que encarna mejor el centro de la especie como tal. Una imagen alternativa (y más adecuada, pues tiene en cuenta la génesis temporal de la especie) es la esfera: en la que el tipo ideal de la especie ocupa una vez más el centro, el ecuador es la máxima variación alcanzada, y un meridiano representa el ciclo de posibles cambios del tipo en el tiempo. (Aunque uno se pregunta si un cono invertido, y difuso a partir del vértice, no sería una figura más adecuada para la génesis de variedades mediante la disolución del círculo).
Estas "esferas de la especie" de Nabokov no dejan de recordar a las teorías antidarwinistas victorianas de Fleeming Jenkin, crítico de Darwin, donde la variación interna de la especie estaba contenida por una esfera de variabilidad, sin poder expandirse la variación indefinidamente y generar otras especies:
—No es exactamente lo mismo lo que propone Godunov-Cherdyntsev, pues sí acepta la evolución pueda romper el círculo (aunque sólo para generar un círculo más amplio, el del género)—pero sí se aprecia en su propuesta una cierta nostalgia por estas especies fijas y esenciales del predarwinismo, en esta celebración de las especies que llegan a constituir una forma esférica, y en el privilegio cuasi-idealista concedido al individuo tipo, al "centro" de la especie. Contra este fijismo, y a favor de la continuidad entre las especies y las variedades, se presentó precisamente la teoría de Darwin, e igualmente la de Wallace en su artículo de 1858, "On the Tendency of Varieties to Depart Indefinitely from the Original Type". Nabokov admite la posibilidad, es más, el hecho de esta variación, pero enfatiza la tendencia contraria, la tendencia al fijismo. (Y parte de razón no le negaremos, visto el énfasis que otras teorías postdarwinistas, como el equilibrio puntuado, han puesto en la estabilidad de las especies).
Nabokov/Godunov rechaza el evolucionismo darwinista como teoría insuficiente para explicar la génesis de las especies—a pesar de apreciar las observaciones de los darwinistas sobre la influencia del medio y de la herencia. Ahora bien, no niega Nabokov/Godunov que las especies aparecen y desaparecen: sólo que para él un diseño inteligente tras la génesis de las especies. Y es ésta la mayor falacia retroactiva cometida por la ciencia de Nabokov: el proyectar los resultados de la evolución, o sus efectos llamativos, complejos y elaborados, al origen, y postular un plan donde no sólo hay una mente que percibe esos efectos, sino otra que los diseña por anticipado.
Nabokov/Godunov es consciente de muchos aspectos del ilusionismo retroactivo (o hindsight bias), aunque sucumba en última instancia a su forma más acabada, el diseño inteligente. Aprovecha para criticar (con cierta justificación) la tendencia del evolucionismo de su época a crear líneas de desarrollo falsas–a transformar lo que él ve como la esfera de la especie en su desarrollo temporal, en una línea de descendencia que tiene mucho de simplista. Así el ejemplo del caballo: tendemos a ver los "antepasados" del caballo como algo que tiende hacia la forma actual, pero en realidad la forma actual, último residuo de la esfera de un género mucho más amplio, es una ramita empobrecida de lo que fue una esfera en plenitud en otro momento. (Es curioso que Stephen Jay Gould utiliza el mismo ejemplo cuando quiere contrastar su propia noción de matorrales evolutivos muy ramificados, con las líneas simplificadas de descendencia que se suelen construir por un efecto de perspectiva retroactiva).
Aprovecho para dejar bien claro que no me parece inteligente la adopción del diseño inteligente por parte de Nabokov. Es una limitación de su enfoque, esencialmente antidarwinista, el pensar que una gran complejidad sólo puede resultar de una planificación previa. Gould ha criticado ciertos aspectos de la ciencia biológica de Nabokov en un artículo de I Have Landed ("No Science without Fancy, No Art without Facts: The Lepidoptery of Vladimir Nabokov"). Hay que decir que Gould no conocía las teorías atribuidas a Godunov-Cherdyntsev en "Father's Butterflies", a no ser por unas breves referencias en Speak, Memory. Por eso considera a Nabokov no un teorizador sino un trabajador de detalle en un área concreta; observemos que describe a Nabokov tal como Nabokov se describía a sí mismo irónicamente en Godunov-Cherdyntsev antes de elaborar su testamento teórico—"Vladimir Nabokov practiced his science as a conservative specialist on a particular group of organisms, not in any way as a theorist or a purveyor of novel ideas or methods" (Gould 35) —O sea, que para Gould Nabokov hacía lo que Kuhn llamaría "ciencia normal", y quizá todavía más normal de lo aconsejable. Y hasta cierto punto diagnostica bien Gould que el iconoclasmo anti-darwinista de Nabokov no proviene de una originalidad teórica rupturista, sino básicamente de una postura conservadora que no había asimilado completamente el darwinismo. Lo cual no me impedirá defender la lógica científica de algunos pronunciamientos anti-darwinistas de Nabokov.
En suma, no voy a defender la validez científica de todas las especulaciones de Nabokov (o Godunov-Cherdyntsev) en "Father's Butterflies", aunque algunas sí tienen su razón de ser o coherencia. En especial me parece errada la presunción de intencionalidad o mentalidad creadora, por indirecta que sea, en la naturaleza. Pero sí me interesa en tanto que rasgo de estilo ese interés por el diseño inteligente, esta conjunción que establece Nabokov entre mente y naturaleza, con vistas a entender las peculiaridades de su imaginación literaria.
Encontramos en su teoría de la especie una aplicación sui géneris del principio de que la ontogenia recapitula la filogenia. Así, en la vida de un ser humano, la noción de "especie" es algo que se desarrolla tarde, requiere un desarrollo mental previo—igual que requirió un desarrollo conceptual en la humanidad la generación por vez primera de la especie como concepto—y también igual que requirió un desarrollo en el proceso natural la constitución de las especies en sí, como orden natural. La naturaleza crea un orden (el orden de los seres, o de los seres vivos) y dentro de él genera un elemento reflexivo capaz de apreciar ese orden. Para Nabokov, esto no es casual: hay una correspondencia por indirecta que sea entre mente y mundo:
Nabokov asocia la ontogenia y la filogenia también de modo indebido en el siguiente razonamiento. Se pregunta cómo en el desarrollo embrionario están presentes en estado potencial diversos órganos, de modo por así decirlo preordenado—y cómo, dice, no habría de estar presente el pensamiento. El pensamiento (no un pensamiento como el nuestro, aclara, sino un potencial de pensamiento) existe, "cannot fail to exist in the warehouse of the bestower"—pues hay fenómenos de la naturaleza que no tienen sentido en sí, y que sólo pueden existir para ser apreciados por la mente (humana). Señala a fenómenos que los darwinistas considerarían adaptativos y producto de la selección natural, pero que para Nabokov van más allá de la credibilidad en lo atribuible a ese mecanismo—como el mimetismo protector:
Observemos que tanto los "códigos" como las "bromas de familia" son características de la escritura de Nabokov, plagada de pequeñas trampas, pistas, detalles que conectan unos con otros, alusiones a episodios autobiográficos repetidos con variaciones... todo producto de un escritor-diseñador que construye a un lector implícito capaz de entenderlo. (Ver un ejemplo relativo a su cuento "Scenes from the life of a double monster" en mi artículo sobre múltiples lectores implícitos). En el libro de la naturaleza, igualmente, hay una alianza de conspiración entre la naturaleza y la mente del que la entiende—a un nivel un tanto platónico, una "alianza espiritual" a espaldas del mundo orgánico efectivo. La identificación de una especie pertenece para Nabokov (Godunov-Cherdyntsev) a este nivel trascendente de contacto entre la mente humana y la mente que ha diseñado la naturaleza, no Dios tal como lo solemos concebir sino una "monstruosa X".
(Obsérvense otra vez las analogías establecidas entre la creación literaria y la creatividad natural). En otra ocasión, Nabokov comenta, en alusión a la Biblia, que "la gloria de Dios está en esconder algo en la naturaleza; la del hombre, en descubrirlo".
El desarrollo de ideas en la mente humana tiene su paralelo en el desarrollo gradual de la "idea" de especie en la naturaleza. Este es el evolucionismo de Nabokov, parecido al de los actuales defensores del "diseño inteligente". Como vemos, es antidarwiniano en el sentido de que presupone una intencionalidad en el cosmos: interpreta la mente no como efecto de la complejidad sino como reflejo de una mentalidad inicial (al modo de los creacionistas). Sí admite una gradual formación y transmutación de los seres y de las especies, pero concede a las especies una realidad trascendental que había sido precisamente descartada por Darwin (—para Darwin, recordemos, eso del origen de las especies es una manera de hablar, pues las especies no existen propiamente en un mundo de variabilidad individual, como tampoco los géneros: son en realidad constructos mentales para conveniencia de los biólogos, instrumentos taxonómicos). Para Nabokov hubo un momento en que era así—la naturaleza no había creado la "idea" de especie todavía:
Observemos que mantiene el paralelismo de desarrollo conceptual en los tres niveles: el físico-natural, el cultural-humano y el individual. Hay aquí una homología profunda entre los tres tipos de desarrollo: el individuo, al alcanzar la madurez intelectual, llega al concepto de especie porque su cultura lo ha desarrollado previamente (o continúa desarrollando el que su cultura ha desarrollado, como hace aquí Godunov-Cherdyntsev). Y la cultura lo ha elaborado (a través de sus individuos) porque ha llegado a percibir y entender el trabajo previo de la naturaleza, su generación de especies, que espera reconocimiento inteligente. Pero hubo un tiempo previo a la especie:
—un momento previo aún a la diferenciación entre animales y vegetales. (No deja esto de recordar a las teorías de Lynn Margulis sobre la vida primigenia, con fusión de genomas un tanto más caótica que la que se da entre especies, con simbiosis y fusión—y no sólo divergencia—entre ramas evolutivas. Ciertamente, a un nivel microbiótico, el concepto de "especie" macrobiótico no tiene sentido y requiere una redefinición—de estos temas hablaba Carl Zimmer en su libro sobre E. Coli. Un mundo de similtud previa a la diferenciación de especies invoca pues Nabokov, lo que sí tiene cierto sentido evolutivo—pero el patinazo neuronal viene cuando asocia las similitudes increíbles que hoy produce el mimetismo protector, a esa homogeneidad primigenia, como un resto atávico de esa similitud inicial entre los organismos. Es el propio Nabokov, podríamos decir, quien retrospectivamente (e indebidamente, post hoc non ergo propter hoc) establece una analogía mental, para tender un imposible puente directo entre la milagrosa mímesis protectora por una parte, y la plasticidad genética original, previa a la delimitación de especies, por otra.
—una idea creacionista en la que se cuela, además, la falacia retroactiva que privilegia al observador actual, de manera un tanto descarada, proyectando al pasado en forma de plan cósmico lo que es observación presente de un sujeto particular. Nabokov diagnosticaría la tendencia psicótica a la apofenia o manía referencial en su relato "Signs and Symbols"—y seguramente viene su especial sensibilidad al tema porque una fuerte tendencia en su carácter le llevaba a recrearse en estas proyecciones de planes y esquemas, desde el egocentrismo al mundo que organiza a su alrededor. Como alguien con una sobredosis de dopamina (ver Nassim Nicholas Taleb, El cisne negro 123).
Dedica Nabokov cierta argumentación, no muy convincente, a justificar el carácter puramente juguetón y artístico de estos fenómenos naturales: por qué el mimetismo protector es inútil y en muchos casos no proporciona ventaja alguna a los animales; y que por tanto no puede explicarse por la selección natural—"let us leave in peace the famous 'struggle for survival': strugglers have no time for art" (223). Hay que recordar que Nabokov sí era un struggler, y que sin embargo sí reservó un sitio para el arte, el arte donde proyectó la Rusia privilegiada que había perdido, la infancia fascinante recordada y siempre recuperada, y la existencia aristocrática (aristocracia espiritual) que le permitía elevarse a un nivel de trascendencia superior al de la mera cotidianeidad del exilio y de la mortalidad.
Con relación estos fenómenos peculiares de mimetismo también anota Nabokov otros argumentos antidarwinistas tradicionales:
Y el hecho de que haya "evolución" tanto en la aparición de la especie como fenómeno, como en el desarrollo de la idea de especie en la cultura y el individuo, le lleva a trasponer indebidamente lo mental a lo natural, sosteniendo que "it was not species that evolved in nature, but the very concept of species" (225). La especies así concebidas son entidades con un toque de eternidad, que llegan a manifestarse en la naturaleza como una especie de irrupción en la misma de un orden de ideas superior—por tanto, la idea de una "evolución" que las haga derivar unas de otras le resulta repelente al cerebro platónico. Y sin embargo se mueve, este sistema: aparecen, y desaparecen las especies.. como fenómenos en los que Nabokov quiere ver un orden: las especies, esas esferas o burbujas, sólo merecen propiamente ese nombre cuando alcanzan una perfección y una estabilidad que les da esa cierta solidez a la vez como entidades naturales reales y como objetos mentales ofrecidos a la contemplación del naturalista—una huella de eternidad en el devenir.
Hay mucho de juguetón y de deliberadamente paradójico en la manera en que Nabokov explica ésto: sin embargo, podemos rescatar de su crítica al darwinismo, y de estas "especies esféricas", la noción de que la especie—no creo que al género pudiese aplicarse ya con la misma relevancia—es una realidad biológica activa, una entidad emergente de orden superior (un "individuo evolutivo", que diría Gould) que impone ciertas constricciones a la variabilidad de los individuos, y que se mantiene por ese control centrado de los límites de la diversidad... al menos lo que dura una burbuja, hablando en términos geológicos. Tras la emergencia de este tipo de organización por especies, un tanto descuidado si no ignorado por el darwinismo,
La acción de la naturaleza en la generación de especies es, nos dice Nabokov, a la vez juguetona y racional (como su argumentación aquí, quizá debamos entender)—y la compara a la actividad del pintor que disfruta pintando y lo hace con exactitud, o al placer intelectual, "the joy we derive from a witty problem, from harmony, from creativity"—cuestiones todas ellas que tienen un lugar primordial en el tipo de estética que Nabokov estaba interesado en desarrollar.
Bien, estas especulaciones son sin duda estimulantes para un buscador de patrones, analogías y problemas en la obra de Nabokov, pero en tanto que teoría biológica hay que decir que no resisten un análisis, no más que las especulaciones preevolucionistas de William Paley sobre el diseño inteligente, o las especulaciones de los actuales teorizadores de ese "diseño inteligente" como las de Philip E. Johnson en Darwin on Trial (1991) o Michael Behe en Darwin's Black Box (1996). Y aunque Nabokov escribiese esto en 1938, y Fyodor Godunov-Cherdyntsev en 1927, para entonces ya era esto pseudo-ciencia... al menos lo era entonces tal como se ve desde hoy. Aunque tanta ciencia resulta luego ser pseudo-ciencia, en visión retrospectiva, y ni siquiera se disfraza de literatura. Recordemos sin más que la mayoría de los norteamericanos, entre ellos muchos científicos, e incluso muchos biólogos sin duda, creen a fecha de hoy en el Diseño Inteligente. Vamos, de hecho incluso el propio Wallace, que formuló a la vez que Darwin la teoría de la evolución por selección natural, acabó defendiendo el Diseño Inteligente.
Según Charles Lee Remington ("Lepidoptera Studies", en The Garland Companion to Vladimir Nabokov), Nabokov tenía por razones trascendentalistas un interés psicológico tan fuerte en oponerse a la selección natural, que seguramente rechazó las conclusiones evolutivas por motivos de satisfacción personal.
Si rechaza Godunov (Nabokov) el gradualismo darwiniano, también rechaza el catastrofismo tanto para el origen como para el fin de las especies: "Of course the basic spirit of development in no way depended on the chancy cataclysms of a chance environment" (227). El origen y el fin de las especies tiene una lógica al parecer inherente, e idealista—o al menos en la descripción del proceso se desprecia olímpicamente la interacción con el medio.
No se especifica la razón de este empobrecimiento, pero la formulación deja claro que el proceso va de la idea al hecho: la extinción de la forma típica que lleva a la disgregación de la especie parece en principio un argumento biológico plausible (disgregación de la especie al cesar el flujo genético) pero observemos que es un resultado, y un resultado del proceso mismo de la especie, no de ninguna interacción apreciable con el medio. Esto ya tiene menos sentido. Sea como sea,
Y así Nabokov/Godunov consigue a la vez nadar y guardar la ropa: criticar el darwinismo, enfatizando el poder atractivo, centrípeto, de la especie frente a la variedad, sin llegar a negar un principio darwinista fundamental de que hay una continuidad entre variedad y especie. Consciente de la importancia de esa fuerza centrípeta que cohesiona a las especies, y que en un medio estable puede de hecho mantenerlas sin evolucionar prácticamente durante millones de años, llama la atención Nabokov/G sobre el momento de transición, un cambio normativo podríamos decir, o una declaración de independencia, en el que una variedad deja de regirse por las leyes de la especie en la que se originó, y da lugar a una entidad "esférica" independiente, con un nuevo centro muy alejado del anterior centro de la especie. Es una cuestión, dice Fyodor, que las teorías evolucionistas contemporáneas (las de las primeras décadas del siglo XX) no contemplan.
Como imagen y analogía de esta especie de salto conceptual de la naturaleza, nos propone Nabokov/G el efecto mental producido en la percepción en los otros dos niveles (el conceptual-cultural y el individual) en que funciona el concepto de especie, cuando se produce una diferenciación. La naturaleza, a modo de un entomólogo refinado, pasa a señalar diferencias donde hasta entonces sólo había identidad, y esa diferencia percibida reordena retroactivamente el pasado:
El desfase retroactivo se debe, entiendo, a que la finura de la Naturaleza como entomólogo precede a la del entomólogo que reconoce las diferencias debidas a la especiación diferencial; por tanto siempre vamos, al parecer, a remolque, descubriendo diferencias que ya estaban allí para la naturaleza (como ya están, luego, para el entomólogo avanzado, mientras que el neófito, como Aristóteles, sólo distingue entre mariposas y polillas). Es importante, pues, ese desfase retroactivo en tanto que garantía de que vamos desvelando un plan existente y ya trazado—la propia reorientación de nuestra perspectiva, al descubrir diferencias donde no había sino identidad, se convierte, idealmente, en la mejor prueba de que existía en la naturaleza un plan oculto que vamos desvelando o aprendiendo a leer.
Claro que esta comunicación ideal, esta percepción del libro de la naturaleza, queda un tanto emborronada si se pierden de vista las especies y se confunden con variedades. De ahí parte de la irritación de Godunov-Cherdyntsev contra el darwinismo, y también contra la entomología moderna, que multiplica las entidades y ve muchas especies distintas donde la naturaleza o bien las subordina al centro de una única esfera o no ha establecido una especie bien definida. Pero los entes se multiplican sin sentido en las publicaciones académicas, mera palabrería.
Los géneros los explica Nabokov de manera similar a las especies: como esferas de variación, pero esta vez delimitadas por las esferas independientes de las diversas especies que han surgido de un centro común; el centro puede todavía mantenerse, o bien puede haber desaparecido. Y, sucesivamente,
Obsérvese el énfasis en la circularidad, la simetría y el orden, a la vez que existe la consciencia de la imperfección e irregularidad del árbol de la vida, con ramas enteras que desaparecen, comprometiendo la simetría del conjunto. Es una teoría que busca casi con desesperación el reconocer un orden y una dinámica intrínseca, "ideal rings", allá donde otros no vemos sino el resultado caótico de la interacción entre la morfología, la historia y el medio ambiente. Por ello no parecen en absoluto fiables los estudios de ratios de especiación y variabilidad que pretende usar Nabokov/G como medida para establecer la antigüedad relativa de los diversos órdenes de seres vivos, ni tampoco sus búsquedas de patrones numéricos, por no decir numerológicos, en la variación. La cladística funciona de otra manera, centrándose en caracteres únicos a cada clade, para establecer el orden de derivación—y cada una de las ramas puede haber resultado fortuitamente muy prolífica o poco, pero no por las razones intrínsecas que atraen irresistiblemente la atención de Nabokov/Godunov, sino por motivos ecológicos. No sorprende que sean los géneros y especies "satisfactoriamente" estructurados los que atraen la atención de este clasificador, mientras que los que no se atienen al sistema son considerados aberrantes, mal formados, o están en disolución—al margen de la vitalidad que demuestren los individuos. Como concluye Gould, al margen de la cuestión de las huellas de la ciencia en el arte de Nabokov, sí queda una huella de sus tendencias artísticas y deseos de orden formal en su aproximación a la ciencia—una huella que es causa de serio error científico. Y que compromete, podríamos añadir, incluso el amor a la precisión exactitud de la que se preciaba Nabokov, tanto en la ciencia como el arte. El deseo irrumpe y nubla la visión: nos hace ver un ojo donde no hay sino un dibujo en un ala de mariposa.
Nos queda, como comentario irónico y autocrítico de esta taxonomía idealista y guiada por el deseo (ni ficción, ni ciencia, ni ciencia-ficción) la valoración final de Fyodor sobre la obra de su padre:
Es curioso cómo en este texto póstumo el autor rinde un homenaje póstumo también a la figura de su padre, V.D. Nabokov (asesinado en un atentado terrorista), proyectada en la figura de Godunov-Cherdyntsev padre, pero a la vez le atribuye características del propio V. N. Nabokov, fusionando así las dos personas en una creación imaginativa única que expresa de manera inigualable el sentimiento profundo de admiración y emulación hacia su padre. Algunos elementos de este sistema taxonómico-evolutivo tienen sentido; otros responden a una lógica idealista de la que el propio autor es consciente, otros están distorsionados por las convicciones trascendentalistas del autor. Queda parte de la ciencia (siempre queda sólo parte de la ciencia para la ciencia del futuro) y queda, eso sí, el homenaje. Quizá Godunov-Cherdyntsev no pudo acabar de desarrollar su sistema, nos dice Fyodor,
Pocas veces ha quedado tan bien retratada la amargura de la pérdida y la angustia de lo que quedó sin expresar—aunque quizá, en última instancia, toda vida sea una vida interrumpida, y toda obra permanezca para siempre inacabada.
Darwinian logic... and history
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