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Vanity Fea

Topsight

Cuántos sentidos ocultos pueden encontrarse en las cosas. Pero que puedan encontrarse no es garantía de que se encuentren. Ni siquiera de que estén allí: siempre podemos ser víctimas de una crisis de apofenia. Pero haberlos haylos, como hay programas de los Simpson por el aire transparente de la mañana. En realidad todo en el mundo es un mensaje secreto, pero hace falta tener la clave de la lectura, o el decodificador. Que algo esté allí, ante la vista, no es garantía de que se vaya a ver. Consúltese La Carta Robada—u otros relatos de detección. Pero si ha de poder decirse que está allí, el sentido, debe estar allí para alguien— aunque sea sólo para el narrador, o para el emisor, o para el trazador de oscuros planes. Nadie ve todo lo que hay—ni el plan detrás del plan—lo más que podemos decir, normalmente, es quién ve más, quién ve menos, en un sitio y un momento dados, sobre el tema que ocupa nuestra atención. Quién ve menos, a veces es obvio. Por las opciones que elige—cuando son previsibles, estúpidas, o controlables. Quién domina, perspectivísticamente, la parte de la situación en la que estamos... eso sólo puede saberse cuando descubrimos que hay otro que estaba viendo más que nosotros. Por ejemplo, que estaba viendo que no veíamos que veía.

En este caso, aunque no hay nada más odioso para la sabiduría que un exceso de ingenio, pensé que sería una lástima no dejar una pista.

—Un dessein si funeste, S'il n'est digne d'Atrée, est digne de Thyeste.


Todo es un código secreto

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