Blogia
Vanity Fea

John Cornford, por el comunismo y la libertad

John Cornford, uno de los voluntarios ingleses que murieron en combate en el lado republicano—y el primero de ellos en alistarse— escribió en 1936 uno de los poemas más famosos sobre la guerra civil española. "Luna llena en Tierz, antes del asalto a Huesca". Allí medita sobre su destino individual y el colectivo, y sobre su compromiso con la política a seguir.

Libertad es palabra muy fácil de decir,
Mas los hechos son tercos. En España
No habrá victoria para nuestra lucha
Hasta que los trabajadores del mundo entero
Estén a nuestro lado en los llanos de Huesca,
Juren que nuestros muertos no luchaban en balde
Y la bandera roja en triunfo enarbolen
Por el Comunismo y por la libertad.


Es significativo que encarga la resolución de sus dudas no a la razón, sino a la fuerza de las armas, a la dialéctica de los fusiles, y a los hechos consumados:

All round the barren hills of Aragon
Announce our testing has begun.
Here what the Seventh Congress said,
If true, if false, is live or dead,
Speaks in the Oviedo mausers tone.


Quizá con su muerte y la derrota de su causa esté todo dicho, si nos atenemos a esos términos. 

Aquí hay un artículo de Victor Pardo Lancina sobre los poemas aragoneses de John Cornford, donde juzga como "panfletario" el tono de "Luna llena en Tierz". Hoy me leía en el último Journal of English Studies un artículo que intenta salvar la situación y apuntalar la figura de Cornford en esta época tan postcomunista. En su ensayo "Hard as the Metal of My Gun: John Cornford's Spain" Stan Smith rastrea elementos de ambivalencia (por ejemplo, una actitud poco dogmática hacia el POUM, hacia los anarquistas, etc.) que permitan disociar a Cornford de la línea dura del partido comunista: miliciano

"Full Moon at Tierz" in fact discloses a more complicated, less doctrinaire reality than that of the public manifestoes and pronouncements with which it might be associated, an which are echoed in its closing lines, and it is this very complexity which contributes to its value as a work of literature transcending its polemic origins. The 'testing' announced by the full moon rising over friend and foe alike on the bare hills of Aragon is not only a test of physical courage in the fight with an external and ubiquitous fascism. It refers also to an internal moral struggle with one's bourgeois self, to maintain loyalty to the Party amidst misgivings about its policies and practice.


Creo que las conclusiones sobre su disidencia de la línea del partido no serían muy bienvenidas por el autor, por mucho que se presten a debate. El Partido, nos dice Cornford, lo lleva dentro aun en medio de su soledad, o eso quiere pensar.  Cornford creía, y es más, estaba muy decidido a seguir creyendo, que luchaba "por el comunismo y por la libertad" ("Raise the red flag triumphantly / For Communism and for liberty") como si las dos cosas fuesen lo mismo—y lo eran, si nos atenemos a la concepción de libertad tal como la defendían y la practicaban los stalinistas. Reconoce en sí mismo elementos de debilidad,

Then let my private battle with my nerves,
the fear of pain whose pain survives,
the love that tears me by the roots
the loneliness that claws my guts,
Fuse in the welded front our fight preserves

Que la guerra privada con mis nervios,
El temor al dolor cuyo dolor persiste,
El amor que me arranca de raíz,
La soledad que araña mis entrañas
Se fundan como soldadura en el frente que nuestra lucha defiende


—pero el poema está dedicado, como se ve, a la voluntad de volverse "duro como el metal de mi pistola"—vamos, dudar de la dedicación de Cornford a la causa comunista sería como decir que uno no es buen cristiano porque reconoce la debilidad de la carne, pecado original que es el artículo número uno del cristianismo. Este es el poema de un hombre de partido dispuesto a reconstruirse cada vez más como tal.

Por cierto, en el análisis de Smith nada hace suponer que el "fascismo" o autoritarismo criminal esté tan presente en los comunistas como en los llamados fascistas. Tampoco parece muy crítico el autor con el hecho de que Cornford, de modo bastante explícito sin embargo por sus cartas y notas, no esté luchando por la República sino como medio para el triunfo de una revolución comunista que la suplante—vamos, exactamente la acusación que hacían tantos anticomunistas a la alianza del Frente Popular. Es una postura de "doble pensamiento" o de ceguera deliberada ante la estrategia comunista, que inexplicablemente sigue perviviendo en las historias de España de la historiografía oficial (ayer ojeaba esto precisamente en la Nueva Historia de España de José Luis Corral)— en las que la lucha por la República se presenta como una lucha por la democracia, la justicia y la libertad—equiparadas con la Revolución. Así, sin muchos más matices. También se suele negar a la vez que hubiese en la República ninguna tendencia totalitaria, ni una voluntad de subvertir el orden democrático con un golpe o revolución de izquierdas—y se coloca ésta, contra toda evidencia, en el cajón de las falsas excusas fascistas para justificar el alzamiento militar.

En La noche de los tiempos, la reciente novela de Antonio Muñoz Molina sobre el preludio e inicio de la guerra, se da esta descripción del ambiente del Frente Popular, en una conversación del protagonista Ignacio, un socialista moderado, con un obrero, en que deplora la radicalización de las posturas:

— No exagere usted, Eutimio. ¿No ha cambiado nada la vida desde los tiempos de mi padre? Y más que va a cambiar desde ahora, con el gobierno del Frente Popular.
— Un gobierno de señoritos burgueses, don Ignacio, que mandan gracias al voto obrero.
— Por culpa de nuestro partido, el de usted y el mío. El que no ha dejado que un socialista sea presidente del gobierno. Costó tanto traer la República y ya no la quieren, no les parece bastante. Ahora quieren una revolución soviética, como en Rusia. ¿No estuvo usted en la manifestación del Primero de Mayo? Desfilaban los socialistas y parece que estuvieran en la Plaza Roja de Moscú. Banderas rojas con hoces y martillos, retratos de Lenin y de Stalin. Los nuestros sólo se distinguían de los comunistas en que llevaban camisas rojas y no azul celeste como ellos. Ni una sola bandera de la República, Eutimio, la República que pudo llegar porque los socialistas quisimos que viniera, porque los republicanos no eran nada. Pero estos socialistas del Primero de Mayo no daban vivas a la República, sino al Ejército Rojo. Con gran alegría de las derechas, como es de imaginar.  (343)


—Esto de la "gran alegría de las derechas" evidentemente es inexacto, no sé si un juicio errado del personaje o del autor. Las derechas estaban, más que alegres, alarmadas y horrorizadas por la deriva de la situación—y de ahí el apoyo al golpe militar, claro, que Franco no era un espontáneo aislado, y la deriva a la guerra se dio en ambos bandos, aunque la mecha que prendió Franco ardió más tiempo. Fue, en efecto, la noche de los tiempos, y en absoluto un modelo político al que mirar con nostalgia como algunos hoy.  El totalitarismo y la intolerancia de ambos bandos poco tenían que envidiarse mutuamente, igual que los crímenes cometidos por sus seguidores más entusiastas.

Cornford estaba entre los combatientes, y no entre los fusiladores de retaguardia. Pero era un stalinista vocacional. Por desagradable que parezca, quizá sea más atinado sobre la posición de Cornford, visto habitualmente como un "santo" o mártir de izquierdas, este juicio de T. R. Healy en Dogmatika ("Saint John").

In the last poem he wrote in Spain, Cornford referred to Margot Heinemann as “Heart of the heartless world.” As he indicated in the letters he wrote to her, one of the reasons he had enlisted in the resistance to Franco was to oppose such heartlessness, indeed as a dedicated Communist he was convinced the policies of Marxism would improve the lives of many people and make the world more equitable and responsible. He was mistaken, of course, as Marxism turned out to be the most brutal and ruthless ideology to emerge in the twentieth century, imposing a system of beliefs that routinely justified the elimination of millions of people for the benefit of an avaricious few. Some of his supporters believed that had he survived the conflict and witnessed the undeniable brutality of Communism in practice, he would have renounced the ideology as other gullible British writers did eventually. This is questionable, though, especially since the woman to whom he dedicated his last poem remained devoted to the Party despite all the cruelties it inflicted.
    Many political martyrs are not always the saints they appear. Certainly John Cornford was a daring and determined young man, willing to risk his life for his political convictions, but maybe his death spared the world more grief than it deserved. At Cambridge, according to a classmate Victor Kiernan, he used to recall with admiration an anecdote from the Russian Civil War in which the future Hungarian Communist leader Bela Kun opened fire with a machine gun on thousands of prisoners during a forced retreat. The ultimate ambition of a fledgling revolutionary like Rupert John Cornford was to become as ruthless as Bela Kun, and if he had made it out of Spain, he probably would have contributed to the heartlessness of the world he had condemned as a poet.


No hay que buscar en Cornford, por emotiva que pueda resultar su poesía, un juicio sopesado o maduro sobre sus actos, sobre la situación política mundial, y sobre la posición republicana España. Era extremadamente joven, impulsivo e inmaduro. Sus tomas de postura apuntaban a mayores errores, y lo ignoraba casi todo de la causa comunista por la cual eligió, imprudentemente, apostar todo en la vida. Decidió volverse un arma, hacer del arma su criterio, y las armas decidieron sobre él—en lo cual hay una cierta justicia, como en el caso del aviador de Yeats: "I know that I shall meet my fate". Otra ceguera ésa, también frecuentemente sobrevalorada como lucidez. Es el síndrome de the beautiful dead.

W. H. Auden, Los señores del límite


0 comentarios