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Mijail Bajtín: El problema del texto en la lingüística, la filología y las ciencias humanas: Ensayo de análisis filosófico

lunes 7 de marzo de 2011

Mijail Bajtín: El problema del texto en la lingüística, la filología y las ciencias humanas: Ensayo de análisis filosófico.



bakhtinNota: Traduciré y comentaré aquí el ensayo de Mijaíl Bajtín titulado "The Problem of the Text in Linguistics, Philology, and the Human Sciences: An Experiment in Philosophical Analysis", que apareció en versión inglesa en el libro de ensayos de Bajtín Speech Genres and Other Late Essays, traducido por Vern V. McGee. (Austin: University of Texas P, 1986, 103-31).  El original ruso, "Problema teksta v lingvistike, filologii i drugikh gumanitarykh naukakh. Opyt filosofskogo analiza" consta de notas sin terminar de redactar, escritas hacia 1959-61. Se publicó en Voprosy Literatury 10 (1976), y en un libro de escritos de Bakhtin, Moscow, 1979. 281-307. En español apareció éste como Èstetika slovesnogo tvorchestva.Estética de la creación verbal (Mexico: Siglo XXI, 1982). Añadiré, además de las notas de la edición inglesa, que aparecen al final, mis comentarios intercalados en cursiva, a modo de glosa explicativa integrada en el texto.

Un aviso: al ser este ensayo más bien el plan de un estudio más amplio y mejor redactado, los temas quedan a veces sólo apuntados, y las transiciones sugeridas de modo inconexo. Respeto, claro, esa naturaleza del original a la que se amolda la traducción inglesa que sigo, aunque a veces trato de explicitar en mis comentarios el sentido de las notas fragmentarias de Bajtín.

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El problema del texto en la lingüística, la filología y las ciencias humanas: Ensayo de análisis filosófico

Nuestro análisis debe llamarse filosófico ante todo por lo que no es: no es análisis o estudio específicamente lingüístico, filológico, literario ni de nigún otro tipo específico. La ventaja de esto es que nuestro estudio se moverá en un ámbito liminal, es decir, en las fronteras de todas las disciplinas mencionadas, en sus junturas y puntos de intersección.

(Como siempre en Bajtín, priman la interconexión, la interactividad y el diálogo como principios metodológicos: aquí el diálogo interdisciplinar que evite que estas disciplinas ya definidas, lingüística, filología, teoría de la literatura, se encierren en sí mismas—el análisis filosófico las hace entrar en una dialéctica productiva y las abre a las demás. Es en cierto sentido lo contrario de lo que se entiende por la especialización).

El texto, escrito u oral, es el dato primero en todas estas disciplinas, y de todo pensamiento en las ciencias humanas y en la filosofía en general (incluyendo el pensamiento teológico y filosófico en sus fuentes). El texto es la realidad inmediata (realidad de pensamiento y de experiencia), la única a partir de la cual pueden emerger estas disciplinas y este pensamiento. Donde no hay texto, no hay objeto de estudio ni tampoco objeto de pensamiento.

El texto "implícito": si la palabra "texto" se entiende en sentido amplio (en tanto que cualquier complejo coherente de signos)—entonces incluso el estudio del arte (el estudio de la música, la teoría e historia de las bellas artes) tiene que vérselas con textos (obras de arte). Pensamientos sobre pensamientos, experiencias de experiencias, palabras sobre palabras, y textos sobre textos. (Vemos aquí a Bajtín promoviendo un enfoque semiótico global de las disciplinas de las ciencias humanas, un poco como Saussure y los estructuralistas, pero, en la tradición de Dilthey y su noción de las ciencias humanas como ciencias interpretativas, Bajtín enfatiza que el metalenguaje utilizado por el teorizador o analista será a su vez otro texto que, como decía T. S. Eliot, habrá de ser interpretado a su vez. Apunta así la noción de un diálogo de textos que siempre está abierto a nuevas intervenciones, sin clausura definitiva). Aquí se encuentra la distinción básica entre nuestras disciplinas (las ciencias humanas) y las ciencias naturales (que versan sobre la naturaleza), aunque no hay fronteras absolutas o impenetrables tampoco aquí. (Por ejemplo, añadamos, en el sentido de que el estudio de las ciencias naturales también se hace en torno a la semiotización de la naturaleza, la construcción de modelos interpretativos, teorías y paradigmas, y la elaboración de textos, géneros y discursos disciplinarios que entran en su propio diálogo mutuo).  El pensamiento sobre las ciencias humanas se origina como pensamiento sobre los pensamientos, sobre las intenciones, manifestaciones, expresiones y signos de otros, tras los cuales se manifiestan dioses (por medio de la revelación) o personas (las leyes de los gobernantes, los preceptos de los ancestros, dichos anónimos, adivinanzas, etc.). (Apuntemos aquí que la alusión a los dioses y demás ha de entenderse productivamente en el sentido de que en determinados discursos o contextos culturales, algunas manifestaciones se entienden como procedentes de dioses, ancestros, etc. Lo importante no es aquí la verdad o no de este origen, sino el hecho de que así se entienda o interprete en determinados contextos o determinados usos de los textos. Aun habiendo un dios en discordia, el diálogo tiene lugar siempre entre humanos que interpretan ciertos textos como si vinieran de un dios. No nos interesa aquí tanto si Bajtín creía o no literalemente en tales revelaciones, sino el hecho de que un texto entendido como Revelación Divina pertenece a un género discursivo diferente de uno que no se entiende como tal). Una autenticación científicamente precisa, por así decirlo, de los textos, y la crítica de los textos, vienen después (en el pensamiento de las ciencias humanas representan una revolución total, el origen del escepticismo). Inicialmente, la creencia requería sólo la comprensión—la interpretación. (Aquí opone Bajtín la interpretación, entendida como interpretación consonante, o lo que Ricœur llama hermenéutica de la comprensión, de la sumisión al texto, frente a la hermenéutica de la sospecha que aporta la crítica—crítica que no toma el texto como una verdad incuestionable sino que analiza sus presupuestos y somete a juicio racional al texto. Ver sobre esta cuestión mi artículo "Crítica acrítica, crítica crítica"). Esta creencia se aplicó luego a los textos profanos (el estudio de los idiomas, etc.). No pretendemos aquí profundizar en la historia de las ciencias humanas, y por supuesto tampoco en la filología y la lingüística. Nos interesa más bien la naturaleza específica del pensamiento en las ciencias humanas, que va dirigido hacia otros pensamientos, ideas, significados, y demás, que se realizan y que son accesibles al investigadora sólo en forma de texto. Independientemente de los objetivos de la investigación, el único punto de partida posible es el texto. (Lo cual supone retomar el problema de las ciencias humanas según lo definía Dilthey, pero con una orientación más discursivista y más dialógica que le va a imprimir Bajtín).

Nos ocuparemos sólo del problema de los textos verbales, que son los datos iniciales de las respectivas ciencias humanas—principalmente la lingüística, la filología, los estudios literarios y demás.

Todo texto tiene un sujeto o autor (hablante o escritor). Son posibles varios tipos, subcategorías y formas de autoría. (Remitamos aquí para completar el análisis de Bajtín al ensayo de Michel Foucault, "Qu'est-ce qu'un auteur?"). Dentro de ciertos límites, el análisis lingüístico puede ignorar por completo la autoría. (En según qué tipos de lingüística formal, estudios gramaticales, etc.) El texto se puede interpretar como un ejemplo (modelos de proposición, silogismos en lógica, oraciones en gramática, "conmutaciones" en lingüística, y demás.1 Hay textos imaginados (ejemplos, y de otros tipos) y textos construidos, para fines de experimentación lingüística o estilística. En este ámbito aparecen tipos especiales de autores por todas partes: los que inventan ejemplos,  y los experimentadores con su modalidad especial de responsabilidad autorial (hay incluso un segundo sujeto aquí: "la persona que hablaría de esta manera"). (Es decir, el lingüista, autor de su texto técnico, crea además otros personajes-hablantes, autores imaginarios de los textos construidos por el lingüista a modo de ejemplo de tal o cual construcción gramatical o estilística).

El problema de los límites del texto. El texto como enunciación. El problema de las funciones del texto y de los géneros textuales.

Dos aspectos que definen al texto como una enunciación: su plan (intención) y la realización de este plan. Las interrelaciones dinámicas de estos aspectos, su enfrentamiento, que determinan la naturaleza del texto.  La divergencia entre uno y otra puede revelar mucho. "Pelestradal" (León Tolstoy).2 Los lapsus linguae freudianos y los lapsus calami (expresión de lo inconsciente). Cambio de plan en el proceso de su realización. No se consigue cumplir la intención fonética (Es decir, en un lapsus linguae hay un plan o intención consciente, la emisión de una determinada cadena fonética, que no logra realizarse se ve interrumpido por una intención inconsciente que interfiere con otra cadena fonética).

El problema del segundo sujeto que está reproduciendo (con uno u otro fin, incluyendo fines de investigación) un texto (de otro) y que está creando un texto-marco (que comenta, evalúa, objeta, y demás). (La noción de cambio de marco sugerida aquí por Bajtín, y visibilizada en la forma de un texto que reencuadra a otro y lo recontextualiza, podría entenderse en el sentido más amplio propuesto por Goffman. Un texto o enunciación repetido en otro contexto está siempre reenmarcado, y su intencionalidad inherente, su sentido comunicativo que lleva consigo, se ven supeditados a los fines de un nuevo encuentro comunicativo, el propuesto por el texto-marco que lo está reutilizando).

El carácter especial del pensamiento en las ciencias humanas, que involucra a dos planos y a dos sujetos.  La textología como la teoría y práctica de la reproducción científica de textos literarios. El sujeto textológico (el textologista) y sus particularidades.  (El estilo telegráfico de Bajtín nos hace concebir una expansión de este ensayo al tamaño de un tratado, en el que cada una de estas oraciones sería el encabezamiento de un capítulo o epígrafe).

El problema del punto de vista (la posición espacio-temporal) del observador en la astronomía y en la física.  (En esta nota abreviada alude Bajtín a una analogía con la teoría de la relatividad y con la implicación del observador en lo observado, tal como es descrita en la física cuántica. Más adelante retoma esta analogía).

El texto como un enunciado incluido en el discurso (cadena textual) de un ámbito dado. El texto como una mónada única que en sí misma refleja todos los textos (situados dentro de los límites) de un ámbito determinado. La interconexión de todas las ideas (ya que todas se realizan en los enunciados).

(En este punto la formulación de Bajtín podría pecar de idealismo—más precisamente por no mencionar aquí el papel de la consciencia del receptor. ¿En qué sentido puede un texto reflejar en sí todos los textos de un ámbito discursivo determinado? Sólo si así lo concibe alguien. Y, en realidad, todos es mucho decir, se trata de un "todos" potencial. Un texto puede concebirse como relacionado dialógica o intertextualmente con cualquier otro texto con el que se le esté comparando, pero esa comparación y esa relación existe una vez es percibida, una vez la atención se ha visto guiada hacia ella por una consciencia—la del lector—y quizá por un tercer texto. Así pues, todas las ideas están potencialmente o concebiblemente interconectadas, en principio, pero si esa conexión ha de activase o actualizarse, hace falta un acto de consciencia o de atención que las conecte—de vuelta por así decirlo, y no sólo de ida).

Las relaciones dialógicas entre textos y en el interior del texto. Su naturaleza especial (no lingüística). Diálogo y dialéctica. (Nota importante: las relaciones dialógicas tienen una dimensión no lingüística, en el sentido de que son las cosas mismas, el sentido de las cosas, acciones, situaciones, etc., representadas en los textos, lo que está implicado en las relaciones que éstos establecen entre sí. El mundo está hecho de relaciones de sentido. Y por tanto los textos que lo representan también adquieren entre sí una relación mutua basada en ese sentido previo. Pero hay que distinguir esa relación previa de la relación establecida por el texto, o que es obra del texto. Con respecto a "diálogo y dialéctica", mucho habría que escribir—sólo apuntaremos la manera en que la relación dialógica transforma la relación con las cosas, y hace emerger aspectos de ellas que no eran accesibles a la consciencia antes del trabajo del diálogo. Por tanto, los aspectos y relaciones de las cosas emergen dialécticamente, en la acción de las consciencias en el mundo, y esta acción tiene una dimensión esencial en el diálogo).

Los dos polos del texto. Cada texto presupone un sistema de signos generalmente comprendido (es decir, convencional en el seno de una determinada colectividad), un lenguaje (aun si sólo es el lenguaje del arte). Si no hay lenguaje tras el texto, no es un texto, sino un fenómeno natural (no significante), por ejemplo, un complejo de gritos y gemidos naturales desprovisto de ninguna repetibilidad lingüística (significante). (Aquí habría que matizar más, y distinguir entre el carácter significante de los fenómenos lingüísticos y o generalmente comunicativos, y el carácter también significante de los fenómenos naturales. El paisaje, las plantas, la geología, etc., están llenos de signos interpretables y significantes, una vez hay una mente capaz de leer esos significados (significados no intencionales). Por otra parte, no es tan tajante como sugiere Bajtín la diferencia entre el lenguaje y la comunicación no lingüística, en el caso de los animales. Y no podría ser de otro modo, ya que si no no se explicaría el origen del lenguaje a partir de la comunicación animal, como requiere la teoría de la evolución. Ver sobre esta cuestión mi reseña del libro de Derek Bickerton Adam's Tongue). Naturalmente, cada texto (tanto oral como escrito) incluye un número significativo de varios tipos de aspectos naturales desprovistos de significación, que se extienden más allá de los límites de la investigación en las ciencias humanas (lingüísticas, filológicas y demás), pero que todavía se tienen en cuenta (el deterioro de un manuscrito, la mala pronunciación, y demás). (De hecho, muchos de estos aspectos paralingüísticos manifiestan una semiótica muy interesante, que se reapropia comunicativamente, dada nuestra propensión a echar mano de todos los significados que nos ayudan a interpretar una situación dada. Estoy pensando en cuestiones normalmente tratadas bajo el epígrafe de "lenguaje no verbal"—proxémica, kinésica, paralenguaje, gestualidad... Sobre estas cuestiones hay un interesante libro en tres volúmenes de Fernando Poyatos [La comunicación no verbal. I. Cultura, lenguaje y comunicación. II. Paralenguaje, kinésica e interacción. III. Nuevas perspectivas en novela y teatro y en su traducción. (Biblioteca Española de Lingüística y Filología). Madrid: Istmo, 1994] amén de toda una bibliografía aquí. Sobre la reapropiación comunicativa de signos "no intencionales", ver Strategic Interaction de Erving Goffman, o mi comentario sobre él, "Teoría paranoica de la observación mutua"). No hay ni puede haber textos puros. En cada texto, además, hay un cierto número de aspectos que pueden llamarse técnicos (el lado técnico de la gráfica, la pronunciación, y demás).

Y así, tras cada texto se encuentra un sistema lingüístico. Todo aquello en el texto que es repetido y reproducido, todo lo repetible y reproducible, todo lo que pueda darse fuera de un texto dado (lo dado) se ajusta a este sistema lingüistico. Pero al mismo tiempo cada texto (en tanto que enunciación) es individual, único e irrepetible, y en esto se encuentra su significado (su plan, el propósito para el cual se creó). Éste es el aspecto del texto que se refiere a la honestidad, la verdad, el bien, la belleza, la historia. En lo que a este aspecto se refiere, todo lo repetible y reproducible resulta ser un material, un medio con vistas a un fin. Esta noción va algo más allá de los límites de la lingüística o de la filología. El segundo aspecto o polo es inherente al texto mismo, pero se revela únicamente en una situación concreta y en una cadena de textos (en la comunicación discursiva de una determinada área). Este polo va ligado no a elementos (repetibles) en el sistema del lenguaje (signos), sino a otros textos (irrepetibles), mediante relaciones especiales dialógicas (y dialécticas, cuando se desligan del autor).

(Esta idea de los dos polos del texto, hacia lo lingüístico/general y hacia lo situacional/individual, proviene directamente de la hermenéutica de F. D. E. Schleiermacher, quien hablaba de dos direcciones en la interpretación, dialécticamente relacionadas: la interpretación gramatical, referida a los aspectos generales y repetibles del texto, al sistema de la lengua, podríamos decir, y la interpretación técnica, unida a cuestiones de psicología del autor, situación contextual del enunciado, estilística personal, etc. Como mayor originalidad en la exposición de Bajtín quizá se encuentra la idea de una cadena de textos irrepetibles como uno de los correlatos de la situación concreta, individual, de comunicación. La noción de "repetibilidad" como uno de los aspectos inherentes al signo puede leerse también, naturalmente, a la luz de los comentarios de Jacques Derrida sobre la iterabilidad del signo, por ejemplo en Limited Inc.).

El segundo polo va inseparablemente ligado a cuestiones de autoría, y no tiene nada que ver con unidades naturales, aisladas y al azar: se realiza íntegramente por medio del sistema de signos del lenguaje. Se realiza por medio del puro contexto, aunque también entran en él aspectos naturales. Relatividad de todos los límites (por ejemplo, ¿dónde se incluyen el timbre de la voz del recitador, del hablante y demás?). Un cambio de funciones también efectúa un cambio de límites. Distinción entre fonología y fonética.3

Está el problema de las interrelaciones semánticas (dialécticas) y dialógicas entre textos en el seno de una esfera determinada. El problema especial de la las interrelaciones históricas entre textos. Todo esto a la luz del segundo polo. El problema de los límites de la explicación causal. La cosa más importante es evitar que se produzca un aislamiento del texto (aunque sea sólo potencial, imaginado o inferido).

La ciencia del espíritu.4 El espíritu (tanto el de uno mismo como el de otro) no se nos da como una cosa (que es el objeto directo de las ciencias naturales); sólo puede hacerse presente mediante la significación, mediante su realización en textos, tanto para sí mismo como para otros. Crítica de la autoobservación. (Aquí quizá haya que entender a Bajtín, que no esboza esta crítica, en el sentido de que la conciencia no está inmediatamente presente a sí misma, sino que nos comunicamos con nosotros mismos mediante representaciones, mediante "exterioridad interiorizada", podríamos decir—la autocomunicación está mediada y potenciada por los mismos signos, representaciones y discursos que permiten la comunicación interpersonal). Pero debe haber una comprensión profunda, rica y refinada del texto. La teoría del texto. (Presumiblemente es esa teoría, cuya necesidad se aduce para una comprensión refinada de la textualidad, la que aquí se está desarrollando. Aquí y en el trabajo teórico-crítico en general, naturalmente).

El gesto natural adquiere una cualidad significativa en la interpretación de un actor (como arbitrario, como interpretativo, como algo sometido al diseño de un papel).5 (Hay que observar que, por supuesto, el gesto natural ya tiene una significación, o un potencial de significación, y que esa primera significación es la que el actor imita, subraya, enfatiza y delimita con su gesto que es la representación convencionalizada o reinterpretada de un gesto natural—quizá, con su interpretación y modificación gestual, ayudando a delimitar o hacer emerger el significado oscuro o potencial del gesto natural representado).

El carácter único en las cosas de la naturaleza (por ejemplo, una huella dactilar) y la irrepetibilidad semántica (significativa) del texto. Lo único posible para una huella dactilar es la reproducción mecánica (de un número cualquiera de copias); es posible, claro, reproducir un texto de la misma manera mecánica (es decir, reimpresión), pero la reproducción del texto por el sujeto (un retorno al mismo, una lectura repetida, una nueva cita que lo ejecute) es un acontecimiento nuevo e irrepetible en la vida del texto, un nuevo lazo en la cadena histórica de comunicación discursiva. (Pueden plantearse objeciones al planteamiento de Bajtín, desde el momento mismo en que el objeto natural puede ser reinterpretado de manera distinta... o teniendo en cuenta que la reproducción de una huella dactilar ya no es la huella dactilar, sino un texto que la representa. Una continuación de estas reflexiones nos lleva en la dirección de las reflexiones derrideanas sobre la iterabilidad de los signos, y en última instancia al reconocimiento de la semioticidad de toda experiencia humana. Una semioticidad que es cierto que está presente de manera especialmente intensa y evidente en los textos. La diferencia específica entre cada "ejecución" de un signo sólo deviene un signo relativamente estable a su vez mediante más trabajo semiótico—más textos, más discurso y más atención en torno a esa ejecución textual determinada, por ejemplo un comentario crítico de una reseña de un libro. Es el trabajo de la atención y la actividad discursiva en torno a ciertos fenómenos semióticos lo que les confiere el carácter de "acontecimientos irrepetibles" que en sí ya tenían de hecho—y se lo confiere, paradójicamente, posibilitando la diseminación de su sentido ahora que han devenido–esa relectura, esa iteración histórica, esa reseña—objetos de atención discursiva con entidad propia).

Cualquier sistema de signos (es decir, cualquier lenguaje), independientemente de lo pequeño que sea el grupo que produce sus convenciones, puede siempre en principio descifrarse, es decir, traducirse a otros sistemas de signos, otros lenguajes. Por consiguiente, los sistemas de signos tienen una lógica común, un lenguaje de lenguajes único en potencia (que, por supuesto, nunca puede convertirse en un lenguaje único y concreto, uno de esos lenguajes). Pero el texto (a diferencia del lenguaje entendido como un sistema de medios) nunca puede traducirse por completo, pues no hay en potencia un único texto de textos.  (Sobre el "lenguaje de lenguajes" en potencia, pueden compararse las reflexiones de Bajtín con las de Kenneth Burke, en Language as Symbolic Action, cuando habla de los distintos lenguajes como "pantallas terminológicas", y de la teoría de los signos y los símbolos entendida como un metalenguaje que permite ir más allá de un mero relativismo en la comparación de estos distintos lenguajes).

El acontecimiento de la vida del texto, es decir, su esencia auténtica, siempre tiene lugar en la frontera entre dos consciencias, dos sujetos. (Noción intersubjetiva, por tanto, inherentemente dialógica, de la dinámica textual. La noción de la "vida del texto" de la que habla Bajtín puede haber sido sugerida por el libro de Roman Ingarden La obra de arte literaria. Esta noción de que la semiosis textual siempre está en circulación, y es respuesta o traducción de otra semiosis previa, recordará a algunos la teoría peirceana del signo, y en particular el concepto de interpretante. Sobre la analogía entre las teorías dialógicas del círculo de Bajtin y la semiótica peirceana hice algunos comentarios en mi artículo "The Chains of Semiosis". Un desarrollo suplementario de esta noción—a saber, que un texto siempre está "acentuado", como diría Bajtín, desde la perspectiva de su receptor, puede encontrarse en mi artículo sobre "La espiral hermenéutica").

La transcripción del pensamiento en las ciencias humanas siempre es la transcripción de un tipo determinado de diálogo: las complejas interrelaciones entre el texto (objeto de estudio y reflexión) y el contexto creado que lo enmarca (cuestionando, refutando, etc.), en el que tiene lugar el pensamiento cognitivo y evaluativo del estudioso del texto. Aquí se da el encuentro de dos textos—del texto ya hecho y del texto que a él reacciona y que se está creando—y, por tanto, el encuentro de dos sujetos y dos autores.  (Yo diría más bien que son tres, una vez tenemos en cuenta que el académico o crítico estudioso del texto no está creando su texto para leerlo sólo él: el texto crítico, que toma una determinada postura con respecto al texto objeto, es a su vez objeto de respuesta por el lector del texto crítico. Para más desarrollo sobre esta cuestión, remito a mi artículo "Crítica acrítica, crítica crítica". Se verá, por otra parte, el parentesco de la noción de "enmarcamiento" del texto según la expone aquí Bajtín, y la noción goffmaniana de marco situacional —ver Erving Goffman, Frame Analysis. En "El interlocutor interiorizado" comento algo más la relación entre la teoría de la interacción de Goffman y las nociones de dialogismo y de interlocutor implícito).

El texto no es una cosa, y por tanto la segunda consciencia, la consciencia del que percibe, en modo alguno puede eliminarse o neutralizarse. (La formulación de Bajtín recuerda en cierto modo a la manera en que se suele formular el "principio de indeterminación" de Heisenberg en la física subatómica—con la implicación necesaria del observador que modifica la relación de los objetos observados. En otra línea de razonamiento, también sugiere la formulación de Bajtín que el encuentro entre dos consciencias que se da en el acto de lectura es un fenómeno emergente—en donde surgen sentidos novedosos e imprevisibles a partir del texto mismo, o del lector solamente, tomados de modo aislado).

Es posible avanzar hacia el primer polo, es decir, hacia el lenguaje—el lenguaje del autor, el lenguaje del género, del movimiento literario, de la época; hacia el lenguaje nacional (lingüística), y en última instancia hacia un potencial lenguaje de lenguajes (estructuralismo, glosemática).6 También es posible avanzar hacia el segundo polo: hacia el acontecimiento irrepetible del texto.  (El texto es un acontecimiento irrepetible, y su lectura también es un acontecimiento irrepetible, observemos. Al señalar estas dos direcciones divergentes de la investigación filológica, Bajtín sigue muy de cerca el planteamiento de la hermenéutica de Schleiermacher, quien hablaba de "interpretación gramatical" en el primer caso, y de "interpretación técnica" o estilística individualizada en el segundo).

Todas las disciplinas posibles de las ciencias humanas que parten del texto como lo inicialmente dado se sitúan en algún punto entre estos dos polos.

Ambos polos son incondicionales: el lenguaje de lenguajes en potencia es incondicional y el texto único e irrepetible es incondicional. (Para mí, esta "incondicionalidad" es una ilusión producida por la divergencia de estas dos direcciones de investigación. Pero ambas son en realidad condicionadas y en última instancia sólo definibles por la manera en que cada una de ellas está condicionada por el otro polo. En síntesis: una teoría de la gramática (lenguaje de lenguajes) ha de formularse en un texto concreto, con una lógica estilística concreta que ha sido por ejemplo objeto del análisis de los desconstructivistas como Derrida. Y, en la otra dirección, lo irrepetible de un texto irrepetible sólo es identificable en relación a lo repetible y repetido de ese mismo texto: la individualidad sólo es definible en base a la gramática social que genera los sujetos u objetos individuales. Aún más: hay una cierta gramática de la individualida, porque en gran medida lo individual es un "efecto de individualidad", una determinada retórica de posicionamiento interaccional del sujeto o de su obra. En suma: ambos polos se quieren incondicionales o absolutos, pero ambos son relativos o condicionados mutuamente. Tengamos esto presente mientras leemos la exposición de Bajtín que sigue).

Cualquier texto auténticamente creativo es en alguna medida una revelación libre de la personalida, no predeterminada por la necesidad empírica. Por tanto (en su núcleo libre) no admite una explicación causal ni una predicción científica. (Ahora bien, veíamos que hay una doble creatividad: la del texto y la de su lectura. La lectura del texto, en la medida en que es libre del texto, lo comprende en perspectiva retrospectiva: no como algo inexplicable, sino como algo comprensible—algo que surge en un momento dado, pero que surge a partir de fuerzas que, por el mismo hecho de hacerlo surgir, se vuelven más comprensibles). Pero esto no excluye, claro, la necesidad interna, la lógica interna, del núcleo libre del texto (sin la cual no podría entenderse, reconocerse, ni ser efectivo).

El problema del texto en las ciencias humanas. Las ciencias humanas son ciencias sobre el hombre y su naturaleza específica, y no sobre una cosa sin voz o un fenómeno natural. El hombre y su naturaleza específicamente humana siempre se expresa (habla), es decir, crea un texto (aun si sólo es potencial). Cuando el hombre se estudia aparte de un texto e independientemente de él, la ciencia ya no es una de las ciencias humanas (anatomía humana, fisiología, etc.). (Puesto así, la fonética no sería una ciencia humana, y la fonología sí—pero como se ve, las ciencias humanas han de fundarse en cierta medida en las ciencias no humanas.  Lo mismo podríamos decir de ciencias relativas a la comunicación o a la economía, que se enraizan en ciencias relativas a la ecología de los grupos humanos. Así por ejemplo los estudios sobre el origen del lenguaje se hallan a mitad de camino entre las ciencias humanas y las biológicas).

El problema del texto en la textología. El lado filosófico del problema.

El intento de estudiar el texto como una "reacción verbal" (behaviorismo).7

La cibernética, la teoría de la información, la estadística, y el problema del texto. El problema de encarnar el texto. Los límites de esta encarnación. (Una cuestión a tener en cuenta en relación a estas notas de Bajtín es el hecho señalado por el mismo Bajtín, así como por Goffman, de que un texto es sólo la "punta del iceberg" por así decirlo de la situación comunicativa que encarna—que está constituida por el diálogo global intertextual o contextual en el que se sitúan los textos, o también (Goffman) por la situación interaccional en la están situados los interlocutores, en la que el texto es a menudo sólo una manera de (re)orientar la atención o de modificar un sentido que ya está parcialmente presente. En este sentido el texto es un fenómeno local a contextualizar en una relación interaccional más amplia, aunque este planteamiento va mucho más allá de estudiar el texto como una "reacción verbal". Téngase en cuenta además el aspecto de reacción a lo no dicho o al pensamiento del propio sujeto hablante, según se observa en la nota 7. La misma cuestión, la naturaleza relacional del texto, afecta a la manera en que se encarna el texto: un texto cuyo contexto haya que reconstruir puede ser un texto con presentación, edición crítica, etc.—el texto sin más es a veces insuficiente expresión "de sí mismo" o de lo que significaba).

Un acto humano es un texto en potencia, y puede entenderse (en tanto que acto humano y no en tanto que acción física) únicamente en el contexto dialógico de su tiempo (como réplica, como posicionamiento semántico, como sistema de motivos…).

"Todo aquello que es bello y sublime…"—Esto no es una unidad fraseológica en sentido ordinario, sino un tipo especial de combinación de palabras tonal o expresiva. (Hay que entender la frase puesta entre comillas por Bajtín como la parodia de una expresión romántica cursi desfasada e identificable como tal, "situable" como perteneciente al discurso del romanticismo, diríamos hoy). Esto representa un estilo, una visión del mundo, un tipo humano. Rezuma contextos: supone dos voces, dos sujetos (la persona que hablaría así en serio, y la persona que la parodia). Tomadas individualmente (al margen de su combinación), las palabras "bello" y "sublime" pierden su doble voz: la segunda voz sólo se da en la combinación de las palabras, que se convierte en una enunciación (es decir, adquiere un sujeto del discurso, sin el cual no puede haber segunda voz). (¡De hecho no puede haber ni "primera voz"!). Una palabra puede también adquirir una segunda voz si se convierte en una enunciación abreviada (es decir, si adquiere un autor). La unidad fraseológica no es creada por la primera, sino por la segunda voz. (Disintiendo algo, diríamos que la segunda voz recalca el carácter fraseológico e identificable de la enunciación "romántica", pero que dicha fraseología ya estaba, si bien quizá no inmediatamente perceptible como tal, en la voz del primer sujeto que emplea esa expresión en serio, sin intención paródica).

La lengua y el discurso, la oración y la enunciación. (Aquí contrapone Bajtín las dos direcciones posibles antes señaladas en el estudio del texto: hacia la generalidad abstracta de la lengua, o hacia el acto concreto y situado de la enunciación. Pensemos en la contraposición entre dos tipos de análisis de una oración: a los escolares se les propone que en la oración "Juan entrega el regalo a María", que analicen quién es el sujeto, cuál el objeto directo, el indirecto, el predicado… pero en este análisis "lingüístico" nunca se les pide que identifiquen al hablante, al su interlocutor, etc.—y con razón, pues el mismo planteamiento clásico del análisis oracional ya está orientado hacia la lingüística abstracta de la lengua, no hacia el estudio de los textos como enunciaciones concretas y situadas). El sujeto hablante (una individualidad "natural" generalizada) y el autor de la enunciación. (Dos figuras diferenciables: un mismo autor puede hablar por boca de dos sujetos hablantes, pongamos. A título de comparación, en la lingüística pragmática de Goffman, éste distingue en la producción de un discurso al "principal" o productor-promotor del discurso, al autor efectivo del texto que vehicula ese discurso, y al animador-locutor encargado de presentar ese texto ante un público. Son figuras que pueden coincidir o disociarse, según tipos de discurso y casos concretos). El cambio de sujetos hablantes y el cambio de hablantes (autores de la enunciación). (No queda muy claro en la formulación de Bajtín a qué roles goffmanianos se está refiriendo en concreto con esta diferenciación). La lengua y el discurso pueden ser idénticos, ya que en el discurso quedan borrados los límites dialógicos de las enunciaciones. Pero la lengua y la comunicación discursiva (en tanto que intercambio dialógico de enunciaciones) nunca pueden ser idénticas. Dos o más oraciones pueden ser absolutamente idénticas (cuando se superponen, como dos figuras geométricas, coinciden); además, debemos admitir que cualquier oración, incluso una compleja, en el flujo ilimitado del habla puede repetirse un número ilimitado de veces con una forma totalmente idéntica. Pero en tanto que enunciación (o parte de una enunciación) ninguna oración, aunque sólo tenga una palabra, puede jamás repetirse: siempre es una nueva enunciación (aun si es una cita).  (Es decir, la lingüística de la lengua estudia ciertas propiedades formales o "geométricas" del lenguaje; la lingüística de la enunciación o del discurso estudia el uso contextualizado de esas formas lingüísticas, y los contextos nunca son enteramente idénticos, aunque también hay que tener en cuenta que hay una gramática de los contextos).

Surge la cuestión de si la ciencia puede tratar con fenómenos individuales tan irrepetibles como son las enunciaciones, o si se encuentran más allá de los ímites de la cognición científica generalizable. (Aquí recuerda la formulación de Bajtín a ese principio aristotélico que dice que no hay ciencia, o regla, para las excepciones, o para los fenómenos únicos, pues la ciencia se basa en generalizaciones o universales). Y la respuesta es, naturalmente, que sí puede. En primer lugar, cada ciencia parte de fenómenos únicos irrepetibles, y la ciencia continúa ligada a ellos en todo su recorrido. En segundo lugar, la ciencia, y sobre todo la filosofía, puede y debe estudiar la forma y función específicas de esa individualidad. Es necesario tener claramente presente un correctivo constante a la pretensión de que el análisis abstracto (la lingüística, por ejemplo) ha agotado completamente la enunciación concreta. El estudio de los tipos y formas de relaciones dialógicas entre las enunciaciones y sus formas tipológicas (factores de las enunciaciones). (Aquí parece proponer Bajtín una hermenéutica de la ciencia que investigue la relación entre el caso individual o fenómeno único, y la ley que se utiliza para explicarlo. Así como un gradación de leyes detrás de la ley—como podría ser en lingüística la teoría de los actos de habla, todavía abstracta, pero que sin embargo ya está atenta a tipos concretos de enunciación contextualizada y de posibles funciones generalizables de las enunciaciones). Estudio de los aspectos extralingüísticos y a la vez extrasemánticos (artísticos, científicos, y demás) de la enunciación. Todo el ámbito que se halla entre el análisis lingüístico y el puramente semántico. Este ámbito está desaparecido para la ciencia.

Una oración se puede repetir en el seno de una misma enunciación (repetición no arbitraria, autocita), pero cada repetición la convierte en una nueva parte de la enunciación, puesto que su posición y su función en el conjunto de la enunciación ha cambiado.

La enunciación en su conjunto está conformada como tal por aspectos extralingüísticos (dialógicos), y también está en relación con otras enunciaciones. Estos aspectos extralingüísticos (dialógicos) también permean la enunciación desde dentro.

Las expresiones generalizadas del hablante en el lenguaje (nombres propios, formas personales de los verbos, formas gramaticales y léxicas de la expresión de la modalidad, y expresiones de la actitud del hablante hacia su discurso) y el sujeto del discurso. El autor de la enunciación. (Parece aquí que vuelve a aludir Bajtín a la diferenciación posible entre estas dos figuras—a saber, que, como decía Barthes, quien narra no es quien escribe, y quien escribe no es quien "es". El enunciador es un rol textual, una construcción lingüística que puede ser instrumentalizada).

Desde el punto de vista de los propósitos extralingüísticos de la enunciación, todo lo lingüístico es sólo un medio para un fin. (Téngase aquí en cuenta lo antes dicho sobre la pragmática de Goffman—o, en otra línea de reflexión, el asentamiento del lenguaje en el mundo tal como lo describe Merleau-Ponty, quien habla del "silencio" sobre el cual se asienta el lenguaje—un silencio significativo, naturalmente).

El problema del autor y de las formas en que se expresa en una obra. ¿En qué medida puede uno hablar de la "imagen" del autor? (Tengamos en cuenta a propósito de esto, y de lo que sigue, algo que a veces se olvida: que Bajtín no ha leído The Rhetoric of Fiction de Wayne Booth ni Der Implizite Leser de Wolfgang Iser. Aquí está apuntando a cuestiones que son tratadas en mucho más detalle en la obra de todos quienes han teorizado sobre el autor implícito, frente al narrador. Véanse también los desarrollos sutiles que sobre estas cuestiones ofrecen libros como La Figure de l'Auteur de Maurice Couturier, o The Magician's Doubts de Michael Wood).

Encontramos al autor (lo percibimos, comprendemos, lo notamos y lo sentimos) en cualquier obra de arte. Por ejemplo, en una pintura siempre notamos a su autor (al artista) pero nunca lo vemos de la manera en que vemos a las imágenes que ha representado. Lo notamos en todo como un puro origen de la representación (sujeto representador), pero no como una imagen representada (visible). Incluso en un autorretrato, por supuesto, vemos no a su autor representador, sino únicamente la representación hecha por el artista. Estrictamente hablando, la imagen del autor es una contradictio in adjecto. La llamada imagen del autor es, ciertamente, un tipo especial de imagen, diferente de las otras imágenes de la obra, pero es una imagen y tiene a su propio autor que la ha creado. La imagen del narrador en un relato es diferente del yo, de la imagen del protagonista de una obra autobiográfica (aubiografía, confesiones, diarios, memorias y demás), del héroe autobiográfico, el héroe lírico, etc. Todos se miden y se definen por su relación con el autor como persona (en tanto que es un objeto de representación determinado), pero todos son imágenes representadas que tienen sus autores, son vehículos del origen puramente representacional. Podemos hablar de un autor puro en tanto que diferente de un autor parcialmente representado, designado, que entra a formar parte de la obra como uno de sus elementos. (Por ejemplo, lo que en narratología se llama la diferencia entre el autor implícito y el narrador autorial).

El problema del autor de la enunciación más corriente, estándar y cotidiana. Podeos crear una imagen de cualquier hablante, podemos percibir objetivamente cualquier obra o cualquier discurso, pero esta imagen objetiva no entra en la intención o proyecto del hablante mismo, y no es creada por él en tanto que autor de la enunciación.  (Aquí alude Bajtín a la cuestión de la especificidad de la enunciación literaria: una modalidad enunciativa que conlleva el juego con la persona enunciativa, la creación de una persona enunciativa diferenciada del "autor" mismo en tanto que hablante. Habría que matizar que tanto en la vida como en la literatura sí estamos constantemente jugando con la diferencia entre el sujeto virtual de la enunciación y el sujeto real efectivo presente ante nosotros por ejemplo en la interacción conversacional cotidiana. Sea como sea, la construcción de figuras enunciativas está sujeta a debate, a reconstrucción por parte del interlocutor; y de la misma manera podemos señalar que el "autor implícito" proyectado como objeto estético o como parte de la obra por un escritor no es exactamente el mismo que el autor implícito reconstruido por un lector concreto).

Esto no significa que no haya caminos que lleven desde el autor puro al autor como persona—existen, naturalmente, y existen en el núcleo mismo, en la profundidad misma del ser humano. Pero este núcleo no puede nunca convertirse en una de las imágenes de la obra misma. La imagen está en la obra en conjunto, y en grado sumo, pero este núcleo no puede nunca volverse una parte constitutiva figurada (objetiva) de la obra. (Parece referirse Bajtín al hecho de que la imagen del autor se extrae del conjunto de la obra, y no de un elemento compositivo concreto de ella—aun si ese elemento es, deliberadamente, una imagen del autor. Y esto es así, en parte, porque la figura del autor extraída a partir de la obra es históricamente variable, percibida de manera distinta según cuál sea el punto de vista desde el que se contempla a distancia). Esto no es natura creata (naturaleza creada) ni natura naturata et creans (naturaleza engendrada y creadora) sino una pura natura creans et non creata (naturaleza creadora y no creada).

¿En qué medida son posibles en la literatura las palabras puras, sin objeto y de voz única? ¿Es posible que se vuelva material para la construcción de una obra literaria una palabra en la que el autor no oiga la voz de otro, que incluya únicamente al autor y al autor completo? ¿No será necesaria una cierta medida de no literalidad como condición para cualquier estilo? ¿no está el autor siempre fuera del lenguaje en tanto que material para la obra de arte? ¿No es cualquier escritor (incluso el poeta lírico puro) siempre un "dramaturgo" en el sentido de que dirige todas las palabras hacia las voces de otros, incluyendo hacia la imagen del autor (y hacia otras máscaras del autor)? Quizá toda palabra  literal, en la que haya una sola voz, es ingenua e inadecuada para la auténtica creatividad. Cualquier voz que sea verdaderamente creativa no puede ser sino la segunda voz del discurso. Sólo la segunda voz—la pura relación—puede ser completamente carente de objeto y no proyectar una sombra de la figura, una sombra sustancial. El escritor es una persona que es capaz de trabajar en un lenguaje a la vez que está fuera del lenguaje, alguien que tiene el don de hablar indirectamente. (Estas reflexiones de Bajtín parecen sugerentes para definir el drama y la ficción narrativa, o incluso la lírica—toda literatura en la que entre un elemento de ficcionalización de la voz o del hablante. Pero no parecen tan adecuadas para géneros ensayísticos o filosóficos, que sin embargo no son menos creativos).

Expresarse uno mismo significa convertirse en un objeto para otro y para uno mismo ("la actualización de la consciencia"). Este es el primer paso de la objetivación Pero también es posible reflejar nuestra actitud hacia nosotros mismos en tanto que objetos (segundo paso de la objetivación). En este caso, nuestro propio discurso se convierte en un objeto y adquiere una segunda voz, la suya propia. Pero esta segunda voz ya no proyecta (de por sí) una sombra, puesto que expresa una relación pura y toda la carne objetivadora, materializadora, de la palabra, queda atribuida a la primera voz. (Aunque aquí se juntan diversas cuestiones, una de las cosas que parece sugerir Bajtín que la voz del personaje de ficción,  del personaje dramático, o del narrador ficticio, queda desligada de la voz del autor. Esto no es así, sin embargo, puesto que la palabra del personaje está enraizada en la palabra del autor y tiene un grado mayor o menor de valoración implícita; no es una voz que se vuelva independiente, sino más dependiente y condicionada aún que la primera voz —más que la expresión no ficcional del autor—en tanto que presenta una estructuración enunciativa más compleja).

Expresamos nuestra relación con la persona que hablaría de esa manera. En el habla cotidiana esto se expresa con una entonación ligeramente humorística o irónica (el Karenin de León Tolstoi), una entonación que expresa sorpresa, incomprensión, interrogación, duda, afirmación, refutación, indignación, admiración, etcétera. Este es el fenómeno bastante primitivo y muy corriente de doble vocalidad en la comunicación hablada cotidiana, en diálogos y en debates sobre cuestiones científicas y otras cuestiones ideológicas. (Como vemos, Bajtín no considera que el estilo indirecto libre sea un fenómeno exclusivamente literario, sino que tiene su germen en este dialogismo cotidiano, la cita con "acento" o entonación valorativa de las palabras de otro hablante). Este es un tipo doble vocalidad bastante tosco y menos generalizador, que con frecuencia es directamente personal: las palabras de uno de los hablantes presentes se repiten con acentos exagerados. Hay diversos tipos de estilización paródica que representan la misma forma tosca y menos generalizadora. La voz del otro es limitada, pasiva, y no hay profundidad ni productividad (creativa, enriquecedora) en las interrelaciones que se dan entre las voces. En la literatura, caracteres positivos y negativos.

Una doble vocalidad literal y, podríamos decir, física, se manifiesta en todas estas formas.

La situación es más compleja cuando se trata de la voz del autor en el drama, donde, según toda apariencia, no aparece en el discurso. (Por así decirlo, porque evidentemente todo el drama es la voz del autor recreando la voz de los personajes, y esto se reconoce de modo intuitivo cuando decimos que es una obra de tal autor—podríamos decir que es la convención básica del género, y sólo en ese sentido tan evidente puede decirse que "no aparece" la voz del autor. Lo mismo puede decirse de las novelas con narrador ficticio, en las que la voz narrativa es "dramática" y se presenta como explícitamente desligada de una voz narrativa autorial).

Ver y comprender al autor de una obra significa ver y comprender a una consciencia que es otra, ajena, y a su mundo, es decir, a otro sujeto ("Du"). (Aquí la palabra alemana parece remitir a los estudios de Martin Buber sobre la alteridad y la comunicación intersubjetiva, quizá en concreto a Ich und Du, Berlín, Schocken, 1922). En la explicación sólo hay una consciencia, un sujeto; en la comprensión hay dos consciencias y dos sujetos. No puede haber relación dialógica con un objeto, y por tanto la explicación no tiene aspectos dialógicos (excepto los retóricos y formales). La comprensión siempre es dialógica en alguna medida. (Quizá la cuestión de "en qué medida" no deba perderse de vista. En efecto, la comprensión del punto de vista del otro requiere ponerse en su lugar, pero también hay en la interpretación de las acciones de los otros seres humanos una dimensión de explicación, en la medida en que vemos sus acciones determinadas por una naturaleza determinada, de su carácter, o de las fuerzas que los impelen, y comprensibles por relación a esas fuerzas que van más allá de la intención del otro en el sentido de que la constituyen. La dicotomía que establece aquí Bajtín es en parte coincidente con la oposición entre la hermenéutica de la comprensión y la hermenéutica de la sospecha comentada por Ricœur, o con la diferencia entre la "crítica acrítica" que acepta la posición del otro, y la "crítica crítica" que la desconstruye o se opone a ella. En última instancia es la crítica crítica, o la hermenéutica de la sospecha, la que explica de manera más comprensiva la subjetividad ajena, pues incluye a la comprensión como uno de sus momentos, mientras que la comprensión no incluye necesariamente la desconstrucción de los motivos del otro).

Los diversos tipos y formas de la comprensión. La comprensión del lenguaje de signos, es decir, la comprensión (dominio) de un sistema de signos específico (por ejemplo un idioma concreto). La comprensión de una obra en un idioma ya conocido, es decir, ya comprendido. La ausencia, en la práctica, de distinciones tajantes , y las transiciones entre un tipo de comprensión y otro.

¿Puede decirse que la comprensión de un lenguaje como sistema es carente de objeto y está completamente desprovista de aspectos dialógicos? ¿En qué medida puede hablarse del tema de un lenguaje como de un sistema? Descifrar un lenguaje desconocido: intercambiando posibles hablantes indeterminados, construyendo enunciaciones posibles en un lenguaje dado.

Comprender cualquier obra en un lenguaje conocido (aunque sea nuestra lengua materna sin más) siempre enriquece además nuestro conocimiento del lenguaje en cuestión en tanto que sistema.

De la temática de un idioma a las temáticas de las obras literarias. Varias etapas transicionales. (La noción de "temática de un idioma" no es muy adecuada—quizá pueda entenderse como los discursos vehiculados a través de un idioma, o las interacciones culturales más típicas de un idioma, en un momento dado… pero es una noción demasiado vaga para poderla acotar de manera útil). Las temáticas de los estilos lingüísticos (del burócrata, del mercader, del académico, etc.). (Esta cuestión de los discursos sociales la trata Bajtín más por extenso en The Dialogic Imagination). Las máscaras del autor (las imágenes del autor) y el autor mismo.

La imagen socioestilística del pobre contable, del consejero titular (Devushkin, por ejemplo).10 Ese tipo de imagen, aunque se produce por métodos de autorrevelación, se produce como un él (una tercera persona) y no como un tu. Queda objetificado y paradigmático. No hay relaciones auténticamente dialógicas con él.  (Quizá podríamos decir, con E. M. Forster, que estos personajes son "personajes planos", concebidos como tipos o caricaturas,  y no con la complejidad de un personaje "redondo", menos instrumentalizado para una función única o un rol único).

Acercar los medios de representación al objeto representado como señal de realismo (autodescripción, voces, estilos sociales; no descripción, sino cita de los protagonistas como personajes que hablan). (Aquí podríamos remitir a los extensos debates de la crítica formalista y estructuralista sobre la contraposición entre "decir" y "mostrar", showing/telling— por ejemplo en The Craft of Fiction de Percy Lubbock, The Rhetoric of Fiction de Wayne Booth, o "Discours du récit" de Gérard Genette. Es lo que a veces se denomina "modo" del relato, Ver por ej. mi artículo "El modo del género narrativo: Diversas interpretaciones")

Los elementos objetivos y puramente funcionales de cualquier estilo.

El problema de comprender la enunciación. Para entender, es necesario ante todo establecer los límites principales y bien definidos de la enunciación. La alternancia de temas del discurso. La capacidad de determinar la respuesta. La inherente tendencia a la respuesta manifestada en toda comprensión ("Kannitverstan").11

Cuando hay una multiplicidad deliberada (consciente) de estilos , siempre hay relaciones dialógicas entre los estilos.12 No se pueden entender estas interrelaciones de manera puramente lingüística (ni mecánica). (Aquí apunta Bajtín a un enfoque más integral del estilo, un enfoque no reducible a un método predeterminado. Es un tipo de crítica a los métodos que recuerda en parte al razonamiento de Feyerabend en Contra el método).

Una descripción y definición puramente lingüística (y puramente discreta) de varios estilos en el seno de una única obra no puede revelar sus interrelaciones semánticas (incluyendo las artísticas). Es importante comprender el sentido total de este diálogo de estilos desde el punto de vista del autor (no como una imagen, sino como una función). Y cuando uno habla de acercar el medio de representación a la cosa representada, uno entiende que la cosa representada es el objeto y no otro sujeto (un ).

La representación de una cosa frente a la representación de una persona (el hablante y su esencia). El realismo con frecuencia reifica al hombre, pero esto no es una manera adecuada de representarlo. El naturalismo, con su tendencia a la explicación causal de los actos y de los pensamientos del ser humano (su posicón semántica en el mundo) reifica al hombre todavía más. El enfoque "inductivo", que se supone es inherente al realismo, es, en esencia, una explicación causal que reifica al hombre. Las voces (en el sentido de estilos sociales reificados) se transforman así en meros signos de las cosas (o síntomas de procesos); ya no es posible responder a ellas, ya no se puede polemizar con ellas, y se desvanecesn las relaciones dialógicas con este tipo de voces.

Los grados de objetificación y de subjetivización de los personajes representados (la naturaleza dialógica de las relaciones que tiene el autor con ellos) varían drásticamente en literatura. A este respecto, la imagen de Devushkin difiere en principio de las imágenes objetificadas de oficinistas pobres en otros autores. Y está polémicamente contrapuesto a esstas otras imágenes, en las que no hay un auténticamente dialógico. Las novelas comúnmente presentan argumentaciones completamente definitivas resumidas desde la posición del autor (eso cuando  hay algún tipo de argumentaciones). La obra de Dostoyevski contiene transcripciones de argumentaciones inacabadas e inacabables. Pero cualquier novela está por lo general llena de connotaciones dialógicas (no siempre con sus protagonistas, claro). Tras Dostoyevski, la polifonía irrumpe con ímpetu en toda la literatura mundial.

Con respecto a una persona, el amor, el odio, la compasión, la ternura y las emociones en general siempre son dialógicas en alguna medida.  (Hay pues un continuo entre empatía y dialogismo—la conceptualización del dialogismo de Bajtín no es sólo intelectual o argumental, sino también emocional).

En su tratamiento dialógico (en lo que respecta a la subjetificación de sus protagonistas), Dostoyevski cruza un cierto umbral, y su tratamiento dialógico adquiere una nueva cualidad (más elevada).

La objetificación de la imagen del hombre no es una pura sustancialidad. Puede amársele, compadecerse de él, etc., pero lo principal es que se le puede (y se le debe) comprender. En la literatura artística (como en el arte en general) hay un hálito de sujetificación que se deposita incluso sobre las cosas inanimadas (correlacionadas con el hombre).

El habla entendida de manera orientada hacia el objeto (y esa habla requiere necesariamente una comprensión, pues si no no sería habla, pero en esta comprensión se debilita el aspecto dialógico) puede incluirse en una cadena de explicaciones causales. El lenguaje literal (puramente semántico, funcional) se mantiene en un diálogo referencial de final abierto (por ej. la investigación científica).

Una yuxtaposición de enunciaciones-demostraciones en física. (Apunta aquí a Bajtín a la ciencia como una "conversación", podríamos decir, un discurso ordenado lógicamente en el que cada intervención tiene en cuenta intervenciones precedentes, responde a ellas ordenadamente, y es por tanto un discurso interentemente dialógico. Lo mismo puede decirse, por supuesto, de la conversación crítica en torno a una obra literaria u otro objeto cultural— ver un desarrollo de de este razonamiento en mi artículo "Tematización retroactiva, interacción e interpretación", en español en Hans-Georg Gadamer: Ontología estética y hermenéutica, ed. Teresa Oñate y Zubía, Cristina García Santos and Miguel Ángel Quintana Paz, Madrid: Dykinson, 2005).

El texto como reflejo subjetivo del mundo objetivo: el texto es una expresión de la consciencia, algo que refleja. Cuando el texto se convierte en objeto de nuestra cognición, podemos hablar del reflejo de un reflejo. La comprensión del texto es el correcto reflejo de un reflejo. A través del reflejo en otra persona, al objeto reflejado. (Aquí hay un problema en cuanto que la comprensión adecuada no es sólo la comprensión de lo reflejado, sino de la distorsión efectuada durante el proceso de reflexión—una refracción, podríamos decir. A una teorización de esta refracción dedico el artículo mencionado antes, "Retroactive Thematization").

Ningún fenómeno natural tiene "significado"; sólo los signos (incluyendo las palabras) tienen significado. Por lo tanto, cualquier estudio de los signos, independientemente de las diferentes direcciones que pueda tomar luego, empieza por necesidad con con la comprensión. (Aquí hay que recordar, empero, que muchos signos son fenómenos "naturales"—que de hecho todos lo son, en el sentido amplio del término "natural", incluyendo el lenguaje. Pero algunos signos son naturales en sentido más estricto, en el sentido de que son ajenos al mundo humano.  La semiosis de la comunicación animal es todo un mundo en este sentido. Otros signos son  fenómenos producidos por el mundo "natural" que son interpretados o resignificados por la comunicación humana—por ejemplo, como indicios de algo. En suma, que en lugar de una diferencia tajante entre lo semiótico y lo no semiótico, que parecería sugerir la exposición de Bajtín en este punto, hay más bien una continuidad y transición gradual de lo no semiótico a formas semióticas primitivas y a otras complejas. Ver por ejemplo mi artículo Interacción internalizada: El desarrollo especular del lenguaje y del orden simbólico).

El texto es el dato primario (la realidad) y el punto de partida para cualquier disciplina de las ciencias humanas. Es la agregación de diferentes tipos de conocimiento y métodos llamados filología, lingüística, estudios literarios, estudios científicos, etc. A partir del texto, se separan en direcciones distintas, captan fragmentos diversos de la naturaleza, de la vida social, estados mentales, e historia, y los combinan—a veces con lazos causales, a veces semánticos, y entremezclan aseveraciones con evaluaciones. A partir de las indicaciones del objeto real, uno debe proceder a delimitar claramente los objetos de la investigación científica. El objeto real es el hombre social (público), que habla y se expresa por otros medios. ¿Es posible acaso encontrar otra perspectiva sobre él y su vida (trabajo, esfuerzo, etc.) que no sea a través del texto significativo que ha creado o está creando? (Observemos que aquí Bajtín está al menos implícita o potencialmente incluyendo en el concepto de texto no sólo todo tipo de objetos culturales artificiales, sino también las acciones, los gestos, la organización social e instituciones, la apariencia física y otros aspectos legibles aunque no necesariamente intencionales ni comunicativos de la realidad humana.... una noción de texto quizá demasiado extensa para la teorización explícita que le acompaña). ¿Es posible observarlo y estudiarlo como un fenómeno natural, como una cosa? La acción física del hombre debería entenderse como un acto, pero es imposible comprender el acto al margen de su expresión significativa potencial (es decir, recreada por nosotros)—motivos, objetivos, estímulos, grado de consciencia, etc.). (Aquí retoma Bajtín una preocupación con el análisis de la acción que se encuentra ya en su ensayo de hacia 1920 "K filosofi postupka", publicado en Filosofiia i sotsiologiia nauki i tekhniki (1984-85). Moscú: Nauka, 1986). Es como si estuviésemos haciendo que el hombre hablase (reconstruimos sus testimonios importantes, sus explicaciones, confesiones, admisiones, y completamos el desarrollo de un discurso interno posible o efectivo, y así sucesivamente). Por todas partes está el texto efectivo o potencial, y su comprensión. La investigación se vuelve interrogación y conversación, es decir, diálogo. No dirigimos preguntas a la naturaleza y no nos contesta. Nos hacemos preguntas a nosotros mismos y organizamos la observación y el experimento de modo tal que obtengamos una respuesta. Al estudiar el hombre, buscamos y encontramos signos por todas partes, e intentamos captar su significado. (A lo cual poco puede objetarse, a no ser lo siguiente: que la investigación de la naturaleza también es dialógica e interrogativa, y también conlleva un diálogo. Más indirecto o metafórico es el diálogo con la naturaleza, pero más directo y efectivo en el seno de la propia institución o disciplina que reúne en un discurso común, o parcialmente común, a los investigadores).

Nos interesan ante todo las formas concretas de los textos, y las condiciones concretas de la vida de los texto, sus interrelaciones, y sus interacciones.

Las relaciones dialógicas entre enunciaciones que también permean desde dentro las enunciaciones individuales caen en el ámbito de la metalingüística. (Creo que hay que entender en este término de Bajtín no una "lingüística sobre la lingüística", sino más bien una "lingüística más allá de la lingüística"—es decir, la lingüística del discurso o la pragmática textual que está articulando aquí). Difieren radicalmente de todas las posibles relaciones lingüísticas entre elementos, tanto del sistema lingüístico como de la enunciación individual.

La naturaleza metalingüística de la enunciación (de la producción del habla). (Aquí como en otros lugares, Bajtín está intentando formular la noción de una pragmalingüística del discurso, que entienda a los textos como parte de un proceso comunicativo interactivo, una forma de 'hacer cosas con los textos').

Los lazos semánticos en el interior de una única enunciación (aunque potencialmente infinitos, por ejemplo en el sistema de la ciencia) son referencialmente lógicos (en sentido amplio), pero los lazos semánticos entre varias enunciaciones se vuelven dialógicos (o, al menos, adquieren una coloración dialógica). Las ideas se distribuyen entre varias voces. Importancia excepcional de la voz, de la personalidad.

Los elementos lingüísticos son neutrales con respecto a esta división en enunciaciones; se mueven libremente sin reconocer los límites de la enunciación, sin reconocer (sin respetar) la soberanía de las voces.

Pero ¿cómo se determinan los límites firmes de la enunciación? Mediante fuerzas metalingüísticas. (Hoy diríamos quizá: a nivel pragmático).

Las enunciaciones extraliterarias y sus delimitaciones (respuestas, cartas, diarios, lenguaje interior, y demás) se transfieren a una obra literaria (por ejemplo, a una novela). Aquí su sentido total cambia. Caen sobre ellas los ecos de otras voces, y la misma voz del autor las penetra.

Dos enunciaciones yuxtapuestas pertenecientes a personas diferentes que no saben nada una de otra, con sólo que converjan ligeramente sobre un único tema (idea) inevitablemente entran en relaciones dialógicas mutuas. Entran en contacto una con otra en el territorio de un tema común, una idea común.  (Esta noción de Bajtín propone una expansión interesante del concepto de intertextualidad. Ahora bien, podría resultar de por sí un tanto idealista, pues ¿en qué terreno, en qué empíreo se encuentran dos enunciaciones que no saben nada una de otra? La respuesta no idealista ha de ser obvia: en el discurso de un tercero. Donde Bajtín presenta dos enunciaciones, debemos tener en cuenta tres enunciaciones —y si no, al menos, un proceso mental o "enunciación interna" de alguien que conozca y compare esas dos enunciaciones previas. El análisis de esta triangulación puede verse más desarrollado en mi artículo sobre la espiral hermenéutica. La relación entre las dos enunciaciones puede ser más o menos evidente u obvia, en cuyo caso el Tercero se limita a constatar un terreno común. O bien el trabajo del Tercero puede consistir en descubrir un terreno común allí donde no parecía haberlo—en cuyo caso hablaremos de fusión conceptual, de congruencia, de consiliencia incluso... Sobre el ingenio como relación entre fenómenos ocultamente conexos, ver mi nota Conectando con Heráclito el Oscuro).

La epigrafía. El problema de los géneros de las inscripciones antiguas. El autor y el destinatario de las inscripciones. Patrones obligatorios. Las inscripciones funerarias ("Alegraos"). Los difuntos dirigiéndose a los vivos que pasan. Formas estandarizadas obligatorias para evocaciones, encantamientos, oraciones, etcétera. Las formas de los elogios y de la gran alabanza. Formas de insultos y de lenguaje obsceno (rituales). El problema de la relación de la palabra con el pensamiento, y de la palabra con el deseo, la voluntad, la exigencia. Ideas sobre el carácter mágico del la palabra. La palabra como acción (Pensemos en J. L. Austin, y su How to Do Things with Words, libro en el que se tratan algunas dimensiones de lo que Bajtín denomina 'translingüística'). La inversión radical que se da en la historia de la palabra cuando se convirtió en expresión y en información pura, sin acción (la función comunicativa). El sentido de lo propio y de lo ajeno en la palabra. Más adelante, el origen de la consciencia autorial.

El autor de una obra literaria (una novela) crea una obra lingüística unificada y entera (una enunciación). Pero la crea a partir de enunciaciones heterogéneas, ajenas o extrañas, por así decirlo. E incluso la palabra directa del autor está llena de palabras que reconocidamente son de otros. El hablar indirecto, una actitud hacia el propio lenguaje de uno mismo como uno de los lenguajes posibles (y no el único lenguaje posible, incondicional).

Individuos finalizados, o "cerrados", en la pintura (incluyendo los retratos). Presentan al hombre exhaustivamente; está ya allí por completo, y no puede cambiar. Los rostros de las personas que ya han dicho todo, que ya han muerto (o) bien podrían haber muerto. El artista concentra su atención sobre los rasgos finalizantes, definitorios, los que cierran. Vemos todo de ellas y no esperamos nada más (ni nada diferente). No pueden renacer, rejuvenecer o transformarse—esta es su fase finalizante (última y definitiva).  (Apreciamos aquí el interés de Bajtín por la apertura, la emergencia, y la auto-transformación—la posibilidad de un yo fluido y no cerrado, frente a los caracteres que aparecen en el rostro ya como la caricatura de sí mismos).

La relación del autor hacia lo que representa siempre entra en la imagen. La relación del autor es un aspecto constitutivo de la imagen (Como lo que Wayne Booth llamó el 'autor implícito' en literatura— Bajtín parece ver una evaluación implícita en toda representación, y un perspectivismo: no hay representación, palabra, o imagen que sea neutra y que no retrate también a su autor en cierto modo. Esto, a relacionar con lo que Jakobson denominaba la función expresiva del signo). Esta relación es extremadamente compleja. No debe reducirse a una evaluación directa. Tales evaluaciones destruyen la imagen artística. No se encuentran ni siquiera en la sátira cuando es de calidad (Gógol, Shchedrin). Ver algo por primera vez, darse cuenta de algo por primera vez, ya significa asumir una actitud hacia eso: no existe ni en sí ni para sí, sino para otro (ya son dos consciencias correlacionadas). La comprensión es una actitud muy importante (comprender nunca es una tatología o duplicación, puesto que siempre implica a dos, y a un tercero potencial). (En términos estructuralistas, diríamos que la comprensión de algo implica a un emisor que comprende, a un receptor implícito, a modo de modelo del antiguo yo que no comprendía y a quien se explica ahora lo que ahora se comprende—y un tercero, el lector efectivo que recibe el mensaje, ese mensaje que tiene un lector implícito como una parte de su estructura retórica, y asume el papel de comprender que de él se espera, o reacciona de modo imprevisto frente al mensaje recibido). La condición de no ser oído y no ser comprendido (ver Thomas Mann).13 "No sé", y "Era así, pero a mí qué más me daba", son actitudes importantes. La destrucción de las evaluaciones directas que se agregan al objeto y la destrucción de las actitudes generalmente crea una actitud nueva. Una clase especial de actitudes emocionales-evaluativas. Su diversidad y complejidad.

El autor no puede separarse de las imágenes y caracteres, ya que entra dentro de estas imágenes como una parte indispensable de las mismas (las imágenes son duales, y a veces tienen dos voces). Pero la imagen del autor puede separarse de las imágenes de los personajes. Esta misma imagen, empero, es creada por el autor y por tanto es también dual. Con frecuencia sucede como si las imágenes de los caracteres hubiesen sido reemplazadas por personas vivas.

Los diversos planos semánticos en los que se ubican el discurso de los personajes, y el discurso del autor. Los caracteres hablan como participantes en la vida que se representa, por así decirlo, desde posiciones privadas. Sus puntos de vista están limitados de una manera u otra (saben menos de lo que sabe el autor). El autor está fuera del mundo representado (y en cierto modo creado) por él. Interpreta todo este mundo desde posiciones superiores y cualitativamente distintas. Por último, todos los personajes y su discurso son objetos de una actitud autorial (y de un discurso autorial). Pero los planos del discurso de los caracteres y el del discurso autorial pueden tener una intersección, es decir, son posibles las relaciones dialógicas entre ellos. En Dostoyevski, donde los personajes son ideólogos, el autor y este tipo de personajes (los pensadores-ideólogos) terminan en el mismo plano. Los contextos dialógicos y las situaciones de los discursos de los personajes difieren esencialmente de los del discurso del autor. El discurso de los personajes participa en los diálogos representados en el interior de la obra y no entra directamente en el diálogo ideológico de la contemporaneidad, es decir, en la auténtica comunicación lingüística en la que participa la obra en su conjunto y en la cual es comunicada (participan en ella sólo como partes de ese todo). Sin embargo el autor ocupa una posición precisamente en este diálogo auténtico, y es definido por la situación real del día. A diferencia del autor real, la imagen creada del autor carece de esa participación directa en el diálogo real (participa en ella sólo a través de la obra completa), pero puede participar en el argumento de la obra y entrar en un diálogo representado con los personajes (la conversación entre el "autor" y Onegin). El discurso del autor representador (el autor real), si existe, es un discurso de un tipo fundamentalmente diferente, que no puede existir en el mismo plano que el discurso de los personajes. Esto es precisamente lo que determina la unidad última de la obra, y su presencia semántica última, por así decirlo, su palabra final. (Una vez más, aparece en Bajtín la noción de la obra como macro-acto de habla, o de discurso, del autor, compuesto por una jerarquía estética de actos de habla de los personajes, de los narradores, y del autor implícito).

Las imágenes del autor y las imágenes de los personajes vienen determinadas, según V. V. Vinogradov, por estilos lingüísticos, y sus diferencias se reducen a diferencias en lenguajes y en estilos, es decir, a diferencias puramente lingüísticas. Vinogradov no revela las interrelaciones no lingüísticas entre ellos. Pero, después de todos, estas imágenes (estilos lingüísticos) que hay en una obra no se encuentran una al lado de la otra como datos lingüísticos; entran aquí en un complejo especial de relaciones semánticas dinámicas. Este tipo de relaciones pueden definirse como relaciones dialógicas. Las relaciones dialógicas tienen una naturaleza específica: pno se pueden reducir ni a las puramente lógicas (aunque sean dialécticas) ni a las puramente lingüísticas (sintáctico-composicionales). Son posibles únicamente entre enunciaciones completas de varios sujetos hablantes (el diálogo con uno mismo es secundario, y en la mayoría de los casos ya efectuado). No nos ocupamos aquí del origen del término "diálogo" (véase Hirzel).14

Donde no hay palabra ni lenguaje, no puede haber relaciones dialógicas; no pueden existir entre objetos ni cantidades lógicas (conceptos, juicios, y demás). Las relaciones dialógicas presuponen un lenguaje, pero no residen en el sistema del lenguaje. Son imposibles entre elementos de un lenguaje. La naturaleza especial de las relaciones dialógicas requiere un estudio especial. (Lo que parece requerirse es una interacción comunicativa, una intencionalidad, y un empleo acorde del lenguaje, subordinado a esta intencionalidad. Podríamos intentar determinar, por ejemplo, si las relaciones comunicativas entre animales, o de las madres con los bebés antes de la adquisición del habla, tienen una dimensión dialógica, o pre-dialógica).
   
La concepción estrecha del diálogo como una de las formas compositivas del habla (habla monológica y dialógica). Podría decirse que cada réplica en sí y de por sí es monológica (el monólogo absolutamente mínimo) y que cada monólogo es una réplica proviniente de un diálogo más amplio (la comunicación lingüística de determinada esfera). El monólogo como habla que no va dirigida a nadie y no presupone una respuesta. Varios grados de monologismo. (Como se ve, Bajtín está barajando aquí diversas nociones y dimensiones del dialogismo—en otros sentidos bajtinianos, no es sostenible decir que una réplica en una conversación no es dialógica, que no va orientada al otro ni está "poseída desde dentro" por la situación dialógica).

Las relaciones dialógicas son relaciones (semánticas) entre cualquier enunciación en la comunicación lingüística. Cualquier par de enunciaciones, si se yuxtaponen en un plano semántico (no como cosas, y no como ejemplos lingüísticos), terminan en relación dialógica. Pero ésta es una forma especial de dialogicidad no intencionada (por ejemplo, la selección de varias enunciaciones de diversos estudiosos o sabios de distintas épocas sobre una única cuestión). (Habría que señalar que el dialogismo no es intencional para los autores de esas enunciaciones, pero sí existe una relación dialógica intencional establecida por el autor de la selección—el dialogismo es articulado por la enunciación que recopila esas enunciaciones previas).

"
¡Hambre, frío!"— una enunciación de un único sujeto hablante. "¡Hambre!" — "¡Frío!" —dos enunciaciones dialógicamente correlacionadas, de dos sujetos diferentes: aquí aparecen relaciones dialógicas que no existían en el caso anterior. Lo mismo con dos frases enteras (pensar un ejemplo que venga al caso).

Cuando una enunciación se usa con fines de análisis lingüístico, se ignora su naturaleza dialógica, se contempla en el seno del sistema del lenguaje (como actualización del mismo) y no en el ámbito más amplio de la comunicación lingüística. (Es lo que sucede con las oraciones de las gramáticas tradicionales, que tienen "sujeto" o "predicado" pero nunca tienen "enunciador" o "receptor" —al menos en el análisis que convencionalmente se les aplica. Ahora bien, se observará que 1) esto no es realmente así, en otro modelo de análisis ajeno al de la propia gramática; 2) en una "gramática textual" o una teoría de los actos de habla, pongamos, sí se tienen en cuenta al menos ciertas dimensiones dialógicas de los ejemplos utilizados, aun si se hace abstracción de otras; 3) El intento tener en cuenta la dimensión dialógica de los propios ejemplos nos embarca en una especie de recursión infinita).

La inmensa diversidad de los géneros del discurso, todavía sin estudiar: desde las esferas inéditas del habla interior a las obras artísticas y los tratados científicos. La diversidad de los géneros callejeros (ver Rabelais), de los géneros íntimos, y demás. En las diversas épocas, en los diversos géneros, continúa la emergencia del lenguaje.

El lenguaje y la palabra lo son casi todo en la vida humana. Pero no hay que pensar que esta realidad multifacética y que todo lo abarca pueda ser objeto de una única ciencia, la lingüística, o que pueda comprenderse con métodos únicamente lingüísticos. El objeto de la lingüística es sólo el material, sólo el medio de la comunicación lingüística, y no la comunicación lingüística misma, no las enunciaciones en su esencia, y no las relaciones entre ellas (dialógicas) ni las formas de comunicación lingüística, ni los géneros del discurso. (Como vemos, Bajtín sigue oponiendo la concepción estricta o estrecha de la lingüística a la nueva translingüística que él está fundando—aunque a la vez deja traslucir su percepción de que esta translingüística se entremezcla de manera compleja con los diversos ámbitos de la actividad y de la comunicación humana, y que tal vez no sea una 'única ciencia' en el sentido en que pudiera serlo una lingüística formalista o una gramática—en última instancia, se funde con el estudio de la conciencia humana y de la comunicación humana en los distintos ámbitos en que ésta tiene lugar).

La lingüística estuda únicamente las relaciones entre los elementos del sistema lingüístico, no las relaciones entre las enunciaciones ni las relaciones de las enunciaciones con la realidad, o con el hablante (autor). (Lo cual es una manera a la vez de delimitar el ámbito propio de la lingüística —tradicional—  y de señalar sus insuficiencias)

Con respecto a las enunciaciones reales y a los hablantes reales, el sistema de una lengua es puramente potencial. Y el significado de una palabra, en la medida en que es estudiado de modo puramente lingüístico (semasiología lingüística), viene determinado únicamente con la ayuda de las otras palabras de la misma lengua (o de otras lenguas) y por sus relaciones con ellas; adquiere una relación con un concepto, o con una imagen artística, o con la vida real, únicamente en el seno de una enunciación y por medio de una enunciación. Tal es la palabra en tanto que objeto de la lingüística (pero no la palabra real en tanto que enunciación concreta o parte de ella, parte y no instrumento). (Una noción que recuerda la concepción de Schleiermacher: la doble dimensión de una palabra, en sus relaciones con la actuación enunciativa de un sujeto, por una parte, y con el sistema lingüístico, por otra. Bajtín sin duda recibió fuertemente el influjo del pensamiento de Schleiermacher).






(CONTINUARÁ...)




Notas

1. Término de lingüística estructural introducido por Louis Hjelmslev, fundador de la escuela de Copenhague llamada también Escuela Glosemática. Define la conmutación como una "mutación entre miembros de un paradigma", siendo un paradigma una clase en el seno de un sistema semiótico (Prolegomena to a Theory of Language, trad. de Francis J. Whitfield [Madison: University of Wisconsin Press, 1961], págs. 134-35.

2. En Anna Karenina, parte 4, cap. 4, Anna acusa a Karenin de ser cruel durante el enfrentamiento en el que él le anuncia su decisión de divorciarse de ella. Responde él que ella no es consciente de lo que él ha sufrido. Pero se le traba la lengua y no puede pronunciar la palabra rusa que significa "he sufrido" o "soportado", perestradal. Después de varios intentos, por fin se conforma con decir pelestral (que David Magarshak ha traducido como "shuffered" en la edición de Signet Books).

3. Disciplina lingüística creada por el lingüista ruso y miembro del círculo de Praga N. S. Trubetzkoy. Ver su Osnovy fonologii (Fundamentos de Fonología, Praga, 1939; Moscú, 1960). Basándose en la distinción saussureana entre langue y parole, Trubetzkoy también distingue entre fonética (la ciencia de los sonidos del habla en tanto que fenómeno material que se estudia mediante los métodos de las ciencias naturales) y fonología, el estudio de los sonidos del lenguaje que realizan determinadas funciones de diferenciación semántica en el sistema lingüístico.

4. "Ciencia del espíritu" se refiere a lo que en alemán se conoce como Geisteswissenschaften en alemán (es decir, las ciencias humanas).Una de las grandes preocupaciones del movimiento neokantiano en las universidades alemanas en las últimas décadas del siglo diecinueve era superar la disparidad creciente entre las ciencias naturales (o exactas) y las ciencias humanas. El trabajo de toda la escuela de Marburgo (Hermann Cohen, Paul Natorp, Ernst Cassirer) es en realidad una filosofía de la ciencia. Las ideas más fácilmente asimiladas sobre la relación entre las ciencias humanas y las exactas se hallan en la obra de la escuela de Friburgo, entre ellos Wilhelm Windelband (cuya distinción de 1894 entre las modalidades homeotéticas e idiográficas del conocimiento resultó muy productiva) y su discípulo Heinrich Rickert (ver su Science and History, ed. Arthur Goddard, trad. George Reisman (Princeton: Van Nostrand, 1962). En "Autor y protagonista en la actividad estética", Bajtín distingue entre el espíritu (duj), el impulso general hacia la comprensión o el impulso hacia el sentido compartido por todos los seres humanos, y el alma (dusha), que son los rasgos de cualquier persona particular que sirven para situarle en un punto particular de la existencia no ocupado por ninguna otra persona.

5. Aquí y en sus obras muy tempranas vemos otro interés que Bajtín compartía con Vygotsky: la fenomenología de la actuación (ver "Autor y protagonista", en Estetika slovesnogo tvorchestva, pp. 63-75). Compárencse las notas de Bajtín con L. S. Vygotsky, "K voprosu o psijologii tvorchestva aktera"("Sobre la cuestión de de la psicología en el arte del actor"), en P. M. Jakobson, Psijologiia stenicheskij chustv aktera (Psicología de los sentimientos de los actores en el escenario) (Moscú: Gosizdat, 1936).

6:  Ver nota 1 arriba. La glosemática fue el intento de Hjelmslev de crear una teoría lingüística general haciendo abstracción máxima del material concreto de las lenguas: "… la teoría lingüística debe servir para describir y predecir no sólo cualquier texto posible compuesto en un determinado lenguaje, sino también, en base a la información que proporciona sobre el lenguaje en general, cualquier posible texto compuesto en cualquier lenguaje" (ver Prolegómenos a una teoría del lenguaje).

7: Ver nota 3 de "El problema de los géneros del discurso". Sobre las "reacciones verbales" y el behaviorismo, ver las observaciones de Bajtín en V. N. Voloshinov, Freudianism, trad. I. R. Titunik (New York: Academic Press, 1976), p. 21, donde se discute la relación de reacción verbal al discurso interior en Vygotsky.

8: Ver nota 2 de "De notas tomadas en 1970-71".

9: La referencia aquí es a Anna Karenina, parte 1, capítulo 30: "'Sí, como ves, un afectuoso marido, tan afectuoso como en el primer año del matrimonio, ardiendo de impaciencia por verte', dijo con su voz aflautada y con ese tono que casi siempre usaba con ella, un tono de burla hacia alguien que de hecho hablase así".

10: Makar Devushkin es el protagonista de la novela corta de Dostoyevski Pobres gentes (1845).

11: Un ejemplo que viene de "Dos cuentos y uno más" de Vasily Zhukovski (1831), el tercero de los cuales es una versión poética de un relato de Johann Hebel sobre un artesano alemán que se encuentra en Amsterdam sin saber nada de holandés; a todas sus preguntas recibe la misma repuesta, "Kannitverstan" ("No entiendo"). El artesano acaba por suponer que esto es un nombre propio, y crea en su mente la figura fantástica de Kannitverstan. Vytogsky también emplea el ejemplo de Kannitverstan en un artículo que Bajtín cita en su libro sobre Freud: "La consciencia como un problema de la psicología del comportamiento", en Psikhologija i Marksizm, ed. K. Kornilov (Moscú-Leningrado, GIZ, 1925): pp. 179-80.

12: Bajtín investigó el diálogo de estilos en obras que deliberadamente incluyen muchos estilos, usando como ejemplo el Eugenio Onegin de Pushkin (ver "Discourse in the Novel", en The Dialogic Imagination). En "De notas hechas en 1970-71", Bajtín señala diferencias importantes en su enfoque de Eugenio Onegin con respecto al que adopta Yuri Lotman en sus estudios de la misma obra.

13: Ver nota 19 abajo.

14: Rudolph Hirzel (1846-1917), filólogo alemán que escribió Der Dialog: Ein literarhistorischer Versuch, 2 vols. (Leipzig, 1895). También importante, para distinguir la cualidad distintiva del dialogismo de Bajtín frente a otros enfoques, son Gustav Tarde, L'Opinion et la foule (París, 1901); L. V. Shcherba, "Sobre el habla dialógica", Russkija rech (Petrogrado, 1923), vol. 1, pp. 96-194; y Jan Mukarovsky, "Two Studies on Dialogue", en The Word and Verbal Art, trad. John Burbank y Peter Steiner (New Haven: Yale University Press, 1977), pp. 81-115.












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