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Por no hablar por hablar

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Por no hablar por hablar

Pongo un comentario sobre el origen del lenguaje en el blog de J. M. Bermúdez de Castro (Reflexiones de un primate), en el artículo Lenguaje y cerebro:

Aún no se sabe cómo funcionan a nivel orgánico algunos de los mecanismos básicos del lenguaje, como la capacidad simbólica, o la capacidad de crear lo que Mark Turner llama mezclas de ámbito doble, símbolos complejos. (Sobre las asociaciones mentales y conexiones cerebrales, ver mi artículo Conectando con Heráclito el Oscuro). Por tanto si aún no sabemos completamente qué es el lenguaje y qué lo hace capaz de funcionar en un cerebro, menos aún podemos saber cuándo se originó. Por otra parte, la base orgánica de estos procesos es obviamente cerebral, y las conexiones cerebrales fosilizan mal, digamos. La anatomía de laringe, oído e incluso lóbulos cerebrales sólo ofrece datos indirectos; lo mismo las deducciones a partir de otros símbolos complejos que sí pervivan o dejen rastros (como las pinturas o las herramientas). La investigación tiene mucho terreno que rellenar entre la certidumbre práctica de que algo sí hablaban todos los homínidos, en el sentido de producir señales vocales, y la incertidumbre sobre QUÉ DECÍAN. Porque siendo el lenguaje una forma en evolución, no aparece de golpe en la cabeza: se desarrolla, y se vuelve complejo a lo largo de miles y miles de años. Hablar, todo el mundo habla a su manera, incluso las gaviotas por no decir los loros. Ahora bien, lo importante no es hablar por hablar, sino LO QUE SE DICE cuando se habla. Y eso requiere no sólo una evolución de la especie, sino también de la cultura desarrollada gracias a esa misma capacidad lingüística.



El origen (del lenguaje) 
 


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