Retropost: Sarah Egerton - La emulación
Retropost #821 (20 de marzo de 2006): Sarah Egerton - La emulación
Traduzco aquí el poema de Sarah Egerton que hemos comentado hoy en clase. Creo que se refiere a emular a Eva mordiendo el fruto del árbol de la ciencia. Consuela pensar que en 1703 hubiese al menos una persona capaz de escribir estas cosas, aunque tenga un bajo concepto de los hombres (seguro que era por algo...).
La emulación
Dime, Hábito tirano, ¿por qué hemos de obedecer
tu gobierno altanero y todas tus imposiciones?
Desde el alba de la vida hasta la tumba,
es siempre una esclava la pobre mujer:
de niñera, maestra, de los padres y el galán,
--pues se ha de enamorar, de ese mal ni una se libra.
Y luego viene la esclavitud última, la fatal:
el marido, con su insultante tiranía,
puede usar de malos modos, y la ley le apoya,
pues los hombres se conjuran para intimidar esposas.
Moisés, el primero que nuestra libertad redujo,
casado estaba cuando escribió el Pentateuco.
Prudentemente nos tienen de esclavas,
sabiendo que si nos soltásemos haríamos lo propio con ellos.
Nos rendimos como los reyes vencidos, presos,
cuando el azar de la guerra sonríe al usurpador
--de palabra únicamente; sin embargo en su ambición
querrían ellos controlar incluso los pensamientos,
y ponerle restricciones a un alma ya anestesiada.
Temen que sobrepasemos a sus torpes dotaciones,
si osásemos dedicarnos a las ciencias y a las artes;
arguyendo que se hicieron éstas sólo para ellos,
nos mantienen así necias para su enaltecimiento.
También los curas clamaban, por mantener privilegios,
que ojos vulgares la norma divina profanarían,
y guardaban los misterios ocultos tras la cortina.
Pues misterios y respeto se habrían perdido, de verse.
Pero en esta era bendita tanta libertad tenemos
que no hay hombre que no explique lo que es la voluntad del cielo.
¿Y habremos de quedarnos las mujeres ahí sentadas mansamente,
sin hacer expediciones por toda la filosofía, ni adornado
veremos nuestro pensamiento con musical poesía?
Afirmad nuestro derecho a tener conocimiento; ha de ver
el país de la invención un reinado femenino.
emulando el gran asalto, chicas, ahora hemos de superarlo;
imitad divinamente al reino de las alturas:
hay diez musas celestiales que gobiernan la invención,
y sólo dos dioses hombres que se atreven a intentarlo,
¿Y les pondrán reglas a ellas aquí estos machos finitos?
No; a nosotras el ingenio, y que sean los tontos ellos.
tu gobierno altanero y todas tus imposiciones?
Desde el alba de la vida hasta la tumba,
es siempre una esclava la pobre mujer:
de niñera, maestra, de los padres y el galán,
--pues se ha de enamorar, de ese mal ni una se libra.
Y luego viene la esclavitud última, la fatal:
el marido, con su insultante tiranía,
puede usar de malos modos, y la ley le apoya,
pues los hombres se conjuran para intimidar esposas.
Moisés, el primero que nuestra libertad redujo,
casado estaba cuando escribió el Pentateuco.
Prudentemente nos tienen de esclavas,
sabiendo que si nos soltásemos haríamos lo propio con ellos.
Nos rendimos como los reyes vencidos, presos,
cuando el azar de la guerra sonríe al usurpador
--de palabra únicamente; sin embargo en su ambición
querrían ellos controlar incluso los pensamientos,
y ponerle restricciones a un alma ya anestesiada.
Temen que sobrepasemos a sus torpes dotaciones,
si osásemos dedicarnos a las ciencias y a las artes;
arguyendo que se hicieron éstas sólo para ellos,
nos mantienen así necias para su enaltecimiento.
También los curas clamaban, por mantener privilegios,
que ojos vulgares la norma divina profanarían,
y guardaban los misterios ocultos tras la cortina.
Pues misterios y respeto se habrían perdido, de verse.
Pero en esta era bendita tanta libertad tenemos
que no hay hombre que no explique lo que es la voluntad del cielo.
¿Y habremos de quedarnos las mujeres ahí sentadas mansamente,
sin hacer expediciones por toda la filosofía, ni adornado
veremos nuestro pensamiento con musical poesía?
Afirmad nuestro derecho a tener conocimiento; ha de ver
el país de la invención un reinado femenino.
emulando el gran asalto, chicas, ahora hemos de superarlo;
imitad divinamente al reino de las alturas:
hay diez musas celestiales que gobiernan la invención,
y sólo dos dioses hombres que se atreven a intentarlo,
¿Y les pondrán reglas a ellas aquí estos machos finitos?
No; a nosotras el ingenio, y que sean los tontos ellos.
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