Retropost #855 (13 de abril de 2006): Ephemera et aeterna
Retropost #855 (13 de abril de 2006): Ephemera et aeterna
Hoy Samuel Beckett cumpliría (o cumple, según se mire) cien años, pues nació un 13 de abril de 1906 (viernes y 13: Viernes Santo, para más inri). Otro que opinaría que "April is the cruellest month" —aunque algunos, por ejemplo su partida de nacimiento, se empeñen en decir que nació el 13 de mayo. Soy más bien averso a las efemérides, sobre todo las referidas a nuestra efímera existencia, pero en esta ocasión casi me tienta poner un post al respecto, muy del propio Beckett, con una temática de conmemoración / expiación muy a tono con el día y la Semana Santa. Beckett habla de sí mismo, haciendo ver que habla de Proust. La crítica es también un autorretrato espiritual.
"El hombre —escribe Proust— no es un edificio susceptible de admitir adiciones a sus superficies sino un árbol cuyo tronco y follaje son la expresión de una savia interior." Estamos solos. No podemos conocer ni podemos ser conocidos. "El hombre es una criatura que no puede ir más lejos de sí mismo, que no conoce a nadie sino a sí, y si afirma lo contrario, miente."
Aquí, como siempre, Proust es totalmente ajeno a cualquier consideración moral. Lo bueno y lo malo no existen en Proust ni en su mundo. (Excepto, quizás, en aquellos pasajes que se refieren a la guerra, en los que por un momento deja de ser un artista y levanta su voz con la plebe, multitud, chusma, canaille). La Tragedia no tiene nada que ver con la justicia humana. La tragedia es la expresión de una expiación, pero no de la miserable expiación de una violación codificada de las disposiciones locales, impuestas por los bribones a los imbéciles. La figura trágica representa la expiación del pecado original, del pecado eterno y originario, el suyo propio y el de todos sus socii malorum, el pecado de haber nacido.
Del hombre es haber nacido.
En cierto sentido, Beckett expió ese delito (¿imaginario?) el 22 de diciembre de 1989 (otro viernes: no pudo llegar a Navidad). En otro sentido, claro, seguirá expiándolo por toda la eternidad. No engendró a nadie, sólo a sus obras.
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