Retropost (2006): Irène Némirovsky, SUITE FRANÇAISE
Irène Némirovsky, SUITE FRANÇAISE
Publicado en Literatura y crítica. com. José Ángel García Landa
Muy recomendado viene este libro desde que le dieron el Prix Renaudot en 2004; tiene su historia excepcional, pues se escribió en 1942, poco antes de que deportasen a su autora, judía rusa exiliada en Francia, a la cámara de gas. Su marido corrió la misma suerte; sus hijas se salvaron con la asistenta, y guardaron el manuscrito durante años hasta su reciente edición. Tiene delito que quienes la arrestasen para su deportación fuesen los gendarmes franceses, que también buscaron a sus hijas sin éxito. Y casi aún más delito tiene que la madre de Irène, personaje frívolo y egoísta hasta decir vale, se negase a recibir a sus nietas en su pisazo de Niza; murió en 1989 a los 102 años de edad. Había hostilidad entre madre e hija, y parte del sarcasmo frío de la Suite française y de otras obras de Némirovsky va dirigido contra personajes de la clase y actitudes de su madre. Incluso se han intentado buscar elementos antisemitas en su obra... por ejemplo lo intentó su marido, con la vana esperanza de defenderla ante los nazis como una conversa cristiana (que lo era, técnicamente) enemiga de los judíos (que evidentemente no lo era).
La Suite Française está inacabada; consta de dos partes de las cinco que iba a tener, si bien las notas de Némirovsky dejan claro que el argumento de conjunto apenas estaba esbozado, y que iba improvisando conforme escribía. Tenemos lo que le dio tiempo a hacer antes de su deportación: una primera parte llamada Tempête en juin, que narra la huiída de París de grandes y pequeños burgueses ante el temor de la llegada de los alemanes en 1940; y una segunda parte llamada Dolce, sólo levemente conectada con la primera, centrada en la estancia de las tropas alemanas en un pueblo de la Francia ocupada, y en las reacciones de los vecinos a lo largo de los tres meses que dura su convivencia. En las dos partes, la voz narrativa no se explaya por cuenta propia en reflexiones ni interpretaciones, sino que más bien se atiene a reflejar los pensamientos e impresiones de diversas clases de personajes: en sus notas muestra Némirovsky una voluntad de estilo muy modernista de mostraren lugar de decir. Lo más que se permite es poner en evidencia irónica la mezquindad, egoísmo e hipocresía de los ricachones que intentan ante todo conservar sus bienes y privilegios, mejor que ayudar a sus vecinos en apuros. Aunque de todo hay: la primera parte es una panorámica de diversos personajes y escenas, y también hay comentaristas fiables (al menos moralmente rectos) de la situación., como el matrimonio de bancarios que no consiguen huir de París y son despedidos por el típico patrón avaro Corbin (posbilemente una caricatura judaica de las que se solían achacar a Némirovsky). La mayoría de los personajes de esta primera parte pertenecen a una familia adinerada que es contemplada con bastante ironía fría, aunque varios de sus miembros mueren durante la invasión alemana. La segunda parte se centra en Lucile angellier, una joven dama en un sofocante ambiente de provincias, esposa de un prisionero de guerra al que no ama, y que vive con su suegra en un caserón, pendiente del ausente; y su amistad romántica, casi amores, con el oficial alemán que les asignan para alojamiento. Termina esta parte con los alemanes retirándose cantando a la lejanía, partiendo hacia las batallas de Rusia, y sin que ni el conflicto ni el amor hayan llegado a los extremos que eran de temer o de desear. Casi se les va a echar de menos...
Así pues, la obra, fuese a ser lo que fuese en tanto que novela organizada, no nos queda sino como dos fragmentos autónomos, cuyo mayor valor está en mostrar desde dentro la psicología e impresiones del tiempo de la ocupación. Lo realmente curioso de leer la Suite Française tal como se ha publicado actualmente es que a la vez que tenemos la visión de los personajes controlados por la autora, tenemos las notas de la novelista que muestran otra narración de guerra, la de su propia escritura, con reflexiones sobre cómo limitarse a retratar y crear sensaciones, comentando sobre los alemanes que su marido y ella tuvieron que alojar en el pueblo de Issy-l’Évêque donde estuvieron entre 1941 y 1942, y después las cartas desesperadas de su pobre marido buscando ayuda para liberar a su esposa, intentando demostrar su antibolchevismo, antijudaísmo... (en vano, claro; pronto sería gaseado él mismo). Las dos historias no coinciden totalmente. Por supuesto, una es ficción, con personajes inventados, etc., y la otra no, pero me refiero a que las prioridades no parecen ser las mismas. En la Suite française, los alemanes aparecen vistos un tanto exteriormente; apenas unos ejércitos que pasan en la primera parte, y unas disciplinadas tropas de ocupación en la segunda. Los malos, o los personajes caricaturizados o expuestos a la ironía de la autora, no son nunca los alemanes; siempre los franceses, sobre todo los de las clases más pudientes y más dispuestos al colaboracionismo tras el primer sofoco de terror al invasor. Los que alaban a Pétain y barren para casa mientras moralizan a los demás, o los denuncian, como hace la vizcondesa de Montmort en Dolce. Por supuesto, era prudente para la autora no criticar abiertamente a los alemanes por si se encontraba su manuscrito. Y sin embargo, he aquí que los alemanes aparecen en exceso bien parados. Poco imaginativos, en todo caso dados a un romanticismo educado; guapos, bien perfilados, pulcros, disciplinados, gente de orden, educados, cordiales con los invadidos, si bien de una cordialidad ligeramente siniestra a veces, basada como está en la fuerza que no se muestra. Hay amenazas de ejecuciones, etc., pero las únicas muertes violentas e injustas son los franceses quienes las llevan a cabo, y no los más admirables. En este sentido la novela recuerda mucho a la célebre de Vercors, Le Silence de la mer, de la misma época, donde un culto y educado oficial alemán de las fuerzas de ocupación se encontraba con el muro de silencio y el rechazo gélido que le ofrecen una joven y su padre en la casa donde se aloja. No es el caso aquí, donde Lucile casi casi es seducida por el alemán, aunque no puede vencer su rechazo interno al final, y hasta ayuda a ocultar al vecino que ha matado al alemán que le alojaban a él en casa (a traición, un gesto feo).
Pero, como digo, la novela es casi germanófila, triste paradoja. Con estos encantadores alemanes, la colaboración no parece sino una conveniencia sin apenas contrapartida moral, algo más que sorprendente aunque ciertamente sí ayuda a entender la percepción y la ambivalencia de tantos franceses de entonces... Pero ni un pensamiento dedicado jamás por nadie a las políticas brutales del Reich, o a las opresiones mentales del nazismo. Podría decirse, tristemente, que es un libro desbordado por la historia, que se concentra en las pequeñas mezquindades y pasa por alto los grandes crímenes... Hasta el asesinato del alemán Bonnet se diluye convirtiéndolo en cuestión más de celos que de guerra o política. Así pues, mal puede ser ésta la gran novela de Francia en la segunda guerra mundial. La cosa que más llama la atención en la ficción la ausencia total de referencias a las persecuciones de los judíos—algo que desde luego ocupa un primerísimo plano en las notas y cartas de la autora y su marido, la novela detrás de la novela. Expulsados de París, fichados, despedidos de su empleo... y ni una la menor alusión a las "desventajas" de la política judía del Reich en la ficción. ¿Prudencia también? ¿Incredulidad, o inconsciencia, de hasta dónde podían llegar las cosas? Es curioso que el "tema judío" sólo aparezca en las notas de la autora cuando se refiere a su vida cotidiana, nunca a sus planes para la escritura. Y el desagradable Corbin sí parece ser judío...
Así que, aunque la Suite française es un relato apreciable, lo es tanto más como síntoma de los tiempos, por lo que no cuenta y quizás no podía contar, y por las extrañas prioridades que muestra en lo que sí cuenta. Requiere, en todo caso, ser leída como parte de la historia y destino de su autora, pues lo que aparece en el texto marginal es tan indicativo, y tan trágico, como la novela que se premió. ¿O quizá se premió el conjunto de novela inacabada, culminando en muerte trágica de la autora? Así, inhabitualmente, en la edición de Folio se ha elegido un retrato de la autora para la portada. Es, en todo caso, un fenómeno literario de poco habitual de conjunción, y contraste, entre vida y obra.
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PS: comentario que pongo a una reseña poco positiva de Suite française en solodelibros:
Veo que te ha chocado lo mismo que a mí: lo suavísimo que es el libro con los alemanes, que poco después iban a exterminar a Némirovsky y a su marido y su comunidad; aunque de antisemitismo no hay ni palabra en el libro: todos los alemanes son idealistas, correctos, guapos… y son los franceses los que son falsos y vendidos y rastreros la mayoría, que seguramente sí lo eran. Supongo que la intención de Némirovsky era publicar su libro… si vivía, y malamente podía poner de vuelta y media a los alemanes. Triste ironía, que ahora se celebre como un retrato ajustado de la situación un libro hecho para publicarse en condiciones de tiranía asesina y opresión. Y que sin embargo, como dices, se deja leer… pero ojo con él. Saludos.
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