Retropost (2006): Regiones devastadas
Publicado en Recuerdos.  com. José Ángel García Landa 
 
"Biescas  no tan lejana" es una exposición fotográfica que se exhibe en el centro  cultural "Pablo Neruda" de Biescas; también es el título del libro que  la recoge, coordinado por Jesús Escartín. Son fotos de Biescas de la  primera mitad del siglo XX en su mayoría, desde la época de las  diligencias hasta la reconstrucción gradual del pueblo en la postguerra.  Las primeras están ocupadas íntegramente por personajes nacidos en el  XIX, en tiempos de la reina; de la más reciente, de hacia 1964, tengo  memoria yo mismo. Todos somos ahora personajes de otro siglo.
 
 Subíamos a la Caseta de las Brujas con mi hijo pequeño y con la madre de  él, y veíamos los muros del aterrazamiento de Arratiecho, que parecían  hechos por una civilización anterior, nos preguntábamos cuándo se harían  y esa misma tarde en la exposición los vimos en construcción (una obra  china o egipcia parecía eso). Centenarios escasamente son esos muros;  ahora cubiertos por el bosque, allí aparecía todo el monte despejado.  Además, antes de la electrificación se talaban a conciencia todos los  bosques cercanos al pueblo. También salía una serrería, en la que he  estado y ya no estaré.
 
 Me ha gustado ver tantas fotos de  rincones apenas reconocibles, sólo por la orientación de los montes, o  el punto de referencia de las iglesias. Muchísimas casas se destruyeron  en la guerra; entre ellas la casa donde nació mi padre, que sale en  algunas fotos. Una feria de hacia 1940 muestra el ganado entre montones  de ruinas. La iglesia de San Pedro sin torre, la del Salvador apenas  reconocible, antes de la media demolición y reconstrucción que hicieron  los de Regiones Devastadas. Que también hicieron el ayuntamiento nuevo,  los porches, la casa donde nací, recién construida en las fotos, y el  matadero (hoy centro cultural donde se exponía la colección).
 
 Y  se reconstruyeron algunas casas. Pero todo el centro del pueblo en el  que crecí estaba en los años sesenta y setenta lleno de espedregales  donde los niños jugábamos a bandas y a guerras. Con forganchas, que era  lo que se llevaba por entonces (luego supimos que se llamaban  tirachinas; también que los espedregales se llamaban montones de  cascotes, y que no tenían por qué ser un elemento inevitable del paisaje  urbano). Aún queda algún montón de piedras por allí sin ordenar, pero  la ola de especulación ladrillera es la que realmente ha terminado de  reconstruir, y de dejar irreconocible, el pueblo.
 
 En las fotos  sale la nueva plaza mayor, la que yo conocí cuando me sacaron en brazos  de la casa que había construido Regiones Devastadas para sustituir a la  vieja casa de los maestros. La devastación fue aún mayor en la familia,  por el asesinato de mi abuelo Ángel, maestro en Escuer. Mi abuela  Eusebia, también maestra, se trasladó con sus tres pequeñajos a la  placeta Albéitar, y de alguna manera y con mucho esfuerzo los tres  consiguieron hacer carrera. Mientras, la plaza mayor iba cambiando: el  ayuntamiento nuevo, luego la casa nueva del Banco, luego otra, y otra,  hasta dejarnos sin espedregales en la plaza a los chavales… que ya no  los necesitábamos, porque para entonces ya me había ido a estudiar a  Sabiñánigo y luego a Zaragoza. 
 
 Recuerdo la primera reforma de  la plaza, que al principio era una explanada de grava sin mucha más  historia: hicieron unos jardincillos, unos setos y una fuente con  surtidor en el centro. El de tirar a la gente dentro en las fiestas. La  de horas que habré pasado yo poniendo barquitos en la fuente, o sacando  con un palito los bichos que caían dentro. Ahora se ha librado la fuente  de milagro, porque los reformeros siguen mejorando, o devastando, el  pueblo: está la plaza de obras, y Álvaro, Ivo y Oscar apenas se  acordarán de la plaza con setos y jardincillos; ésta que están haciendo  ahora es de diseño más duro y pétreo. A mí no me gusta el centro de  Biescas desde que talaron los chopos de detrás de la terraza. Será el  pueblo de los recuerdos de otros, pero ya no de los míos. Y no tiene  mucho apego a los recuerdos, aunque organice exposiciones fotográficas.  La casa donde nací también está de obras, vaciada, sufiendo una segunda o  tercera reforma; fue instituto, luego biblioteca… entretanto ahí crecí  yo, y había creído que era mi casa. De niño te haces esas ideas.
 
 No sé si alguna vez tuvo carácter propio Biescas, pero con los  bombardeos y demoliciones y reconstrucciones debió perder un tanto el  norte, quedarse como atontada, sin saber bien de dónde venía y a dónde  iba. Hoy sé que me puedo esperar cualquier cosa de Biescas: encontrar el  parque de la Conchada talado, por qué no. Siempre han cortado allí los  árboles más viejos, gruesos y altos ("dan demasiada sombra"). Ahora  Biescas es una gran urbanización vacía, llena de apartamentos con  decoración "típicamente montañesa", que rara vez visitan sus  propietarios entre compra y venta lucrativa. Igual hasta un día invierto  yo, si llego a tener dinero, y me compro un piso en Biescas. Vete a  saber. Pero nunca será mi casa. Esa está en un rincón del tiempo, y no  puede salir a la venta.
 
 
       
		
0 comentarios