Retropost (2007): La Visión del Templo
El año pasado se publicó por primera vez El Evangelio de Judas, un importante texto gnóstico que llevaba muchos siglos perdido, y sólo se conocía por la mención que de él hizo Ireneo de Lyon, uno de los padres de la Iglesia. Es un texto interesantísimo para los historiadores de las religiones. Y muy molesto, sin duda, para la Iglesia, tanto hoy como en los tiempos del Imperio Romano. Claro que, qué se iba a esperar del Evangelio de Judas (Iscariote)... nada bueno para el cristianismo.
En la primera escena del Evangelio de Judas, Jesús se ríe de los discípulos cuando los ve rezando y bendiciendo la mesa:
Él respondió diciéndoles: "No me río de vosotros. no hacéis esto por vuestra voluntad, sino porque ésta es la forma en que vuestro dios [debe ser] alabado". Ellos dijeron: "Maestro, tú eres [...] el hijo de nuestro dios". Jesús les respondió: "¿Cómo me conocéis? En verdad, [yo] os digo que ningún descendiente de los que están entre vosotros me conocerá".
En efecto, el dios en el que creen los discípulos, el dios del Antiguo Testamento, es según los gnósticos un impostor, un dios de segunda, imperfecto, que ha creado un mundo imperfecto como él. El Dios de la Iglesia será su continuación, y los "cristianos" a lo largo de la historia no conocerán al verdadero Maestro. Jesús participa de una realidad superior, "otra estirpe grande y santa", una realidad suprema más allá de esta realidad y de su dios. De entre los discípulos, sólo Judas lo adivina:
En esta teología hay dioses y diosas, principios femeninos y masculinos, alternativos a la teología tan viril del Antiguo y Nuevo Testamento (antes de la llegada de la Virgen María como nueva Diosa Madre). Judas será el único que comprende que Jesús no viene a ofrecerles la teología que esperaban, sino otra más incómoda.
En otra escena, los discípulos ven un Templo con sus sacerdotes haciendo sacrificios infames y pecaminosos mientras se alaban unos a otros, todos invocando el nombre de Jesús. Piden a Jesucristo que les explique esta visión, que les ha dejado preocupados:
Es alarmante para los discípulos saber que esta visión de un Establishment religioso corrompido amalgama en uno tanto el Templo de los fariseos como la nueva iglesia que está en sus comienzos y que va a nacer de las predicaciones cristianas, o más bien cristianistas. El Jesús del Evangelio de Judas no funda ninguna iglesia; a la manera de un iluminado revolucionario, enfatiza en su lugar el destino espiritual individual de cada alma, y su relación directa con la divinidad: "Dejad de luchar contra mí", les dice: "Cada uno de vosotros tiene su propia estrella". Recuerdan los editores el paralelismo aquí con la doctrina platónica del Timeo, que parece haber influido mucho a los gnósticos (en combinación con antiguos mitos de creación de Oriente Medio, en los que tienen un papel preponderante los principios femeninos además de los masculinos). La teología de este Evangelio, en suma, poco tiene que ver con la familiar teología cristiana. Muchas almas no son inmortales, hay toda una jerarquía de dioses y no es el mejor el que nos ha tocado; el Infierno brilla por su ausencia, y la Salvación es algo más impersonal y abstracto y menos ligado a una moral pública y una actitud ortodoxa.
Sólo Judas escucha realmente a Jesús, porque ha tenido una visión en la que los doce discípulos lo lapidaban y acosaban. También le pide una explicación:
Acto seguido, pasa a exponerle "secretos que nadie ha visto", y le narra la historia de la Creación y del origen de los dioses inferiores que han dado lugar a este mundo. También narra el fin de este mundo y sus creencias, y la muerte de todas las almas menos las que, según las creencias gnósticas, están destinadas a ser admitidas a la "gran estirpe" (un cielo más exclusivo, menos democrático por tanto que el de los evangelios canónicos). Judas, como Jesús, es uno de ellos, pues es el único discípulo digno de recibir esta revelación. También es el elegido para entregar a Jesús a la muerte, una muerte que no es sino el cumplimiento de su misión en este mundo. También Judas acepta así cumplir su misión, aunque ésta acarrea necesariamente la infamia, en lugar del aplauso, a los ojos de quienes comprenden imperfectamente. Así le dice Jesús en la penúltima escena:
El Evangelio de Judas termina en un tono un tanto offbeat con la escena de la "traición". Los sacerdotes buscan cómo arrestar a Jesús sin despertar la ira del pueblo. Judas les dirá cómo hacerlo.
Judas les respondió como ellos querían. Y él recibió algún dinero y les entregó a su maestro.
Está claro que el Evangelio de Judas se escribió en el seno de un grupo religioso "alternativo", que contestaba la incipiente oficialización y jerarquización de la Iglesia, su paso de reciente perseguida a futura perseguidora. Tiene algunos elementos en común con los textos escritos en tiempos de reformas y guerras de religión, como los de las sectas de no conformistas frente a la Iglesia de Inglaterra, o los textos de los místicos frente a los funcionarios e inquisidores de la Iglesia Católica. En el acto final de Judas vemos cómo se sitúa la verdadera espiritualidad más allá de todo gesto o acción que vayan a ser capaces de comprender los comisarios políticos eclesiásticos. Fariseos u obispos, todos son lo mismo para el Evangelio de Judas. Como dijo Milton con su soneto "contra los nuevos forzadores de conciencias", "New Presbyter is but Old Priest writ large". El Sacerdote, con su ortodoxia, sus formulismos, su monopolio de lo sobrenatural, y su apego a la Autoridad, es una constante de la historia; también, en consecuencia, lo es el anticlericalismo. Menos extendida está la espiritualidad anticlerical: los gnósticos, como Milton, eran profundamente religiosos y (quizá por eso mismo) profundamente anticlericales.
Fariseos, obispos, sacerdotes y presbíteros, a la vez que desautoricen y prohíban el evangelio de Judas, escucharán sin duda el relato de la Visión del Templo como los Apóstoles: con una irritación mezclada de inquietud.
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