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Se muestran los artículos pertenecientes al tema Cine. Retropost: FargoRetropost #736 (31 de enero de 2006): Fargo
—oOo— Retropost: MunichRetropost #734 (30 de enero de 2006): Munich
—oOo— Retropost: CachéRetropost #727 (27 de enero de 2006): Caché
Caché es una muy buena película sobre traumas (históricos, personales, aquí en relación problemática) y la manera en que alteran la percepción de la realidad. Poco a poco el espectador se contagia de apofenia y paranoia. No sabemos de qué elementos del trasfondo, o del primer plano siquiera, nos podemos fiar, cuáles encierran una amenaza o una clave para descifrar siniestras intenciones que tal vez estamos inventando. Podríamos colocarla entre las películas donde la realidad flojea. Tanto más flojea cuanto que en esta ocasión no sabemos si la realidad, o el guión, flojea o no, ni por dónde.
—oOo— Bibliografía sobre cine e ideologíamiércoles, 9 de marzo de 2016Bibliografía sobre cine e ideologíaContinúa la scribdización, por partes, de mi bibliografía. Aquí una lista sobre CINE E IDEOLOGÍA: Ideology & Film by JOSE ANGEL GARCIA LANDA - Uploaded by Marc Roca Vives
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Retropost: Brokeback MountainRetropost #712 (20 de enero de 2006): Brokeback Mountain
—oOo— Retropost: El hombre del tiempoRetropost #704 (15 de enero de 2006): El hombre del tiempo
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Jarhead - otra máshRetropost #699 (14 de enero de 2006): Jarhead - otra másh
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Retropost: King KongRetropost #691 (8 de enero de 2006): King Kong
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—oOo— Retropost: La TerminalRetropost #689 (7 de enero de 2006): La Terminal
—oOo— Retropost: Oliver Twistjueves, 25 de febrero de 2016Retropost #669 (26 de diciembre de 2005): Oliver Twist
—oOo— Retropost: eXistenZmiércoles, 24 de febrero de 2016Retropost #666 (24 de diciembre de 2005): eXistenZ
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Retropost: Narniajueves, 18 de febrero de 2016Retropost #653 (12 de diciembre de 2005): Narnia ![]() - Bueno, muy cristiana ¿no? con ese león sacrificado andando por el monte de los olivos... Ahora que el ritmo está bien, parece que no va a pasar nada, y luego ya ves. Está bien llevada. Y qué música más bonita, oye.
—oOo— Una mente maravillosa
A Beautiful Mind. Dir. Ron Howard. Screenplay by Akiva Goldsman, based on the Novel by Sylvia Nasar. Cast: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Paul Bettany, Adam Goldberg, Judd Hirsch, Josh Lucas, Anthony Rapp, Christopher Plummer. Music by James Horner. Ed. Mike Hill and Dan Hanley. Prod. Des Wynn Thomas, Photog. Roger Deakins. Exec prod. Karen Kehela, and Todd Hallowell, Prod. Brian Grazer. Dreamworks Pictures / Universal Pictures / Imagine Entertainment, 2001. Spanish VHS: Una mente maravillosa. Dreamworks Home Entertainment, 2002.* (On John Nash, paranoid mathematician). Retropost #645 (7 de diciembre de 2005): La realidad flojeaRetropost #645 (7 de diciembre de 2005): La realidad flojea
Thou dost not see where thou hast lived so long, The place is called the skull where thou dost tread. (Jones Very, "The Prison")
—oOo— Retropost: Feliz NavidadRetropost #639 (2 de diciembre de 2005): Feliz Navidad
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Retropost: Una canción del pasadoRetropost #630 (27 de noviembre de 2005): Una canción del pasado
—oOo— Retropost: Match PointRetropost #616 (20 de noviembre de 2005): Match Point I really have to disagree with some of your ethical priorities here. Your review beautifully captures, to my mind, the moral universe of Allen's picture, and sympathises with it—to that extent it is an instance of "friendly" criticism. But I would argue that both the film and your review show a gross misjudgment of acceptable moral priorities, and confuse the issue. The smug britishers may be disagreeable all right, especially if you dislike rich people doing family business and promoting their son-in-law irrespective of his qualifications. But that's about everything you can complain about in their case: as far as I remember the film, they don't have a single clue about Nola's murder; they might be more horrified about it, but you know, people die and we go and have a beer. In your review, they seem to be inhuman monsters of depravity, while Chris is some kind of victim of class fascination who is not even punished by remorse, but by having to live with such human peacocks. As a matter of fact, it doesn't look as if he has much capacity for remorse—certainly even less than the limited one he has for murder. The film makes light of the murder and of Chris's responsibility by placing us (in a somewhat baffling and irresponsible way) in the murderer's point of view on himself. OK, a critical spectator may put the priorities right again, but I'm afraid your review doesn't do that at all: you seem to buy Chris's p.o.v. as offered in the film wholesale. If you murder your lover but your tragedy is that you have to put up with your slightly irritating father-in-law while you wait for the millions... well, good for you!
—oOo— Retropost: Plan de vuelo: DesaparecidaRetropost #615 (20 de noviembre de 2005): Plan de vuelo: Desaparecida
—oOo— Retropost: HULKRetropost #611 (19 de noviembre de 2005): Hulk
—oOo— Retropost: Flores rotassábado, 30 de enero de 2016Retropost #584 (5 de noviembre de 2005): Flores Rotas Broken Flowers. Dir. Jim Jarmusch. Cast: Bill Murray, Sharon Stone, Frances Conroy, Jessica Lange. 2005. (Grand Prix at Cannes). http://brokenflowersmovie.com/
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Retropost #577 (1 de noviembre de 2005): Serenity
Se nos presenta Serenity (Josh Whedon, 2005) como película de culto con su propio grupo de seguidores devotos, es decir, en la línea de Star Trek y Star Wars. Mucho mucho en esa línea: gustará a quienes les gustan las llamadas "óperas espaciales", aunque de ópera tiene tanto como de Western postmoderno a lo Mad Max; también hay ingredientes de Blade Runner, de Matrix y en general de todo lo que ha gustado en ficción espacial en los últimos treinta años. Podíamos decir sencillamente que es una Guerra de las Galaxias (¿alguien sigue llamando así a Star Wars?) actualizada para la década de los 2000. El futuro hay que actualizarlo, aunque en el caso de Star Wars la historia sucediese en una galaxia lejana, hace mucho tiempo... Esta no, ésta es futurista, sucede tras devastadoras guerras atómicas y colonizaciones espaciales, pero aunque no hay extraterrestres pintorescos, su cosmogonía y física astronáutica es tan arbitraria como la de Star Wars. Lo digo para que nadie se vaya a creer que estamos ante "ciencia ficción seria", whatever that might mean. También se nos quiere vender casi como una película psicológica, con personajes complejos y diálogos inteligentes... bueno, pues de eso nada. La psicología es de tebeo, como corresponde al género; los efectos especiales, el ritmo, la textura de las imágenes, están todos logrados dentro de su género, y baste con eso. Las peleas son espectaculares y predecibles en el estilo videojuego importado de las películas de kung fu; los vestuarios están adecuados a la moda primavera de este año, y todos eso nos coloca en el futuro para un rato. La historia no es menos absurda, ni más, que en todas las otras, pero merece un pequeño comentario políticamente contextualizado.
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Retropost: El hombre bicentenariomiércoles, 27 de enero de 2016Retropost #574 (30 de octubre de 2005): El Hombre Bicentenario
—oOo— Taxi Teheránsábado, 23 de enero de 2016Taxi Teherán
El Mercader de Venecia (y el judío)viernes, 22 de enero de 2016El Mercader de Venecia (y el judío)Comentamos algunos aspectos ideológicos y teatrales de la comedia de Shakespeare 'El Mercader de Venecia', en especial sobre la adaptación de 2004 de Michael Radford, y comentamos cuestiones de identificación y evaluación en lo referente a cuestiones problemáticas de la obra, en especial el antisemitismo. El Mercader de Venecia (y el judío) English abstract: (The Merchant of Venice (and the Jew))A commentary of some ideological and theatrical aspects of Shakespeare's comedy 'The Merchant of Venice', with particular reference to Michael Radford's 2004 film adaptation, and to matters of identification and evaluation as regards problematic issues in the play, particularly antisemitism.
Note: Downloadable document is in Spanish. Number of Pages in PDF File: 12 —oOo— José Mota, 'El Resplandor'José Mota, EL RESPLANDOR: https://youtu.be/69SU4K0Ab-o Crítica de la película: "Marte"lunes, 26 de octubre de 2015Crítica de la película: "Marte"
Retropost #126: 19 de febrero de 2005 (Reseña de 'El Hundimiento')Retropost #126: 19 de febrero de 2005 (Reseña de 'El Hundimiento')19 de febrero
Who is so gross that cannot see this palpable device? Yet who so bold but says he sees it not? Bad is the world, and all will come to naught When such ill dealing must be seen in thought.
Recomiendo ver El hundimiento en sesión doble de cine y video, junto con el Ricardo III de Richard Loncraine e Ian McKellen. —oOo— Retropost #104 (28 de enero de 2005): La Memoria de los MuertosRetropost #104 (28 de enero de 2005): La Memoria de los Muertos
—oOo— Retropost #92: 16 de enero de 2005lunes, 27 de julio de 2015Retropost #92: 16 de enero de 200516 de enero Están echando La Red por la tele, a ver a quién pescan. Never mind the Bullocks, pero es muy bonita la canción A Whiter Shade of Pale por Annie Lennox, mientras ves a la chica enredada en su mundo virtual... Nosotros los del otro lado de la pantalla me parece que ya no saldremos de la red, como no nademos todos para abajo. Vuelve Javier Armentia a la carga contra los obispos y a favor de lo que llama el "marimonio". Yo argumento a favor (¿o era en contra?) de la "poligaymia". Puede seguirse el debate aquí... Vaya, vaya. Gugelizando en español por curiosidad a ver qué se saca con "Scorsese+El Piloto+Welles+Ciudadano Kane", no da nada que las combine; en inglés sí, una reseña de Philip French (sobre El Piloto) que señala el dato interesante de que "The original screenplay is by John Logan, whose various scripts include one for RKO 281, a TV film about the making of Citizen Kane". Voilà. Y, por cierto, Howard Hughes acabó comprando los estudios RKO, que habían hecho Ciudadano Kane...Que acabo de descubrir la web de mi autor favorito entre los provisionalmente vivos, Javier Marías; con blog y todo (bueno, más que un blog es una colección de sus columnas en El Semanal); le dejo esta firma en su libro de visitas: Enhorabuena, por la web que acabo de descubrir, por los libros, y en general por ser vos quien sois. Mi fandom también se extiende a Nabokov, y a Shakespeare (desde el público, en Zaragoza, sugerí una vez que "fiebre y lanza" es "shakes" + "speare", pero bueno, a lo de "baile y sueño" le sigo dando vueltas... )Qué querrá decir lo de "web no oficial", por cierto.
—oOo— El Aviadorlunes, 27 de julio de 2015Retropost #91: 15 de enero de 200515 de enero Evening, que es gerundio, por un parque por las orillas del Ebro, paseando. Mal está el ambiente por Zaragoza: como no te dediques a comprar como un descosido, poco se puede hacer con esta niebla londinense, que sin embargo hace bonito, a bleak kind of beauty. Nadie pasea por el parque... pero sí hay una serenata de tambores y trompetas, preparando la Semana Santa, ya en enero. Purrúm. Purrúm. Vienen a la mente versos de Pink Floyd: "And I feel you / Cold as a razor blade / Tight as a tourniquet / Dry as a funeral drum." Igual la solución para ambientarse en Zaragoza es apuntarse al círculo del bombo y capuchón, quién sabe si al final lo haremos. Pero en efecto vamos a ver El Aviador de Scorsese, sobre Howard Hughes, el artífice de Scarface y Hell's Angels, de la TWA y del Spruce Goose, el avión más grande del mundo todavía a día de hoy. A medida de su ego, vamos. Bueno, lo de ego es un decir, porque parecía una personaje bastante descentrado: siempre viviendo al límite, haciendo lo que quería hacer ya ya ya (no delayed gratification here) la frase más impactante de la película es cuando dice Hughes/Di Caprio, "Está bien... esperaremos". Y al final, un personaje sin centro, sin proyectos para sí mismo, sólo para sus aviones y guerras comerciales; at the deep heart's core, sólo un manojo de fobias y obsesiones. Patético patético... (¿Igual somos todos así? Pero no, menos, menos...). Por cierto, el tema de la fobia a los gérmenes en la América de alrededor de 1900 ha sido bien estudiado elsewhere como una fobia social desplazada, resultado de histerias burguesas en un tiempo de inmigración y de mezcla racial... Este señor HH no quería a nadie, por lo que parece; o él era de lo más banal o el tratamiento de sus "amores" en la película es de lo más banal. Y al final para morir como un loco drogadicto encerrado durante años en un hotel... PUAJ. Vamos, que no hay por donde pillarlo, parece una reencarnación de W. R. Hearst en clave de pesadilla. De hecho el tratamiento de la película va por allí, no en la construcción, pues no se basa para nada en los flashbacks de Ciudadano Kane, pero sí en llevar un grado más allá la desconstrucción del personaje del magnate del deseo, más allá aún del Rosebud. Entiendo que Di Caprio lleva ya tiempo colaborando con Scorsese, pero desde luego le ha venido al pelo su corte facial para hacer un replay de ciertos aspectos del Ciudadano/Orson... bueno, Orson también llevaba lo suyo, otro HH en sus proyectos y su dinamismo, y tal para cual sin duda... En fin, película vistosa, aviones preciosos, gente inaguantable, excepto para mitómanos... un tanto pointless el conjunto, aunque combina muy bien en pareja con Ciudadano Kane; recomiendo verla como una variación sobre el tema. Leo muy bien, leo, y es cierto, pero Cate Blanchett jamás se parecerá a la Hepburn; aquí está miscastada.
—oOo— Retropost #83: 7 de enero de 2005jueves, 23 de julio de 2015Retropost #83: 7 de enero de 20057 de enero Pasaron los reyes pero la misma fiebre consumista que nos abrasaba ayer nos sigue abrazando hoy: llegaron las rebajas. Al cine no, pero nos vamos a ver una superproducción más: Alejandro Magno de Oliver Stone. Esta merece reseña aparte, así que la inauguro aquí, y la desarrollaré como paper in progress aquí, no sé todavía si en español o en inglés, o en spanglish (que necesita más promoción que either). Puntos principales a tratar: - Alejandro, el primer globalizador... globalizatores fortuna iuvat. - Alejandro tiene los ojos demasiado juntos, como Bush. De hecho el efecto es de un Bush con peluca rubia, muy a tono con el tema dragqueen que arrastra la película. - Darío, claro, tiene cara de Bin Laden. Otra posibilidad habría sido Saddam Hussein, pero Saddam no huyó a las montañas sino a un cuchitril, da menos épico. - El águila de Zeus y el águila americana también se confunden, se confunden... metiéndose en semejantes berenjenales. - Hay un edipo cabalgante. Cabalgante sobre Bucéfalo (Bush y Falo? El falo también cabalga, un rato largo). Bush padre tampoco llegó a Babilonia. - Donde esté un olifante, que se quite un elefante. Bueno, no, soy injusto. Pero donde esté un elefante, que se quite un caballo. - Y también cabalga de nuevo Enrique Quinto: once more unto the breach, my friends, we band of brothers, imitate the action of the tiger, Dios está de nuestra parte y enseñaremos nuestras heridas... blah blah, y al final todo el imperio se perdió. Mucho Shakespeare subliminal por aquí. - Hamlet, claro, Hamlet y Edipo. Con el fantasma del padre y las peleas eróticas con la madre. Novedad: aquí el padre y el tío son uno y el mismo. Para mí que el asesino no es el mayordomo, sino Hamlet. - Miss Ogino, esa oriental traicionera, también hace su aparición; las desdichadas hijas de Eva siguen a vueltas con la serpiente (hay alianzas entre suegras y nueras, que las llevan tatuadas en sus bellos flancos, a las serpientes digo, no a las suegras, aunque se confunden, se confunden... ) - El águila del padre Zeus al fin derrota a la serpiente de la madre, pero igual un pelín tarde... es una dura carga, arrastrar ese Edipo por todos los riscos de Asia. Y mientras nuestros fantasmas interiores nos impulsan a dar leña, soñamos que estamos liberando a todo el mundo. - Muy homosocial todo, por fin vemos griegos a la griega y efebos de culo pino, aunque las escenas tórridas se reservan a las señoras desnudas, claro. Y para cuando la gay band of brothers empiezan a ponerse pamelas, ya se avecina la ruina del imperio. - Grandes empresas... pero hace falta algo más que pasar marcando el territorio en plan machote para hacerlo de uno. Ptolomeo lo hace mejor en Egipto, o mea más rato ahí, al parecer. Muchas alejandrías, pero de todas se aleja Alejandro. Y a estos bárbaros no hay quien los civilice, y menos a tortas, verdad, Dubya? Fue un bonito sueño, y el botín no estuvo mal, pero la batalla de papá quedará otra vez a medio hacer...
—oOo— El momento fílmico: de 'Hamlet' a 'Saraband'jueves, 16 de julio de 2015El momento fílmico: de 'Hamlet' a 'Saraband' El "momento fílmico" es una secuencia de autorreflexividad particularmente intenso en las películas, en la que los códigos cinematográficos se usan de manera llamativa, compleja y frecuentemente paradójica, para proporcionar una experiencia cognitiva intensa de inmersión y participación en el mundo representado de la película y en sus modalidades representacionales, mediante el uso de paradojas visuales y cognitivas, y de especularidades metaficcionales. Modelamos el concepto partiendo del 'momento lingüístico' que J. Hillis Miller desarrolla para el análisis literario. En este artículo analizamos algunos ejemplos de tales "momentos fílmicos", usando entre otros ejemplos extraídos de películas sobre obras de Shakespeare, y de Saraband de Bergman. El Momento Fílmico: De Hamlet a Saraband![]() English Abstract: The Filmic Moment: From Hamlet to SarabandThe 'filmic moment' is a sequence of peculiarly intensive self-reflexivity in a film, in which the filmic codes are used in a striking, complex and often paradoxical way, to provide an intensive cognitive experience of immersion and involvement in the film's represented world and representational mode through the use of visual and experiential paradoxes and metafictional mirrorings. The concept is modeled after J. Hilllis Miller's 'linguistic moment' in literary analysis. Some examples of 'filmic moments' are analysed in this paper, notably dealing with Shakespeare films and with Bergman's Saraband. Note: Downloadable document is in Spanish. Number of Pages in PDF File: 9 Reference Info: Ibercampus (Feb. 28, 2012)
—oOo— Retropost #61: 16 de diciembre de 2004Retropost #61: 16 de diciembre de 2004
La película me gustó, recomiendo desde luego ir a verla; no son tantos los cineastas que se han atrevido a ocuparse del tema ETA en este país. Y en general estoy de acuerdo con el comentarista del blog-cocaína en lo tocante a la película. Ahora bien, la película también juega un poco a la equidistancia entre policías y etarras. Yo por supuesto no tengo información al respecto ni sé si la tenía el director de la película, al margen del testimonio del real-life Lobo. Y la equidistancia queda mínimamente justificada porque estamos hablando de tiempos de Franco, etc., y bueno, entre un facha y un terrorista, mejor estar equidistante de ambos, y aún mejor si la distancia es grande; hasta ahí se puede estar de acuerdo. Pero la película no ahonda en la psicología ni motivaciones del Lobo, que resulta ser (me refiero a tal como se le presenta allí) un personaje impenetrable: lo mismo podría interpretarse como un mártir heroico que como un psicópata con personalidad dividida. Este efecto no carece de interés, pero el resultado es que finalmente la película no entra a ver de cerca a este personaje, capaz de abandonar familia, vida y rostro por infiltrarse entre unos terroristas a los que hasta entonces venía más bien apoyando, con el único fin de traicionarlos a la policía. Es una decisión difícil de comprender, y la película no ayuda mucho a explicarla. En ese sentido se queda corta. Pero el retrato de la ambivalencia del personaje tiene desde luego un mérito propio que quizá no lograse otra película que nos explicase lo que aquí queda sin explicación. Y en ello estaba cuando he conocido a los chicos del blog de estudiantes de la facultad de Filosofía y Letras, ADEFYL, in the flesh, les acababa de dejar un post en su blob para animarlos. y han venido en persona a saludarme; resulta que ya nos medio conocíamos, claro. Faltan foroforofos entre los estudiantes-- no se suponía que esta generación, de libros poco, pero que de nuevas tecnologías mucho? Pues a ver si se van luciendo... —oOo— Autoengendratormartes, 16 de junio de 2015Autoengendrator
Number of Pages in PDF File: 8 Keywords: Cinema, Film, The Terminator, James Cameron, Circularity, Narrativity, Narrative Structure, Self-Begetting, Narrative time Retropost #3: 9 de octubre de 2004sábado, 13 de junio de 2015Retropost #3: 9 de octubre de 2004
Sin Destinoviernes, 5 de junio de 2015Sin DestinoComentamos algunos aspectos metaficcionales de la serie de películas 'Terminator', en particular las partes 2 y 3, en su relación con la lógica de la narratividad y con la dinámica de la retrospección anticipada. Se trata de una dimensión estructural esencial en toda narración fílmica, pero que se tematiza de modo especial en las películas que versan sobre conclusiones profetizadas, paradojas temporales y viajes en el tiempo.
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—oOo— 'Cayo Largo' en clave sociobiológica (Sociobiological Key Largo)domingo, 31 de mayo de 2015'Cayo Largo' en clave sociobiológica (Sociobiological Key Largo)Análisis sociobiológico de la película de John Huston Cayo Largo (1948), con Humphrey Bogart, Lauren Bacall y Edward G. Robinson, desde la perspectiva de la narratología y psicología evolucionistas. La sociobiología actual (siguiendo notablemente a E. O. Wilson) ha enfatizado la tensión entre el altruismo cooperativo y el egoísmo competitivo como clave para entender las características de la mentalidad humana. Esta interpretación de la película enfatiza la tensión dinámica entre los elementos egoístas y los altruistas para explicar tanto la identidad y comportamiento de los personajes en la trama, como la dinámica social más amplia del trasfondo histórico. Cayo Largo en clave sociobiológica English Abstract: Sociobiological Key Largo: A sociobiological analysis of John Huston's film Key Largo (1948), with Humphrey Bogart, Lauren Bacall and Edward G. Robinson, from the perspective of evolutionary psychology and narratology. Contemporary sociobiology (notably following E. O. Wilson) has emphasized the tension between cooperative altruism and selfish competitiveness as a characteristic of the human mind. This interpretation of the film emphasizes the dynamic tension between selfish and altruist elements in order to explain both the characters' identity and behaviour in the plot, and the wider social dynamics of the historical background.
Note: Downloadable document is in Spanish. Number of Pages in PDF File: 8
—oOo— Margarethe von Trotta, 'Hannah Arendt'martes, 24 de febrero de 2015Margarethe von Trotta, 'Hannah Arendt'Este artículo examina críticamente la película de Margarethe von Trotta sobre Hannah Arendt y el caso Eichmann (2012), centrándose en el tratamiento dado a la complicidad paradójica e involucramiento de Heidegger con el nazismo, y en la aceptación extrañamente incuestionada y en el blanqueo de la figura y el pensamiento de Heidegger por parte de Arendt.
Margarethe von Trotta's 'Hannah Arendt': An Unusual Film on a Woman PhilosopherEnglish Abstract: This paper is a critical analysis of Margarethe von Trotta's 2012 film on Hannah Arendt and the Eichmann case, with a focus on its treatment of Heidegger's paradoxical complicity and involvement with Nazism, and on Hannah Arendt's strangely unquestioning acceptance and whitening of Heidegger's figure and thought.
"Creation" (Charles Darwin) - Sub. Españollunes, 16 de febrero de 2015"Creation" (Charles Darwin) - Sub. EspañolCreation. Biopic on Darwin. Dir. Jon Amiel. Screenplay by John Colleee, story by Jon Amiel and John Collee, based on the book Annie's Box by Randal Keynes. Cast: Paul Bettany, Jennifer Connelly, Jeremy Northam, Toby Jones, Benedict Cumberbatch, Jim Carter, Bill Paterson, Martha West. Photog. Jess Hall. Prod. des. Laurence Dorman. Music by Christopher Young. Ed. Melanie Oliver. Exec. prod. Peter Watson, Christina Yao, Janice Eymann, Jamie Laurenson, David M. Thompson. Co-prod. Nick O'Hagan. Prod. Jeremy Thomas. UK: Icon / Ocean Pictures / HanWay Films / BBC Films / Recorded Picture Company, 2009. Online at YouTube (Biology 130) 15 March 2014.* The Fundamental Things Applysábado, 7 de febrero de 2015The Fundamental Things ApplyUn artículo mío sobre la comedia romántica en el cine: ’The Fundamental Things Apply’ — La comedia romántica: renovarse y vivir
http://ssrn.com/abstract=2557366 ’The Fundamental Things Apply’ — Romantic Comedy: Renewing Oneself in Order to SurviveAn introduction to romantic comedy in film and to its grounding on the structure of personal relationships and social identity, commenting on the overview provided by Leger Grindon and complementing it with specific examples and analyses of contemporary romantic comedies.
Note: Downloadable document is in Spanish.
—oOo— El momento fílmico: 'He estado en una película'viernes, 30 de enero de 2015El momento fílmicoUn artículo mío sobre estilística, estructura y lenguaje fílmico: El momento fílmico:'He estado en una película'http://papers.ssrn.com/abstract=2555324Se trata de un análisis de elementos temáticos y formales de la película de Fritz Lang 'Fury' (1936), enfatizando las figuras estilísticas que intensifican la complejidad semiótica y la reflexividad de la película. Proponemos una definición del 'momento fílmico', un concepto crucial para tratar momentos cruciales de complejidad semiótica y reflexiva en las películas. The Filmic Moment: 'I Have Been in a Film' English Abstract: This is an analysis of some thematic and formal elements of Fritz Lang's film 'Fury' (1936), with an emphasis on stylistic figures that enhance the film's semiotic complexity and its reflexivity. A definition of 'the filmic moment' in film structure, a crucial concept to deal with crucial moments of semiotic reflexivity in films, is put forward. Reference Info: Ibercampus (Oct. 19, 2010)
La Teoría del Todoviernes, 30 de enero de 2015La Teoría del Todo
—oOo— THE ROAD, & Companyjueves, 22 de enero de 2015The Road, & CompanyThe Road, & Company—artículo que subo a la SSRN, como continuación de mi artículo anterior sobre la novela de Cormac McCarthy, "Hemingway meets Beckett".
Aquí comentamos la película de John Hillcoat 'The Road', basada en la novela homónima de Cormac McCarthy. La narración post-apocalíptica de la película, y respuestas representativas a la misma, se sitúan en el contexto de la norteamérica posterior al 11-S, y en el contexto de la crisis ecológica de la civilización industrial, y se evaluá desde un punto de vista ideológico y estético la película en tanto que adaptación de la novela. English Abstract: A commentary of John Hillcoat's film 'The Road', based on Cormac McCarthy's novel of the same title. The post-apocalyptic narrative of the film, and representative responses to it, are set in the context of post-9/11 America and the ecological crisis of industrial civilization, and the film is evaluated as an adaptation of the novel from an ideological and aesthetic viewpoint.
Twelfth Night or What You Willviernes, 28 de noviembre de 2014TWELFTH NIGHT or What You Will
Twelfth Night from the Oxford Companion to English Literature, ed. Margaret Drabble: Twelfth Night, or What You Will, a comedy by *Shakespeare probably written 1601. John *Manningham saw a performance of it in the Middle Temple in February 1602; it was frist printed in the *Folio of 1623. Shakespeare's immediate source for the main plot was 'The History of Apolonius and Silla' in Barnabe *Rich's Riche His Farewell to Militarie Profession (1581). This is derived from Belleforest's version, which by way of *Bandello can be traced back to a Sienese comedy Gl'Ingannati (The Deceived), written and performed 1531. Sebastian and Viola, twin brother and sister and closely resembling one another, are separated in a shipwreck off the coast of Illyria. Viola, brought to shore in a boat, disguises herself a youth, Cesario, and takes service as page with Duke Orsino, who is in love with the lady Olivia. She rejects the duke's suit and will not meet him. Orsino makes a confidant of Cesario and sends her to press his suit on Olivia, much to the distress of Cesario, who has fallen in love with Orsino. Olivia in turn falls in love with Cesario. Sebastian and Antonio, captain of the ship that had rescued Sebastian, now arrive in Illyria. Cesario, challenged to a duel by Sir Andrew Aguecheek, a rejected suitor of Olivia, is rescued from her predicament by Antonio, who takes her for Sebastian. Antonio, being arrested at that moment for an old offence, claims from Cesario a purse that he had entrusted to Sebastian, is denied it, and hauled off to prison. Olivia coming upon the true Sebastian, takes him for Cesario, invites him to her house, and marries him out of hand. Orsino comes to visit Olivia. Antonio, brought before him, claims Cesario as the youth he has rescued from the sea; while Olivia claims Cesario as her husband. The duke, deeply wounded, is bidding farewell to Olivia and the 'dissembling cub' Cesario, when the arrival of the true Sebastian clears up the confusion. The duke, having lost Olivia, and becoming conscious of the love that Viola has betrayed, turns his affection to her, and they are married. Much of the play's comedy comes from the sub-plot dealing with the members of Olivia's household: Sir Toby Belch, her uncle, Sir Andrew Aguecheek, his friend, Malvolio, her pompous steward, Maria, her waiting-gentlewoman, and her clown Feste. Exasperated by Malvolio's officiousness, the other members of the house make him believe that Olivia is in love with him and that he must return her affection. In courting her he behaves so outrageously that he is imprisoned as a madman. Olivia has him released and the joke against him is explained, but he is not amused by it, threatening, 'I'll be reveng'd on the whole pack of you.' The play's gentle melancholy and lyrical atmosphere is captured in two of Feste's beautiful songs, 'Come away, come away, death' and 'When that I was and a little tiny boy, / With hey, ho, the wind and the rain'.
Looking for Richardmiércoles, 12 de noviembre de 2014Looking for RichardLooking for Richard from samarkkanda on Vimeo.
Beowulf & Grendel
viernes, 19 de septiembre de 2014Beowulf & Grendel
Beowulf & Grendel. Dir. Sturla Gunnarson. Very loosely inspired by Beowulf. Cast: Gerard Butler (Beowulf), Stellan Skarsgärd (Hrothgar), Ingvar Eggert Sigurdsson (Grendel, Sarah Polley (Selma), Eddie Marsan, Tony Curran, Rory McCann, Ronan Vibert, Martin Delaney. Movies Downunder / Movision / Darc Light / Endgame Entertainment / Film Works / Eurasia Motion Pictures / Goodweird / Spice Factory / Icelandic Film Corporation, 2005. Online at YouTube (Shlomo Rotem) In Spanish, YouTube (Ampii G) 2014 Synecdoche, New Yorkdomingo, 7 de septiembre de 2014Synecdoche, New YorkViendo esta excelente película de Charlie Kaufman—Synecdoche, New York. Humor negro, no apto para depresivos—o quién sabe. Me pregunto si le hizo algún bien a Philip Seymour Hoffman. Como con el caso de Robin Williams, ahora se ven algunos de sus personajes como conteniendo mucha más parte del actor de lo que parecía, o sirviéndoles de expresión a una parte de su personalidad que no superaban ni trascendían mediante la actuación. Aquí transcribo la excelente reseña que le hizo Roger Ebert, que vio en la película una auténtica experiencia (desengañada) de la vida—de la tuya, hypocrite acteur. —oOo—
Juste avant la nuit
—oOo— Talking Dirty on Sex and the Cityviernes, 18 de julio de 2014Talking Dirty on Sex and the CityDear members of AEDAN, I am pleased to announce the following publication: Oria, Beatriz. Talking Dirty on Sex and the City: Romance, Intimacy, Friendship. Lanham, New York, Plymouth: Rowman & Littlefield, 2014. First broadcast on HBO in 1998, Sex and the City quickly became a mainstream success. Following four women who navigate the promise and peril of social, political, and sexual relationships in New York, the series caused a stir in the popular media. Academia also responded with a remarkable body of criticism for such an apparently trivial program. But more than ten years after the show ended, there is still much more to say about this cultural phenomenon that spawned two film sequels. In Talking Dirty on Sex and the City: Romance, Intimacy, Friendship, Beatriz Oria explores the discourses surrounding the series from a sociological point of view. Specifically, this book focuses on the conventions of the romantic comedy genre and how its familiar fictional world articulates issues of intimacy, gender identity, and interpersonal relationships. Oria considers how generic conventions employed by the show affect discourses on intimacy and how interpersonal relationships at the turn of the century have not only been represented but also fashioned through a relevant popular-culture text. The author also explores such elements as romantic versus democratic love, the representation of female sexuality, and new family models. With an interdisciplinary approach, this book touches on many different areas, including sociology, psychology, gender studies, and media studies. Aimed at a broad academic audience, Talking Dirty on Sex and the City will also appeal to longtime fans, who are no doubt still gossiping about the show. Film Faceviernes, 20 de junio de 2014Días del futuro pasadodomingo, 15 de junio de 2014Días del futuro pasadoNos vamos a ver esta, por seguir con las viejas costumbres—estos de la Ex-Patrulla X nacieron conmigo:
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Me voy al cineclub Cerbuna a ver una película de sus ciclos, En la casa. Allí echan los fines de semana películas recientes, y aún va la gente. Pagando, ojo. Ahora bien, a los ciclos de cine gratuito de la Universidad, películas clásicas de los mejores directores, yo soy de los más jóvenes que van. Me temo que a la mayoría de las películas que he ido, de los pocos espectadores que van, no suelen bajar de cincuenta y tantos años para arriba. Más bien alrededor de los sesenta está la media. Las películas son gratis, entrada libre—pero los jóvenes no las quieren ni regaladas. De los treinta mil estudiantes de la universidad, a ninguno le interesa el cine como arte. Es pasmoso, y triste. Ha sido la gran afición transitoria del siglo XX, la cinefilia. Para los chavales de ahora, y para los jóvenes adultos también, el cine clásico, vale decir el cine, es como un rito viejo de una religión en la que no se cree. O como una lengua muerta, algo que se estudia por obligación, y sólo lo ven cuando hay que verlo en un curso de medios audiovisuales. Sólo las películas de este año interesan algo. Y creíamos que había llegado para quedarse, el cine. Pero ya no entretiene, ni gusta. Ya está pasando y quedándose atrás, como estamos pasando nosotros, su público, los que lo veíamos como creyentes, los que lo identificábamos con los momentos más intensos y especiales de la vida. Hablarán de cine con fascinación Garci y Luis Alberto de Cuenca y otros, ancianos entre humo de cigarrillo, en tertulias fuera de hora. Como los viejos libros, ahora las películas acumulan polvo en un estante, y nadie las verá, o casi nadie. De treinta mil estudiantes, ni uno. Se dice pronto.
The Persecution and Assassination of Jean-Paul Marat as Performed by the Inmates of the Asylum at Charenton Under the Direction of the Marquis de Sade. Play by Peter Weiss, trans. Adrian Mitchell. Royal Shakespeare Company, with Patrick Magee, Glenda Jackson, etc., dir. Peter Brook.
No perdérsela:
La versión de la serie sobre Shakespeare de la BBC, producida por Cedric Messina en 1979 (dir. Herbert Wise). (El vídeo de YouTube la atribuye incorrectamente a Mankiewicz).
Mrs Dalloway. Dir. Marleen Gorris. Screenplay by Eileen Atkins, based on the novel by Virginia Woolf. Cast: Vanessa Redgrave, Rupert Graves, Natascha McElhone, Sarah Badel, Amelia Bullmore, Phyllis Calvert, Alan Cox, Oliver Ford Davies, Robert Hardy, Lena Headey, Michael Kitchen, Robert Portal, John Standing, Margaret Tyzack. Assoc. prod. Paul Frift. Prod. Des. David Richens. Music by Ilona Sekacz. Ed. Micheil Reichwein. Photog. Sue Gibson. Exec. Prod. Chris J. Ball, William Tyrer, Simon Curtis, Bill Shepherd. Co-prod. Hans de Weers. Prod. Lisa Katselas Paré and Stephen Bayly. First Look Pictures / Bayly/Paré / Bergen Film / Newmarket Capital / BBC Films / European Co-production Fund UK / NPS-Television / Dutch Co-production Fund (CoBo) / The Dutch Film Fund, 1997.
Miniserie de la BBC basada en la novela de Samuel Richardson Clarissa; or, The History of a Young Lady (1747-49).
CLARISSA BBC MINISERIES
The Scarlet Letter. Dir. Robert G. Vignola. Screenplay by Leonard Fields and David Silverstein, based on Nathaniel Hawthorne's novel. Cast: Colleen Moore, Hardie Albright, Henry B. Walthall, Cora Sue Collins, Alan Hale, Virginia Howell, William Farnum, Betty Blythe. Photog. James S. Brown, Jr. Assistant dir. J. A. Duffy. Settings by Frank Dexter. Ed. Charles Harris. Prod. Larry Darmour. USA: Majestic Pictures, 1934. Online at YouTube (VisoCinema)
http://youtu.be/c4evK712TOM
Versión menos imaginativa, y también algo más fiel a la novela de Hawthorne, que la adaptación muda de Victor "Seastrom" con Lillian Gish. Hizo otra adaptación Wim Wenders en los años 70; que debe ser la más visible en conjunto, pues aún hay otra adaptación más reciente, un horror de película que no hay que ver; lo dirigió Roland Joffé en 1995, con Demi Moore y sin rastro de Hawthorne.
The Scarlet Letter. Dir. Victor Sjöström ("Seastrom" in credits). Cast: Lillian Gish, Lars Hanson, Henry B. Walthall, Karl Dane, William H. Tooker, Marcelle Corday. USA, 1926.
The Scarlet Letter. Dir. Wim Wenders. Cast: Senta Berger, Lou Castel, Hans-Christian Blech, Yella Rottlander, Yelina Samarina, William Layton. Germany, 1973.
The Scarlet Letter. Dir. Roland Joffé. Cast: Demi Moore, Gary Oldman, Robert Duvall, Joan Plowright, Robert Prosky, Edward Hardwicke, Roy Dotrice, Dana Ivey, George Aguilar, Amy Wright, Diane Salinger, Eric Schweig. USA, 1995.
18/11/12
18/11/12
Oliver! Dir. Carol Reed. Film version of Lionel Bart's musical based on Dickens's novel. Screenplay by Vernon Harris. Cast: Ron Moody, Oliver Reed, Shani Wallis, Mark Lester, Jack Wild, Harry Secombe, Hugh Griffith, Sheila White. Panavision. Columbia Pictures, 1968. (6 oscars including Best Picture, Director, Art Direction, Scoring, special prize for choreographer Onna White).
17/11/12
David Copperfield. Dir. Peter Medak. Teleplay by John Goldsmith, based on the novel by Charles Dickens. Cast: Hugh Dancy, Max Dolbey, Michael Richards, Eileen Atkins, Anthony Andrews, Frank McCusker, Sally Field, Edward Hardwicke, Freddie Jones, Nigel Davenport, Emily Hamilton, Julie Cox, Sarah Smart, Alan Howard, Alec McCowan, Paul Bettany, Judy Cornwell, Murray Melvin, Dudley Sutton, Lesley Manville, Peter Woodthorpe, Vernon Dobtcheff. Music by Shaun Davey. Ed. Ron Davis. Prod. Des, Michael Pickwoad. Photog, Elemér Ragályi. Co-prod. Morgan O'Sullivan. Exec, prod. Robert Halmi, Jr,, and David V. Picker. Prod, Greg Smith and John Davis. Hallmark Entertainment.
Micawber's advice to young Copperfield — which Spanish economy ministers would do well to heed: http://youtu.be/eVxF4z-R2YM
You shouldn't spend more than your income. What you can't pay, you can't keep.
Una vieja versión fílmica de la comedia de Ben Jonson, sobre estafadores lanzados a disfrutar del engaño. Película de tiempos de la Francia nazi, por cierto.
Volpone. Dir. Maurice Tourneur. Script by Jules Romains, based on Ben Jonson's work. Cast: Harry Baur, Louis Jouvet, Fernand Ledoux, Marion Dorian, France: Ile de France Films, 1941.*
Online at YouTube (elise paris) 28 Sept. 2012.*
http://youtu.be/ooCyMYsZqJo
Más reciente, también hay una producción teatral filmada en DVD:
Volpone. By Ben Jonson. Greenwich Theatre production, dir, Elizabeth Freestone, Cast: Richard Bremmer (Volpone), Mark Hadfield (Mosca), Conrad Westmaas (Nano/Avvocato), Harvey Virdi (Androgyno/Avvocato), Edmund Kinglsey (Castrone/Peregrine/Avvocato), Maxwell Hutcheon (Corbaccio), Tim Steed (Corvino), James Wallace (Sir Politic Would-Be), Aislin McGuckin (Celia), Peter Bankole (Bonario/Corvino's Servant), Brigid Zengeni (Lady Would Be). Prod. Film dir. Chris Cowey. DVD. London: Stage on Screen, 2010.*
12/11/12
A TV movie version (1980) of Charles Dickens's novel on the French Revolution, and on the memorable story of Sidney Carton's sacrifice, directed by Ralph Thomas:
There are other film versions of the novel. The full version of Ralph Thomas's 1958 movie can be seen on YouTube as well. And Jack Conway's 1935 version with Ronald Colman can be recommended as an outstanding classic.
A Tale of Two Cities. Vitagraph, 1911.
A Tale of Two Cities. Dir. Frank Lloyd. Cast: William Farnum, Jewel Carmen, Joseph Swickard, Herschell Mayall, Rosita Marstini. 1917.
A Tale of Two Cities. Dir. Jack Conway. Script by W. P. Lipscomb and S. N. Behrman, based on Dickens's novel. Cast: Ronald Colman, Elizabeth Allan, Edna May Oliver, Reginald Owen, Basil Rathbone, Blanche Yurka, Isabel Jewell, Walter Catlett, Henry B. Walthall, H. B. Warner, Donald Woods, Mitchell Lewis. Music by Herbert Stothart. Photog. Oliver T. Marsh. Prod. David O. Selznick. MGM, 1935. (Reissued in computer colored version).
A Tale of Two Cities. Dir. Ralph Thomas. Based on the novel by Charles Dickens. Cast: Dirk Bogarde, Dorothy Tutin, Cecil Parker, Stephen Murray, Athene Seyler, Christopher Lee, Donald Pleasence, Ian Bannen. UK, 1958.
_____. A Tale of Two Cities. Dir, Ralph Thomas. Online at YouTube (coachBswife) 29 Dec. 2011.*
http://youtu.be/Tmob9tICKIw
A Tale of Two Cities. TV series. Dir. Jim Goddard, Written by John Gay, based on Charles Dickens's novel. Cast: Peter Cushing, Kenneth More, Barry Morse, Flora Robson, Billie Whitelaw, Alice Krige, Musc by Allyn Ferguson. Ed. Bill Blunden. Photog, Tony Imi, Prod. Norman Rosemont. Marble Arch productions, 1980.*
_____. A Tale of Two Cities. Dir. Jim Goddard. Online at YouTube (Xaad60) 13 April 2012,*
http://youtu.be/2pO2DnAMzos
2012
The Arbor, película dirigida por Clio Barnard, es na mezcla de documental y drama sobre la escritora barriobajera Andrea Dunbar, de Bradford, muerta a los 29 tras una vida desestructurada—y las secuelas en su familia 20 años después de su breve éxito. Tiene excelentes críticas pero el conjunto es más bien deprimente de ver, y vidas tan desorganizadas, planas, desestructuradas y prosaicas no dan ni siquiera para un drama soportable. Ni siquiera entra mucho la película en la vaciedad del mundillo literario que hizo un éxito de las tranches de vie de Andrea Dunbar. Estos ambientes mejor no verlos ni en teatro ni en pelícuula. En The Village Voice la ponen mejor:
An exemplar of fact-fiction hybrid filmmaking, Clio Barnard's debut feature traces the life of British playwright Andrea Dunbar (1961–1990), whose work chronicled her grim existence in the West Yorkshire housing project where she grew up, and the fallout of her notoriety, horrible choices in men, and alcoholism for her family, particularly her oldest daughter, Lorraine. Barnard seamlessly blends archival material and a live staging of Dunbar's play of the title on the writer's home turf. But her boldest intervention in the bio-doc is having actors lip-synch the words of the actual interviewees—a deliberate distancing device that nonetheless draws viewers in closer.
Muy saltable, la llamo yo, mejor que a must-see. Los acentos de Bradford, lo mejor, pero ojo que es Inglaterra profunda, deepest heart of greyness.
Director: Woody Allen
Interpretes: Ellen Page, Woody Allen, Jesse Eisenberg, Judy Davis, Penélope Cruz
Resumen según RedAragón:
Después de tres películas rodadas en Inglaterra (Match point, Scoop y El sueño de Cassandra) y su aventura barcelonesa (Vicky Cristina Barcelona), todo parecía indicar que Woody Allen daba por terminado su periplo europeo y volvía a su querida geografía neoyorquina (Si la cosa funciona y Conocerás al hombre de tus sueños). Pero nada más lejos de la realidad. Después de evocar distintas épocas del París más bohemio y artístico en la fantasía Midnight in Paris, el director norteamericano acude a la llamada de la ciudad eterna para rodar en sus plazas, calles y callejuelas A Roma con amor, otra mezcla de comedia típicamente alleniana y fantasía construida a partir de cuatro historias independientes que acontecen en la misma ciudad, al mismo tiempo. De nuevo un reparto poderoso, variado, cosmopolita, en el que no falta el propio Allen (en el papel de un cazatalentos musical que tiene que lidiar con un magnífico pero tímido tenor que solo sabe cantar bien en la ducha, lo que da pie a uno de los gags más surrealistas de toda su filmografía), y al que le siguen Alec Baldwin como una especie de oráculo, Jesse Eisenberg, Ellen Page, Judy Davis, Roberto Benigni y Penélope Cruz en su segundo trabajo con el director. Si Penélope es una prostituta romana, talentosa en el contacto físico y disparatada en el chascarrillo antiburgués, Benigni encarna a uno de los más extraños personajes de toda la obra de Allen. Se trata de un oficinista de clase media, anónimo y poco atractivo, que sin razón alguna se convierte en personaje mediático, asediado por prensa y público. Allen ya trató el tema de la fama en Celebrity, su película en blanco y negro de 1998, pero aquí lo convierte en desconcertante espectáculo libre de todo prejuicio narrativo.
Crítica de Nando Salvá (El Periódico):
La última parada en el tour turístico de Woody Allen por algunas de las ciudades más fotogénicas de Europa tiene un aspecto herméticamente bonito –sus escenas están llenas de sol, de encantadoras piazzas y cafeterías, de calles de piedra abrazadas por la brisa–, una banda sonora llena de machacones clásicos del pop italiano y una colección de diálogos que nos aseguran de forma repetida y redundante que Roma es "hermosa".
Asimismo, las cuatro inconexas historias que componen la película parecen por momentos rendir tributo a clásicos del cine italiano como De Sica y Fellini, pero de una forma que se percibe anémica y subdesarrollada. Algunas de ellas simplemente no tienen espacio para crecer, y las otras son meros chistes no especialmente inspirados y estirados a base de verborrea suministrada por personajes unidimensionales que afrontan situaciones pobremente diseñadas.
Contemplando A Roma con amor, uno está tentado de suponer que Allen la concibió después de hacer limpieza en el cajón de las ideas: escogió un puñado de ellas que no le parecían del todo mal y, incapaz de decidirse por una, resolvió usarlas juntas. O que, simplemente, la escribió en la parte trasera de un mantel de papel en una pizzería del Trastevere, justo antes de un helado y una siesta. Y es difícil evitar la sensación de que la insistencia de Allen por producir una película al año conlleva cierto desprecio por el cine. No todos los directores tienen por qué tratar de emular el perfeccionismo de Kubrick pero, ¿es que no hay un término medio?
Y aquí la de Luis Martínez en El Mundo.
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Hay que decir que si no es ninguna obra maestra la película, como homenaje desenfadado a Roma sí funciona bastante bien. Es entretenida de sonrisa, sin llegar a divertir realmente, en parte debido a la deslavazada estructura narrativa de historias alternadas pero inconexas. Se refuerzan mínimamente en lo temático: en cada una la situación incial, estable, se ve comprometida por la tentación del exceso o el desenfrento—el joven arquitecto que se enamora de Monica, la amiga que viene a visitar a su mujer ("hasta su nombre es sexy"), el empresario de pompas fúnebres que canta Pagliacci en la ducha, y triunfa brevemente en escena con ducha y todo—lo mejor es el momento de los asesinatos desde la ducha—; la pareja de provincias que se desorienta en Roma y cometen adulterio con prostituta y criminal; y el oficinista que se vuelve famoso por unos días, una fama gratuita que lo abandona tan pronto como le llegó. Los personajes están a merced del deseo o de la suerte que los saque de su rutina—pero luego el empresario vuelve a sus pompas fúnebres, Woody Allen fracasa como montador de óperas vanguardistas, a Monica le dan un papel en Japón o en Hawaii y no se lo piensa dos veces en dejar a su amante recién encontrado, sin darle tiempo siquiera a romper su pareja... (Es patético ver a estos personajes desde fuera dejándose llevar por el deseo o el impulso a la infidelidad, revelando una sustancia moral de lo más endeble.... pero así somos, al parecer, vistos desde Woody). Por cierto, en el personaje de Monica, una pulla malintencionada a Mia Farrow: actriz desequilibrada, falsa intelectual, dramatizándose a sí misma, haciendo al mundo girar en torno a sus emociones... "si vives un año con ella acabarás adoptando huérfanos vietnamitas". El affair éste del arquitecto está contemplado por otro arquitecto norteamericano, sesentón, que ya vivió todo esto hace tiempo, y hace apariciones narratoriales o fantasmales, un tanto desconcertantes narrativamente, al lado de su joven colega al que aconseja: "¡Peligro! ¡Peligro a la vista!"—sin que los consejos sirvan de nada. Es como Woody aconsejándose a sí mismo, joven o viejo, tanto da, no maduramos. En cuanto a la fama, es aquí más absurda que nunca por su gratuidad absoluta, sólo el ojo de los medios y la nube de paparazzi corriendo de un lado a otro y magnificando las naderías que encuentran; el personaje de Begnini se queda entre aliviado de volver a su rutina y desconsolado por no ser ya nadie, y no tener las mujeres que tenía... El lado repugnante de los famosos aparece más bien en el actorzucho con el que se ilusiona la pueblerina que se ha perdido por Roma, y que ya perdida se deja seducir por quien pase, primero por este patético personaje que para más inri se me parece bastante, y luego por un apuesto criminalillo que los atraca a los dos en su hotel. En fin, una serie de sketches dignos de la comedia de la Restauración, y que no dicen mucho de la coherencia moral de la humanidad—que al parecer depende más de la rutina que de la auténtica fuerza del convencimiento de los afectos y de las relaciones personales. Roma es amor al revés, por eso funciona bien el título en español; ahora que vete a saber qué quiere decir el juego de palabras—echa un aroma sospechoso de autoironía y de frustración, más que de sentimentalismo.
Sarah Waters's neo-Victorian novel, on spiritualism, hysteria and repressed lesbianism, filmed by Tim Fywell (2008):
Primero un trailer, y luego un par de reseñas preliminares de la película Stage Beauty (Belleza prohibida) escritas por los usuarios de IMDb, antes de comentar la escena que me interesa:
'Without beauty, there's nothing. Who could love that?' (Ned Kynaston, Stage Beauty)
Don't expect an elegant historical romp from Stage Beauty; it's much more than that. Director Richard Eyre (Iris) and screenwriter Jeffrey Hatcher have loosely interpreted true events to deliver a passionate, romantic journey of gender-bending self-realisation set in the bawdy world of the British Restoration, circa 1660.
In a time when women are banned from acting on stage, King Charles II is on the throne, accompanied everywhere by his vulgar but merry mistress, Nell Gwnn. Meanwhile Ned Kynaston (Billy Crudup) is the most celebrated leading lady of his time. He is adored…by his audiences, by his lover and patron the Duke of Buckingham, and secretly loved by his dresser Maria (Claire Danes). But when aspiring actress Maria's illegal performance as Desdemona in Othello triggers royal permission for women to act on stage, Kynaston's fall from grace is swift.
This is an actors' film, where the talents of Danes and in particular, Crudup, shine. (Their remarkable relationship triggered an off-screen romance.) Crudup is taut as the bisexual Kynaston, trained to be a calamity and actress since early adolescence, and emotes powerfully as he struggles with his sexuality and identity in an unfriendly new political landscape. He is alternately a catty drag queen, angry young man and committed thespian, without ever straying beyond credibility. In contrast, Danes is luminous but unsure as Maria. A talented supporting cast includes Rupert Everett, providing comic relief as the languid King, while Ben Chaplin is sensual as the self-serving Duke.
Stage Beauty has been compared to Shakespeare in Love, but although it's less successful, it's far less contrived. Although Stage Beauty is a love story, you don't know how things will resolve. The pace is less brisk than in a more manufactured film, but it's also more realistic, enhanced by production design and costuming which depicts both the grit and the sumptuousness of the time.
While at first the on stage acting grates, it is deliberate. As Stage Beauty progresses, the acting technique evolves to resemble 19th Century Naturalism – not true to life, but faithful to the emotional journey of the characters. It's a special film that will take you on an emotional journey too.
"All the world's a stage," wrote the Bard, "and all the men and women merely players that strut and fret their hour upon the stage."
"Stage Beauty" is set in the world of seventeenth-century Restoration theatre, but the stage serves as a microcosm for life itself, and the roles played by the actors before the public mirror the roles they play in their private lives. The question is, do they create their roles, or do their roles create them?
Ned Kynaston (Billy Crudup) is an actor who takes on women's roles, since real women are not permitted to do so. He has been thoroughly trained and schooled in the then highly stylized technique of portraying women -- to such an extent that any trace of masculinity seems to have been drummed out of him.
His dresser Maria (Clare Danes) yearns to be an actress herself, but is prevented from doing so by the narrow conventions of Puritan England -- until Charles II is restored to the throne and decrees that, henceforth, real women shall play women's roles on the stage. A whole new world opens up for Maria, but it looks like curtains for Ned.
What happens next is pure anachronism: Ned and Maria are able to rise above the limitations and constraints of their era. Not only do they transcend their gender or sex roles, but they overcome their classical training and, in effect, engage in Method acting, a technique still three hundred years away in the far-distant future. When he teaches Maria how to break the mold and play Othello's Desdemona in a whole new, natural way, Ned becomes a seventeenth-century Stanislavsky.
But, by George, it works. Their performance of the celebrated death scene from "Othello" sends shock waves through an audience accustomed to pantomime and exaggerated gestures -- and it electrifies us as well.
Not since Joseph Fiennes and Gwyneth Paltrow in "Shakespeare in Love" have an actor and actress so shimmered and shone simultaneously on stage and screen. One hopes that Billy Crudup and Clare Danes will be remembered for their luminous performances at the 2005 Academy Awards.
Aquí está también la reseña positiva pero no entusiasta de Roger Ebert.
La película es excelente para ilustrar los primeros momentos de Shakespeare como clásico, en el siglo XVII, y sirve para hacerse una ligera idea del ambiente teatral de la Restauración, aunque si nos atenemos a ella no se representaba otra cosa que Shakespeare, idea que sería altamente inexacta, es pena que no haya alguna pequeña escena alusiva a la comedia de la Restauración, aunque por ser justos está ambientada, supuestamente, en una fase muy temprana en la que el teatro está básicamente reviviendo los éxitos anteriores tras la prohibición puritana. Esto no deja de introducir una contradicción de base en la película—pues a la vez nos muestra un mundo teatral experimentado y establecido, mientras que se nos habla de los dieciocho años en que los espectáculos han estado prohibidos… El interregno republicano 1642-60 supuso una interrupción de la profesión teatral mucho mayor de la que nos permite suponer esta película. Y la carrera de Edward Kynaston, con la edad con la que aparece en la película, es una imposibilidad en la Inglaterra de los años 1650. En fin, quédese esto a título de "tiempo teatral" indeterminado y de ficción poética.
Para lo que sí sirve la película modélicamente es como reflexión sobre la teatralidad del sujeto y de los roles de género, para mostrar el continuo teatro/vida que se da en los papeles que asumimos en la comedia de las relaciones entre los sexos. Y también para mostrar cómo el efecto de realidad está interpenetrado por el juego de representaciones semióticas, de ilusiones dramáticas, y de esquemas y de marcos ficcionales.
La escena que me interesaba comentar es la representación final de Otelo, en la que la nueva actriz Maria Hughes representa el papel de Desdémona, en el que antes había triunfado Kynaston, mientras que Kynaston hace de Otelo. A lo largo de la obra se nos ha preparado para esta escena, con Maria primero como la discreta ayudante de cámara de Kynaston, a la vez enamorada de él y de la posibilidad de ser actriz un día. Su frustración al descubrir la homosexualidad (o bisexualidad) de Kynaston. Luego, el triunfo de Maria como actriz, el favor real, y el resentimiento de Kynaston, maltratado por el rey y apaleado por los aristócratas. En un episodio se dedica al strip-tease de barrio bajo, y lo rescata de allí Maria, que también hace lo posible por reconvertirlo a la heterosexualidad, sacándole las posibilidades teatrales a los roles eróticos ("hacer de hombre" o "hacer de mujer" en la cama). Por allí parece que se le puede atacar a Kynaston, que en una interesante conversación con Pepys explica que la masculinidad se experimenta por contraste con la feminidad—no ya en el comportamiento social, sino en la experiencia interna, y que en su caso incluso cuando se comporta como un "hombre" está actuando, representando un papel deliberado (algo familiar a la experiencia de muchos gays en la teatralidad de la vida cotidiana):
La tensión entre Kynaston y Maria Hugues es un modelo de comedia rómántica "guerrera"; el erotismo es ambivalente e incierto, dada la bisexualidad de Kynaston, y la rivalidad profesional adquiere a veces tinte de pelea entre verduleras. Así pues hay una incertidumbre ambiental sobre el final de la obra, que si bien parece comedia muy bien pudiera derivar en tragedia como sucede en Otelo. Y aquí es donde la obra usa inteligentemente una vuelta de tuerca sobre una vieja convención dramática—el drama que se vuelve real. Un ejemplo clásico de este recurso se ve en La tragedia española de Kyd, donde los asesinatos supuestamente fingidos sobre la escena resultan ser reales. La escena final del duelo-espectáculo de Hamlet también tiene algo de esto. Esta escena de Repo! The Genetic Opera recurre a un episodio análogo, y el público representado en la obra queda desconcertado. Y una variante más inquietante, donde la ficción teatral se rompe de verdad y la muerte en escena desconcierta no sólo al público ficticio sino al real, la comento en esta nota sobre Edipo de Dryden, otra obra que un día tuvo un final inesperado. El asesinato del presidente Lincoln en un teatro también parece tener algo de teatral, por ponerlo suavemente, y de irreal. Sale en Intolerancia, de Griffith.
La escena dramática que resulta volverse real es un recurso intensamente teatral, es algo que parece pedir la propia idea del drama: el teatro es el sitio donde pasa lo imprevisto, donde la presencia física incontestable de los actores en un espacio que a la vez es el mismo que el del público, y otro, permite esa tensión de incertidumbre donde el guión podría escapar de control en cualquier momento. Fernando Savater lo dice muy bien en esta conferencia sobre La utopía teatral.
Una solución utópica a esa imposible decadencia del teatro hoy en día es intermedializarlo y aportarle la energía de otros medios—por ejemplo del cine. El cine es ya teatro intermedializado, pero este cine sobre temas teatrales permite extraer ciertas posibilidades al teatro como tal teatro, no como teatro evolucionado en cine. Es lo que pasa en Stage Beauty con la representación del asesinato de Desdémona, que funciona de manera mucho más efectiva como teatro filmado que como teatro en carne y hueso. En un teatro el público no creerá nunca que el asesinato de la la actriz que interpreta Desdémona ha sido real, por mucho que se esfuerce el director: la única manera en que podría creerlo es si tal cosa se produjese realmente, y el efecto estético no quedaría precisamente intensificado, sino destruido a la vez que la representación de la obra. En la misma escena filmada en una película, en cambio, el resultado es incierto para el público cinematográfico. Esperamos una buena actuación, y experimentamos la incertidumbre sobre si Kynaston va a bordar su papel hasta el punto de matar a su rival con la escena del cojín. (Sobre todo vistas las analogías que se han establecido a lo largo de la película entre el cojín de Kynaston y el pañuelo de Desdémona). A ello se suma la experimentación con estilos teatrales más realistas, que también introduce la película. Kynaston es aquí como el Conde de Rochester en El Libertino, enseñando a actuar a Elizabeth Barry de modo realista. El realismo impacta al público teatral de la película, aunque (para mayor efectividad) no les hace creer en ningún momento que se haya producido un asesinato en la escena realmente. Sólo están impresionados por una actuación inesperadamente intensa. En cambio, el público de la película, más al tanto de la trastienda y de las pasiones descontroladas entre bambalinas, no sabe realmente si la película va a recurrir al truco de la muerte en escena (ver un ejemplo representativo de la incertidumbre lograda, en el foro de IMDb). Por eso la actuación de Otelo y Desdémona es inesperadamente intensa para ambos públicos, el del teatro en 1660 y el de la película en el siglo XXI, si bien por razones diferentes. Y de la experiencia sale un Otelo (y una Desdémona, claro) inesperadamente resucitados, remediados o remediated como dicen en inglés, por el efecto de la superposición de representaciones, el teatro pasado por el cine con un resultado inesperadamente teatral, y cinematográfico a la vez.
Por eso el estilo de actuación que trasciende a la pantomima gestual del principio no es realmente ni el realismo decimonónico ni el method acting de Stanislavsky (como decían las reseñas iniciales) aunque debe algo a los dos—es una actuación filtrada a través de las convenciones del medio teatral y del cinematográfico, y que se basa esencialmente en la ambivalencia compleja entre realidad y representación que permite el juego dialéctico de los dos medios artísticos.
Se aplica aquí a la estética teatral, y a la cinematográfica, la misma lógica que Kynaston aplicaba a las relaciones entre los sexos: vemos el teatro a través del espejo del cine visto a través del espejo del teatro. Si eliminas uno de esos espejos reflectantes no funciona— y por eso no acabo de entender que esta película se base en una obra teatral; lo que está claro es que ese drama pedía ser una película para añadir más tensión genérica a la relación. Al final, como Ned Kynaston en su juego de papeles, ya no sabemos si lo que estamos viendo es teatro, cine, o un juego complejo entre ambos que sería imposible sin su tensión, pero que a la vez los lleva a una complejidad superior que de por sí no alcanzarían.
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Stage Beauty. Dir. Richard Eyre. Written by Jeffrey Hatcher, based on his play Compleat Female Stage Beauty. Cast: Billy Crudup (Ned Kynaston), Claire Danes (Maria Hughes), Rupert Everett (King Charles II), Hugh Bonneville (Samuel Pepys), Richard Griffiths (Sir Charles Sedley), Edward Fox (Sir Edward Hyde), Tom Hollander (Sir Peter Lely), Zoë Tapper (Nell Gwynn). Music by George Fenton. Cinematography by Andrew Dunn. Ed. Tariq Anwar. Prod. Des. Jim Clay. Art dir. Keith Slote, Jan Spoczynski. Set Decoration by Caroline Smith. Costume design by Tim Hatley. Exec. Prod. Rachel Cohen, Richard Eyre, Michael Kuhn, Amir Malin, James D. Stern. Coprod. Michael Dreyer. Prod. Robert de Niro, Hardy Justice, Jane Rosenthal. Lions Gate Films / Qwerty Films, Tribeca Productions / N1 European Film Produktions / BBC Films, 2004.* (Spanish title: Belleza prohibida).
Director: Ben Affleck
Interpretes:
Ben Affleck, Bryan Cranston, John Goodman
Ben Affleck ha pasado de ser tan solo un inexpresivo pedazo de carne delante de la cámara a confirmarse como gran talento del cine americano detrás de ella. Su tercera película como director, Argo, recrea un extraño episodio en la historia del espionaje norteamericano. El 4 de noviembre de 1979, con la revolución islámica en su punto de ebullición, un grupo de iranís irrumpieron en la embajada estadounidense en Teherán y tomaron 52 rehenes. Seis americanos lograron escapar y refugiarse en la residencia del embajador canadiense. La CIA recurrió entonces a su especialista Tony Mendez (Affleck), para llevarlos de regreso a casa. ¿El plan de Mendez? Ni más ni menos, utilizar como coartada el rodaje de una película de ciencia ficción cutre llamada Argo para viajar a Irán en la piel de un productor en busca de localizaciones y luego volver con los seis americanos disfrazados de equipo cinematográfico canadiense. Tan improbable peripecia demuestra hasta qué punto el mundo de los servicios de inteligencia se parece al del cine, en tanto que ambos se basan en la creación de ficciones y mentiras suficientemente plausibles.
Pulsa aquí para leer la crítica de Argo
Pulsa aquí para ver el trailer
Url: http://www.warnerbros.es
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Y sigo comentando. La película es histórica, con convenientes aderezos de suspense y huídas en el último minuto. La primera secuencia del asalto a la embajada americana es extraordinariamente efectiva y angustiosa, y hay otras muchas buenas escenas por toda la película. El montaje de los espías deja bien a la CIA, de modestos y todo, pues el mérito de toda la operación secreta se lo lleva el gobierno canadiense, para evitarles acusaciones de espionaje. Con lo cual la película deja en buen lugar a la CIA, a pesar de su incompetencia cuando no detectaron la proximidad de una revolución en Irán; al final son menos intrigantes y poderosos de lo que parecían, y bastante eficaces e imaginativos a la hora de burlar el enemigo. Así que supongo que la CIA la habrá financiado en parte o autorizado, es desde luego de la hornada patriótica. Ahora que estamos a un tris de si se declara o no se declara la guerra a Iran—en realidad ya parece cosa decidida según a quién escuches— es una película que de por sí forma parte del arsenal propagandístico norteamericano. No digo que sea ciencia ficción cutre, pero sí busca dar una idea lamentable del régimen iraní, cosa bastante fácil, no hay que irse a las estrellas a buscar inspiración. La población iraní aparece mayormente fanática y enloquecida de rabia, y aunque se nos dejan oír sus argumentos no se nos da una idea favorable de la revolución de los chiítas, es lo menos que se puede decir. Alguna pincelada nos deja ver también a la gente de a pie que sufre el régimen, con las ejecuciones sumarias, la brutalidad ambiental, la atmósfera opresiva... así, la criada de la embajada canadiense de la que desconfiaban los embajadores y rehenes, no se fuese a chivar, en realidad arriesga su propia seguridad por mantener el secreto, y elige el exilio antes que traicionar su confianza (su confianza no dada, vamos). Más visibles son, desde luego, las ratas de cloaca que salen en toda revolución a subirse a lomos del sistema y organizar purgas y chekas. Mala idea sería, de todos modos, que todo este mal de hace treinta años o de hoy les sirviese a los americanos para montar una guerra nuclear. Sobre todo porque hay un episodio histórico que la película omite mencionar, el fiasco del intento de rescate de los demás rehenes, con marines y helicópteros, ordenado por Jimmy Carter. La operación Eagle Claw se llamó, y fracasó por fallos de maquinaria, organización y ejecución, con accidentes y militares americanos muertos en Irán. La operación se suspendió; supongo que no la han mencionado por no mentar la bicha y dejar todo en un tono de victoria sobre los barbudos. Pero ojo, que la historia tiene sus ironías. Por cierto, Ben Affleck también sale con barba.
Quizá sea Melancolía la película que más me ha gustado de Lars Von Trier—ésta y Dancer in the Dark. Recomiendo mucho ver las dos.
Melancolía va sobre una novia con tendencias depresivas, Justine, que estropea su noche de bodas, o su vida. Descubre que sus intentos de sonreir a la vida y a su novio Michael no la convencen—la comedia humana del bodorrio que ha montado, y su horrible familia, pueden con ella y se desmorona. El teatro de la vida le resulta insoportable. La ataca la depresión profunda y en lugar de hacer el amor con su marido se va a echar un polvo con un invitado insignificante, sólo por estropearlo todo y terminar de arrancar las apariencias a la cruda realidad. También insulta a su jefe y pierde su trabajo, aprovechando la ocasión. Luego, Justine va cayendo en una catatonia profunda, de la que sale parcialmente a medida que se enfrenta a la muerte no ya propia, sino de todo el universo humano. Justine es acogida por su antipática hermana Claire y por su cuñado John en su mansión del campo, donde se celebró la boda frustrada. Se normaliza un tanto en contacto con el jardín y los caballos. Pero mientras se acerca a la Tierra un planeta, Melancolía, que se asocia a la depresión de Justine. Según los científicos el planeta pasará cerca, aunque algunos dicen que chocará con la tierra. El cuñado John se prepara para el espectáculo astronómico, pero Justine sabe que habrá una colisión y que todos morirán. También "sabe" que será el final de toda la vida del Universo, pues ésta sólo existe en la Tierra. Es el fin de todo, un apocalipsis en toda regla. Como película de ciencia ficción es muy original por el tono emocional y existencial que se da al tema del apocalipsis, transformándolo en un paralelo simbólico de la depresión, y también de la angustia ante la muerte. Cuando John se suicida, al descubrir que todo va a morir en unas horas. La película evita espectáculos de terror colectivo, el fin del mundo llega en una casa de campo aislada, sin noticiarios ni electricidad, sólo con los animales actuando de forma extraña. La hermana de Justine, Claire, está también aterrorizada, y le propone esperar el fin tomando un vino en la terraza. Justine le dice que su plan le parece una mierda, y aprovecha para decirle que sabe "cosas" sobre el universo, a saber, que sólo hay vida en la Tierra y que nunca más la habra en ninguna parte. Nada significa nada ni tiene consecuencias, por tanto. Pero Justine saca algo de fuerzas de flaqueza, sólo por acompañar a su sobrinito, desorientado por la actitud de sus padres. El padre le había dicho al niño que no había lugar donde esconderse, y el pequeño está asustado. Justine le dice "Ah, pero si te dijo eso es que se había olvidado de la cueva mágica." Y pasa a construir una cueva mágica con el niño, cortando cuatro palos para hacer una tienda sin paredes. Allí se sienta Justine, triste y serena, dándole las manos a Claire que llora y a su sobrinito que cierra los ojos, mientras el planeta Melancolía se agranda en el horizonte y al final arrasa todo, dejando la pantalla negra.
Hay una reseña positiva de Roger Ebert. En este artículo de Andrew Gordon, "The Bride of Melancholia", se analiza la película y se interpreta en conexión con las tendencias depresivas del propio Von Trier, y por qué éste también estropeó la fiesta en el Festival de Berlín. Es una de las mejores transposiciones cinematográficas de la depresión, dice Gordon. También me parece interesante la película por la conexión que establece entre la depresión y el descreimiento. El planeta Melacholia es también la muerte, claro, que no se limita a pasar cerca, dejándonos en una vida posterior, sino que es realmente el final real y absoluto de todo. En ese sentido también es una de las expresiones cinematográficas más logradas de la idea de la muerte—expresión que consigue ser a la vez directa e indirecta, por su asociación a la depresión de Justine. La depresión aparece así como la intuición de una experiencia de la muerte inexpresable de otra manera, de una muerte en vida.
Y dentro de este movimiento negativo, en el que nadie se salva, everybody dies, resulta estéticamente satisfactorio el toque positivo que proporciona al final la Cueva Mágica—cuando Justine, alienada de todos y de sí misma hasta el final, por fin acepta participar en los rituales que la unen a otros. Al final hace un gesto de aproximación a los demás y les da la mano en el último momento, en atención sobre todo a las ilusiones que ella perdió hace tiempo pero que todavía reconoce en la inocencia de su sobrinito. La Cueva Mágica es la religión, las ficciones humanas, la creencia en el más allá y en otra vida, el mundo virtual humano que construimos para vivir juntos en él, negando la evidencia. Por cortesía hacia los demás, Justine entra en la Cueva Mágica. En cuanto a Von Trier, quizá hacer la película sea su manera de entrar en la Cueva Mágica. Aunque no sea lo mismo entrar en ella que mostrar cómo se entra. Como Justine, que tiene contacto privilegiado con su creador, él también "sabe cosas" y tiene que contarlas. Es la paradoja de la creación artística pesimista: a la desautoriza las ilusiones humanas, y participa de ellas por el mismo hecho de avenirse a crear arte.
Película con guión de H. G. Wells sobre su novela futurista, ahora retrofuturista. La he visto en Sesión Continua.
Tiene aspectos muy interesantes: la profecía de la segunda guerra mundial, con la Batalla de Inglaterra y el Blitz de Londres muy bien filmados avant coup; un episodio de decadencia post-apocalíptica, y una utopía urbanística en el siglo XXI. Me han llamado la atención los años 60 y 70 imaginarios, frente a los que viví yo de verdad. Quizá estén a la espera en otro momento del futuro, quién sabe. Algunas de sus profecías se han cumplido sin embargo antes de lo previsto: Wells situaba los viajes espaciales a la Luna en la década de 2030—y ya ven. Los ascensores transparentes y la arquitectura de grandes plataformas interiores también se han puesto de moda mucho antes, quizá por influencia de la propia película...
La película presenta su sociedad ideal futura, una vez superada la epidemia y la decadencia en la barbarie medieval, como una versión mejorada de los años 30, con todo un canto visual al industrialismo y a la producción maquinista; casi parece soviética en este sentido, y muy de la era fascista-comunista en la subordinación total del individuo al avance de la colectividad, aquí un orden mundial entre benevolente y agobiante en su planificación perfecta, mal de muchas utopías.
Más ambivalente es el conflicto del final, cuando la exploración espacial divide a la humanidad; algunos quieren detener el progreso y vuelven las revueltas—se presenta a estos agitadores de masas usando unos medios de comunicación audiovisual que el Estado podría suprimir pero elige no hacerlo. Estas pantallas futuristas están entre el televisor de plasma y los hologramas de la Guerra de las Galaxias; la estética vestimentaria futurista passé es atroz, aunque a veces le da un toque de intriga shakespeariana a los que abogan por detener el progreso—su imagen está entre Bruto en Julio César y Catón anunciando que hay que destruir Cartago. La película es ambivalente en su final: la expansión humana al universo parece un sueño inevitable, una compulsión, más que una realidad factible—termina con esta alternativa crucial, entre las estrellas o ser un animal más sobre la tierra. Parece que hoy es precisamente la alternativa a evitar—hay mucho espacio intermedio por explorar, más abajo del espacio.
Music Box (La caja de música) es una excelente película de Costa-Gavras, protagonizada por Jessica Lange, Armin Mueller-Stahl y Frederic Forrest. Recuerda en algunos aspectos a La Llave de Sarah, pero lleva muchos cuerpos de adelanto sobre el pelotón a la serie reciente de películas sobre la memoria histórica y el retorno del nazismo reprimido. Como en la película sobre la novela de de Rosnay, llama la atención aquí cómo el pasado vuelve para hacer posicionarse a personas que se creían ajenas y fuera de su alcance, y yendo más allá muestra cómo la investigación lleva a descubrir más cosas de las que se deseaban sobre el propio investigador—es un tema trágico creado por Sófocles en Edipo Rey.
Aquí Lange interpreta a una abogada, americana de etnia húngara, que defiende a su padre en un caso en el cual se le quiere privar de la ciudadanía americana. El abuelo dice que todo es un error, y luego un montaje de los comunistas contra un emigrante indeseable. Y así sale a la luz el pasado del padre—no sólo inmigrante con status jurídico incierto, cosa que pronto admite a su hija, y no sólo colaboracionista con los nazis, sino aún peor: una auténtica estrella de las matanzas y la crueldad, un sádico psicópata que disfrutaba con su "trabajo" y mataba sin medida ni sentido, disfrutando con sus ejecuciones masivas como un demonio con patas.
Eso no pega nada con la imagen que tenía la abogada de su padre, claro—para ella ha sido un sacrificado obrero de fábrica que consiguió darle carrera, y siempre cariñoso con ella, y el ídolo de su nieto. La película posiciona al espectador desde el primer momento sospechando del honesto abuelo, pero la abogada se resiste con una defensa tecnicista basada en desmontar la fiabilidad hermética de las pruebas. Un buen abogado en USA demuestra (como en el caso O. J. Simpson) que nada se puede demostrar, que todo documento puede haber sido manipulado.
Pero por accidente, buscando pruebas a su favor, llega la abogada hasta Hungría, y allí encuentra más de lo que busca. Su padre había sido chantajeado por un compatriota, y saldrá a la luz que lo mató para terminar con el chantaje. Visitando a la hermana del chantajista, haciéndose pasar por una amiga de América, descubre la abogada no sólo que era otro criminal de guerra de triste memoria (lo delata una cicatriz que luego se borró quirúrgicamente (todo un emblema de raíz aristotélica, las cicatrices y ahora su eliminación quirúrgica en USA). Y le da la hermana otra cosa que le envió su hermano: una papeleta de una casa de empeños. Lo que empeñó el chantajista era la caja de música en cuestión, que contenía fotos de las atrocidades. Ahora la abogada ya no duda, y las envía a su rival el fiscal que intentaba empapelar a su padre.
Y tras una escena de abrazos y recriminaciones se separa de su padre el monstruo, que ahora sí será juzgado y extraditado, se deja intuir, todo sin el apoyo de la hija. En la última escena le anuncia que le separará de su nieto y le cuenta quién fue en realidad su abuelo.
Una cosa interesante en la película es el retrato de pasada del nazismo a la americana: la abogada, divorciada, mantiene el contacto con su marido a quien conoció en la Facultad y sobre todo con su suegro, importante abogado de tradición hiper-republicana; éste le echa alguna manita durante el juicio. Es un personaje inteligente y manipulador, vemos desde el primer momento que no tiene ninguna confianza en la inocencia de su consuegro pero que ve en todo un juego de intereses—la verdad está para manipularla, no para adorarla, y éste está dispuesto sobre todo a oponerse a las políticas de apaciguamiento con los comunistas. También tuvo su papel colaborando con nazis que se arrimaron a la bandera de USA tras la guerra.
Las personas guardan secretos, y cuando penetramos más allá de esa fachada que es la presentación que hacen de sí mismos para nuestro teatro cotidiano, las sorpresas pueden ser mayúsculas. La película dramatiza un caso extremo de este fenómeno, al mostrar el desenmascarmiento de un criminal ante su familia, y lo que cuesta aceptarlo. Tanto más cuanto que su hija comete el error de ponerse en el papel de su abogada, y un abogado y un familiar son partidarios inflexibles del sujeto, pero por razones muy distintas, que van creando aquí tensiones y minando la fe de la defensora en sí misma y en su defendido.
Pero quizá el aspecto más interesante de la película queda sólo apuntado, y no para mal. El abuelo es un psicópata, sí, y fue un sádico, pero ya no lo es. Ha construido otra persona, y cuando niega que él fuese aquel monstruo sádico cuyas atrocidades se describen a la vez miente, y (lo más inquietante) también dice la verdad. Su vida en otro país y otro momento es otra vida, y a pesar de las intrusiones constantes del pasado, en la persona del chantajista, se había construido otra personalidad basada en mantener en un compartimento estanco de su mente todo lo que pasó en la guerra. Una víctima de la guerra a su manera—hasta el verdugo lo es— pues la guerra le permitió ser, o lo llevó a ser, algo que nunca hubiera sido de otra manera. Y el resto de su vida volvió la espalda a lo que había sido, no por ignorar su horror, sino precisamente por reconocerlo, a su manera—es el elemento trágico de la película, como lo describía Bradley en su teoría de la tragedia—la destrucción del bien que va inevitablemente entremezclado al mal que hay que destruir. Así, la película apunta en una dirección posible, en la que el abuelo no es sólo un farsante, sino además el portador de un trauma, una víctima resilient, que se ha reconstruido a sí mismo, pero que lleva a cuestas una personalidad quimérica e insostenible, murder will out.
Como digo, no queda sino apuntado este elemento, pero contribuye a hacer de la película algo más complejo y más trágico que ese otro montón de películas sobre traumas donde el traumado es la víctima, y en ningún caso el agresor. La verdad es más compleja y más desagradable; y el pasado traumático se extiende sobre una mancha, dejando tocada a la abogada protagonista, cambiando su pasado retroactivamente como en toda buena historia de trauma generacional: ya no es sólo su que su padre es el que era, ni era el que era: tampoco ella es la que era, ni era la que era. La historia, recontada, tiene estas paradojas, pero ya decía Oscar Wilde que es inevitable, y que frente a la historia nuestra única responsabilidad es contarla otra vez, de otra manera. También entendía eso a su manera el criminal de guerra, que viéndose perdedor vuelve la espalda a su pasado con determinación y decide hacer como que no ha existido—ni siquiera para él. Pecho fuera y vista al frente, chico, le dice a su nieto. Pero la mirada atrás se impone a la fuerza, y se hace con el acierto de mostrar cómo las personas son personas con sus circunstancias a cuestas, cómo no puede hablarse de identidad realmente sin comprender las circunstancias en las que esa identidad se construye. También muestra los límites y paradojas de esa reconstrucción de la identidad por las circunstancias, cómo el pasado tiene un precio y se lleva a cuestas, y cómo lo más familiar y próximo, y los más demonizado y rechazable, pueden mezclarse de maneras imprevistas e inasumibles; así el trauma manda ecos a través de las generaciones Y por último nos hace comprender la película cómo y por qué un criminal puede rehacerse a sí mismo, sin por ello exonerarle ni mostrar compasión por él.
No tenía intención de escribir sobre Prometheus antes de verla, y menos después, lo aseguro. Una buena película a lo grande, superproducción para sesión de palomitas de fin de semana, y vale. Y es lo que es. Pero visto que hasta Roger Ebert dice que contiene mind-challenging ideas... me tomaré la molestia de comentar algunos de sus presupuestos discursivos. No le haré una crítica en tanto que espectáculo de efectos especiales, artefacto de control de la tensión y el suspense, fluidez a la hora de engarzar escenas, etc.—pues todo eso está muy conseguido, que hablamos de Hollywood y de Ridley Scott, para qué abundar más en lo obvio. Pero visto que la película toma un tema como el del origen de la humanidad y el diseño de vida inteligente, o diseño inteligente de vida, más vale poner cuatro puntos sobre cuatro íes, y hacerle una disección rápida al cráneo del titán éste. Breve, porque si nos metemos en harina la cosa explota, salpica y se queda uno hecho un asco.
La película es por tanto entretenida, pero a base de la receta MacDonalds: ponerle a la vez mucha sal y mucha azúcar, y picante, y grasa y gluten. Concluía Oscar a la salida, y sólo tiene once años: "Esta película es como un caldo espeso demasiado nutritivo." Lamento decir que las mind-challenging ideas sin embargo no entran en la lista de ingredientes. Sí en cambio una colección intertextual de tópicos, fantasías y actitudes, ellos y sus contrarios, convenientemente centrifugados e histerizados al modo de producto postmoderno, para tocar teclas en todas las direcciones, y dar un poco de todo a todos: aventura, suspense, terror, ciencia-ficción, evolucionismo, anti-evolucionismo, diseño inteligente, ofensas a la inteligencia, mito, creacionismo, religión, escepticismo, y (lo más difícil) sorpresas y clichés a la vez.
Ivo le veía los agujeros al guión: "Si los Ingenieros nos crearon por error, ¿cómo es que dejaron señales para localizarlos?" Robots in Masquerade opina que estaba hecha con bajo presupuesto (eso no lo sé) y apresuradamente (tampoco) y que el guión era malo y mal escrito. Sí, a veces con efectos increíblemente barateiros y de serie B dignos casi de Mortal Kombat—como el científico punky o el rugido de Alien al final como si fuese el león de la Metro. Parece como si no le hubiese impresionado bastante al guionista (el ente guionista, emplearé el singular) el final de Alien vs. Predator, con el nacimiento de Predalien de triste memoria. Hay cosas que no se deberían autorizar, digo en los estudios, ya que tienen a tanta gente a sueldo. O se le debería suponer al director un poco más de criterio para decir esto, no. De esas hay unas cuantas. Por desgracia no van sueltas sino que afectan a la sustancia del guión; una expedición científica de esgarramantas ignorantes, y sin plan como estos jamás se vio ni espero que se vea a finales de siglo. Luego, el efectismo buscado como Plan Nº 1 también hace estragos con la implicación en lo que les pasa a los personajes. Un ejemplo y no más: cuando la protagonista descubre que está embarazada de un alien y se mete en la máquina quirúrgica para hacerse un autoaborto (—casi recordaba a la escena esa de José Mota de autocirugía barata, "hágase vd. una incisión y extraiga el órgano") bien, pues en realidad estaba bien llevado, y lo pedía en cierto modo la idea misma de Alien, literalizar el embarazo monstruoso, digamos, ya que no hay temor a caer en la redundancia. Pero es que va la cosa tan deprisa que la chica ni siquiera se molesta en comunicarle a nadie de la tripulación "oigan, que me acabo de hacer un autoaborto, que llevaba un alien en la tripa"... No sé si parte de la película irá en este punto a defender Roe vs. Wade, ahora que Gallardón avisa de que va a prohibir los abortos eugenésicos. Pero en todo caso, por ajetreada que estuviera la vida, la cosa merecía una mención. También se pregunta uno si no se va a herniar la moza, con sus grapas en la tripa, y dando brincos por esos mundos de dios....
A lo que voy, como fantasía cultural, veo en Prometheus un síntoma, y prefiero tratarla como síntoma que no como interpretación inteligente de nada. Síntoma múltiple, de muchos síndromes que aquejan a película en sí y a la América que la produce y la hace (en los títulos de crédito sale media América que ha estado trabajando aquí). En América la mayor parte de la población es creacionista, cristiana y creyente en cuestiones de ciencia en una cosa llamada el diseño inteligente. Son ideas que no merece la pena ponerse a refutar aquí; otros lo han hecho con más tiempo y dedicación. El caso es que son estas ideas (no las llamaría yo mind-challenging sino en un sentido muy especial) la sopa primigenia de donde sale la cultura popular americana, y donde flotan no sólo los indocumentados, sino también la gente documentadísima en su propia especialidad profesional, pero desnortada cuando se trata de orientarse en el cosmos. El mapa de la Biblia, en versión adaptada al gusto de cada cual, le sigue sirviendo a mucha gente. Entiéndase: hay vida después de la muerte (cuestión en la que la película no entra, para nada, quizá dándola por imposible ya) y la humanidad fue creada por un Dios benevolente a su imagen y semejanza. Bien, para mí Prometheus viene a significar la duda sembrada en la mentalidad americana, la posibilidad de que el universo no sea benevolente ni esté hecho a la medida del ser humano. Los Ingenieros que han creado a los humanos parecen haberlo hecho por error, o han cambiado de planes; en todo caso si bien ellos son técnicamente humanos (en cuanto a su ADN) iban a reemplazar la civilización humana por otra, quizá por esos aliens que cultivan, experimentando con la vida como quien no debe... Son humanos los Ingenieros quizá en eso, en trastear con la vida y crear seres innombrables a partir de células madre quizá, mezclando las especies y alterando el orden del universo. Quizá sean titanes revueltos contra los dioses, y ocupando su lugar. Se observará que en imaginario de la película Prometheus es no sólo la nave de los humanos, que va en busca de la chispa del fuego y de iluminación, para esclarecer el origen de la humanidad: prometeicos son también estos desagradables titanes atormentados que al parecer han creado a los humanos y no saben qué hacer con ellos. Se trasluce aquí una ansiedad menos creacionista—la consciencia actual de Occidente de que quizá el hombre es un accidente, un ser sin ubicación en un orden natural estable. O quizá es el guionista el que no sabe qué hacer con estos humanos. Recuerdan un poco a los gigantes deshumanizados y sin empatía humana de El Mundo Subterráneo de S. Fowler Wright. Los titanes Ingenieros son blancos, muy blancos, hiperblancos, en ese sentido los podemos asimilar a Moby Dick, mostruo inhumano, y a otros excesos de whiteness analizados por Richard Dyer en White. Uno de los ejemplos que analizaba Dyer era la decapitación del androide Bishop—o no era Bishop, era su predecesor en Alien— con lluvia de semen blanco. La sobreabundancia de creación, o derrame irresponsable de criaturas, parece estar detrás de estas fantasías. La cabeza cortada parlante del androide ya parece ser una fixture de la serie: aquí el androide imita a Lawrence de Arabia, pero en realidad es un cruce entre Bishop y Hal 9000, en plena tradición de sus antecesores, claro. La prepotencia de los creadores ante su creación, el síndrome de Frankenstein, se repite en dos planos, de los ingenieros a los humanos que han creado a este androide. Que como todo esclavo hegeliano, aspira a la humanidad, y por eso va al final a las estrellas junto con la Ripley II superviviente, en busca de más luz, que diría Goethe.
Seguimos buscando. La Ripley II (Noomi Rapace aquí) es científica pero creyente, pésima combinación. Nadie parece haberles hecho a estos científicos la observación de que si el genoma de los ingenieros es humano, los guionistas están cayendo en el error o prejuicio recurrente no ya del creacionismo, sino del antropocentrismo absoluto—pues todos los seres de la Tierra deberían ser una pista falsa, desde los chimpancés con su genoma 99% como el nuestro, a las moscas de la fruta con quienes tantos genes compartimos.... todo un vasto disimulo para hacernos creer que el ser humano no es parte de la evolución de la vida en la tierra, sino una excepción. Es desde luego lo que la película presupone en las esperanzas de sus visionadores. Eso, y un cortocircuito mental que lleve desde el creacionismo a la Cruz y a todo su paquete a cuestas. Claro que también admite la científica que cree porque le da la gana, credo quia impossibile, no es una actitud racional, aunque le lleve a buscar explicaciones por medio universo.
Alquien les debería decir que ni el sentido de la vida humana ni el origen del ser humano se busca por ahí... Pero América prefiere tirar cientos de años de darwinismo por la borda,y buscar el origen y naturaleza del hombre por todas partes, menos donde podría encontrarlo. Porque eso sí que podría ser encontrar una verdad desagradable. En parte también aparece esa intuición desagradable, muy remotamente, en la forma del titán blanco, que es dios y diablo, el hombre del pasado remoto, y el hombre del futuro. El universo indiferente a nosotros, la apatía de las estrellas, o los dioses para los cuales somos moscas. El tiránico faraón también aparece en su composición imaginaria, o bien Ozymandias. Y es que es otro género que a primera vista pasa desapercibido, en el caldo espeso de esta película: las películas de momias y pirámides oscuras, y viejas maldiciones por adentrarse en lo arcano y prohibido. Qué tenga esto que ver con el origen de la humanidad, hay que buscarlo sólo leyendo la película como síntoma de arquetipos y fobias culturales, y de referencias insistentes al cine previo—tanto al género en el que se ubica, como a Alien en concreto, la película-secuela-de-la-precuela cuyo éxito querría corregir y aumentar esta especie de remake.
Pero me quedo con el lema o tagline de la película como animación o unificación del conjunto, en la medida en que lo hay: "The search for our beginning could lead to our end." La humanidad no halla un sentido reconfortante en la búsqueda del origen, que una vez hallado es inesperado y desagradable; tampoco hay un plan en el que seamos relevantes para el universo—y sin embargo hay que buscar. El sentido no hay que buscarlo como algo predeterminado, sino hacerlo como un proyecto de vida, seguir buscando. Que esa vida y ese proyecto elija ser una búsqueda del origen perdido que nada reconfortante tiene que aportarnos... allí hay una paradoja, y hasta un elemento de verdad.
Prometheus. Dir. Ridley Scott. Written by Jon Spaihts and Damon Lindelof. Cast: Noomi Rapace, Logan Marshall-Green, Michael Fassbender, Charlize Theron, Idris Elba, Guy Pearce, Logan Marshall-Green, Sean Harris, Rafe Spall, Edmun Elliott. Music by Marc Streitenfeld. Cinemat. Dariusz Wolsky. Ed. Pietro Scalia. Prod. Des. Arthur Max. Sets by Sonja Klaus. Prod. David Giler, Walter Hill, Ridley Scott, Tony Scott. Exec. Prod. Michael Costigan, Michael Ellenberg, Mark Huffam, Damon Lindelof. Asoc. Prod. Teresa Kelly. Brandywine Productions / Dune / Scott Free, dist. 20th Century Fox, 2012.
Summer Hours, Las horas del verano (2008) —una bonita película de Olivier Assayas, sobre la historia de una familia en el momento en que se empiezan a separar, con la muerte de la madre. El problema es si conservar la casa de campo de ella, donde se criaron y donde han venido pasando los veranos, ellos y sus hijos, o vender y separar. Dos de los hermanos viven fuera, en USA, en China, y sólo el hermano mayor, francés todavía, es partidario de mantener la casa. Los intereses son distintos, y se ve cómo el paso del tiempo va disgregando los lazos entre los hermanos—no de modo espectacular, sino más bien inevitable. Incluso pagar los impuestos de sucesión es costoso, y requiere no sólo vender la casa, y que cada cual se embolse su parte, sino también ceder los objetos artísticos que mantenía la madre a las colecciones de los museos, para tener beneficios fiscales. En realidad es una película sobre el apego a los objetos, y sobre la diferencia entre el valor de mercado (valor artístico lo llaman) de un objeto, y el apego que se les tiene por estar adheridos al pasado de uno, y por las asociaciones que despiertan. Es un momento terrorífico, el de las herencias y el de vaciar una casa, al menos para las personas más sensibles como el hermano mayor de la familia, único que querría mantener la casa unida (... por interés, claro). Está la película llena de pequeñas historias de esas que van unidas a las cosas y a la gente que se conoce desde siempre, y otras sorpresas de las que van saliendo a la luza sólo tras la muerte de las personas. El hijo mayor no quiere aceptar la evidencia de que hace muchos años su madre había tenido una historia de amor con su tío, artista famoso y propietario original de la casa. Quizá sea también el padre de él. Son cosas que no acaban de unir más, sino que hacen parecer el tiempo que se ha vivido juntos como una especie de ilusión unida a las costumbres de siempre, a las comidas en el jardín, a la vieja criada querida por todos que cuidó primero al tío y luego a la madre, pero que acaba viviendo sola en una urbanización. Recibe la criada un jarrón, valiosa obra de arte pero que para ella sólo tiene un valor sentimental. Cada objeto cuenta una historia. Las cosas tienen su historia, no son indiferentes, están hechas de tiempo y de vida vivida; llevan a cuestas el momento en que se adquirieron, su colocación, las costumbres unidas a ellas, son parte de la identidad misma de las personas, y cambiarlas de sitio, tirarlas, venderlas, es renunciar a quienes hemos sido y somos. En qué poco queda una vida cuando nos vamos desprendiendo de las cosas y de los recuerdos adheridos a ellas. Una educación necesaria, claro, todos pasamos por escenas parecidas a lo largo de la vida, desde la época de los primos (empieza la película con los primos corriendo por el jardín) a la época en la que los primos primero, y luego los hermanos, son casi unos desconocidos, o por lo menos personas lejanamente emparentadas con los niños que recordamos. El teléfono con supletorios que le regalan a la madre en su cumpleaños de la primera escena se queda sin instalar, y es terrible el contraste en la casa entre el fin de semana, cuando están los hijos, y la oscuridad y silencio en que queda cuando se van, y tantos recuerdos a cuestas. La madre de la familia es consciente de lo que va a pasar, y sabe que lo que ha atesorado ella durante años no vale nada para la siguiente generación; es su vida, no la de ellos. Bueno, también es la de ellos, aunque menos—les hace sufrir lo suyo también, la separación, porque la infancia queda atrás y estaban ellos apegados a sus cosas de siempre. También se ve en la película el paso del tiempo, la transformación de Francia, la modernidad, las relaciones impersonales y desenraizadas, los hijos incomunicados con sus padres, la globalización que lleva a los hermanos a trabajar lejos, en el extranjero, a perder su idioma incluso, y su apego a su país y a sus recuerdos. En fin, una historia por la que todos pasamos de una manera u otra, bien mostrada en cada detalle y vivida de cerca, al final nos conocemos todos y casi somos como de la familia. Termina la película con una fiesta, en principio espantosa, hecha por los nietos y sus amigos drogotas en la casa ya vacía y vendida, antes de dejarla para siempre. Pero incluso allí se ve cómo la casa y sus cosas habían sido parte de la vida de los pequeños, algo que se va disolviendo en el pasado, pero que deja el recuerdo de esos días de verano de hace tantos años, y de esas personas que tanto queríamos y que ya nunca más se reunirán en torno a la misma mesa. El tiempo y la vida y la muerte, que acaban con las costumbres de todos los días, hasta que casi ni nos acordamos de quiénes éramos, y separan a las personas, y a las cosas.
Es muy visible una película israelí/francesa/alemana, Los limoneros (2008, dir. Eran Riklis) sobre la dificultad de conviencia entre palestinos e israelíes alrededor de su muro. Va sobre la imposibilidad de dos mujeres a ambos lados de la raya de ser buenas vecinas, a pesar de que no hay mala voluntad por parte de ninguna de ellas. Podrían parecer cargadas las tintas si digo que la israelí es esposa del ministro de defensa de Israel, que para más datos se llama también Israel, vecino abusón que quiere talar el huerto de limones de su vecina palestina Salma, por si se colasen allí terroristas. Pero a pesar de la alegoría, la película está extremadamente bien llevada e interpretada, con la sensación de la experiencia de la vida cotidiana conseguidísima; es como un viaje a la franja entre israelíes y palestinos. Es también la historia de dos parejas que se deshacen: la mujer del ministro, sofocada por su vida pija y sin contenido, acaba de ver claramente la falsedad de su marido y su hipocresía a todos los niveles, un político que tiene futuro, y presente. Al final de la película lo deja en su supercasa que ahora da no a un huerto de limoneros sino a un muro de cemento. La otra pareja es la que se hace y deshace entre Salma, viuda hace años, y el abogado que consigue defender su causa, y salvar la mitad del huerto, ante el Tribunal Supremo israelí. Son dos solitarios que se gustan y se cogen cariño, pero la presión machista de la sociedad palestina no va a dejar a Salma que "le falte" a la memoria de su marido. En fin, dos mundos contrapuestos que parecen a cuál menos envidiable, y una situación imposible en la que la solución salomónica que da la justicia israelí no deja contento a nadie. La juez del Tribunal Supremo también era mujer, pero queda bastante claro que para el director la hostilidad, el maximalismo y la imposición del abuso son mayormente cosa de hombres, en Israel y también en Palestina. De todos modos hombres y mujeres están sometidos a una situación recibida que los desborda; frente a eso, los hay de buena voluntad, buscando soluciones y estando atentos al punto de vista del otro, y otros que eligen rodar con el sistema sin más, y con la norma que impone el grupo, hasta donde los lleve en su mecanismo deshumanizante. Esos son los imprescindibles para mantener la maquinaria.
Curiosa película, Gerry, de Gus Van Sant. Se la ahorré a los chavales, diciéndoles que "parece normal, pero mala, y en realidad es rara, pero buena". Es tan desesperadamente lenta, tan "plomo", que a la salida del cine vino corriendo el organizador del ciclo de cineclub a pedirnos disculpas por haberla programado. Pero hablando con él y otros casi le convencimos de que era mejor de lo que parecía. Va, en esencia, de dos personajes de pocas palabras perdidos en el desierto, andando andando de aquí para allá desorientados, hasta que, a punto de morir de insolación y deshidratación, uno de ellos mata al otro, y descubre al poco la carretera para salir de allí. Lo recoge un coche, y el conductor lo mira por el retrovisor con cierta desconfianza; va sentado en el asiento trasero al lado del hijo del conductor. Delante no sabemos si hay esposa o no, es uno de los enigmas del filme.
A veces las andanzas de Gerry y su colega, no siempre queda claro quién es quien, al parecer los dos son Gerry, recuerdan a las de Vladimir y Estragón en Esperando a Godot. Supongo que la coincidencia de nombres es una de las señales sutiles de poética homosexual que gusta de lanzar Van Sant, igual que en Paranoid Park, explorando las patologías de las relaciones, homosexuales en particular, que son abundantes, la confusión y desorientación que producen cuando no tienen una dirección clara, que normalmente no la tienen. Podría decirse que el desierto éste (imaginario desierto de la mente, nunca hubo un desierto tan variado en su deserción como éste) es en realidad como una alegoría de la propia relación entre Gerry y Gerry, o de Gerry consigo mismo por decirlo de otra manera.
La pareja está en crisis, apenas se hablan—hay dos conversaciones sostenidas, una de ellas una fantasía de Gerry 2 (Casey Affleck) sobre sus problemas como caudillo griego, quizá en un videojuego; al parecer es el fantasioso y a Gerry 1, estólido y más elemento masculino, es al que le entretiene la vida. Pero tras horas de crisis y desierto, sin que la crisis termine de aflorar abiertamente, el Gerry 2 le dice a Gerry 1 "me voy, te dejo"- en circunstancias curiosas, precisamente cuando no puede irse ni dejarlo, pero puede—y es la ocasión de que Gerry 1 lo estrangule. También era Gerry 1 el hombre del desierto despiadado, el tuareg inescrutable. Malas crisis larvadas. El tema homosexual nunca aparece explícitamente—o sea, con sexualidad, ni siquiera con parafernalia muy reconocible—pero de homo hay mucho homo, no siempre sapiens; está claro por otra parte que ninguno de los dos Gerrys son el más listo de la clase. Hacer el Gerry es una frase que usan ambos con el sentido de meter la pata, portarse como un imbécil.
En fin, una película sobre el desierto de la pareja, que a veces cae en la imitative fallacy tan deplorada por Yvor Winters: si quieres mostrar el aburrimiento, aburre. Por suerte hace otras cosas, aparte de aburrir. Como a Roger Ebert, también me recordó la película a la escena final de Avaricia, de Von Stroheim. Y también le recuerda a Godot—todo esto no puede ser casualidad.
8/7/12
Viendo la película de Andrea Arnold, quizá la mejor versión que se ha hecho hasta ahora sobre la novela de Emily Brontë—
—me he acordado, cómo no, de la canción de Kate Bush, que oía en mi radio de válvulas en los años 70, y en la sinfonola también. Y también en la tele, en Inglaterra:
Era 1977, era 1980. En 1990 me compré The Whole Story, que se abría con esta canción. Tocarla ya es más difícil. Quizá con la ayuda de Ultimate Guitar.... Es una combinación de acordes nunca usada.
23/5/12
A tamaños absurdos llevan las jueguitos estos de Facebook para potenciar la interacción:
En el Cerbuna viví yo cinco años, y ahora me voy para allí, a ver una película sobre teatro, Cradle Will Rock / Abajo el Telón. Esto me cuentan de ella en la web de actividades culturales—
ABAJO EL TELÓN (Cradle Will Rock)
País: EEUU Año: 1999 Duración: 130 min. Color
Dirección y guión: Tim Robbins.
Fotografía: Jean-Yves Escoffier.
Música: David Robbins.
Diseño de producción: Richard Hoover.
Montaje: Geraldine Peroni.
Intérpretes: Hank Azaria, Rubén Blades, Joan Cusack, John Cusack, Cary Elwes, Philip Baker Hall, Cherry Jones, Angus Macfayden, Bill Murray, Vanessa Redgrave, Susan Sarandon, Jamey Sheridan, John Turturro, Emily Watson, Bob Balaban, Jack Black, Kyle Gass, Paul Giamatti.
Sinopsis: Estados Unidos, años 30. El autor teatral Marc Blitzstein intenta llevar a cabo su obra “The Cradle Will Rock” centrada en una huelga de la industria del acero. El comprometido Federal Theater Project se involucra, además de Orson Welles como director y John Houseman como productor. Pero para el Comité de Actividades Antiamericanas esto no se puede permitir.
Nueva York, 1936. Mientras en Europa se larva la peor conflagración bélica de la Historia con su prólogo en la guerra civil española, los Estados Unidos más comprometidos con la causa de la libertad en el mundo hasta la fecha, los de los años 30, intentan imponer a sus gobernantes y al statu quo económico, que hasta entonces contemporiza con el fascismo italiano y el nazismo alemán y les suministra material bélico y productos manufacturados y que admira a Hitler por constituirse en baluarte anticomunista, la misión de la defensa de la libertad contra el totalitarismo como guía en su política internacional. La ciudad es un convulso mosaico en el que personajes de toda índole deambulan en un clima político cada vez más efervescente: obreros manifestantes en demanda de trabajo y pan en plena crisis post-depresión, actores en paro, vagabundos sin un medio de vida, millonarios inconscientes, buitres de Wall Street, pintores geniales, obreros que buscan trabajo, autores teatrales en busca de inspiración… Uno de ellos, Marc Blitzstein (interpretado por Hank Azaria, doblador habitual de la serie de dibujos animados The Simpsons), autor de comedias judío y comunista, viudo reciente (inspirado por las espectrales apariciones de su esposa fallecida y del dramaturgo Bertold Brecht) e imbuido del clima reivindicativo, idea un musical, Cradle Will Rock, en el que el protagonista es un líder obrero que se enfrenta a la tiranía del poder capitalista establecido, y que, gracias al Programa de Teatro Federal establecido por el gobierno Roosevelt para, por un lado conseguir emplear a una parte sustancial de los actores, directores teatrales, escritores, técnicos, expertos en los más diversos oficios, coreógrafos, bailarines, etc., desempleados por culpa de la Gran Depresión, y por otro, de proporcionar diversiones a un público castigado por la situación económica. Sin embargo, y a pesar de contar con profesionales como el joven director teatral Orson Welles (interpretado muy solventemente por Angus Macfadyen), la tendencia combativa y reivindicativa de un argumento en el que, en plena fiebre anticomunista, los obreros son retratados como personajes positivos y los capitalistas como los “malos”, hace que los poderes fácticos, encarnados en William Randolph Hearst (en un antecedente directo a su posterior enfrentamiento con Welles a raíz de Ciudadano Kane) y Nelson Rockefeller (John Cusack) impidan por todos los medios el estreno de una obra subversiva, aunque no podrán conseguir que se estrene igualmente en un final apoteósico con uno de los planos finales más memorables del cine de las últimas décadas. La película, basada en una historia real, es una alegoría de la unión entre artistas y obreros en beneficio de la libertad de expresión y contra el pensamiento único.
A través de una galería de personajes magníficamente dibujados (Rubén Blades como Diego Rivera aceptando dinero de Rockefeller para dibujar un mural en el Rockefeller Center que terminará siendo un alegato a favor del comunismo y finalmente será destruido a golpe de mazo; Joan Cusack como colaboracionista de la autoridad en la denuncia de comunistas del mundo del teatro; Cary Elwes como el productor John Houseman, personaje real que décadas más tarde ganaría un Oscar como actor por su papel de profesor severo en Vida de un estudiante, que tiene que esconder su orientación sexual para poder seguir trabajando; Philip Baker Hall y Vanessa Redgrave, el matrimonio Mathers, él un potentado que vende material militar a Mussolini a cambio de obras de arte de la Italia renacentista, ella una aristócrata que ama el teatro y simpatiza con los pobres; Bill Murray como ventrílocuo anticomunista que colabora denunciando a compañeros para ocultar sus antiguas simpatías izquierdistas, en un papel en el que ya ensaya su posterior éxito como cara de palo; Susan Sarandon, como antigua izquierdista italiana que ahora trabaja para Mussolini cerrando contratos militares en Norteamérica; John Turturro como hijo de inmigrantes italianos cuya familia, con, entre otros, Paul Giamatti, se apunta al fascismo; Emily Watson como pobre vagabunda que quiere abrirse paso en el teatro y consigue un papel principal; Jack Black como alumno del plan Federal de Teatro, aprendiendo ventriloquia…) el actor, productor, guionista y director Tim Robbins nos cuenta una historia de poder y rebelión, de censura, de falta de libertades y de injusticias sociales, todo ello en el mosaico del Nueva York de los años 30 en el que ya se veían vestigios del anticomunismo enfermizo que llevaría a la muerte, por ejemplo, al matrimonio Rosenberg y que más tarde abriría la veda para el mccarthysmo, del que la crisis de 1936 es un precedente en el mundo del teatro.
Con una ambientación extraordinaria, un guión profundo, políticamente incorrecto y reivindicativo no sólo de un periodo histórico de censura y persecuciones silenciado por el poder, sino también como plasmación de la América moderna de la era neocons, la película es además una reflexión sobre el arte y su hipotético deber de obediencia hacia los poderes económicos que lo financian, la dicotomía sobre el artista mercenario y el independiente, plasmada en la reflexión de Diego Rivera: “él ha contratado al artista Diego Rivera, y no a otro: ¿tengo que pintar lo que él quiera por aceptar su dinero?”. Y además de mover a reflexiones, esta gran obra maestra, que se recomienda ver en versión original (aunque en la versión doblada se han traducido acertadamente las canciones y los actores de doblaje realizan una labor increíble), entretiene, conmueve, divierte y proporciona un final apoteósico que exalta y deja tocado por igual. Magistral.
http://www.cinissimo.com/abajo-el-telon-de-tim-robbins-excelente-cine-protesta/
Bueno, pues vamos a verla y la película está muy bien, genialmente ambientada. Un tanto ombliguista con respecto a la farándula y su amor a las subvenciones, en eso parecía más española que americana, pero hecha a otro nivel.
Lo llamativo con respecto a la farándula y las subvenciones aquí, es que en esta Universidad los ciclos de cine que se organizan dejan al parecer totalmente indiferentes a los estudiantes. Les pasan las películas, gratis, en su colegio mayor, y no asiste prácticamente ningún estudiante ni ningún menor de cuarenta años. Es una cosa que ya merece análisis sociológico. Pero que (visto lo extremado del fenómeno, porque siempre es así) dice poco, muy poquito, del nivel intelectual de los estudiantes de esta universidad, y de su curiosidad cultural. Me temo. Cradle will most definitely not rock.
11/5/12
Una sorpresa en YouTube: una película de André Malraux de 1938, sobre la guerra civil en Teruel y la aviación del bando republicano: L'Espoir (Sierra de Teruel).
8/5/12
Volviendo a ver en la cabeza Paranoid Park, de Gus Van Sant. Es una película muy en la línea de Elephant, en cuanto a ambiente y psicología; en la forma un poquito más dislocada allá donde Elephant era como algorítmica y rigurosa en su orden. Aquí hay flashbacks un tanto desorganizados, escenas anómicas y poco significativas, con estilos de filmar y de selección de secuencias atípicos. Todo para expresar la confusión mental y o empanada cultural atmosférica que lleva el protagonista Alex, chaval en crisis en varios sentidos. Para empezar, es adolescente, casi ná. Aquí los adolescentes aparecen desubicados, en un mundo falso, bien engrasado pero todo superficie—donde todas las necesidades materiales están cubiertas, pero los jóvenes no tienen orientación ni arraigo ni ilusiones, tanto menos si miran a las vidas de sus padres. Además, la novieta de Alex le pide sexo y a él no le va la cosa; sale con chicas porque es majete y hay que salir, pero le va más el ambiente de los colegas y el skate en Paranoid Park (y allí llegamos a la temática gay-paranoica en Van Sant). El padre del chaval también se está yendo on the wild side, parece, divorciándose quizá por reorientación sexual. En suma, la vida de Alex es una conjunción incoherente de rutinas sin sentido, en el instituto y con los colegas, y de novedades que es incapaz de asimilar. La crisis se prepara, pero surge por accidente en una escapada con un colega maloncho, que quizá lo inicie en la homosexualidad, todo esto queda off-screen, o quizá tuviese esa intención sólo. Se suben a un tren por hacer un gamberro, y un guardia les pega; Alex le pega en la cabeza con el monopatín y el guardia cae a la vía con tan mala fortuna que lo corta un tren en dos, en una escena de pesadilla surrealista. Bien, ahora Alex tiene un secreto que guardar, cuando un detective viene a hacer pesquisas entre los skaters. Rompe con su novieta (que por cierto sólo quería sexo para contárselo ipso facto a las amigas y presumir), y sigue el consejo de una pretendiente que tiene, más feucha pero con la que se entiende mejor. Ésta le aconseja que se libere de sus secretos escribiéndolos en una carta a alguien (a ella, y que luego ya está, puede quemarla si quiere). Al parecer funciona la cosa, porque con eso concluye la película, con the writing cure y la quema del manuscrito titulado Paranoid Park. La película sugiere una aceptación de la propia historia, pero no hasta el punto de hacerla pública. El secreto seguirá allí, y el secreto mayúsculo parece ser no tanto el homicidio como todo el ambiente que lo ha preparado circunstancialmente—la orientación sexual de Alex, ya sea homosexual o errática, o quién sabe, quizá inexistente— pero en el contexto del cine de Van Sant, podemos colocar la película entre las homosexualidades problemáticas y distorsiones ambientales asociadas. Quizá lo más interesante sea la indirección con que se trata toda la cuestión; indicadores no faltan pero quedan disimulados por el estilo fuzzy de filmación y narración. El silenciamiento de la homosexualidad queda expresado sobre todo de una manera totalmente missing, en la redacción y quema del manuscrito. El secreto que se va en humo es, ostensiblemente, el de la culpa de Alex por su homicidio involuntario; pero aún hay otro secreto todavía menos nombrado, éste ni siquiera al espectador, que va a parar a ese manuscrito sólo para permanecer oculto en él cuando es destruido. Cabe dudar, claro, de que ese secreto llegue a plasmarse en las páginas del manuscrito quemado, no sea que por el humo se llegue al fuego.
25 Jan. 2012
Esta es la película El ladrón de Bagdad (1940), un clásico de fantasía producido por Alexander Korda. En el minuto 1.02.00 (una hora y dos minutos) se encuentra la escena de la Dama de Plata, una autómata asesina.
Uno pensaría que esto son antigüedades fantasiosas típicamente hollywoodescas, pero la afición a los autómatas viene de bastante más atrás. Si no me equivoco, ésta es la fuente más remota de la Autómata Asesina, en el libro XIII de las Historias de Polibio. Habla de las infamias y crueldades de Nabis, tirano de Esparta a partir del 207 a.C.
Esta Apega, de mortífero abrazo, nos recuerda también a la Dama de Hierro original (antes de la Thatcher), y puede servir como buen emblema de la Administración Tributaria. No está de más decir que para Walbank el pasaje es apócrifo o falso. Ahora bien, hay otros ingenios curiosos en las Historias, como el Toro de Falaris o el caracol automático de Atenas.
En la Edad Media, con el desarrollo y difusión de la relojería, también se encuentran historias de autómatas. Unos guerreros autómatas con armadura que parecen más propios de El Capitán Trueno aparecen sin embargo en el poema épico ambientado en Oriente Medio, Le Bâtard de Bouillon. Oriente invita a estas cuestiones, parece.
18 marzo 2012
No he captado bien el sentido del título de esta película, igual alguien me lo explica. Va sobre una pareja de investigadores escépticos que se dedican a desenmascarar los trucos de parapsicólogos y médiums, con éxito pasable aunque uno parece resistírseles, un tal Silver (Robert de Niro), que doblaba cucharillas como Uri Geller y hace espectáculos de levitación y adivinación que le atraen muchos seguidores. La investigadora principal (Sigourney Weaver) muere tras confesarle a su ayudante un momento de debilidada en el que había creído en los trucos de Silver: su punto flojo emocional es un hijo que tiene en coma con respiración asistida desde hace muchos años. En cuanto a su ayudante, su investigación a Silver está llena de fenómenos extraños de poltergeist— hasta que en la confrontación final con el médium, queda claro que el causante de todos los fenómenos psíquicos era el propio investigador, y no el investigado. Una especie de variante sobre Edipo Rey, pues (hasta con adivino ciego), pues el detective se buscaba a sí mismo mismo sin saberlo. La película pasa así del modo escéptico poco convencido al modo paranormal como efecto final. El reto en todo espectáculo de ilusionismo es descubrir el truco del ilusionista—en este caso, cómo resolverá la película los nudos que ata— y lo hace más o menos cambiando de género o de registro, solución arriesgada, aunque preparada a lo largo de la película de modo que se haga aceptable (digo cinematográficamente, no intelectualmente). Es triste, sin embargo, que la posición más racional aparezca en el cine, sistemáticamente, como frustrada emocionalmente, o como una modalidad de autoengaño, y que los mercaderes de misterios baratos adquieran un aura de gurú trascendental aun a la par que se denuncian sus supercherías. Prueba, por si hacía falta, de que la gente lo que quiere realmente (aparte de pasar un rato de intriga) es creerse lo que quiera, sin que la desengañen. Por lo menos en el cine.
Una película de Todd Haynes sobre la presión social sobre la libertad de las personas—sobre la represión de los deseos y de las emociones controlada por el círculo social, las maneras, el matrimonio... Vemos a una pareja modélica de los años 50, un próspero hombre de negocios y su esposa, viviendo en su chalecito barrio blanco en la América blanca, y llevando a sus hijos más tiesos que una vela. A la vez, él es un homosexual reprimido, y el descubrimiento de ésto, sus fallidos intentos de "curarse" y normalizarse, le llevarán a tensiones insoportables y al final a la crisis irremediable. En cuanto a ella, intenta (en parte por su frustración emocional) hacer amistad con su jardinero, negro por más señas—sin ser consciente del nivel de rechazo y hostilidad que esto iba a levantar en su círculo social y familiar. Al final, el marido y la mujer siguen viviendo su vida de mentiras y disimulos, sin aceptarse mutuamente, mientras la relación de entendimiento mutuo y cariño que despunta entre la esposa y su jardinero negro termina en una triste separación sentimental, cuando él se ve obligado a buscar trabajo en otro sitio, y a cortar la relación por el bien de su hija. La película está muy cuidada en su aspecto visual, imitando la estética del cine y la publicidad de los 50 incluso en sus títulos de crédito, y por supuesto en los colores, diseños, peinados, posturas... Eso es a la vez una fuerza y una debilidad, puesto que a veces parece estar hablando de un tiempo felizmente superado, y otras nos sugiere con mucha fuerza que el control externo e interno lo tenemos siempre dentro y alrededor, y que salirse algo más que un pelín de los carriles marcados y de lo que espera tu círculo lleva a tensiones, peleas, sufrimiento y aislamiento. No es optimista la película, a pesar del ramito de flores que la cierra, con un movimiento de cámara deliberado. Es una historia ejemplar que muestra entre otras cosas los límites de todo el mundo. La buena mujer (Julianne Moore) desfoga sobre sus hijos, con una vida hiperordenada que les impone, toda la presión social que siente ella misma. De la "dolencia" de su marido, jamás llega a concebir ella (ni él) que no sea la cosa un problema mental o un vicio indeseable, eso de la liberación gay quedaba muy lejos. En cuanto a su mejor amiga llegaba a comprenderla en sus problemas sexuales y emocionales con el marido, pero traza la raya de la incomprensión cuando la cosa trata de hacer amistad con negros. Una especie de Jungle Fever menos febril, en suma. Pero estas cosas sólo pasaban en los años 50, ¿no?
"David Copperfield" (Ciclo de Cine: "Derechos de infancia y adolescencia I") (Teruel) | |||||||||||||||||||
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DAVID COPPERFIELD (The Personal History, Adventures, Experience, & Observation of David Copperfield the Younger) País: EEUU Año: 1935 Duración: 125 min. B/N Dirección: George Cukor. Guión: Howard Estabrook y Hugh Walpole basado en la novela homónima de Charles Dickens Fotografía: Oliver T. Marsh. Música: Herbert Stothart. Dirección artística: Cedric Gibbons. Montaje: Robert J. Kern. Intérpretes: Edna May Oliver, Elizabeth Allan, Jessie Ralph, Harry Beresford, Freddie Bartholomew, Hugh Walpole, Basil Rathbone, Herbert Mundin, John Buckler, Una O’Connor, Lionel Barrymore, Elsa Lanchester, W.C. Fields, Maureen O’Sullivan. Sinopsis: Inglaterra, siglo XIX. Cuando el padre del joven David muere, su madre se vuelve a casar. Su padrastro es un hombre cruel que, después de enviudar, manda a David a Londres para que viva de su trabajo. Film de George Cukor, basado en la novela (1850) de Charles Dickens. Se rueda, en B/N, en exteriores de Canterbury y Malibú y en los MGM Studios. Fue nominada a 3 Oscar (mejor película). Producido por David O. Selznick para la MGM, se presenta en “première” el 8-I-1935 (EEUU). La acción tiene lugar en Bloonderstone, Salem House, Londres, Dover, Yermouth y otras localidades, entre 1810/19 y 1835/44. Dickens trabaja 2 años (1848/50) en la novela, narrada en primera persona (como la película), con abundantes referencias autobiográficas. David Copperfield nace en Blooderstone 6 meses después de la muerte del padre, en un año indeterminado de la segunda década del XIX. Los avatares de la vida le enfrentan pronto (a los 8/9 años) a problemas y dificultades que le obligan a tomar decisiones arriesgadas y trascendentes. La película desarrolla un drama que se sitúa antes de la época victoriana (1870/1914). Es el tiempo en el que se sientan las bases de una larga fase de prosperidad, mejora de las condiciones de vida, aumento de los salarios, pleno empleo, avances sociales, popularización y reglamentación de los deportes (cricket en 1847), extensión de la enseñanza, emergencia de una clase media amplia, florecimiento de la cultura, el arte y la literatura, progresiva definición de una moral colectiva basada en la austeridad, el trabajo, la respetabilidad y la familia. Se imponen nuevas figuras como el divorcio (1847). La mujer conserva posiciones de dependencia, pero a ella corresponde el gobierno de la casa. La película, de la mano de una excelente adaptación de la novela, muestra el pálpito de la sociedad de la época. La tía Betsey se ha separado del marido, que ha enviado a la India. Jane Murdstone asume el gobierno de la casa en lugar del hermano. Agnes Wickfield tiene la fuerza necesaria para sostener la familia cuando el padre cae en el alcoholismo. Al perder el referente de su familia, David se incorpora a la de la tía Betsey. La hipocresía de unos y la irresponsabilidad de otros son sancionadas severamente. Se elogia el sentido del deber familiar de quien acoge a los sobrinos huérfanos y a la cuñada viuda. David decide ser escritor, una profesión con mayores oportunidades que en el pasado. Se censuran los castigos físicos, en especial los destinados al sometimiento de personas. Se hace exhibición de modas americanas como la de fumar tabaco en pipa de caña larga. El humor se hace presente a través de personajes pintorescos como tía Betsey, el loco muy lúcido Sr. Nick, el bueno de Wilkins Micawber, acosado siempre por las deudas, etc. La música, de Herbert Stothart, es abundante y descriptiva: tormenta, fatiga de David, naufragio, etc. Hace uso de solos de voz y violines dentro de un conjunto orquestal de viento y cuerdas. La fotografía luce encuadres fijos, movimientos limitados de cámara, cuidadas composiciones de grupos, colores contrastados y negros intensos. Las interpretaciones son gratas y convincentes. http://www.filmaffinity.com/es/review/96549369.html _______ Bien, pues vemos con no demasiado público este clásico. Llama la atención la obsesión con la diferencia social, y el terror a perder el status de gentleman para convertirse en proletario o en mendigo. Inversamente, el malvado de la película es un trepa social, el intrigante Uriah Heep que con sus malas artes se apodera de la oficina de su patrón, pretende a su hija... y es debidamente castigado y humillado. Esta cuestión de la ansiedad por la posición social viene de la autobiografía de Dickens, como muchos otros elementos "descolocados" en la novela (y en la película) como son el carácter improvidente y la familia desorganizada de Mr. Micawber - aquí proyecta Dickens elementos de su propia infancia y de su padre, como también el episodio en que se manda al niño a trabajar, proletarizándolo. Otro elemento desplazado que llama la atención es la historia de los dos matrimonios. David Copperfield, DC, es "CD", Charles Dickens, convenientemente disimulado, el único escritor de sus héroes. Su matrimonio con Dora es un trasunto del amor temprano de Dickens a su esposa, que iría seguido del desengaño ante su falta de inteligencia y su indolencia como ama de casa. Pero tuvo la mujer el desacierto de no morirse, y Dickens lo corrige debidamente en su ficción, preservando así en su pureza el amor que en realidad desapareció. En cuanto al angel guardián del hogar, Agnes, veo en ella una transposición de su cuñada, con quien Dickens (con)vivió un idilio platónico o amistad idealizada. Me pregunto si sus conocidos interpretarían esto en su fuero interno; comentarlo hubiera sido demasiado inconveniente. La realidad fue otra, no menos interesante, pero en la ficción el novelista no duda en matar a la esposa, convenientemente llorada, y sustituirla por la cuñada, what the Dickens. Daría para mucho un biopic que mezclase elementos de Charles D. y David C. Además, seguro que ya existe. |
Martes 6 de marzo de 2012
"El chico" (Ciclo de Cine: "Derechos de infancia y adolescencia I") (Zaragoza) | |||||||||||||||||||
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EL CHICO (The Kid) País: EEUU Año: 1921 Duración: 68 min. B/N Dirección y guión: Charles Chaplin. Fotografía: R.H. Totheroh. Dirección artística: Charles D. Hall. Montaje: Charles Chaplin (sin acreditar). Intérpretes: Charles Chaplin, Jackie Coogan, Edna Purviance, Carl Miller, Tom Wilson, Henry Bergman, Lita Grey. Información de la web de la Universidad: Sinopsis: Una mujer londinense, sumamente pobre, se ve en la necesidad de abandonar a su hijo en una casa de millonarios, aunque por una serie de circunstancias el niño terminará siendo cuidado por un vagabundo que se convierte así en su padre. Cinco años después, y con la madre convertida en una popular cantante, el destino tratará de separarlos... Primer largometraje y primer film mayor del realizador Charles Chaplin (Londres/RU 1889 – Suiza 1977). El guión, del propio Chaplin, combina ficción y elementos de carácter autobiográfico, que hacen de éste el que muchos consideran su trabajo más personal. Se rueda, entre el 30-VII-1919 y agosto de 1920, en escenarios reales de L.A. (Olvera Street) y Pasadena (Colorado Street Bridge) y en los platós de Chaplin Studios (Hollywood, L.A.). Producido por Charles Chaplin para Chaplin Productions y First Internacional, se proyecta por primera vez en público, en sesión de preestreno, el 21-I-1921 (NYC). La acción dramática tiene lugar en Londres en dos momentos: 1915 y 1919/20. Una joven madre soltera, pobre y sola, abandonada y olvidada por su compañero y sin ayudas familiares, da a luz un niño en el Hospital de Caridad de la ciudad. En un momento de desesperación, lo abandona en el interior del Rolls Royce (modelo Silver Ghost) de una familia multimillonaria, pero el destino decide que lo recoja un vagabundo, que se convierte en su padre adoptivo. Éste, de unos 25 años, es de buen corazón, soñador, melancólico, pillo y tramposo. Tiene problemas constantes con la policía y sobrevive gracias a los trabajos marginales que le proporciona su condición de pícaro. El chico, de 5 años, es vivaracho, desenvuelto, listo y cariñoso. Se convierte en un firme apoyo del padre en las tareas de la casa y en el trabajo. El film suma comedia, drama, pobreza, familia y cine mudo. Técnicamente es un largometraje, de acuerdo con la definición en vigor de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas (EEUU), el American Film Institut (EEUU) y el British Film Institut (RU), ya que su duración es superior a 45 minutos. Contiene un fondo autobiográfico importante, que recoge recuerdos de infancia del autor, como la situación de pobreza familiar, su separación forzada de la madre, la dura experiencia de dos años de reclusión en un asilo para niños, etc. Le impulsa a escribirlo la frustración que le produce el fallecimiento (10-VII-1919) de su primer hijo, Norman Spencer, nacido 3 días antes con malformaciones genéticas. El 30-VII-1919 inicia el rodaje del film, movido por un afán de perfeccionismo que le lleva a repetir una y otra vez las escenas, hasta totalizar un promedio de 53 tomas por cada una de las seleccionadas y montadas en la cinta. El relato es sencillo, como un cuento de hadas, y desborda ternura y cariño. El resultado es una obra entretenida, conmovedora, cautivadora e inolvidable. No es el mejor trabajo de Chaplin, pero es una de sus grandes películas. Consigue un nivel extraordinario de intensidad emocional sin caer en sentimentalismos vacíos, vanos y superficiales. Combina sabiamente humanismo y lirismo, comedia y drama, humor y melancolía. Es una de las más bellas películas sobre la infancia y, al mismo tiempo, es una hermosa película sobre la paternidad, la familia y la educación. El guión evita el pintoresquismo de la pobreza y de sus manifestaciones, para buscar la veracidad, la sinceridad y la transparencia. Deseos de libertad, honestidad, independencia, justicia y cambio, animan el trabajo del realizador. Al amparo de estos deseos, denuncia las diferencias sociales, el contraste entre quienes lo tienen todo y los que tienen poco o no tienen nada, los dormitorios sociales (de pago) para los sin techo, la mendicidad, la escasez y la mala calidad de los servicios sociales y de los servicios públicos de sanidad, limpieza y otros en los barrios pobres, el rigorismo y la ausencia de sentido humanitario de las instituciones asistenciales, como el Hospital de Caridad para enfermos y parteras sin recursos, concebido como un centro cerrado con vallas y rejas, a la manera de prisión. En 1971 Chaplin decide hacer un nuevo montaje del film, al que añade una banda sonora de nueva creación y autoría propia. Suprime varias escenas, con lo que reduce el protagonismo de la madre, pero mejora la solidez del conjunto, evita digresiones innecesarias y eleva la dignidad de la figura materna. Las escenas suprimidas son el encuentro de la madre con una pareja de recién casados, el encuentro casual con un antiguo amante y la escena rodada en Colorado Street Bridge. El film guarda relación con el realismo de Dickens (1812-70), su David Copperfield (1848-49) y su afición por la infancia. Es de gran interés el análisis que establece de la relación entre el padre y el hijo. Más allá del tratamiento humorístico, el padre trata al pequeño con afecto, amor, respeto y reconocimiento de su dignidad como igual (se reparten a partes iguales la comida). La interpretación de Chaplin es magistral y es soberbia la del niño Jackie Coogan (1914-84), que tenía grandes aptitudes imitativas y reproducía a la perfección los movimientos y la gestualidad que le enseñaba el realizador. El film eleva a Chaplin a la categoría de los grandes cineastas del momento y lo convierte en uno de los más acreditados y famosos. La banda sonora, de Charles Chaplin, para orquesta completa, ofrece un tema de amor, que es el tema principal. Añade ritmos de fox, fox-trot y marchas, que aportan dinamismo y gracia. La fotografía, de Roland H. Totheroh, se rueda a cámara fija frente al escenario y a cierta distancia del mismo. El humor visual cuenta con un generoso repertorio de peleas, puñetazos, persecuciones, huidas, caídas, etc. La escena fantástica se resuelve con gran ingenio, ternura y humor. Siempre que sea posible las películas se visionarán en V.O.S.E. Las proyecciones contarán con presentación previa y coloquio posterior a cargo de la Asociación “Universitarios con la infancia” Se concerán créditos de libre elección (1 para estudiantes de plan antiguo y 0,5 para estudiantes de grado) para aquellas personas que acudan a un mínimo de 7 proyecciones y realicen un trabajo. Más información e inscripciones en Área de Actividades Culturales de la Universidad. Es difícil saber con esta versión en DVD, con un nuevo montaje de Chaplin, conocer el ritmo y lenguaje fílmico preciso de esta película en 1921. En todo caso, en esta versión "remodelada" es una obra maestra, y no cabe duda de que Chaplin fue uno de los grandes inventores de la narración cinematográfica. Está especialmente lograda la composición informativa de las escenas, la claridad que distingue los fondos lejanos de los cercanos, la interacción de los actores... y por supuesto la nueva banda sonora perfectamente integrada con el tono emocional de cada escena. A notar la transición de la realidad al sueño en la escena "Dreamland", con qué tranquilidad pasa el cine del realismo a la ensoñación, y con qué claridad lo consigue evocar Chaplin. (Aunque no es el primero que representa distintos planos de realidad en el cine, vino antes Méliès). _____ ¿Y dónde veía yo a estos clásicos? A Charlot, claro, lo veíamos con frecuencia en un programa de "Cine Mudo" que echaban en la tele, en blanco y negro por entonces, así que hacía más próximo en el tiempo, y lo era, y lo era. Pero sus películas largas no las ví de niño, con alguna excepción quizá. Sobre "The Kid" leí en un cómic o revista juvenil francesa que me leía en los 70, en Francia, me lo regalaron mis tíos creo. "Bayard" se titulaba, y en una sección hablaba de las estrellas del cine mudo. Luego me informé sobre Chaplin como artista del cine en la enciclopedia temática de Roger Caratini—fue allí donde se me despertó una conciencia del cine como arte. Pero hoy interesa poco esto. A mis chavales no hay manera de interesarlos por ver películas antiguas. Y de todos los estudiantes de la Universidad de Zaragoza (miles y miles) a este ciclo asistieron ayer tres o cuatro. Cuando lo tienen gratis, que a su edad no me perdía yo una. |
Hace años le compré a Ivo la novela gráfica La invención de Hugo Cabret de Brian Selznick, y hoy hemos ido a ver su versión filmada por Martin Scorsese; más para mayores nostálgicos que para niños—pero una gran película de homenaje al cine, y al gusto particular de Scorsese por los directores olvidados y los precursores de los tiempos heroicos. Aquí homenajea a Méliès, un alter ego emocional quizá, pues al margen de sus películas pioneras de los efectos especiales fue en su vejez el primer conservador de la cinemateca francesa. Es curioso que este año le haya caído la lluvia de Oscars a esta película y a The Artist, dos películas "metafílmicas" y con mucho de retro: el cine está de lleno en fase retrospectiva y reflexiva. Aquí hay una serie de trailers precedidos de un making of, curioso verlo en esta película que va sobre cómo se hicieron las primeras películas. La reseña muy bien Roger Ebert, pinchando en la imagen. Aquí también entramos y salimos de un mundo a otro en un abrir y cerrar de ojos, y la gran película de Internet aún está por hacer—algún día la veremos.
La película es un hervidero de referencias al cine antiguo y una recreación hipnótica del París de hace ochenta años; hasta en sus menores detalles juega con el medio. Por ejemplo, en ese increíble travelling incial, en ese otro travelling que atraviesa una ventana de cristal, en la escena en que Hugo e Isabelle están viendo un libro sobre el cine antiguo, y vemos la foto del autor que e está de pie detrás de ellos, como salido de la foto.
Ví en un vídeo de Internet que el autómata de la película fue construido de verdad—no con efectos digitales, sino un auténtico autómata capaz de dibujar la cara de la luna de la película de Méliès. Ahora lo buscaba, y doy con mil vídeos sobre Hugo, y los oigo de trasfondo mientras escribo esto, se me vuelve a pasar la película por la mente y por el trasfondo del ordenador. También vale la pena observar que en un álbum de cromos que tenía de niño salía Harold Lloyd, "el hombre mosca", en la escena del reloj.
Hoy leía en Codicille, de Gérard Genette, que también viene del París de los años 30 por cierto, sus últimas reflexiones sobre la ruptura de marco o metalepsis como él la llama:
El vacío acecha mucho, incluso en una obra tan llena y con tantos planos de profundidad. Y es que la película también es amarga, como Sunset Boulevard, como cualquier película sobre una vieja gloria, más para ancianos que para niños. A pesar del happy end, se ve con cierto escepticismo de a dónde van a parar las ilusiones y los sueños y las cosas que se hacen con tanto cariño y atención. Pocos las aprecian cuando la atención va a otra parte. Méliés sí acabó vendiendo juguetes en un puestecillo de la estación de Montparnasse. Y aunque le dieron la Legión de Honor, no salió de pobre, y los homenajes tardíos sólo en parte, poca, compensan el paso del tiempo. Si es que ni el éxito lo compensa. El tiempo, el tiempo... El cine, y el reloj, y la historia, llevamos el tiempo dentro de la maquinaria del cuerpo.
Lila, Lila. Dir. Alain Gsponer. Written by Alex Buresch, based on the novel by Martin Suter. Cast: Daniel Brühl, Hannah Herzsprung, Henry Hübchen. Germany, 2009.
David Kern, un vulgar camarero, encuentra en un mueble que compra el manuscrito de una novela. Para impresionar a una chica literaria que le gusta, finje ser el autor, y la seduce con su sensibilidad impostada. Luego teme decirle la verdad, claro. La chica le coloca la novela en una editorial, y David se convierte, casi sin querer, en un fenómeno literario, el autor de moda, arrastrado por festivales literarios y acosado por editores y agentes literarios.
Y adquiere un parásito: Jacky, el auténtico autor de la novela, que reaparece y lejos de reclamar la autoría, se autonombra agente literario suyo y aspira a organizarle su carrera y sus futuras novelas. La chica no entiende la relación de su novio con este pelmazo gorrón, nota un engaño, y se va. Al final, el viejo escritor Jacky, personaje cómico y casi conmovedor, se mata por accidente, y Daniel retoma su carrera, esta vez escribiendo de modo auténtico: lo que escribe es la historia por la que ha pasado, con sus planes de seducción, su superchería... pero perpetuando ésta en cierto modo, pues lo presenta ante el público como una ingeniosa ficción o juego literario. Su novia, sin embargo, regresa a él al entender lo sucedido.
Es un poco el tema de Cyrano de Bergerac, con el papel del protagonista arrebatado al viejo escritor ridículo; aquí es el joven nulo (que al final sí se vuelve escritor, una vez la vida le ha dado una historia que contar) el que es el centro de la atención. El viejo escritor no aspira al amor de la chica, y además sabe que le corresponde un lugar secundario: de lo más humorístico de la película es cómo no da ninguna importancia a su novela, sabe que son azares del mercado, manías de las modas; él no tuvo éxito cuando era joven, pero ahora la ruleta ha favorecido a este jovenzano iletrado del cual él, castigado por la vida, espera sacar algo de tajada.
La interpretación alegórica sería que al auténtico autor nadie lo quiere en realidad, a pesar de todo el lionizingdel mundillo literario; lo que el mercado quiere es una imagen, un fenómeno, "carne fresca". Recuerda un poco a ese cuento de Vladimir Nabokov, "Un poeta olvidado", cuando reaparece un octogenario poeta a quien todos creían muerto en su juventud, en el homenaje literario que se le está haciendo—no es más que un viejo molesto fuera de lugar, y en realidad un impostor aunque sea el "auténtico". Es la fama quien hace la autenticidad. El mundillo literario es una farándula más; los azares llevan a algunos a que se los disputen los fans; otros tienen que andar buscándose la vida para que los inviten a algo, y hacer pasillo y contactos; es un trabajo a tiempo completo, aunque por lo menos comen de canapés en las presentaciones de libros. En cualquier caso, la sátira de este mundillo queda subordinada en Lila, lila a la historia de cómo el aspirante a escritor llega a seducir a su musa y chica, una vez más coincidentes. Esta musa (poco menos iletrada que él) se lo lleva en moto y sin casco, atravesando con éxito a toda velocidad el túnel donde se mataba el ficticio protagonista de "su" novela. Allí termina la película, con la imagen de la pareja en moto convirtiéndose en foto que va a la portada del libro, Lila, lila— una de esas transformaciones metaficcionales entre fotografía y película. Aquí se hace para señalar que la película es la adaptación de un libro, señalando el triunfo del propio libro de Martin Suter, pues hay a dos cosas a las que aspiraba el viejo escritor Jacky para su pupilo: una, la adaptación cinematográfica y otra, una tirada de camisetas (que también salen), en las que pone "He estado en la cama con David Kern"—
—y es que todo el mundo lee en la cama. Pero claro, el lema también dice mucho sobre las interacciones de escritura y deseo, en esta película o en cualquier otra.
Este es el tema final de la banda sonora:
Blog (Elena Trapé, 2010) es una película sobre adolescentes, en la que se combinan de manera curiosa las fuerzas y las debilidades, casi intercambiando puestos. Está hecha en gran medida organizando montones de material grabado, sin un argumento previo cerrado (aunque acaba cerrándose en cierta medida, claro), y usando abundantes grabaciones con enfoque tipo webcam y de cámaras de mano, con la espontánea torpeza de sacudidas, interrupciones, escenas descoyuntadas y fragmentarias.... todo ello retratando la interacción de un grupo de chicas de quince años, compañeras de clase. Van en busca de amistad, de integración en un grupo, de su identidad, buscan destacar por el procedimiento paradójico de ser como las demás... y esto se muestra de modo vívido en sus conversaciones, muchas improvisadas por las chavalas, que no son actrices profesionales. Crean las chicas una sociedad secreta, "Makamat", de apoyo e imitación mutua, y su grupo deviene en cierto modo una burbuja de realidad paralela donde ellas buscan afirmarse mutuamente y empujarse unas a otras para tener experiencias intesantes y vitales, o lo que creen que va a serlo. Una preocupación enorme es la iniciación sexual. Ven porno, hablan de los chicos de clase, se pasan información... y acaban haciendo un pacto para perder todas la virginidad en el viaje de estudios a Mallorca. El plan tiene éxito, y hasta disfrutan moderadamente con la aventura, pero se descubre cuando una de ellas queda embarazada, y hay un mini escándalo en el instituto, con una reunión en la que queda claro que padres y profesores no tenían ni idea del mundo en el que vivían sus hijas. La desconexión con la familia y con los profesores es total, y eso se muestra de modo excelente no tanto en las escenas "de guión" cuando interactúan con ellos, sino más bien por el puro procedimiento de exclusión, mostrando que la atención y la identidad social de las chicas está totalmente centrada en el grupo de amigas, y que el mundo ambiental es un mero trasfondo mecánico por el que se tienen que mover. El papel de los educadores queda especialmente minimizado—pero bueno, lo mismo el de los padres. Esto es lo más interesante de la película, esto y la manera en que se muestra "desde dentro", con un estilo de filmación basado en las tecnologías cotidianas de la información y la comunicación, las que tienen las propias adolescentes delante todo el día, el móvil con vídeo, el chat, la webcam. De ahí vagamente el título "Blog", palabra que también connota una mezcla miscelánea e inconexa de imágenes y ensoñaciones personales... vagamente digo, porque poco pinta ningún blog (curiosamente) en la película—"Red social" o "Chat" estaría más acertado, literalmente, igual ya estaban pillados. Un blog es algo que (en general) se hace público, y uno casi piensa a lo largo de la película que las chavalas van colgando grabaciones en un blog, o en YouTube (por ejemplo cuando una compromete a un profesor empezando a desnudarse en su despacho, y lo graban) —pero esta línea argumental, si existió, se pierde en la confusión de la película, o en la confusión de proyectos de las adolescentes, confusiones que se ayudan mutuamente. Sí hay una chavala que aparte de ventilar sus inseguridades en el grupo, luego las vuelve a confesar en privado al público en un videoblog (parece) pero no tiene esto mayor papel argumental. La dimensión pública de lo que es un blog, digo, trabaja en contra de la idea de secretismo y de grupo cerrado que hay aquí, de ahí una cierta incoherencia con el título. Lo que sí es hay mucho chat sobreimpreso en la pantalla, mientras vemos imagen de webcam, mucho teléfono móvil con mensajes puramente fáticos, emoticonos, etc. En fin, que la película parece que ha ido buscando su dirección entre varias ideas, y al final ha impuesto un argumento por hacer algo casi, cuando casi es en el terreno de indefinición ambiental en el que trabaja mejor y donde más naturalmente actúan las chavalas. El argumento viene en parte de un incidente real en USA, que sirvió de inspiración para la serie El pacto, en el que un grupo de chicas buscaban embarazarse. Aquí el embarazo no está deseado, y el sexo sólo por curiosidad e imitación; las chicasbuscan más bien experiencias, pero diversas ideas entre lo que buscan ellas y lo que buscan la directora contribuyen a dar un aire de cierta confusión a la película, lo cual como digo no termina de perjudicarla, para nada. Otra cosa algo curiosa es que estas chicas están obviamente en Cataluña y aquí no habla catalán ni dios, ni siquiera en el instituto—cosa que no sabe uno cómo tomar, si como una crítica a la política artificial de lenguas de la Generalitat, o como una simple conveniencia de producción para mejor distribuir la película—pero en fin, que no se acaba de saber si se supone que está doblada al español, o qué. Un multilingüismo hubiera sido más realista quizá. Pero de realismo no anda mal la película, sobre todo psicológico, y como digo también cinemático—un estilo de filmación moderno, nervioso, como el de mis chavales pequeños cuando cogen la webcam y empiezan a andar con ella. Desde luego la película te transporta al grupillo cerrado y a sus obsesiones, con monólogos del estilo éste...
"Yo es que no sé si tengo personalidad. O sea, sí que tengo cosas que me gustan y tal. Pero no estoy segura si me gustan si me las pongo y me pienso que igual no le gustan también a alguien más. Si no les gustan, ya no apetece ponérmelas, es como si.... me gustaran más cuando les gustan a mis amigas..."
La película de La Dama de Hierro, por cierto, la ví y no me desagradó, para nada. Cierto que va tanto sobre la vejez y el Alzheimer como sobre Thatcher, y es sostenible que el personaje merecía una película de gran formato más histórica, antes de pasar a filigranas personales. Pero el tema de la senilidad como manera de justificar narrativamente la mezcla de tiempos, el recuerdo del pasado, etc,, está bien llevado. Y el carácter del personaje queda bien retratado, en parte gracias a la interpretación excelente de Meryl Streep; su papel como una mujer hecha a sí misma y sin complejos frente al establishment del partido, su énfasis en la decisión y la responsabilidad personal. Ahora que hay ausencias imperdonables, como el vacío total a la Reina, que tendría que dar más juego, la política internacional de altos vuelos (aparte de las Malvinas) y episodios como el de "I shoot". Esperaremos a la siguiente.
Viendo una película me gusta fijarme en lo que a falta de mejor nombre llamo el momento fílmico de la película. El término y concepto lo derivo de lo que J. Hillis Miller llama el momento lingüístico en las obras literarias—definido a grandes rasgos como un fragmento, escena, episodio o párrafo en el que la obra exhibe su lenguaje y sus convenciones estéticas de modo llamativo. Podría tratarse de una maniobra metaficcional que problematiza un texto realista, o de un artificio estilístico que por lo llamativo resalte sobre el texto, constituyendo un momento de creatividad especialmente interesante. Con frecuencia el momento lingüístico es un momento reflexivo: la escritura se vuelve por así decirlo sobre sí misma, para autoanalizarse, para mostrar sus reglas a veces por la vía de la excepción, baring the device, o para plantear una paradoja que nos haga reflexionar sobre las convenciones literarias, o de representación, que se han seguido en el texto. El momento lingüístico es, con frecuencia, un momento metalingüístico, en el que la densidad retórica del lenguaje o la complejidad del juego de la representación atrae la atención, a veces para deslumbrar al lector con un virtuosismo estilístico en el que el acróbata del lenguaje aterriza de pie, y a veces para abrir un espacio insondable o irreal de paradojas, un laberinto de espejos o un agujero negro de la representación. También leyendo novelas o poemas, o viendo obras teatrales, estoy atento al momento lingüístico o a lo que podríamos llamar de modo más general el momento semiótico en el que el sentido del texto además suele revelarse de manera especialmente interesante.
El momento fílmico, entendido como una variante del momento semiótico en el arte cinematográfico, tiene que ver con aquellas dimensiones de la representación que son más puramente fílmicas. Puede haber un momento lingüístico en un guión cinematográfico, en los diálogos de los personajes pongamos, pero estoy pensando en un juego de representación más específicamente cinematográfico, que tenga que ver con la imagen especialmente, y si no con la interacción multimedia de sonido, música, palabra, argumento, puesta en escena, actuación y juego de cámara que es característica de la complejidad mediática del cine. Por ejemplo, un momento fílmico me viene a la cabeza, en el Hamlet de Kenneth Branagh, cuando el rey y Polonio están escondidos espiando a Hamlet en una sala de espejos, y éste habla su monólogo ante el espejo, y rasca el cristal con la punta de su daga. Es un tratamiento de la escena muy acertado, pues a la reflexividad propia de la reflexión monológica, se suma la autocontemplación en el espejo, reforzándola con una metáfora visual; y el espejo transparente actúa como un símbolo de la "cuarta pared" virtual que separa a Hamlet de sus espías, el Rey y Polonio, cuyo papel es ya reflexivo-teatral pues está construido usando y complicando la situación del público teatral convencionalmente invisible para el actor. Por otra parte, la pantalla de cristal es especialmente adecuada como metáfora de la pantalla cinematográfica—y aún más de la televisiva. Su transparencia unidireccional es precaria—ellos ven a Hamlet, y apenas pueden creer que Hamlet no los esté viendo, y en efecto está muy al tanto de ellos, tanto que el espectador en la sala no se siente más a salvo del agudo ingenio del príncipe. Hamlet habla su monólogo de espaldas a la cámara, y es su reflejo quien lo pronuncia—la proximidad creciente de éste, a medida que Hamlet anda al espejo (hasta rozarlo con la punta del estilete en el momento clave) también sugiere una intensidad reflexiva mayor, un autoexamen más profundo, en especial cuando perdemos de vista al personaje "real" y es el reflejo sólo quien ocupa la pantalla, amenazando con mirarnos directamente a los ojos—si bien no llega a hacerlo en esta escena. En otra escena, Hamlet presiona el rostro de Ofelia contra el cristal, reprochándole su doble juego— y filmada desde el otro lado, aparece su imagen prensada por así decirlo contra la pantalla del televisor, o contra los límítes de su mundo de ficción—como si los personajes buscasen un conocimiento que la obra no puede contener, o una salida fuera de ese mundo (esa cárcel de Dinamarca) que sólo encontrarán con la muerte. Son dos momentos cinematográficos en Hamlet, en los que una dirección inspirada trabaja sobre un texto que ya tiene de por sí un fuerte poder metateatral, para potenciarlo con un juego de perspectivas muy propio del cine.
Sin salirnos del Shakespeare cinematográfico, hay otro ejemplo de momento intensamente fílmico en el Richard III de Richard Loncraine (el de Ian McKellen). Ricardo recita una vez más su monólogo—vemos que las escenas de reflexión se prestan a esta reflexividad, decididamente— en un urinario, y se queja de su propia imagen contemplándose en el espejo del lavabo, un tratamiento sugerido por así decirlo por la alusión de texto a los espejos:
—Todo esto lo recita Ricardo mientras la cámara lo filma de espaldas de tal modo que vemos su nuca desde 3/4 inclinada hacia el espejo, y su rostro mirándose a sí mismo, visible para nosotros en el reflejo. En este momento, el reflejo del espejo capta nuestra mirada—la de la cámara. Es la primera de varias veces en esta película, pero en este punto esto supone una llamativa ruptura de la regla clásica que declara invisible la cámara y "prohíbe" a los personajes mirar a la pantalla, para contener más la ficción en sí misma. Ahora el reflejo de Ricardo mira directamente a la cámara, y la intensidad del momento se hace mucho más vívida cuando de repente Ricardo se vuelve, da la espalda al espejo y mira directamente esta vez sí a la cámara, ahora él mismo y no su reflejo, una intensidad potenciada por una cierta transgresión de nivel semiótico—es como si Ricardo se saliera del espejo, y por extensión de la misma pantalla, para situarse en nuestro mismo plano de realidad. Es sabido en qué medida este personaje se hace de modo indeseable e invasivo con la complicidad del público y nos sitúa en una incómoda proximidad a sus actos y sus percepciones—aquí el momento fílmico no hace sino expresar con potencia inusitada esta estructura básica de un personaje ya conocido.
No hace falta filmar Shakespeare para crear momentos fílmicos. En una película de suspense de Demi Moore, Half Light, escrita y dirigida por Craig Rosenberg, hay un momento fílmico muy vívido, comparable al que acabamos de describir. Ocurre en un momento en el que el personaje duda de su sentido de la realidad, y no consigue comprender el status real o imaginario de los terrores o apariciones que la acosan. Para expresar la intensidad de su desorientación, la cámara gira alrededor de la protagonista en un momento en el que ésta se está mirando en un espejo. Y la cámara traspasa de modo imposible el plano del espejo, y nos muestra "desde el otro lado" lo que antes veíamos en el reflejo, y ahora vemos desde dentro del espejo, el rostro traspuesto de la actriz, cuyo sentimiento de irrealidad ha sido transferido al espectador mediante esta transición imposible entre dos planos. Es de notar que la cámara no vuelve a salir del espejo para volver al mundo "no reflejado" en el que venía teniendo lugar la acción, quizá una manera de sugerir que en el cine todo es reflejo e imagen, y quizá en la realidad también.
En Saraband, la última película que dirigió Bergman, hay un momento fílmico que también usa otra representación como apoyo—muchas veces estos momentos son un juego de representaciones en distintos medios, estableciendo relaciones paradójicas entre ellas. Al comienzo de la película, Marianne, divorciada de Johan hace muchos años, repasa mentalmente su vida. Los dos son ya ancianos (ya eran viejo matrimonio divorciado en Escenas de un matrimonio); sus hijos no han tenido suerte, ni los que tienen en común ni Michael, el hijo, sesentón ya, de Johan. Marianne contempla el pasado sentada ante una mesa con cientos de fotografías, que siempre son de gente más joven, las fotografías—una muestra la casa donde vive Johan, al cual va a visitar de modo inopinado. Se queda unos días con él, y el espectador descubre la frialdad inhumana y desinterés de Johan por sus hijos—y aún más, el desprecio y odio visceral que siente hacia Michael, el único que vive cerca de él. La razón para odiarlo parece ser que de niño era un niño gordito que lo miraba con devoción "como un perro"—ahora Michael es un hombre amargado y destructivo, y un abusador despreciable. A Marianne, demasiado comprensiva y fría a su manera, nada la altera mucho—ni este odio ambiental, ni el descubrimiento de que Michael tiene una relación incestuosa con su hija Karin. La historia termina con Karin abandonando a su padre, con el intento de suicidio de éste, y con Marianne al fin de su visita, abrazando desnuda en la cama a Johan que sufre un ataque de angustia (es lo menos que merece —el ataque de angustia digo). Aún habrá una escena en la que Marianne visita a una hija, demente, en un sanatorio, y siente por vez primera en su vida algo de cariño y proximidad hacia ella. Pero vamos al momento fílmico que al que me refería. Se encuentra justo después de la escena en la que Marianne se acuesta con Johan, uno de los momentos inolvidables de su visita. La pareja está filmada desde arriba, arropados en la cama, Johan a la izquierda, Marianne a la derecha, y la cámara es de suponer que en el techo, pero inexistente naturalmente, pues la película sigue un código fílmico realista, casi de teatro filmado para televisión en su parquedad estilística. La imagen de repente se vuelve una fotografía, queda congelada en el tiempo —así funciona la memoria selectiva, y por eso la fotografía le dice algo a la memoria— se vuelve en blanco y negro la imagen, y pasa a ser una de las fotos que Marianne tiene en la mesa, pues antes de cerrarse la película volvemos a la mesa con los cientos de fotos con Marianne rememorando delante. Esa foto que ahora tiene Marianne en la mano, y que deja con las demás, es una fotografía imposible, según el código hasta ahora seguido por la película, pero también viene a decirnos que quizá las otras fotos tampoco existan sino como alegorías de la memoria, del pasado que queda almacenado con la edad y con los recuerdos. Las últimas películas de Bergman son películas sobre la vejez, también, y sobre la rememoración que va unida a ella. Algunos artistas hacen un uso hábil de esta asociación natural entre fotografía y vejez (la muerte contenida en la fotografía, que decía Barthes)—se me ocurre el caso de Vladimir Nabokov en "Signs and Symbols" (—ver "Out of Character: Narratología del sujeto y su trayectoria vital"), donde la anciana protagonista también mira fotos y rememora. La reflexividad de esta maniobra metaficcional, la aparición de una foto imposible entre la colección, viene ya anunciada, claro está, por el monólogo de Marianne al principio de la película, cuando se dirige a la cámara a modo de parlamento teatral, o como si fuese un caso de Bergman imitando a Woody Allen y no al revés. Cada película puede tener varios momentos de intenso carácter fílmico, claro, pero a veces unos trabajan para hacer posibles otros. Aquí el monólogo de Marianne viendo la colección de fotos prepara la génesis de la fotografía inexistente, cuya propia imposibilidad (o su posibililidad exclusivamente fílmica) revierte sobre la escena de rememoración ante las fotos, convirtiéndola en una rememoración ante una vida vivida fílmicamente—en parte, claro, la vida del propio Bergman. Pero también toda vida recordada desde la vejez, pues si la vida es nuestra película personal, los fragmentos de la misma son desde luego fotografías vistas en retrospección.
J. Edgar, con Leonardo diCaprio, es una buena película de Clint Eastwood sobre J. Edgar Hoover, el fundador y director del FBI durante muchas administraciones. La ambientación es sobresaliente (a pesar de las consabidas listas de anacronismos que pueden encontrarse en IMDb), y la interpretación también. Algún problema con el envejecimiento a base de máscaras de goma, aunque no tanto en el caso de diCaprio, que está realmente acertado, así como su secretaria Naomi Watts. Hace tiempo que no se veía una perspectiva tan favorable sobre el aborrecido Edgar Hoover, creador del espionaje masivo a sospechosos y a aliados y a sus amantes y a cualquier persona que pudiese ser candidata a tener influencia. Muere Edgar Hoover al llegar Nixon a la adminsitración, y como se sabe Nixon continuaría con sus prácticas hasta que se le expuso y perdió el cargo en el caso Watergate; a pesar de que sus métodos coincidían, se llevaban a matar, con la desconfianza y paranoia debidas. Muy a punto viene, por cierto, esta cuestión de exponer a los escuchadores, ahora que estamos a vueltas con el (ex-)juez Garzón protegiéndonos del crimen a base de escuchas ilegales; quizá este paralelismo indebido con J. Edgar Hoover les dé a su club de fans algo de food for thought, aunque no creo, porque normalmente también son fans del régimen castrista, y allí las tácticas de Hoover, o de los comunistas rusos, que hacían lo mismo, están en plena vigencia. Como se ve es un personaje paradójico, que por oponerse al peligro soviético amenazaba con instaurar una dictadura policial y burocrática en todo semejante al KGB, imagen especular suya. La película he dicho que da una imagen favorable, quiero decir relativamente—favorable en tanto que es equilibrada y no busca demonizar al personaje, sino retratarlo en su momento histórico y en su psicología interna. En cuanto al momento histórico, varias veces se repite que en momentos de revolución y de plaga terrorista se toman decisiones que otras épocas no entienden. Algo parecido pasó aquí con los GAL, a principios de los 80; y hay que decir que J. Edgar no llegó a los extremos de Mister X en este sentido, aunque sin duda lo hubiera hecho de tener las manos libres. Hoover es oficialmente caracterizado hoy como un indeseable, pero parece claro que los personajes a los que investigaba lo eran todavía más. (Ver por ejemplo esta Emma Goldman, que en la película aparece casi dignificada antes de su deportación. No la querría yo en mi familia). La película se mueve libremente entre distintas épocas, los años 70, los 60, los 50, los 40, los 30.... contrastando a veces de modo inmediato las decisiones iniciales de J. Edgar y el carácter que va adquiriendo el FBI con los años. Un episodio muy central recurrente es el secuestro del hijo de Lindbergh y el arresto del secuestrador, con el desarrollo de métodos de policía científica, análisis de huellas, etc. Era Hoover sin duda una persona de enorme capacidad para la organización, volcando allí una energía casi demente, haciendo para el Estado un trabajo que había que hacer, y que sólo personas obsesivas como él podían hacer. Es una demencia y una obsesión que en la película aparecen derivadas de sus frustraciones personales, de una homosexualidad mal asumida y de una inseguridad personal sobrecompensada con una voluntad descomunal y casi inhumana. Obsesionado por vigilarse a sí mismo, temeroso de que descubran su interioridad, avergonzado de su propia orientación sexual, Hoover reacciona con agresividad y sobrecompensación, montando un sistema de vigilancia que asegure que sea él quien sepa los secretos de los demás, y no al revés. El personaje es desagradable y patético, a martinet en el trabajo y un peligro público a la vez que un modelo de eficacia; es una herramienta del Estado que amenaza con degenerar en cáncer incontrolado. Pero es un retrato humano muy conseguido el de la película, y su historia de amor homosexual reprimido con su colaborador más estrecho, Clyde Tolson, está contada como lo han hecho pocos directores, al menos heterosexuales (se me ocurre quizá Brokeback Mountain)—una historia a la vez patética, despreciable y conmovedora. Obviamente no hay quien lo aguantase a J. Edgar excepto con alianzas emocionales inconfesables, como las que lo unen a su secretaria la señorita Gandy, y a Tolson. Como un cura reprimido y acogotado por su madre, que con su furia sexual sublimada llega a cardenal rabioso, Hoover traza un trayecto que pocas veces se ve en una película de gran presupuesto, por lo antipático del personaje, claro. Parece que hay un subgénero de películas con personaje falsario y patético en primera plana, se me ocurre en la línea de biopic homosexual la de Capote, en años recientes, aunque como digo no es intención de la película el satirizar a Hoover o criticar sus acciones, sino más bien el dar un retrato global del personaje. La megalomanía, por cierto, que le llevaba a promocionar comics de G-Men en los que aparecía él como héroe, a exagerar su protagonismo directo, a montar escenas apañadas para la prensa... esa megalomanía, digo, adquiere aquí una interesante dimensión metaficcional, puesto que al final de la película queda claro que varias de las escenas que hemos visto están infiltradas por la megalomanía de Hoover, y que son no tanto al verdad literal de lo que pasó, cuanto la versión que Hoover filtró o el sesgo que quería darle. Es una manera inteligente de solventar una ficción histórica, en la que los protagonistas normalmente han de desempeñar por razones de construcción estética un papel argumental mucho más central del que en realidad les correspondió en la historia. La historia la hacen entre muchos, y el estado policial del FBI no fue obra sólo de Hoover, sino que él actuó como agente y catalizador. Es justo a la vez darle un protagonismo personal acentuado, y mostrarlo a la vez como producto de una época en la que las cosas se hacían, o se hacen, así. Uno de los más siniestros y totalitarios planes que el Lado Oscuro le inspira a J. Edgar, y que en esta ocasión no llega a buen puerto, era la implantación en Estados Unidos de un DNI con información centralizada y huellas digitales similar al que hay en España desde hace muchos años.
"Dirty Dozen" was "Inglorious Basterds" before "Inglorious Basterds", although I'm not saying that it can stand comparison with Tarantino's film, being somewhat more aimless in its narrative drive. There is, rather than an anti-authoritarian, an anti-system strain in its apologetic use of criminals and outcasts as war heroes, but this cuts both ways: it is after all a neat way of reappropriating them for the aims of the system and the plans of the generals, however maligned they are. And most of the outcasts are treated as free subjects exercising their subjectivity in the one compulsory direction of becoming tools, and accepting the risk of death, and they do die. Sounds like a pretty dose of authoritarianism and Cold War Era ideology, to me. One can can sense this ambivalence throughout the film.
"A mitad de camino" (V Ciclo de Cine Alemán del Siglo XXI) (Zaragoza) | |||||||||||||||||||
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A MITAD DE CAMINO (Halbe Treppe) País: Alemania Año: 2002 Duración: 107 min. Color Dirección: Andreas Dresen. Guión: Andreas Dresen y Cooky Ziesche. Fotografía: Michael Hammon. Música: 17 Hippies. Dirección artística: Susanne Hopf. Diseño de vestuario: Sabine Greunig. Montaje: Jörg Hauschild. Intérpretes: Steffi Kühnert, Gabriela Maria Schmeide, Thorsten Merten, Axel Prahl, Julia Ziesche, Jens Graßmehl, Mascha Rommel, Gregor Ziesche, Christine Schorn. Sinopsis: Chris es locutor de radio y está casado en segundas nupcias con Katrin. Uwe, propietario de un pequeño restaurante, está casado con Ellen. Los cuatro rondan la cuarentena y viven en una ciudad tan insulsa como deprimente, Frankfurt-Oder, en la antigua Alemania Democrática. Chris es íntimo amigo de Uwe. Y Katrin, amiga íntima de Ellen. Lo cual no impide que un buen día Chris y Ellen comiencen una aventura sentimental que, al ser descubierta, hará saltar por los aires el aparentemente perfecto universo pequeño burgués de las dos parejas. Pero, al mismo tiempo, este hecho invitará a los cuatro a replantearse sus existencias |
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Esta sinopsis viene del anuncio de la película, en un ciclo de nuevo cine alemán. No sé si lo habrá, nuevo cine alemán, pero como sea como éste, ya se puede poner las pilas seriamente. Es una historia de adulterio, cuya mayor originalidad es que nunca pareció el adulterio (ni tampoco el matrimonio) más soso, plano y carente de atractivo. Madame Bovary es una heroína romántica al lado de éstos, una Cleopatra (bueno, creo que ese camino lleva en general, últimamente, la heroína de Flaubert, será que vivimos tiempos muy a mitad de camino). Debería ver esta peli obligatoriamente, sin embargo, cualquier joven harto de España que esté planteándose ir a vivir a Alemania, pues todo el ambiente humano que se respira parece seriamente desaconsejable, por lo inerte, carente de motivación, gris, gris, gris.... Tras el affair insustancial que descoloca a dos parejas de amigos, una de las dos parejas se recompone, ya ni me acuerdo cuál; la otra se descompone definitivamente y se separan, para continuar llevando cada uno por su lado, sin duda, una existencia igual de desoladora, sin ideas, sin ilusiones, sin intereses, sin apegos más que postizos, y con intelecto absolutamente nulo. Una planicie moral, y emocional, y ética, y erótica, absoluta, un panorama estepario de barrio residencial, visto por (me temo) un participante. Es una obra de arte de la desmotivación y del realismo de cocina de formica, si la queremos salvar de alguna manera, aunque participa de lo que llamaba Yvor Winters "imitative form", desaconsejando la falacia de dar a la obra de arte la forma o impresión del objeto representado (aquí, la planicie emocional y mental). La peor sospecha que recae sobre la película, pues, es que parece filmada por uno de sus protagonistas. No le hubiera pillado el punto tan bien si no. Como hubiera dicho Rubén Darío, que precisamente no pega nada en semejante ambiente —¡Líbranos, señor!
Silver City es una excelente película de John Sayles, de 2004. Esto es lo que dice de ella Roger Ebert:
(Se refiere aquí Ebert a la conversación de Danny con el perro viejo que es el Sheriff—éste le hace ver que revelar a la justicia lo que sabe no haría más que perjudicar a un par de pobres diablos que se han visto mezclados en el asunto por miedo y por presiones, y que a los especuladores y políticos corruptos les va a resbalar el caso por encima como el agua a un pato. Y Danny calla, aunque sí le pasa algunos datos bajo mano a un colega suyo activista anticorrupción).
La película es una auténtica obra de arte, a pesar de algún punto flojo en el guión y algún uso extremado de la coincidencia—lo es por las interpretaciones de los personajes, y por lo magistralmente que están llevadas las conversaciones, con una densidad de información y una significación potentes en cada frase, a la vez que no se pierde para nada la naturalidad de los diálogos. Las posturas políticas y existenciales de los personajes se hacen diálogo de la manera más vívida, y cada uno aporta a cada momento a la conversación unas palabras que lo retratan en relieve, y que a la vez resuenan con ecos de posiciones y actitudes políticas que van mucho más allá de la individualidad. Son personajes significativos e históricos de una manera que Lukács teorizó pero que quizá jamás soñó se haría tan vívida. De la caricatura a Bush esté llevado con especial crueldad el tema de la relación entre Bush padre y Bush hijo, nunca dando la talla.
Y también es muy significativo el final, que como se verá lo enfatiza Ebert en su originalidad. Termina la película con Danny reanudando su relación con Nora: él sin trabajo, ella trabajando ahora para un periódico de la Bentel Corporation, el Malo; o sea, vendidos al sistema, quieran que no. El cuerpo del ahogado se envía a México y ahí se cierra el caso; el supuesto asesinato se ha quedado en un accidente mal llevado, y los malos ni siquiera son tan malos como podíamos haber pensado, aunque mafia e intimidación e hilos ocultos desde luego hay más de los que parecía. Las falsedades de Pilager y Benteen parecen salir a la luz pública en el momento final, cuando el lago que iba a ser el centro de la urbanización de Silver City aparece envenenado y lleno de peces muertos—pero una reflexión nos llevará a ver que pronto encontrará Chuck Raven, el Rubalcaba del partido de Pilager, una manera de reconducir la situación. Pilager evidentemente será gobernador, y Benteen seguirá controlando los lobbies a nivel nacional incluso y manejando la situación desde la sombra. Hasta el inútil marido de la detective, fracasado en todos sus empeños, y que parece encaminarse de neuvo a la ruina, sacará seguramente parte de la tajada que espera, si no toda.
Por cierto, la detective, su jefa, le dice a Danny una de las más memorables frases de la película, cuando lo despide:
Danny—¿Cómo has dado conmigo?
Ella—Soy detective.
Danny—Pensaba que eras investigadora.
Ella—Tú eres investigador. Yo soy detective. Y una de las cosas que tiene que hacer un investigador es no encontrar más cosas de las que se le dicen que encuentre.
La película es, pues, desengañada, como bien dice Roger Ebert. Los buenos son unos losers, perdedores, al menos desde el punto de vista de quien se lleva el dienro; el viejo minero que intentó exponer a Wes Benteen se despide diciendo: "No tiene por qué preocuparse por mí. Sé reconocer cuando estoy derrotado." Benteen le pregunta directamente a Danny si es un ganador, y Danny dice "Espero", pero vemos que no lo cree mucho, y la película le da la razón. La película espera crear su efecto (anti-Bush en 2004, y anti-lobbies industriales) no por entusiasmo sino por reacción; pero desespera, casi, de hacerlo, y se posiciona a sí misma, y posiciona al espectador, en el papel del periodista underground, el que denuncia en su web las cosas que luego, con un poco de suerte, pueden saltar a los grandes medios. Pero siempre ya desde la derrota, en un ambiente que está organizado y construido por los constructores de países y ciudades, los grandes capitalistas como Benteen. La corrupción no es combatible: es inherente a la manera en que funciona la clase política y en que está estructurado el uso del poder, y eso es así en los USA, el modelo de la democracia para el mundo. La verborrea democrática e idealista va dirigida a encubrir estos aspectos inconvenientes del sistema.
Silver City, la urbanización en antiguo terreno minero es, claro, el emblema de los USA. Originalmente una colonia minera del Oeste en el XIX, abandonada tras la fiebre de la plata, luego enterrada bajo detritus industriales de décadas, y ahora "reciclada" para reconstruir en ella una ficción de naturaleza y de las Rocosas habitadas armónicamente por el hombre. Pero toda la ponzoña de la industria química sigue debajo, aunque sólo algunos sean conscientes de ello. Sayles hace así una película de activista desengañado, y a la vez sabedor de su lugar marginal, involucrado en el sistema al que critica. Como en el Cándido de Voltaire, Danny se retira a cultivar su jardín, y quizá mantenga "la llama de la rebelión" en privado, pero es posible que su siguiente empleo dependa de alguna compañía de Benteen. Nos deja la película la satisfacción moral de sabernos almas bellas, pero con la impotencia que acompaña a tal condición. Invitándonos, incluso, a reconocerlo, y a convertir nuestro descontento en una actitud más estético-existencial que política. Aunque Sayles se ve a sí mismo, claramente, como el periodista underground, el que mantiene la antorcha de la crítica y es la mosca cojonera de los poderosos, mostrando las conexiones inconfesables de intereses que mantienen al establishment siendo lo que es, y al dinero circulando hacia donde tiene que circular.
Poco antes del célebre hundimiento del Costa Concordia, tan alegórico como el del Titanic o más, resulta que Jean-Luc Godard había hecho una película sobre esa dimensión significativa del barco—no sobre el hundimiento, claro, sino sobre la vacuidad del crucero entendido como una alegoría de la sociedad postmoderna. En el mismo Costa Concordia, digo, filmó su película de 2010 Film Socialisme. Con escenas entre incomunicativas y curiosas, como la que muestra a Alain Badiou dando una conferencia sobre Husserl a una sala vacía, en un auditorio de a bordo. Anunciaron realmente la conferencia, dice Godard, y nadie fue, previsiblemente. Tampoco nadie hace caso al aviso de "Abandon Ship, Abandon Ship" que suena por los altavoces en la película. Resulta que este mighty ship of state tenía sus cubiertas, plazas y salones nombrados todos con los países y ciudades de la Unión Europea, y saquen sus conclusiones. Sea como sea, la combinación de Godard y Costa Concordia es demasiado explosiva como para no fijarse en ella. Puede leerse un comentario sobre la película en el blog de David Bordwell, a cargo de Kristin Thompson, y otro de Andréa Picard en CinemaScope. La película de Godard, claro, merecería una secuela, visto lo visto—aunque igual la debía filmar Mister Bean, no sé, para encontrar el punto de alegoría adecuado.
The Artist es, argumentalmente, una versión más de Ha nacido una estrella, aquel clásico que tuvo tantos remakes–recuerdo uno, hacia 1980 debió ser, con Kris Kristofferson y Barbra Streisand. Cruzado, argumentalmente hablando, con Sunset boulevard y con incontables otras películas del cine mudo, desde las de Douglas Fairbanks a las de Lubitsch. Mucho me ha recordado a las sagas de Von Stroheim, en su ritmo narrativo y sus experimentos visuales y simbólicos (bonita, por ejemplo, la escena del abrazo al traje con top hat). Pero claro, lo importante aquí es la puesta en escena, las actuaciones (incluida la del perrito), los gestos, la caracterización, el estilo de actuar—y el concepto de base, porque es una película actual que imita y homenajea a las películas de los años 20. El protagonista, George Valentin, se parece increíblemente a Fairbanks y se confunden sus cabriolas renovadas con las originales de La marca del Zorro de 1920. Emitiendo gestos pagados de sí a lo Clark Gable, Valentin impulsa en su carrera a la starlette Peppy Miller; hasta le pinta sobre el labio la peca que la caracterizará y la convertirá en la nueva ídola. Sube Peppy y baja Valentin, pero ella le devolverá el favor, rescatándolo de la pobreza y el olvido, cuando la carrera de Valentin se interrumpe al llegar el cine sonoro. Al final harán juntos musicales a lo Fred Astaire y Ginger Rogers, y la película, que empieza casi de modo experimental, acaba convencionalmente ya asentada en su imitación decidida del cine mudo. Queda su originalidad en eso—en la recreación cuidadosa de las convenciones del cine mudo, desde los movimientos y gestos a los encuadres y los títulos de crédito— y en ser una falsa película muda, quizá la única película muda sobre la historia del cine sonoro. Sólo en El cantor de Jazz se ve tan gráficamente la transición de uno a otro—o, quizá, en esa de Hitchcock que empieza muda y acaba sonora, Blackmail. Woody Allen fue un osado al hacer Manhattan en blanco y negro; Hazanavicius ha ido mucho más allá en su osadía y no le ha salido mal la apuesta. The Artist es, cómo no, muy agradable de ver, y nos retrotrae vitalmente no diré que a los años 30, pero sí a los sesenta, cuando nos echaban por la tele tantas películas de las primeras décadas del cine. No pocas mudas, y todas todas en blanco y negro. Hasta las que eran en color.
The Artist. Written and dir. Michel Hazanavicius. Cast: Jean Dujardin, Bérénice Bejo, John Goodman, James Cromwell, Penelope Ann Miller, Missy Pyle, Beth Grant, Bitsie Tulloch. B/W, pseudo-silent. Prod. Thomas Langmann. Exec. prod. Daniel Delume, Antoine de Cazotte, Richard Middleton. Assoc. prod. Emmanuel Montamat. Photog. Guillame Schiffman. Art dir. Laurence Bennett. Music by Ludovic Bource. Ed. Anne-Sophie Bion and Michel Hazanavicius. France: La Petite Reine / Studio 37 / La Classe Américaine, 3D Prod., France 3 Cinéma / Jouror Productions / Ufilm, dist. Alta Classics, 2011. (NY Critics Circle Prize 2011, best film, best director; Cannes 2011, best actor, prizes at Washington Film Critics, San Sebastián, Sevilla, Hamptons and St Louis).
Su primera película en color, de 1952. Es de las mejores adaptaciones que se han hecho de la novela de Daniel Defoe—desde luego la mejor que he visto yo.
Para los puristas, aquí está la novela de Defoe en video-audio-libro. Claro que Defoe tampoco escribió un video-audio-libro—y hay quien dice que ni siquiera escribió una novela.
Una buena película sobre parejas en crisis, valga la redundancia. Un trailer:
Y el final de la película, con Celia Cruz a cuestas:
Da una idea muy adecuada la reseña de Roger Ebert.
Lantana.
Dir. Ray Lawrence. Screenplay by Andrew Bovell, based on his play Speaking in Tongues. Cast: Anthony Lapaglia, Geoffrey Rush, Barbara Hershey, Kerry Armstrong, Rachael Blake, Vince Colosimo, Russul Dysktra, Daniela Rarinacci, Peter Phelps, Leah Purcell, Glenn Robbins. Music by Paul Kelly. Sound Andrew Plain. Ed. Karl Soderston. Prod. des Kim Budde. Photog. Mandy Walker. Line prod. Catherine Jarman. Exec. prod. Rainer Mockert and Mikael Borglund. Australia: MBP / AFFC / Jan Charman, 2001. DVD: Winchester / VVL / Universal.
Viendo la película de Kike Maíllo, Eva —aquí la crítica de El Periódico. Muy recomendable, y no sólo por haber sido rodada cerca de mi pueblo. Es una de esas películas españolas que no parecen españolas, algo difícil de lograr; hasta mi comarca parece algún lugar de Austria o de Noruega. Los efectos visuales están logradísimos, y la película, sin aportar gran cosa realmente novedosa, es una buena adición al género de la vida artificial, y las responsabilidades que entraña—problema que se mezcla con el de la creación, y la pater/mater/nidad, y las responsabilidades terroríficas que entraña si uno se pone a pensarlo. El poder de vida o muerte de los padres sobre los hijos (siempre en candelero, ahora que como siempre, aunque ya no exista la Autoridad Final del paterfamilias romano, siempre estamos a vueltas con la ley del aborto). Las alusiones y precedentes de Eva son múltiples: se me ocurren, cómo no, el Génesis, Frankenstein de Mary Shelley y sus prometeicos antecedentes, pues Frankenstein era "el moderno Prometeo". Y Villiers de l'Isle-Adam y su Eva futura, y Asimov con sus reglas para robots, y relatos de Karel Capek y de Stanislaw Lem, de James Blish o de Philip K. Dick, y tantas películas con variaciones sobre Yo Robot—como Yo Robot, o El hombre bicentenario, o Terminator. En muchas de ellas, la historia de Pinocho también, el robot o muñeco niño que quiere humanizarse, ser como los demás y ser aceptado. Entre ellas AI, Inteligencia Artificial de Steven Spielberg, otra película con tecnología aragonesa, al menos supuestamente (hizo famoso, en la web, al Instituto Tecnológico de Aragón, digno rival del MIT). El final está especialmente influido por Spielberg, claro que ese estaba influido en cierto modo (supongo) por Neuromante—en William Gibson aparece ese motivo, que luego ha engendrado a Matrix y a otras variantes, según el cual la inmortalidad y transcendencia humanas, si bien imposibles sueños en nuestra propia realidad, pueden construirse y generarse, more emergente, en un mundo dentro del mundo, en un nivel de realidad más complejo diseñado por los humanos. El final a un segundo nivel de realidad, en el que el happy end es posible metaficcionalmente, se daba de modo memorable en Total Recall, de James Cameron (y P. K. Dick, claro). Los libros son otros mundos virtuales de este género, donde se generan mentes artificiales y se crean universos alternativos, que modifican o mejoran el nuestro, o hacen posible lo que en él es imposible. Siempre vivimos, ya, en un mundo virtual, un mundo construido imaginativamente por los humanos— y quizá estas películas sobre vidas y mentes artificiales no hacen sino explorar posibilidades adicionales de esta verdad fundamental.
Voy a ver qué nos cuenta el director sobre su película.
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O qué le contamos sobre ella... Hay en la Facultad de Económicas, en el ciclo La Buena Estrella, un coloquio muy interesante con el director y con varios de los diseñadores gráficos de efectos especiales. Yo también participo, procurando evitar spoilers... Se habla de muchas cosas, entre otras, de la ambientación. Es una película de nieve, cosa que va asociada a la bata blanca del científico, al mundo helado de Frankenstein, en los Alpes o en el Polo, y al resentimiento de los personajes por traiciones innombradas del pasado. Aparte, el blanco da muy bien en cine, y es también el color de los Macs.
Y conforme hablo, se me ocurre esta teoría metaficcional de las películas sobre robots que expongo, y que parece gustarle al director, o que parece compartir, habiendo reflexionado al respecto. Quien hace un robot o ser vivo artificial en el argumento de una película se encuentra, metaficcionalmente, en la misma posición que el creador de la propia película. Su artefacto ha de tener semblanza de vida—an imitation of life, es el cine, y es un reto en las películas de ciencia ficción convencer al otro, al espectador, de la realidad de lo logrado, y de la fluidez del resultado. Hay que sorprenderlo, también. El cine es la fábrica de robots más avanzada, siempre en vanguardia, y por eso tampoco es sorprendente que una película sobre inteligencia artificial contenga un segundo nivel de representación, en el que la realidad virtual generada es equivalente, en cierto modo, a una película. Es un cierre autorreferencial muy limpio, casi incluso obligado en según qué tipo de argumento. En el de Eva lo es, pues Eva ha de seguir viva en un mundo imaginado, y un más allá que querríamos para ella, aun cuando su creador la haya matado en su propio mundo real, pronunciando las fatídicas palabras, el código desactivador: "¿Qué ves cuando cierras los ojos?"
Bien, lo que vemos cuando cerramos los ojos son los sueños. El cine es fábrica de sueños, y el más allá también es un sueño. Sueños son, pero quizá necesarios. Nuestra mente no puede conformarse con el mundo que le rodea, sin más. Sueña, reinventa, corrige, propone, y crea mundos dentro de mundos. En algunos de ellos, podemos ser el Hacedor de Estrellas.
Viendo Aparajito, de Satyajit Ray, director bengalí y gran clásico del cine. Es ésta la segunda parte de la trilogía de Apu, que como otras obras clave del siglo XX cuenta el paso de la cultura rural tradicional a la modernidad de la ciudad. El éxodo rural, y la modernización, se ven en la figura de Apu, niño que crece en una familia brahmán tradicional, ahora empobrecida y forzada a emigrar a la ciudad desde su aldea perdida en el tiempo. El tren es el símbolo e instrumento de la modernidad, lo que se lleva a la India antigua y la va acumulando en las calles de la gran ciudad. En esta segunda parte muere el padre de Apu, en la ciudad sagrada de Benarés, tras el primer éxodo, narrado en Pather Panchali—ahora se ganaba allí la vida como sacerdote. Vuelve a comenzar por así decirlo la historia narrada en la primera película, y avanza un poco más, cuando Apu vuelve con su madre Sarbajaya a un pueblo, tampoco lejos del tren, y empieza allí a asistir a la escuela. Destacará como estudiante, y los libros, por pocos y precarios que sean, le abrirán un mundo que era desconocido para sus compañeros, y que lo llevará lejos del pueblo. Gana una beca, y va a estudiar, y visita poco a su madre—nos preguntamos si el título, Aparajito, "los invictos", se refiere a la tenacidad de Apu o también al carácter sacrificado de su madre, pendiente del hijo, que la va dejando atrás como hacen los hijos. El director lo muestra críticamente, frío y desapegado a veces, pero también comprendiéndolo en su situación y en su dedicación a su carrera. La protagonista emocional de la película es, por supuesto, Sarbajaya, la madre (Karuna Banerjee), conmovedora hasta decir basta, un arquetipo de abnegación, ahorrando para el hijo, a la vez ayudándole a volar e intentando retenerlo un poquito más en casa. Su viejo tío quería que Apu siguiese la tradición familiar y se hiciera sacerdote, pero ir a la ciudad significa también desapegarse de las viejas tradiciones. Ni siquiera hace unas ceremonias fúnebres decentes al modo tradicional por su madre, este Apu—tiene prisa, tiene exámenes, tiene impaciencia, dice que ya se encargará de eso en la ciudad. Lo vemos alejarse, al final, hacia el futuro, mientras su viejo tío lo mira desde el interior del patio de la casa desvencijada. A la que seguramente no volverá Apu a verlo vivo, se va sin mirar atrás. Qué película tan memorable, cómo cuenta lo que tiene que contar sin una coma de más, qué moderna, o qué eterna, en 1956, cuando estas historias pasaban y seguirían pasando, aquí narradas por anticipado. El éxodo del pasado al futuro, del campo a la ciudad, de la tradición a la modernidad, del apego al desapego— la historia del mundo solapada con la historia de nuestra propia vida, es la historia de muchos, en primera persona, no hace falta que la veamos en cine, pero ayuda a entenderla, o a entendernos, o a vernos desde fuera.
Muy buena película, Contagion, de Steven Soderbergh—que decididamente está entre los directores que más me gustan. Con guión de Scott Z. Burns. Arrow in the Head pensaba darle una tunda... pero no, tiene que reconocer que la película funciona, aunque no es "cine de terror". (TRAILER AQUí). Pertenece al género "catástrofe - multiprotagonista", aquí potenciado por varias circunstancias. La catástrofe es mundial y creíble, una epidemia de una gripe mortífera, como la Peste Negra, o como la Peste Escarlata de Jack London. Y la catástrofe se difunde por las relaciones entre los personajes, cosa que no sucede con terremotos o incendios de rascacielos, o trasatlánticos vueltos del revés. De este modo la temática de la película y su estructura narrativa alcanzan una cohesión especial, y se retroalimentan mutuamente. Aunque supongo que toda retroalimentación es mutua, ésta es bastante mutua, o bastante bien llevada en el ritmo de su aceleración. El lema de la película es "nothing spreads like fear"—O sea, una película sobre información, y sus redes de difusión.
La película evita el catastrofismo "barato" cuando se halla una cura para la pandemia, después de una rápida extensión en unas pocas semanas—se nos muestra el desarrollo cada pocos días, en una variedad de circunstancias: los investigadores que tratan de desarrollar vacunas, las víctimas que mueren y las que sobreviven, las organizaciones médicas buscando el foco y controlando daños, etc. También, cómo no, la colisión entre el yo profesional y el yo personal de los médicos, como el interpretado por Lawrence Fishburne—acusado de pasar información privilegiada a su familia. Las circunstancias de una pandemia grave y del caos al que lleva están muy bien presentadas desde una serie de puntos de vista magistralmente integrados y relacionados. El ritmo es trepidante para lo que podría ser esta historia (aunque algún espectador se quejaba, o comentaba, que parecía un documental)—y la música ayuda mucho, realmente eficaz, resulta en una película impresionante y contundente, excepto el final quizá, un poco flojillo (nos remite al principio de la epidemia, dándole un toque circular al asunto).
Como en otras películas de plagas y catástrofes, tras el apoteosis de la tormenta viene la calma. Ya me avisaban que iba a ser un tanto parecida a A Ciegas, de Fernando Meirelles, sobre la novela de Saramago—ésa sobre una plaga de ceguera contagiosa, y así es. Pero ésta es más realista, más "documental" y menos alegórica sobre la naturaleza human, sin que por ello deje de verse claramente en cada personaje. Es también más esperanzadora que otra memorable película de catástrofe universal vista hace poco, La carretera. Pero muestra cómo la reacción colectiva a una catástrofe hay de todo—colaboración, organización, y también caos y lucha por la vida. Tras la rápida difusión por las redes sociales globalizadas, sigue el colapso de la sociedad, el homo homini lupus—"No hables con nadie, no toques a nadie, apártate de los demás"— y una visión pasajera del derrumbamiento de la civilización. Aquí no llega a haber un colapso de todas las instituciones, como en La Carretera, o en Soy Leyenda, o, pongamos, en Earth Abides, memorable novela de George R. Stewart sobre otra plaga universal. Es que hay tantas sobre este tema... Desde The Last Man de Mary Shelley, y aun antes, en la tradición de los relatos sobre pestes. Bien, aquí las autoridades siguen firmes y controlan el desorden, y distribuyen la vacuna, y acaban con la plaga. Realmente esperanzador. Esperemos.
Siendo interesante la narración del control, también lo es la del desorden y caos. Cómo se filtran rumores unos ciertos y otros falsos por Internet y las redes sociales—es el contagio número dos de la película, y podríamos decir su especialidad, lo que añade ésta a otras películas sobre plagas. Es una película hipermediática—como suele ser el caso ahora con las de acción; hay grabaciones por todo, seguimiento del pasado en vídeos, modelos en ordenador del virus, mapas electrónicos en tiempo real de la extensión de la plaga, boletines, comunicados... y también hay blogs, y Facebook, y twitter, y redes sociales tanto online como offline. Uno de los hilos argumentales tiene que ver con el filtrado de información confidencial a través de las redes sociales, y del caos a que da lugar, con alarma pública, vandalismo, pánico generalizado. Otra tiene que ver con un bloguero supuestamente "auténtico" que denuncia las manipulaciones de las autoridades y la prensa, aunque en realidad busca lucrarse promoviendo un remedio que no es sino un placebo. Aquí salen mal parados los blogueros, y vemos la cara de este trendsetter julay en carteles como los que salieron de Julian Assange y su Wikileaks (o como los de Obama, presidente de Facebook), con el lema "Prophet / Profit". Mala imagen les sacan aquí a los gurús de la red. Una película muy informática, en suma, que combina de manera excelente los temas de la información viral y de los virus en sí. Son cosas que pasan, y más que pasarán, si los profetas no se equivocan.
Hoy mismo continuaba con el vídeo sobre Aritmética, población y energía, donde se usa la imagen del crecimiento exponencial de las bacterias en un frasco—alegoría del colapso del capitalismo y de Occidente. Ya Malthus decía que el exceso de población se controla, entre otras maneras, con grandes epidemias. Vamos comprando boletos, después de la Gripe Española, del Sida y de la amenaza de la gripe A—también referenciadas aquí.
La multiplicación exponencial que lleva al caos es un motivo especialmente característico de estos tiempos apocalípticos que llevamos viviendo, sumidos ya en pleno milenio de la incertidumbre, y atrapados en una red de dependencias e interconexiones globales. Viendo Titanic el otro día, también se veía allí una buena dosis de hasta qué punto Occidente (el mundo hoy, vamos) es un barco autocontenido dirigido hacia ni se sabe qué oscuros icebergs. Ofrece Contagio, como Titanic, una perspectiva desengañada sobre la ignorancia en que seguimos, la generalidad del personal, hasta segundos antes de que nos llegue la catástrofe—cuando ya se ha desatado ésta y sigue su curso inevitable, cuando ya están los virus circulando de boca en boca, y las bodegas inundándose, la botella a punto de reventar de bacterias— y nosotros bailando con la orquesta, mientras aún suena la música.
Anonymous, de Roland Emmerich: una divertida película sobre Shakespeare y la "teoría de la conspiración" anti-stratfordiana. Pura literatura-ficción, claro:
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Y aquí tenemos la reseña de Roger Ebert:
Very few commoners of his time are as well-documented as William Shakespeare. There seems little good reason to doubt that he wrote the plays performed under his name. If he had been an ordinary playwright, there would be no controversy over their authorship. But he was the greatest of all writers in English, in some ways the engine for the language's spread around the world, and one of the supreme artists of the human race.
There have long been those not content with his breeding. He was the son of an illiterate, provincial glover, an itinerant actor in a disreputable profession with no connections to royalty. Surely such an ordinary man could not have written these masterpieces. There is a restlessness to reassign them, and over the years, theories have sprung up claiming the real author of the plays was the Earl of Oxford, Sir Francis Bacon, the 6th Earl of Derby or Christopher Marlowe. "Anonymous" argues the case for Edward de Vere, the 17th Earl of Oxford.
You perhaps know little enough about Shakespeare and next to nothing about the other candidates. That's no reason to avoid this marvelous historical film, which I believe to be profoundly mistaken. Because of the ingenious screenplay by John Orloff, precise direction by Roland Emmerich and the casting of memorable British actors, you can walk into the theater as a blank slate, follow and enjoy the story, and leave convinced — if of nothing else — that Shakespeare was a figure of compelling interest.
This movie cruelly stacks the deck against him. The character of Shakespeare (Rafe Spall) is drawn a notch of two above the village idiot. Witless and graceless, there is no whiff of brilliance about him, and indeed the wonder is not that this man could have written the plays but that he could articulate clearly enough to even act in some of them (about which there seems to be no doubt).
Edward de Vere, the Earl of Oxford (Rhys Ifans), however, seems the very template of genius. His manner, his bearing, his authority, his ease in the court of Elizabeth all conspire to make him a qualified candidate. He was so well-connected with the crown in fact that the movie speculates he may have been the lover of the young Elizabeth (Joely Richardson) or the son of the older Elizabeth (Vanessa Redgrave). Not both, I pray ye.
The film also plunges us into the rich intrigue of the first Elizabethan age, including the activities of the Earl of Essex (Sam Reid), whose plot to overthrow the queen led to the inconvenience of beheading. Incredibly, for a film shot mostly on German soundstages, "Anonymous" richly evokes the London of its time, when the splendor of the court lived in a metropolis of appalling poverty and the streets were ankle-deep in mud. It creates a realistic, convincing Globe Theater, which establishes how intimate it really was. The groundlings could almost reach out and touch the players, and in the box seats, such as Oxford himself could witness the power of his work, which was credited to the nonentity Shakespeare.
All of that makes "Anonymous" a splendid experience: the dialogue, the acting, the depiction of London, the lust, jealousy and intrigue. But I must tiresomely insist that Edward de Vere did not write Shakespeare's plays. Apparently Roland Emmerich sincerely believes he did. Well, when he directed "2012," Emmerich thought there might be something to the Mayan calendar.
In a New York Times article, the Shakespeare scholar James Shapiro has cited a few technicalities: (a) de Vere writes and stars in "A Midsummer Night's Dream" when he was 9 years old, and (b) "he died in 1604, before 10 or so of Shakespeare's plays were written."
I have a personal theory. The most detailed and valuable record of life in London at that time is the diary of Samuel Pepys, who attended plays in court and in town, and as Secretary of the Navy, was an inveterate gossip, well-wired for information. He wrote his diary in a cipher, not intending it to be read. If he had knowledge of the true authorship of the plays, I don't believe he could have suppressed it.
Nos vamos con la familia a ver una premiada película religiosa, El árbol de la vida, The Tree of Life. Curiosamente al concluir el final místico-existencial el público aplaude y se ríe a carcajadas. Otros se iban del cine a mitad, supongo que a algunos se les hacía larga, o lenta. Aparte, recuerda mucho a la vida de cualquiera, y a las cosas que sentíamos de críos, y que por allí siguen si las buscamos.
Es la historia de una familia, en concreto de los recuerdos que tiene un ejecutivo (Sean Penn) de sus años de infancia, en especial de su relación con su padre, autoritario y agobiante (Brad Pitt); —su madre, por contra, representa para él el lado poético y religioso de la vida, al que vuelve ahora en un periodo de crisis. Vemos muchas escenas del chaval Jack en su vida diaria, con sus hermanos y amigos, recuerdos puntuales de momentos de esos que se quedan fijos como epifanías, o como fotos de la vida.
No es por casualidad, creo, que este cartel recuerda a los thumbnails de Flickr—para que cualquiera (cualquiera que tenga un fotoblog, vamos, o un álbum de fotos) pueda identificarse con la narración fragmentaria. Fotos, escenas tipo vídeo casero, imágenes sueltas, recuerdos aislados, que a veces se conectan en unos episodios coherentes. Pero sin llegar a constituir lo que en Hollywood se llama un argumento. Esta película lleva a las estrellas de Hollywood hacia la línea del cine religioso sueco, o danés—tipo Ordet, o las películas de Bergman. En parte por su rechazo mismo a centrarse en los episodios centrales; la narración prefiere los periféricos— sabemos de la muerte de uno de los hermanos, pero de oídas, y vemos poco de la vida de la familia después; tampoco sabemos nada de la vida de adulto del chaval que creció para hacerse arquitecto, o de por qué está pasando esta crisis vital y religiosa a estas alturas de la vida—aparte de por los traumas mal asimilados del pasado, claro.
La película tiene también el interés de sus escenas "raras", prolongadas escenas de materia en movimiento, muchas veces casi abstractas, células, masas de galaxias, volcanes, gotas de agua, nebulosas, desiertos y mares, sugiriendo "la grandeza y belleza de la creación" y un contexto cósmico para una historia concreta (a relacionar con lo que hablábamos aquí sobre mapas del tiempo). Imágenes ambiguas, pues lo mismo pueden sugerir sentido como falta de sentido cósmico a la vida humana.
También hay muchas preguntas en voz en off a la divinidad—por qué manda el sufrimiento a los justos y a los injustos, por qué el mundo no es perfecto, por qué mueren los niños... que naturalmente no pueden tener respuesta inteligente, con ese planteamiento. Para un cura que toma la palabra, lo que les dice a los creyentes es que Dios va a hacer sufrir a justos e injustos por igual, y arbitrariamente. Nos queda el consuelo de Alexander Pope, a saber, que todo es perfecto en sus propios términos, si no en los nuestros (triste consuelo, claro), y que para bien o para mal tenemos un sistema emocional incorporado que genera imágenes de esperanza y satisfacción, aunque la realidad las desautorice.
La película está plagada de imágenes religiosas que sugieren o ansían un más allá, donde reunirse con el pasado allí almacenado, o con las personas queridas que perdemos— un cielo que ni se sabe cómo representar, es irrepresentable, gente en una playa deambulando perdida, es una solución como cualquier otra. A veces la película da la impresión de estar tan perdida y desorientada como esas almas del más allá, agarrándose a vagas creencias de las que América cree que cree, y en las que Europa prefiere no pensar.
Otras imágenes, como las de nubes ("alli vive Dios") reflejadas en rascacielos, o un puente colgante con una gaviota que pasa, sugieren que la trascendencia religiosa está ya en este mundo, y que se experimenta a través del simbolismo religioso— o quizá que la tierra y la vida son símbolos adecuados del más allá, y que es suficiente tenerlos aquí.
Yo también era un niño hace cuarenta años. También perdí un hermano, y el tiempo, y más cosas que me vuelven a la cabeza. Todas las vidas se parecen algo, y esta película muestra algunas de las dimensiones más ordinarias y más extraordinarias de las vidas de cualquiera. Y como la vida, también es inconexa, y conectada, y con sentido e insensata, y larga, y corta.
El origen del Planeta de los Simios está remotamente en el cuarto viaje de Gulliver, con sus Yahoos, y más inmediatamente en la novela de Pierre Boulle. Pero en realidad nos acordamos más de Charlton Heston y la Estatua de la Libertad semienterrada, en la película de 1967. Y de esas minifalderas tan imponentes vestidas de pieles y que no tenían ni dos palabras de conversación, una cosa muy de liberación al estilo de los sesenta. Es curioso que la reseña de Roger Ebert, a la vez que intuye que El Origen del Planeta de los Simios sugiere que seguirá una secuela, ni menciona toda la serie que la precede—con las secuelas ya hechas a priori, empezando por la película original. O sea, ni menta que la película es una "precuela". Quizá sea un síntoma, porque probablemente poca parte del público ha visto siquiera la primera película, a estas alturas. Aquí en PlanetaSimios.com hablan de toda la saga. Y en "Too Much Monkey Business" describen la serie casi completa, a la que se suma el remake de Tim Burton, la única que queda probablemente en la memoria fílmica del espectador medio.
Los guionistas de esta película evidentemente sí conocen la serie, aunque se han atenido a ella sólo en lo que les ha parecido adecuado—sobre todo para hacer una serie de referencias discretas (más que guiños) a episodios de la serie—por ejemplo cuando César grita la palabra prohibida, "NO!" La presecuela que más se aproxima a la situación de esta película es La Rebelión de los Simios (Conquest of the Planet of the Apes, 1972)—donde el chimpancé César, o mejor Espartaco velludo, se convierte en líder de la revuelta racial antiesclavista, en una película muy marcada por la era de la lucha por los derechos civiles. Allí se retrataba una abusiva sociedad futurista, ambientada, qué tiempos fueron futuros, en 1990. Por cierto que este nuevo César de 2011 ya no desciende de los simios inteligentes del futuro, por un loop temporal, como sucedía en La Rebelión de los Simios. Ahora se busca un origen para los simios inteligentes no en la paradoja temporal sino en la manipulación genética y en la experimentación abusiva con animales. El evolucionismo, en cambio, ni se menciona, por si acaso, aunque está ciertamente latente por la naturaleza misma del material.
La serie original estaba plagada de referencias raciales (básicamente una alegoría de negros contra blancos en USA) y lo cierto es que en cualquier película americana que se precie hay una lectura racial del asunto, no menos en ésta. Así, por ejemplo, se sabe que el negro siempre muere, y aquí muere doblemente: muere el negro uppity que dirigía los laboratorios de investigación neurológica, y muere también el negro de base, el gran gorila Buck que ayuda al (negro blanco) César en su rebelión por liberar a los simios. A la mala conciencia racial se suma ahora una buena dosis de auténtica mala conciencia de especie. Así la película retorna a sus orígenes por así decirlo, al sintetizar en uno el maltrato a las razas oprimidas y a los grandes simios, y casi lo más efectivo son las escenas carcelarias en las que vemos a los simios como casi humanos, en una variante del cine de presidiarios. Como en presidio no faltan los comportamientos antropoides, es un acierto de la película invocar este género, potenciando el terreno intermedio entre lo humano y lo simiesco—con muchas imágenes y situaciones que permiten percibir lo tenue que puede ser el terreno entre lo humano y lo no humano.
Aunque por supuesto uno va aquí a ver sobre todo efectos especiales: y ahora hemos pasado del maquillaje convincente a los gráficos generados por ordenador y a la captura de movimiento. En ese sentido, y en sus secuencias de acción, está muy lograda la película, aunque los efectos que usa se verán como bastante más artificiales en menos tiempo del pensado. Para entonces el futuro y el pasado ya serán otros, y seguro que ya tenemos una secuela del remake de la precuela, o quizá un remake de la precuela de la secuela.
No me pierdo las películas de Almodóvar, porque siempre disfruto viéndolas, aunque las vea tan llenas de defectos como de aciertos. Una cosa que no sé si es defecto o acierto es que tratan a veces con situaciones tan atípicas y extravagantes que se salen del ámbito de la experiencia humana común que parece necesario para que una película llegue a ser grande en todos los sentidos. Así, salen películas atípicas, llamativas, originales, pero difícil veo que llegue a hacer una obra maestra redonda—sus prioridades son demasiado peculiares. Así, por ejemplo, la peripecia del cirujano plástico y su víctima en La piel que habito es una historia sugerente, llena de ecos de debates de actualidad, y que señala en muchas direcciones diferentes todas interesantes, pereo el núcleo donde se unen todas es un personaje tan patológico que es totalmente implausible, excepto como ficción cinematográfica. Podría pensare que en la viña del señor hay gustos para todo—el otro día salía en la prensa la noticia de un ruso que quedó por Internet con otro de gustos supuestamente parecidos, pero no: lo mató y se lo comió en diversas salsas, croquetas, filetes, etc., durante varios días. Podría parecer de Almodóvar, pero no: el nivel de implausibilidad de La piel que habito es exponencialmente mayor, y eso encierra a la película en su propia ficción, por interesantes que sean los ingredientes que combina y lo bien aderezado que esté el plato.
A ver, unos cuantos de esos ingredientes, por pasar lista: la homosexualidad, tema personalmente recurrente (hay quien opina que Almodóvar es casi como el Eisenstein de la homosexualidad, en esto del cine, realista socialista a su manera). La moda de la cirugía cosmética y en especial los transplantes de rostro. La experimentación genética en los límites de la ética. La transexualidad y las operaciones de cambio de sexo. La Momia (esta película es La Momia de El Cigarral). El Doctor Frankenstein, haciendo de Nuevo Prometeo, y su Criatura—la novia de Frankenstein. Yendo más atrás, el mito de aquel griego que se enamoraba de la figura que había esculpido. La Salida del Armario, y huída del pueblo, quizá no en ese orden. El Regreso al Pueblo, y el momento de la revelación a los padres: "soy gay", "soy transexual", etc. Historias de venganza maligna, de esas de hacer comerse sus propias obras al malvado—Tiestes, etc. El Coleccionista de Fowles, y su versión cinematográfica. Y otro coleccionista, de películas: el Peeping Tom—visto que Robert el cirujano espía a su impaciente paciente con un circuito cerrado de televisión. (La imagen dentro de la imagen de este circuito cerrado da algunos de los momentos más poéticos y visualmente sugestivos de la película). Historias de secuestros, y de agudos Síndromes de Estocolmo, que pueden revertir en el último momento, por colisión traumática de las identidades superpuestas—en especial se recuerda la historia de esa chica Kapusch, secuestrada durante años y que ya casi andaba medio libre antes de su fuga. La historia del Monstruo de Amstetten y su hija secuestrada en el sótano, también. La lista podría seguir sin incluimos las historias de hermanos desconocidos o contrarios—un capítulo ése que aquí se hace especialmente irrelevante o gratuito. En el guión hay alguna cosa de este estilo que detrae en lugar de añadir. También tiene sus puntos flojos o torpes, por ejemplo la persecución de la camioneta a la moto, no tiene nivel americano—y el diálogo de la madre de Vicente el secuestrado con la guardia civil es absurdo, por comprimir en una escena lo que tenían que ser varias. También abundan en Almodóvar las reacciones humanas incomprensibles o mal escritas, como por ejemplo las reacciones de la madre de los dos hermanos (Marisa Paredes), aquí—o hay que pensar que Almodóvar ve a los seres humanos a un nivel de superficialidad y de irrelevancia en sus sentimientos que los hace casi inhumanos (igual que la otra en Volver, que guardaba a su marido muerto en el congelador del restaurante, y ella tan fresca, a cantar flamenco). La frivolidad del propio artista no parece ajena a que se le pueda colar semejante panorama humano entre los personajes presentados favorablemente.
Como interés especial del cóctel, veo la presentación del tema de la transexualidad de modo paradójico: aquí funciona la cosa por inversión total. El transexual Víctor/Vera lo es involuntariamente, pues es víctima del cirujano loco—y sin embargo parece por un momento que acepta su nueva identidad y su destino y que se va a instalar en una nueva "normalidad" por encima de las cicatrices. Pero no es así: ve su antigua foto de cuando era hombre (le da un beso, por cierto, narcisista) y decide vengarse de quien le ha cambiado de sexo. Un poco como quien se venga del Patriarcado que impone un orden sexual autoritariamente, siguiendo sus propias fantasías. Así se desfamiliariza también la escena del regreso a la familia y al pueblo de Víctor: cuando no lo reconocen con el rostro de Vera: es que tampoco se reconoce él, o ella. El tema de la recreación transexual de la identidad queda así desfamiliarizado, presentado con un ángulo extraño que ayuda a percibir su extrañeza y la violencia que supone para la identidad peronal. Son variaciones, pongamos, sobre temas gays, a veces mostrados de tal manera que descoloquen al espectador o le hagan revisar sus presupuestos sobre identidad o género. Un poquito como hacía Shakespeare con sus travestismos y sus chicos actrices. Así, se nos presenta primero a Vera (Elena Anaya) como mujer, y sólo luego nos enteramos de que es Víctor operado. De este modo, mediante el uso de flashbacks, la película logra que regresemos al presente para encontrarnos otra vez con Victor, ahora Vera, y que se nos descoloque la imagen de Elena Anaya al verla con la interferencia de pensar que es un hombre cambiado de sexo. Todo eso, y el tema de la cirugía plástica en general, contribuye a hacer del género una performance que no toca el centro de la identidad—soy Víctor, dice el transexual al volver, y lo cierto es que ya no se sabe quién es, ni quién será, pues también como Víctor tenía una imagen equívoca como de chico que quería ser lesbiana, y que no se ubicaba bien en el pueblo. Almodóvar sigue explorando así los límites y complicaciones de la identidad sexual, y mostrando cómo es maleable, infinitamente en este sueño cinematográfico, pero cómo las cicatrices que se borran en la carne quedan en el alma, y esas son de peor curar, todo el mundo lleva su trayectoria a cuestas. Quizá el mayor defecto de la película, en los propios términos de su planteamiento, está en que la transformación de Víctor en Vera, que tendría que ser cinematográficamente creíble, no lo es: pasamos del actor que interpreta a Víctor, a Elena Anaya, y se acepta el cambiazo por necesidad del guión, pero no se ha conseguido hacer el cambio de sexo de manera cinematográficamente convincente. Que es la que cuenta, en cine.
Película de Terence Davis sobre intrigas de honor e imagen social en el Nueva York de cien años atrás. Es una excelente adaptación de la novela de Edith Wharton— sobre la sofocante sociedad de la Gilded Age, viviendo como victorianos enrabiados, todo apariencia de educación en los usos y maneras sociales, y bestias egoístas que van a por el dinero por debajo. A por el dinero, y a por el reconocimiento de su grupo, cosas que solían ir unidas. Las emociones se van bloqueando con los jaques sucesivos al dinero y a la respetabilidad, y la aparente espontaneidad inicial, espontaneidad dentro de las reglas, se va asfixiando hasta que solo queda la frustración entre el mobiliario y las crinolinas, y los dobles y los triples y cuádruples entendidos sobre los motivos e intenciones de los demás. Lily Bart (Gillian Anderson) es una muchacha casadera, en apariencia la vida le sonríe Pero ya es algo mayor, y va comprometiendo sus posibilidades de casarse por no seguir adecuadamente las reglas del grupo: no hay que mirar si tu pretendiente te gusta, sino más bien si es un buen partido envidiado por otras, y una buena alianza de intereses financieros. Luego la gente ya se arregla, si realmente quiere sexo o emociones. Pero esta moza no tiene el dinero seguro (depende de la herencia de su tía, que la acaba desheredand prácticamente por sus indiscreciones)—y además tiene ribetes de new woman o de mujer independiente y romántica, no quiere venderse por dinero, y será su perdición, porque pronto la acechan las deudas y los benefactores interesados. Primero es reutilizable si no como esposa al menos como dama de compañía o carabina, en situaciones cada vez más comprometedoras, hasta que al final tiene que abandonar "la sociedad" y (horror) trabajar, pero tampoco sabe... El poco dinero que le deja su tía lo entrega todo para saldar una deuda de honor, a un caballero que la creía mujer fácil o comprable—y así acaba llegando al suicidio, por jugar a un doble juego al revés que los demás miembros de su sociedad. Ellos aparentan seguir la gramática social de la respetabilidad y la educación, y en realidad se guían por la gramática parda del interés monetario; ella hace lo contrario, aparentemente yendo a su capricho, pero luego tomándose literalmente la respetabilidad hasta la muerte que nadie más se cree. Cuando se toma un bote de láudano, mujer ya inaceptable como esposa e indeseada como amante, por lo menos consigue hacer llorar en su lecho de muerte al amor de su vida, Lawrence Selden (Eric Stoltz), el abogado que no se quería casar con ella ni con nadie pero que la estimulaba a no casarse ella tampoco por su parte, engatusándola con que ella era una criatura especial que no vendería sus emociones... Menuda responsabilidad cuando le hace caso, y se lo echa en cara años después; hasta el cínico abogado parece entender la medida de su responsabilidad al jugar con las emociones de autoestima de otra persona—de la persona a la que más apreciaba, además. La película retrata un momento especial del paso del siglo XIX al XX, pero es cierta una de las cosas que dice el abogado—que va sobre un carácter especial, y una manera especial de entender la dignidad, no para transigir con ella sino para llevarla hasta sus últimas consecuencias, independientemente de lo que hagan los demás—porque ya se les ha interiorizado, los llevamos dentro a los demás y su opinión sobre nosotros. Es una patología de la sinceridad y de la relación con los otros, o con nosotros mismos que somos esos otros. Hay quien lo lleva muy mal esto, ya sea en el siglo pasado o en el que está viniendo. Aunque nosotros somos algo más desinteresados que estos neoyorkinos de la Gilded Age, nos importa menos el dinero o la opinión de la sociedad. O eso hay que pensar, por lo de la autoimagen.
The House of Mirth. Dir. Terence Davis, based on the novel by Edith Wharton. Cast: Gillian Anderson, Eric Stoltz, Dan Aykroyd, Terry Kinney, Laura Linney. Prod. des. Don Taylor. UK, France, Germany, USA, 2000.
Estábamos viendo Los pájaros de Hitchcock, y de repente sale Rubalcaba en un ascensor con Tippi Hedren. Ya sé que Rubalcaba está de campaña electoral y que hay que meterlo hasta en la sopa, pero esto ya me parece francamente excesivo.
Este título, que parece que quiera decir mentirosa en gallego, en realidad quiere decir infiel en sueco. Es una película de la japonesa Liv Ullmann, a quien recuerdo como actriz de cuando veíamos películas de Bergman, en los ochenta—y es muy bergmaniana, hasta el extremo de que el protagonista - narrador - inventor de la historia se llama Bergman, y Bergman el auténtico, es el guionista de la película. Suponiendo que el otro no sea auténtico—pues Bergman es como Bergman, un viejo cineasta o dramaturgo, que inventa una historia o la revive de su pasado, quizá sobre su ex (Liv Ullmann es la ex de Bergman, y no es la primera vez que éste se mete en la vorágine dramática de las infidelidades, sacándole al adulterio sus posibilidades de angustia metafísica. Supongo que en esta colaboración o regalo de guión hay algo de comunión mutua de angustias, y explicaciones personales que sólo se pueden dar mediante la ficción). Inventa o cuenta Bergman la historia de Marianne, que fue su amante o que algo tiene que ver con su amante, con la que no llegó a casarse (eso suponiendo que Bergman sea David, el director de teatro que tiene una aventura con Marianne y la separa de su marido Markus). Bergman vive solo en una costa nórdica vacía y azotada por el viento, y no tiene más que los recuerdos o las invenciones basadas en ellos, y no son alegres precisamente: las visitas de la fantasmal o inventada Marianne, que se confiesa con él o adquiere su ser cuando la inventa, son un entretenimiento y las espera con ilusión, pero quizá también son un tormento de autotormentador. Lo que va contando Marianne, o le van haciendo contar, es la historia de la destrucción de su matrimonio aparentemente feliz con Markus, cuarentones ellos. Sin saber cómo ni por qué, tiene una aventura con David, amigo de la familia, durante un viaje a París. Parecía que iba a quedar ahí la cosa, pero lo retoman y el engaño la va absorbiendo, se va complicando y la hunde poco a poco en un caos de mentiras, contradicciones, vergüenza y humillación. Su marido los descubre, o descubren ellos más bien que los había descubierto ya antes, y más cosas saldrán a la luz. Que Markus tenía una amante, que nada era como pensaba Marianne, que ni el pasado estaba a salvo, que ni ella era quien ella pensaba, porque—¿por qué tuvo esa aventura con David, en primer lugar, si ni siquiera se le había pasado por la cabeza desear a este amigo suyo? Dice Marianne, o su joven aparición a Bergman, que cuando aceptó o decidió tener una aventura con su amigo, era como si quien lo hiciese fuese una persona sin nombre y sin identidad que vivía oculta dentro de Marianne. Leía hoy en Houllebecq que "en la vida cotidiana hay que andar con cuidado para no dejarse atrapar por la propia historia o, de forma aún más insidiosa, por la personalidad que uno imagina que es la suya". Muchas rupturas seguramente provienen de allí—de un deseo de ruptura con una coherencia que se hace ajena, o demasiado propia. Pero la felicidad no parece ser una prioridad para Houellebecq, y tampoco en esta película da felicidad la ruptura, o el dejar salir la propia incoherencia a flote. Todo deriva hacia el vodevil grotesco y vergonzoso, hacia la tragedia fea e insensata, y al fin hacia el horror metafísico. El adulterio todo lo adultera: el vaivén entre su marido y su amante, o mejor llamarlo ahora actual pareja, desquicia la vida de Marianne, la lleva a la indignidad, y saca lo peor de todo el mundo. Ya le había avisado David que él era un fracasado y que todo lo que tocaba se echaba a perder. Una escena en la que vemos cómo se hunde un montaje teatral que ensayaba lo muestra de modo patético. Aparte, David es violento, celoso e impredecible, tiene deudas, es mal padre con los hijos de su divorcio anterior, no es ninguna joya; y la historia de amor o lo que sea entre él y Marianne no los lleva a más felicidad precisamente. Aunque aún más en picado cae Markus—y se suicida, sí, después de un feo proceso de separación en el que humilla a Marianne y la veja a cambio de permitirle conservar la custodia de su hijita Isabelle. Pero la demencia de Markus, ya desatada, había ido más allá: había intentado convencer a la pequeña Isabelle de que se suicidase junto con él. La película comienza con una cita de Botho Strauss que nos dice que nada hiere el alma de una persona tan profundamente como un divorcio. Durante gran parte de la película creemos que se refería al divorcio de Markus, y que Bergman era un trasunto de Markus anciano. Al final parece más bien un trasunto de David, quizá David en persona, que también perdió a Marianne después de que ella decidiera abortar al hijo de él que esperaba, tras una pelea espantosa. Y vivieron separados, se nos cuenta. Claro que Bergman bien puede ser una versión de Markus y de David a la vez, y de Bergman también, cómo no, y de Ullman, y de quien se meta en la historia. Al final el viejo guarda sus retratos y recuerdos de Marianne, que sí parecen reales, y sale a dar su último paseo quizá por la costa batida por el viento. Esa relación con los recuerdos y con el pasado la acabamos teniendo todos o casi todos. El pasado siempre se fue al traste, y en el caso de los divorciados y amantes separados, más todavía.
Re-viendo Peeping Tom, la película que (dicen) acabó con la carrera de su director Michael Powell. El guión es del curioso personaje Leo Marks, criptógrafo y dramaturgo. Se estrenó la película ante un coro de abucheos críticos, pero con el tiempo fue subiendo la estimación—a medida que el cine se hacía más morboso, más complicado, más reflexivo, más mediático. La película se anticipa a su tiempo (1960) y anuncia toda una larga serie de psicópatas con prótesis tecnológicas, y pavores reflexivos. En esta línea me acuerdo especialmente de algunas películas de Robin Williams, como La memoria de los muertos de Omar Naim, o Retratos de una obsesión. En Kika, de Almodóvar, una periodista con videocasco encasquetado emitía en directo todos los sucesos a la tele. También recuerda algo Peeping Tom a La mort en direct de Bertrand Tavernier, de veinte años más tarde, por la temática morbosa de intensificar la muerte mediante su filmación, su transformación en documento y la repetibilización de lo esencialmente irrepetible. Y han proliferado estas cuestiones, proféticamente quizá, en la realidad que imita al arte, como cuando el comando Obama vio la mort en direct de Osama bin Laden, a modo de reality show pakistaní. Aquí el protagonista, el peeping Tom o mirón, fotógrafo de porno y ayudante de cámara, venía traumado por los experimentos psicológicos que había hecho su padre con él, convirtiéndolo en conejillo de indias para el estudio del miedo. Luego él sigue sus experimentos, debatiéndose entre la tentación de la normalidad, que en este caso es la vecina de abajo, y la continuación de su carrera hasta su fin natural—que es filmar su suicidio, a la vez que deja pistas para que la policía lo atrape. El protagonista almacena su vida en vídeo, como el Krapp de Beckett en sus cintas magnetofónicas—y colecciona a sus víctimas archivadas como buen psicópata, en esto recuerda al Coleccionista de Fowles. La película experimenta con diversas mironerías: desde el porno que filma el protagonista (incluyendo una modelo desfigurada) hasta la ciega que ve con la mente—la madre de la chica de abajo, que no se fía del cámara e irrumpe en su estudio privado, preguntándole "¿Qué es lo que estoy viendo?" ante la pantalla invisible para ella. Una conversación con un psiquiatra nos informa de que el protagonista sufre de scoptophilia, no de escopofilia como sería de esperar, quizá para subrayar lo óptico de la cuestión. Bueno, también existe el término griego opip(t)euo, "observar curiosamente, espiar, acechar, mirar con inquietud, vigilar", que nos serviría para retorcerlo con lo de peeping Tom. En fin, aunque le prometen un tratamiento con éxito, el protagonista elige profundizar en su vicio y obsesión, que si no no habría película. Una cosa que hace bien la película es profundizar en las posibilidades y secretos del medio, incluyendo imágenes dentro de imágenes, repeticiones (vemos la escena original primero, su filmación después, imágenes quietas frente a fotografías en movimiento. Y sobre todo incluyendo la reacción del espectador, a varios niveles: la del propio cámara asesino (su cámara incluye un cuchillo, eso sí es penetrar con la vista)—la de la víctima, que se ve a sí misma morir en un espejo, en cierto modo viendo por anticipado la propia película de su muerte. Y también la del espectador inocente de crímenes anteriores, la chica de abajo, que ve cómo alguien ve cómo otros se ven morir tal como otros los verán, no, tal como los están viendo, no sólo la chica, sino también nosotros, posicionados a su lado como mirones de la propia autoobservación terminal. Las imágenes de la chica mirando cómo las asesinadas miran a sí mismas es de las más intensas de la película; la multiplicación o superposición de miradas suma intensidad a la experiencia cinematográfica. En suma, que a base de acumulación mediática, repetición, inserción semiótico-perceptual, marcos dentro de marcos, y reflexividad casi hasta el infinito, saca la película un partido extraordinario a la semiótica básica del cine, a su mironismo básico, a sus patrones de identificación, a la manera en que el uso de la cámara guía y organiza nuestra experiencia pasiva. También, supongo, a ese elemento tanático-terminal que hay en toda película, que es como una vida corriendo a su final. Aquí la tecnología obsoleta de rollos, revelados y super ocho le añade un encanto retrospectivo, o quizá más bien retrofuturista, por la manera en que estas obsesiones, adicciones mediáticas y tecnologizaciones de la experiencia han ido a más, y a más que irán. La película de Powell seguirá creciendo retroactivamente.
Qué curioso, paseaba por el sitio sobre cine de David Bordwell (y Kristin Thompson), críticos atentísmos a la forma cinematográfica y de quienes he aprendido mucho. Y me doy cuenta de que al parecer no han entendido ni patata del argumento de Shutter Island de Martin Scorsese, al menos en lo que se trasluce de su discusión en ese artículo. Creía que no merecía la pena explicar lo que pasa en la película, pero ya que no lo entiende ni David Bordwell, que debe ser la máxima autoridad mundial en cine, igual la cosa merece un comentario. Trailers y demás aquí:
It's 1954, and up-and-coming U.S. marshal Teddy Daniels is assigned to investigate the disappearance of a patient from Boston's Shutter Island Ashecliffe Hospital. He's been pushing for an assignment on the island for personal reasons, but before long he wonders whether he hasn't been brought there as part of a twisted plot by hospital doctors whose radical treatments range from unethical to illegal to downright sinister. Teddy's shrewd investigating skills soon provide a promising lead, but the hospital refuses him access to records he suspects would break the case wide open. As a hurricane cuts off communication with the mainland, more dangerous criminals "escape" in the confusion, and the puzzling, improbable clues multiply, Teddy begins to doubt everything - his memory, his partner, even his own sanity.
La reseña de Roger Ebert es más perceptiva. Hay que reconocer que la construcción de la película es artificiosa de cojones. Lo que Bordwell interpreta como secuencias subjetivas, o alucinatorias, son alucinaciones en segundo grado. Pues la película es toda ella una alucinación—entramos en ella como si de un mundo sólido se tratase, aunque nos extrañe la presencia de esa isla-manicomio-fortaleza en la bahía de Boston, pero la solidez del mundo presentado se va disolviendo. Por grados. Primero descubrimos, con el investigador Teddy Daniels, una serie de falsas historias, charadas, complots y montajes a cargo del equipo médico y los guardianes de la isla. El detective se abre paso hacia lo que cree la realidad, o un juego tipo The Game. Pero a la vez el protagonista Daniels va perdiendo solidez como un punto de vista interpretativo. Al fin vemos que hemos estado habitando íntegramente dentro de su alucinación, y que el temido faro al que se acerca esperando descubrir allí terribles experimentos cerebrales es sólo la consulta de su psiquiatra, que ha logrado abrirse paso momentáneamente a través de la psicosis traumática del protagonista.
Así pues es una de esas películas en las que decíamos que "la realidad flojea", películas tipo Total Recall o Matrix. Al entrar en ella no entramos en el mundo diegético del film sino en un submundo alojado en él—hemos entrado en un mundo al parecer estable, pero como iremos descubriendo poco a poco no estábamos en el mundo social del protagonista, sino en el mundo de su visión alucinatoria, la roca que (al modo de la canción de Simon y Garfunkel que quizá haya servido de inspiración parcial a la película) ha construido para refugiarse contra una realidad demasiado dolorosa. Y es casi la realidad dolorosa la que parece una alucinación más, o un desplazamiento onírico como los anteriores: la esposa demente de Teddy Daniels que ha asesinado a los niños, también ella habitando no se sabe qué mundos de tormento interno—y luego el propio protagonista asesinando a su esposa, por "liberarla", creía, sin saber que se estaba encerrando a sí mismo, con ella también, en una prisión de obsesiones desesperadas. (Por cierto, aquí la película enlaza casi con un fundido a distancia con la situación emocional del personaje que también interpreta Leonardo DiCaprio en Origen).
Muchos detalles atípicos en la película presagian y preparan su final inesperado. Algunos se funden impredeciblemente con la locura ambiental, con el stress que sufre Daniels aun dentro de su ficción autogenerada, o con la retórica impredecible y un tanto arbitraria del suspense cinematográfico. Entre esos, me ha gustado el de la ilustración del vaso, que sugiere cómo fallos de continuidad o "defectos" técnicos pueden usarse para crear una atmósfera inquietante u ominosamente irreal. El movimiento extraño del humo de los cigarrillos en alguna escena. También esa escena en que Daniels cree ver el cuerpo de su colega estrellado en el fondo del acantilado, y cuando baja ve que es una roca con silueta humana. El papel que se sujeta de modo extraño en las rocas. O las escenas del principio en el barco, extrañamente artificiales de manera casi subliminal, como los paisajes de eXistenz. O el huracán sin más, o cada detalle del ambiente, pues todo aquí es simbólico en dos niveles. Tiene su interés, claro, la manera en que un delirio coherente (en los términos en los que un delirio pueda ser coherente) asume aquí los trazos de una película bien construida. El cine como delirio, no es mala base sobre la que trabajar para introducirnos en una ensoñación provisional. Y aún hay un nivel de lectura que no se pierde al disolverse la fantasía de Daniels—a saber, la funete de los ingredientes de su invención. La exclusión social y la violencia oficial de la que participamos, la culpa compartida, la desconfianza del gobierno de los nuestros, la política democrática colaborando con procedimientos nazis o preparando una pesadilla que atropella lo derechos de los ciudadanos, eran (y son) demasiado reales, aunque los reprimamos al nivel de traumas del inconsciente político.
Kristin Thompson discussing match cuts in David Bordwell's Website on Cinema: "Another match cut comes from Lawrence of Arabia (David Lean, 1962) where an edit cuts together Lawrence blowing out a lit match with the desert sun rising from the horizon." —A match cut indeed!
Google Sidewiki entry on "Observations on film art : Graphic content ahead"
Aquí el artículo de la Wikipedia sobre Match Cut. A no confundir con nada de Woody Allen.
Beatriz a lo Cotillard.
Romper Stomper de Geoffrey Wright (Australia, 1992)—la película que hizo famoso a Russell Crowe. En la línea de Trainspotting, antes de que existiera, o de American History X, y con alguna reverencia a La Naranja Mecánica. También recuerda algo a Quadrophenia, en esas ansias de integrarse en algo con uniforme. Si queréis aborrecerlos más, a los skins, es vuestra película. Si no conocéis al personal skinhead, tampoco os perdéis nada, pero aquí veis calcada la radiografía mental de lo que hay. La película no te deja identificarte mucho con nadie, y los personajes son todos despreciables en mayor o menor medida. Está rodada en un estilo pseudo-caótico, desorganizado y dinámico muy a tono con el ambiente barriobajero y descerebrado. Una reseña larga aquí. Al neonazi macho alfa lo interpreta Crowe; es el "ideólogo" por así decirlo del grupo, los demás son sólo descerebrados que lo siguen como a un líder. Es un detalle impresionante saber que el segundo de a bordo, un muchacho con dudas sobre su estilo de vida, era interpretado por Daniel Pollock, un actor muy joven, drogadicto, y que se suicidó tirándose a un tren justo antes de que la película se estrenase. Había tenido un asunto amoroso con la actriz que interpreta el personaje de Gabrielle, la chica que comparten los dos skinheads protagonistas; aquí como tantas veces se fundían un poco ficción y realidad. Esta fue su última interpretación; a veces la vida castiga tanto como el cine.
Un clásico de Hitchcock, de asesinato y detección, que se enfrenta valientemente a sus orígenes teatrales por el procedimiento de ser filmado de una tancada, en una escena continua ininterrumpida, con unidad de tiempo estricta que hace coincidir el tiempo representado y la duración de la película. En ese sentido es una obra de arte de precisión tanto para el director como para los cámaras y los actores, que tienen que ejecutar un complicado ballet de movimientos predeterminado. Como en cualquier obra de teatro, claro—pero allí no hay cámara; ésta es aquí como un actor más, aunque nos sitúa siempre en el punto de vista más privilegiado. Primero en el de los asesinos Brandon y Philip; luego, gradualmente, en el de Rupert, que los descubre—pero en éste de manera incierta, no sabemos exactamente qué sabe Rupert, aunque sí qué sospecha.
Un aspecto interesante de la película es la cuestión homosexual: Brandon es una figura extraída del decadentismo del XIX, y toda la retórica de su crimen, por debajo de las referencias al nietzscheanismo y al nazismo, está llena de sugerencias de complot homosexual: Brandon tiene a Philip dominado e hipnotizado en su mundo alternativo, y los dos se han embarcado en una especie de folie à deux, ocultando su crimen al mundo a la vez que lo muestran de modo provocativo, con el muerto dentro del armario por así decirlo. Son dos "compañeros de piso", cuya homosexualidad ni siquiera es planteable con las convenciones públicas de su sociedad, y ellos la lucen públicamente, escondiéndose a plena luz del día. El asesinato y su detección se convierten así en alegorías de su sexualidad clandestina y de la revelación pública de ésta. El detective Rupert era su profesor de ideas alternativas, pero deja muy claro a la vez que es personaje sin sexualidad, un mero observador de la realidad humana, que teoriza con los límites de lo socialmente aceptable pero no los transgrede. Es el papel de Ruskin o de Walter Pater, frente a los Oscar Wilde criminales que son Brandon y Philip—o el papel del ave fría, soltero de oro u homosexual potencial frente a los homosexuales "provocativos" (que no públicos) como Brandon y Philip. Todo ello también tiene lugar en un cierto ambiente pre-maccarthista, en el que los ciudadanos han de tomar posiciones frente a las ideas peligrosas de nazis ocultos, o comunistas, infiltrados atípicos en América con ideas peligrosas para la comunidad. Y eso es lo que hace Rupert, con sus disparos al aire que atraen a la policía.
Rope. Dir. Alfred Hitchcock. Screenplay by Arthur Laurents, from the play by Patrick Hamilton. Cast: John Dall, Farley Granger, Sir Cedric Hardwiche, Constance Collier, Johan Chandler. Photog. Joseph Valentine. Transatlantic Pictures, 1948. Spanish DVD: La soga. Universal Pictures, 2001. (Alfred Hitchcock's Gold Collection). Barcelona: RBA coleccionables, 2008.*
Las dos primeras son películas sobre las secuelas del apartheid en Sudáfrica, sobre rencores y traumas del pasado, y sobre el trabajo de la Comisión de Paz y Reconciliación. A instancias del gobierno de Mandela, esta comisión investigó y documentó los abusos y crímenes del apartheid, e hizo justicia de una manera ambivalente, a la vez idealista y controvertida: a quienes confesaban todos sus crímenes, y les daban una justificación por el sistema político en el que estaban inmersos, se les permitía optar a una amnistía por todos ellos (y normalmente conseguirla). La idea se basaba en el concepto de perdón, tanto cristiano como tradicional sudafricano (allí llamado Ubuntu).
La situación de traumas políticos reprimidos abusivamente no deja de recordar en algunos aspectos a lo que aquí en España se ha llamado el debate de la "Memoria Histórica" con la guerra civil y el franquismo. Hay escenas de tumbas, desenterramientos, etc., más recientes en el caso sudafricano y posiblemente menos teatralizadas que en España. Aquí ha habido amnistías, y la más parecida al ubuntu sudafricano éste fue, supongo, la que se planteó durante la Transición. Pero mal curado queda siempre el tema, y siempre listo para instrumentalizaciones políticas. Supongo que lo mismo sucederá en Sudáfrica. Al perdón en condiciones favorables se apuntan gustosos, normalmente, los criminales, y también los mediadores. Las víctimas suelen entender otra cosa por justicia.
Pero estas películas enfatizan el perdón y la reconciliación. No es extraño, siendo que están escritas ambas dos basadas en obras de escritoras blancas que provienen de una tradición opuesta al apartheid. Están en posición de mediadoras, pongamos.
En Red Dust, un político negro de la nueva Sudáfrica (Chiwetel Ejiofor), antiguo resistente y aparentemente confiado en sí mismo, se va desmoronando poco a poco a medida que se enfrenta a los recuerdos de su tortura en el pasado, a manos de los matones de la policía. Le vuelven (en forma de flashbacks intrusivos) recuerdos obsesivos de esos días, y acaba enfrentándose a su pequeña dosis de traición, que le llevó a implicar a un amigo que fue asesinado. Ha recordado cosas que prefería olvidar y había conseguido olvidar. Ahora pide perdón a la familia de su compañero, a la vez que se exhuma su cadáver y se encuentra allí su ficha policial... puesta previsoramente por un policía torturador para implicar a su superior en caso necesario. En esta película no hay historia romántica entre el protagonista negro y su abogada blanca (Hilary Swank), cuya visión de los hechos sirve de hilo conductor.
In My Country, en cambio, es una película donde negro-se-acuesta-con-blanca (y blanca felizmente casada)— cosa que rompe los cánones de Hollywood, sobre todo cuando a todas luces ni siquiera están tan enamorados, sólo se desean por oscuras o claras razones... Lo que hace tolerable semejante dispendio es quizá que la blanca no es americana (pues es francesa, Juliette Binoche, y a la vez Afrikaans). El negro tampoco es africano, sino African-American, Samuel L. Jackson—no es uno de los implicados directos en el apartheid, pero el encuentro sexual supone una reconciliación racial por delegación, porque Jackson, aquí un periodista llamado of all names Langston, encarna el resentimiento airado del negro americano. Y la película manda sin duda también un mensaje en esa dirección afroamericana. Como digo, sin embargo, parece que la periodista Afrikaans Anna Malan se enrolla con el corresponsal americano más por demostrarle algo a él, o a sí misma, que por ningún interés erótico irresistible, cuánto menos sentimental. En esta ambivalente relación está uno de los intereses de la película. Y también claro en las actitudes de enfrentamiento entre los blancos ante la nueva situación, que dividen a la propia familia de Anna.
Esta cuestión del enfrentamiento familiar llegaba a un punto extremo en otra película más antigua sobre el apartheid, A Dry White Season, basada en un libro de André Brink. Aquí la implicación del protagonista blanco con los problemas de la familia negra de su jardinero le lleva a adoptar una postura moral que primero lo enfrenta a su comunidad y su familia, y luego lo lleva al desengaño y a la muerte. Queda memorablemente retratada la mezcla de racismo, clasismo, ceguera voluntaria y buen rollito entre ellos que permitía a los blancos ignorar lo que tenían delante, e invisibilizar la opresión a los negros en su propio país. Pero el profesor interpretado por Donald Sutherland va abriendo los ojos, y su sentido de la justicia ya no le permite dar marcha atrás una vez ha dado el primer paso que lo separa de los suyos. El recorrido de la ceguera semivoluntaria al compromiso moral y político está trazado memorablemente, y de modo pesimista, en una película más dura que estas otras, quizá porque se filmó en la época del apartheid, y no en la época de reconciliación... aunque me ha venido a la cabeza aquel título de un ensayo de Adorno, reconciliación a la fuerza (Erpresste Versöhnung, "reconciliation under duress", une reconciliation extorquée...). Sale Marlon Brando, por cierto, como un abogado que fuerza al sistema a reconocer la ilegalidad de sus propias actuaciones criminales... algo que no suele ser técnicamente factible, en los sistemas abusivos bien ordenados. Quizá les faltaba fe, a esos jueces blancos, para acumular legajos encima de los casos incómodos. Aquí en España eso se nos da mejor, y en cuestión de patas de banco judiciales también les podríamos dar lecciones, a los jueces sudafricanos esos—y benevolentes no es que fuesen ellos.
Red Dust. Dir. Tom Hooper. Screenplay by Troy Kennedy-Martin, based on the novel Red Dust by Gillian Slovo. Cast: Hilary Swank, Chiwetel Ejiofor, Jamie Bartlett, Ian Roberts, Nomhle Nkonyeni, Greg Latter, Mawonga Dominic, Tyawa, Marius Weyers. Prod. des. Mark Wilby. Music by Rob Lane. Ed. Avril Beukes. Photog. Larry Smith. Coprod. Sudhir Pragjee, Sanjeev Singh, Joe Oppenheimer. Prod. Ruth Caleb, David M. Thompson, Anant Singh, Helena Spring. Distant Horizon / BBC Films / Videovision, 2004. DVD Verve Pictures, 2005.
In My Country. Dir. John Boorman. Screenplay by Ann Peacock, based on Anjie Krog's book Country of My Skull. Cast: Samuel L. Jackson, Juliette Binoche, Brendan Gleeson, Menzi Ngubane, Sam Ngakane, Aletta Bezuindenhout, Lionel Newton, Langley Kirkwood, Owen Sejake, Harriet Lenabe, Louis Van Niekerk, Fiona Ramsey, Dan Robbertse, Robert Hobbes, Lwando Nondzaba. Music by Murray Anderson. Prod. des. Emilia Roux, Derek Wallace. Ed. Ron Davis. Photog. Seamus Deasy. Exec. prod. Chris Auty, Sam Bhembe, Jamie Brown, Neil Peplow, Mfundi Vundla, Duncan Reid. Prod. John Boorman, Robert Chartoff, Mike Medavoy, Kieran Corrigan, Lynn Hendee. Sony Pictures Classics / Release Phoenix Pictures / The Film Consortium / Merlin Films / UK Film Council / Industrial Development Corporation of South Africa / Inside Track Productions, 2004.
A Dry White Season. Dir. Euzhan Palcy. Written by Colin Welland and Euzhan Palcy, based on the novel by André Brink. Ltd. Cast: Donald Sutherland, Janet Suzman Jurgen Prochnow, Zakes Mokae, Susan Sarandon, Marlon Brando. Music by Dave Grusin. Exec. prod. Tim Hampton. Prod. Paula Weinstein. Metro Gosdwyn Mayer, 1989. DVD Metro Goldwyn Mayer 2007.
Ayat Ayat Cinta (subtitulada en inglés como Verses of Love) es una película indonesia que tuvo un éxito fenomenal allá en la otra esquina del mundo; nos dijo el presentador del ciclo de cine indonesio que incluso se organizó un pase especial a nivel gubernamental para los embajadores... vamos, que mucha gente en Indonesia se ha identificado con el mundo tal como se ve a través de esta película.
La película presenta un argumento melodramático donde tras muchas penalidades el amor acaba triunfando, y al final los virtuosos protagonistas Fahri y Aisha son felices en su matrimonio, tras demostrar el valor de su fe islámica en medio de las adversidades—aceptándolas con sumisión, que es el sentido del Islam que quiere enfatizar la película. Su misión es sumisión, podríamos decir. Son ideales religiosos que, realizados por gentes decentes y atentos no sólo a sí mismos sino a los demás, no pueden sino ser vistos favorablemente. Podría decirse que una religión es en sí un modelo determinado de coche, que tiene sus posibilidades y sus limitaciones, y éstas son distintas de las del conductor. Un as del volante puede llevar una carraca de coche bastante mejor de lo que un zopenco manazas conduce un Ferrari hasta la primera farola. La interpretación del Islam que hace Fahri es muy estricta y doctrinal—es miembro activo en una de las escuelas musulmanas de El Cairo—pero a la vez es tolerante, generosa y bondadosa, porque él lo es. Y esos son los valores que quiere promover la película, junto con el Islam más literal en su sentido y más puntilloso en sus rituales. En fin, que ver esta película es una auténtica experiencia de inmersión intercultural.
Parte de lo que se ventila en la película es cómo tratar a las mujeres. Y aparecen el modelo bueno, y el malo (toda película presenta un sistema de valoraciones a través de sus personajes). El malo, es el estereotipo del moro pegón tal como bien lo conocemos aquí, y allí también al parecer. Individuos brutales, falsarios, abusones, agresivos (y al parecer no faltan) que se remiten al Corán según conviene para justificar sus abusos. Frente a ellos, Fahri tiene siempre las actitudes correctas y citas alternativas disponibles, e interpretaciones de la religión que colocan el respeto y la bondad por encima del deseo de imponerse uno y sus deseos. En ese sentido, la película trabaja por vender a Occidente un Islam amable y virtuoso—aun cuando Fahri reconozca que en efecto sí se puede pegar a la esposa si no hace caso de tus advertencias... Una de las cosas que hace es escribir un ensayo sobre "la mujer en el Islam" para unas periodistas americanas a las que defiende de un moro malo que las insultaba con argumentos simplistas. En su propia vida, Fahri no le pega a nadie, allí le puede la doctrina... sino que más bien va de la perfección a la hiperperfección a través de la Sumisión. Su relación con su esposa es emocionalmente igualitaria, y la sumisión de la mujer es cuestión de formas y no de actitudes personales—aunque esas formas condicionan la forma de la relación. Se casa con Aisha al modo tradicional musulmán, tras una breve presentación, y aquí se ve una estrategia de "doble pensamiento" de la película, que busca satisfacer a la vez a la mente tradicional y a la occidental con esas coincidencias propias del cine y el melodrama. Conoce a su futura sin saberlo, en la escena en la que defendía a las periodistas turistas, cosa que ella también hace—y cuando ella consigue que los presenten, ya estaban predestinados; así la película conjuga casualidad y destino, un truco del cine que intensifica lo que nos gusta hacer con estas cosas en la vida.
La misma doble mentalidad se aplica a la cuestión de la bigamia (nunca viene mejor que allí). Fahri no quiere ser bígamo, pero las mujeres se lo rifan. Lo ama su vecina de arriba, Maria, que es cristiana (y por tanto a la vez impura y deseable). María se deprimirá mortalmente tras el matrimonio de Fahri, y sólo el casarse con ella le salvará la vida sacándola de un letargo mortal. Y así Fahri se ve de repente en situación poligámica: casado felizmente con dos esposas, y sin buscarlo él: pues es Aisha quien le ha insistido en que se case también con María para salvarle la vida a ella (y de paso a él, pues María era un testigo crucial en el juicio contra Fahri). Aisha aprende la sumisión de buena esposa musulwoman, y la película entra en el feliz delirio de poner a su personaje en situación polígama sin pretenderlo él... aunque de hecho el mensaje global que lanza (lanza muchos, claro, contradictorios también) es la monogamia musulmana, la pareja de "almas gemelas" Fahri y Aisha, que deben hacerse gemelas y no sólo encontrarse gemelas. María tiene el papel de la mulata trágica: siendo cristiana, conversa para casarse con Fahri, debe morir: la sangre y la cruz están asociadas a ella como símbolos, y lleva su enfermedad dentro de ella. También lleva la cruz tatuada, no puede librarse de su marca de nacimiento. Así morirá tras servir de prueba a la sumisión de Aisha, y dejará a la parejita en paz sin haber aportado descendencia, y que sepamos sin haberse acostado siquiera con Fahri. Así pues la película fantasea con poligamia del musulmán con múltiples mujeres, incluidas cristianas conversas, pero promueve deliberadamente una ortodoxia desplazada hacia la monogamia, y hacia una mayor igualdad de los sexos. A la manera del buen melodrama, viene combinada la virtud del bueno con todo tipo de contorsiones del destino por las que le obliga a pasar el argumento, para satisfacer al inconsciente.
El argumento central tiene que ver con otra mujer más que amaba a Fahri (y aún hay una cuarta)—ésta es Noura, violada y golpeada por su padrastro adoptivo. Fahri la ayuda, pero ella, víctima rastrera que es, lo acusa a él de ser su violador. O sea que gran parte de la película es la historia de una falsa acusación, un framing, y de las dificultades de Fahri para defenderse en un sistema judicial absurdo, unas leyes criminales, y unos jueces majaderos, parciales e ignorantes para aplicarlas (aunque estas dos cosas no son las que le llaman la atención a la película, son como el telón de fondo sin más. En la cárcel, Fahri aprende más Islam, de boca de un representante místico de la sumisión, su compañero de celda, mísero criminal que riéndose de él le enseña que aún pecaba Fahri de orgulloso, y que debe aceptar su destino. Por suerte Noura se derrumbará ante el testimonio de María, y confesará que su acusación era falsa. Fahri no la denuncia, a tono con su santo proceder en toda la película, y se concentrará en la difícil tarea de "ser justo" con sus dos esposas. "Es difícil ser justo con una esposa, mucho más con dos", le dice su amigo, pero Fahri hace milagros hasta que Alá lo libra de su penosa tarea matando a María. La película procura dar una vision lo más favorable posible de este santo musulmán aun en la difícil situación de un matrimonio a tres. En fin, toda una defensa de los valores del Islam tal como éstos quieren presentarse a sí mismos: y promoviendo una mejora de la situación de las mujeres no por la vía de transformar el Islam, sino por la vía de aplicarlo como un camino de sacrificio, virtud y tolerancia hacia los demás. Eso no se ve mucho por las películas occidentales sobre el Islam, y digamos que hace falta cultivarlo, aquí, en Egipto y en Indonesia. Más inquietante es la determinación de la película de trabajar esas virtudes únicamente dentro de la ortodoxia ritual y dogmática más estricta—quizá sea lo que manda Alá, pero no es lo que manda la ética mejor entendida, pues la rigidez ritual promueve el aislamiento de los infieles, el uso de la religión para el control, y en última instancia coloca a los ídolos por encima del espíritu de la ley espiritual—precisamente lo que esta película se supone que no querría promover. Y la esposa ideal, sólo una pero con velo—lo que en Francia es ilegal e inmoral, en otros sitios se presenta como el ideal de conducta a promover, y gusta. Yo el tema éste lo veo más como Nia Dinata, puestos a elegir entre directores indonesios.
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Ayat-ayat cinta (Verses of Love). Dir. Hanung Bramantyo. Written by Salman Aristo and Ginatri S. Noer based on the novel by Habiburrahman El Shirazy. Cast: Fedi Nuril, Rianti Cartwright, Carissa, Puteri, Melanie Putria, Zaskia Adya Mecca, Marini Burhan, Surya Saputra, Rudi Wowor, Oka Antara. Photog. Faozan Rizal. Music: Tya Subiakto. Art dir. Allan Sebastian. Ed. Sastha Sunu. Indonesia, 2008.
Love for Share
Love for Share, de la directora feminista Nia Dinata, es la primera película de un ciclo de cine indonesio en el Aula de Cine de la universidad de Zaragoza. Con entrada libre a todas las sesiones.
Sinopsis: La vida de tres mujeres de diferente origen social y étnico se ve afectada por la práctica de la poligamia. Salma, una ginecóloga que se debate entre su fe musulmana y sus sentimientos de traición al descubrir a la esposa secreta de su marido; Siti, una muchacha que vive en una pobre casa javanesa y se enamora de otra esposa; y Ming, una joven y atractiva camarera china que quiere triunfar por encima de todo.
Las tres historias se entrecruzan marginalmente—más al estilo Babel que al estilo Crash, sin que una historia tenga en realidad ningún efecto sobre la otra, sólo como "excusa" compositiva que nos permite ubicarlas a las tres en un mismo momento y mostrar una panorámica social. La primera historia, la de Salma, es también la más integradora, pues comienza antes que las otras y termina después. Salma es una mujer educada, y vive como una humillación el descubrimiento de las sucesivas esposas de su marido, pero ha tomado la determinación de no romper su matrimonio. El Islam aparece en esta historia como un instrumento de control y sumisión al servicio del patriarcado. Es especialmente revelador que Salma se ve obligada (obligada con aceptación suya) a apoyar la carrera política de su marido, y a defender públicamente su poligamia en un debate televisivo, negando que se haya visto maltratada por la situación. Su hijo, irritado con la hipocresía su padre, de buena gana hubiera llamado al programa a contar la verdad, pero no le dan línea. El programa se interrumpe por las noticias del tsunami que asoló la costa indonesia—esta catástrofe también proporciona un paisaje de fondo marginal y nexo de conexión con las otras dos historias. En el debate televisivo aparecía una feminista por cuya boca oímos el punto de vista de la directora—que el Corán debería ser interpretado de otra manera por los musulmanes y no ser utilizado para justificar la lujuria, egoísmo y abusos de los hombres. Una escena es especialmente reveladora: la historia había comenzado diez años antes de este episodio, en el momento en que Salma se entera (tras oír rumores) de que su marido tenía una esposa. Salma era entonces una mujer vestida al estilo moderno occidental—tras una súbita elipsis de diez años, la vemos salir de la cama y vestirse, y para sorpresa del espectador se pone un hiyab. No obligada sin más por su marido—sino que ha llegado a eso presionándose a sí misma sobre lo que son los deberes y la sumisión (o Islam, vamos). Su marido muere tras un infarto, que reúne involuntariamente a Salma, a la "otra", a una tercera que aparece por el hospital también con bebé, y a una cuarta que acude llorando al entierro. Pero Salma ya está curada de espantos; le consuela que su marido le ha recomendado a su hijo antes de morir "que sólo tenga una esposa, que lo otro es un lío monumental". Pero Salma sigue con su hiyab, y no parece que se lo vaya a quitar.
La segunda historia es la de una chica de pueblo que llega primero de invitada a casa de un pariente bígamo—y pronto acaba siendo la tercera esposa, en una casa pequeña atestada de criaturas. La primera esposa no para de parir, y la segunda tiene dos niñas (todo niñas son, para reforzar la imagen del tiranuelo patriarca—aquí los hombres no se cortan un pelo, y reinan sin brutalidad, satisfechos de sí mismos de manera obscena e irritante, por la sumisión de unas mujeres que apenas los cuestionan, y desde luego no se enfrentan a ellos. Si engañan a sus esposas a la hora de traer a una más, es sólo por ahorrarse que les pongan morros o les den discursos, no porque piensen que no tienen pleno derecho. Y ejercen, vaya si ejercen los sátrapas de ellos. En fin, esta historia recuerda un tanto a Fire, de Deepa Mehta, porque dos de las esposas descubren los placeres del lesbianismo, y huyen de casa dejando plantao al Chófer, —justo cuando les acababa de traer una compañera más del pueblo, a ver la ciudad y sus maneras. Poner tierra por medio, o mejor no casarse si aún estás a tiempo, es la recomendación de la directora.
De algo tienen que vivir las chicas, claro; y si encima quieren prosperar.... Ming, una camarera, se seduce con su jefe, y éste (católico y casado) se casa falsamente con ella, pero les conviene el arreglo a los dos. Le pone piso y coche, que era chica que quería subir de las chabolas a los bloques de apartamentos. Pero (ay) las ganas de subir de ella, y su vivacidad que a todos los arrebata, no le llegan hasta el punto de exigirle que ponga el piso y el coche a nombre de ella. Con lo cual se ha vendido ni por piso ni por coche, sino por un alguiler. Vamos, que se ha alquilado—el jefe emigra a América con la legítima, y la recordará siempre (no lo dudo). La chica vuelve a la chabola, y sueña con hacerse actriz, pero sólo le han ofrecido un papel de camarera a cambio de unas propuestas de seducción.... En cualquier caso, con esta directora no se va a casar: la película concluye con un rechazo del matrimonio, y una recomendación de tener a los hombres sólo como amantes. Ay, si fuera tan fácil... porque liarse es sólo el primer lío, y luego vienen los demás. Pero en su contexto político, se entiende perfectamente lo que la directora quiere decir, en un película bien llevada, didáctica y más que necesaria en un ambiente social de Sumisión francamente ofensiva.
LOVE FOR SHARE (Berbagi suami)
Dirección y guión: Nia Dinata.
Fotografía: Rahmat Syaiful.
Música: Bembi Gusti, Aghi Narottama Narottama y Gascaro Ramondo.
Montaje: Yoga K. Soeprapto.
Intérpretes: Jajang C. Noer, Shanty, Dominique, El Manik, Tio Pakusodewo, Lukman Sardi, Nungki Kusumastuti, Ria Irawan, Ira Maya Sopha, Winky Wiryawan.
País: Indonesia Año: 2006 Duración: 120 min. Color
Visionando la película sobre San José María Escrivá de Balaguer, There Be Dragons (2011)." IMDb: http://www.imdb.es/title/tt1316616/
Es de Roland Joffé, el de La Misión pero también (ojo) el de La Letra Escarlata. Buena película ambientada en la guerra civil española, con hagiografía discreta pero aun con todo excesiva, no gustará a los del bando rojo, ni a los antiescrivadebalagueristas, que por lo que se ve hay abundantes. Haciendo abstracción del personaje, en la medida en que se puede, es una buena película sobre actitudes ante la vida y ante la guerra—contrastando la actitud conciliadora, cristiana, bondadosa y bienintencionada del personaje, con la de otro personaje generado para representar al bando contrario—no al bando republicano, digo, sino al bando de los canallas que usan las guerras para cultivar y agrandar sus demonios interiores, o dragones. A estos últimos, que los hay, tampoco les gustará la película, supongo, porque los malos quedan mal parados.
El alter ego negativo de Escrivá de Balaguer es Manolo, un colega suyo del seminario, que se retira de cura—un personaje huraño, resentido y vengativo, que empieza de conspirador fascista y acaba de infiltrado en una milicia, sin saber casi en qué bando está. Vive una historia de enamoramiento celoso y criminal con una miliciana, y acaba convirtiéndose en la plaga de ella. Manolo el espía buscaba incriminarla a ella por espía, y cuando es condenada se suicida la pareja de ella, que iba a ser su ejecutor, antes de matarla. Ella se libra por otra artimaña de Manolo, pero este acaba matándola un día por sorpresa, como el canalla que es. Una cosa sí hace: criar al hijo de ella y el miliciano tras la guerra, como si fuese hijo suyo. Pero es un padre frío y acabronado, que asciende en el régimen pero resentido con todo y consigo. El supuesto hijo pone tierra por medio, pero se acaba enterando de la historia cuando convence a su padre para que le hable de Escrivá de Balaguer, al que había conocido de joven: el hijo quería escribir un libro sobre él, y esta historia sirve de excusa para el arranque de la película, y para que salgan a la luz las revelaciones del viejo criminal. El final de la película aplica las enseñanzas de Escrivá, cuando el falso hijo se reconcilia con el padre en el lecho de muerte, tras superar el despecho que siente al principio.
Mientras, Escrivá de Balaguer vive una vida de cura activo primero, promoviendo el Opus, y luego de perseguido, ocultándose en el Madrid republicano y salvándose por los pelos; escenas que recuerdan bastante a algunos episodios de Un Millón de Muertos de Gironella. Los dos personajes no vuelven a hablar, aunque el malo le perdona la vida a Escrivá y su grupo, cuando están huyendo a través de los Pirineos a Francia. Para ello mata a uno de su propio bando—a otro más. Se nos dice que Escrivá le siguió escribiendo a su antiguo amigo de infancia rebrincado toda su vida, sin que el otro le contestase. Como se ve, se evita cuidadosamente identificar al malvado con uno de los dos bandos de la contienda: mezcla a los dos y representa a los dos, a lo peorcito de los dos. Al igual que tampoco se muestra a Escrivá apoyando la causa fascista—si bien sí se muestran escenas de la España republicana y del bando rojo, bien filmadas, que muestran adecuadamente la brutalidad que se veía en ese bando, como en el otro. En conjunto, pues, una película del "bando nacional" y eclesiástica, para mayor gloria del Fundador, y que evita sin embargo tomar una postura excesivamente polémica o militante, enfatizando el mensaje cristiano, la reconciliación y el perdón, etc. Muy en la línea de Gironella, realmente. Como La Llave de Sarah y otras tantas, es también una película de viejos traumas que salen a la luz y buscan una resolución, aquí en forma de absolución. Le dicen al final al periodista que su falso padre le había contado la historia no tanto para librarse de ella, como para darle a él la oportunidad del perdón. Oportunidad que aprovecha el hijo volviéndole a llamar "padre", y dando un final cristiano a la película.
Lo que desagrada en la película es la mezcla de motivos biográficos/hagiográficos reales con una historia más alegórica o emblemática, la del alter ego diabólico Manolo. Eso sí que produce una sensación de intento de potenciar la vida del santo artificialmente—sin lograrlo, claro, porque el artefacto se desmonta obviamente a sí mismo en tanto que "historia". Como drama de guerra con moral cristiana, sí que funciona, y también en general como película de acción y conflicto—a pesar de la relativa desconexión de sus dos tramas. Gustará especialmente la reconstrucción de las escenas de batalla y del ambiente de la época (de los setenta finales, de principios de siglo y de los treinta). Y también ofenderá a unos más que a otros, que estamos en un país muy ofendible con todo lo que suene a aquellas batallas, a intrusiones divinas, y a la Iglesia predicando. País además que lleva una dieta única de cuarenta años de películas de izquierdas sobre la Guerra Civil; bienvenida sea ésta para variar.
Es ésta película, basada en la novela homónima de Kazuo Ishiguro, un producto tristón y desilusionado, no apto para quienes gusten de finales felices. Aquí el final es como el principio: es una película "distópica", basada en el retrato de una sociedad que rechazamos, pero en la que no se ofrece un remedio narrativo a ese mal social en la forma de una derrota del sistema opresivo—ni siquiera en la forma de una huída del sistema, posibilidad que ni llega a plantearse. Más bien se nos sugiere (al final, y durante) que la sociedad hipócrita y cruel retratada allí es fundamentalmente igual a la sociedad en la que vivimos. O, aún más: que toda sociedad humana es así. En este sentido, la película nos propone ponernos unas gafas de lucidez que (aceptando que su perspectiva y su verdad sobre lo humano sea sólo una de las posibles) son a la vez unas gafas distorsionantes; nos revela y nos oculta la realidad. Y se plantea como una pequeña agresión a los educados occidentales, únicos que irán a ver la película, y únicos dispuestos a pagar por la autoagresión.
Es una película de clones (descubrimos al rato, si no nos ha llegado la onda preliminar). Los crían como ciudadanos infrahumanos, con el fin de abastecer de órganos a la industria de transplantes. Y hasta aquí, y no más, se parece a La Isla. Hay granjas de clones, en forma de internado estilo señorita Rothenmeier—en las que el agobiante ambiente de colegio hiperregulado se mezcla con una dinámica de campo de exterminio. Los niños se hacen a su ambiente, sin embargo, y se les educa para aceptar su destino, que van conociendo poco a poco. Incluso cuando una profesora algo desencantada les precipita la revelación de la verdad, no hay pánico ni angustia, sólo disciplina condicionada... y un ambiente parecido a cuando se les dice a los niños que Dios no existe, o cuando reciben información sobre el uso de sus genitales. Recuerda mucho el ambiente de limitación mental a las discusiones que llevan los chavales sobre si habrá otra vida en el más allá, o si existe la reencarnación, o si cada uno tenemos un alma gemela en algún sitio.
Nos dice Roger Ebert: "One of the most dangerous concepts of human society is that children believe what they are told. Those who grow out of that become adults, a status not always achieved by their parents." Y esta película usa casi a la perfección este concepto—se nos muestra un sistema educativo manipulador, que mantiene a los niños ignorantes de las cosas más importantes que se pueden saber. (Por ejemplo, en nuestro sistema educativo nunca se enseña a los niños cómo el mundo está dominado, en general, por tiranos, mafiosos y criminales, que son los que llegan a los puestos de poder—y es una verdad que muchos no llegan nunca a descubrir por sí solos). Nos muestra la película cómo ellos van organizando sus vidas, viviéndolas humanamente, en la medida en que pueden, moviéndose en ese mundo disminuído y en esa nube de ignorancia. Se sugieren muchos paralelismos simbólico-alegóricos, claro, y es eso lo que tiene la película de crítica a la sociedad occidental actual. Por ejemplo, la crianza para extraer órganos se asemeja, por desplazamiento simbólico, a la fabricación de sujetos aptos para la maquinaria social—para ser órganos adecuados en sus puestos de trabajo que ni les van a aportar satisfacción ni plenitud, sino que van a suponer un lento desgaste en el que los individuos, generalmente hablando, no van a extraer todo el potencial de sus capacidades. Es la historia de una vida disminuida, y de personajes que (como dice Ebert) nunca llegan a madurar, en el sentido de que nunca cuestionan al sistema ni se plantean una huída, un cambio, una rebelión. Son conformistas, creen en el orden social en el que han crecido, aceptan sus valores aunque les asigne de entrada el puesto de perdedores. Son como negros bien mandados en una sociedad de apartheid, o como los esclavos romanos—pero en unos años 70-80-90 retratados de modo muy deprimente y aburrido. E irreal, claro, todo hay que decirlo: apenas se nos muestra la sociedad "externa" al mundo mental de los clones, aunque ellos son libres de moverse por ella dentro de un orden, llevan vidas muy reguladas. La protagonista, Kathy (Carey Mulligan), se hace "cuidadora", o sea, clon con ventajas especiales para pastorear clones, hacer de mediador entre los opresores y los oprimidos y ayudar a mantener el sistema. Nunca cuestiona ella este papel—lo más crítico que se le oye decir o pensar es que "en realidad, los originales (los ciudadanos de primera para quienes ellos se sacrifican) no llevan una vida muy diferente de la nuestra". Y es verdad, y es mentira—y en ese dilema se construye la película.
Como digo, tiene mucho de falsaria, por su misma osada elección de no mostrar un mundo diferente al nuestro, en el que sin embargo hay esa diferencia tan notable entre seres humanos. Eso no es posible, como no serían posibles tantas cosas: un control de la información tan férreo, una plaga de nazismo clónico uniforme en todo el planeta, una tal unanimidad y falta de sentido crítico ante tal estado de cosas... O por lo menos ofende pensar que fuera posible eso, y la idea disminuye al ser humano—y de ahí extrae también su potencia la película. Se nos hace pensar en regímenes no ya espectacularmente pervertidos como el nazi, sino grises y desengañados y mal peinados, como el comunismo de Alemania Oriental. Y pensamos que es posible, que la gente después de todo sí es así, que funciona con ideas recibidas y que en general no las cuestiona, ni crece.
Otras analogías surgen: las granjas de clones que recuerdan a criaderos de pollos nos recuerdan, claro, a los criaderos de pollos, o de cerdos, y los activistas de los derechos animales harán su lectura de la película en este sentido, porque el desengaño con la humanidad es libre, y toda sociedad vive presa de sus convenciones éticas y de sus definiciones sobre lo que es aceptable o no. Surgirán, por supuesto, analogías con los movimientos de la "muerte digna" tan a menudo asociados actualmente a la donación de órganos de muertos casi vivos, con elecciones terribles que hay que hacer en los hospitales—la película también nos coloca frente a esas situaciones desagradables que surgen de tener demasiado control sobre el cuerpo humano y sus partes. Cuándo deja un humano de ser humano, y pasa a ser considerado despiezable. Cuándo empieza a serlo—y también nos hace pensar la película en la relativa unanimidad occidental ante la cuestión del aborto. No tanta unanimidad, claro, como aquí— que la película busca irritar mostrando una unanimidad excesiva, —y sin embargo, no sé cómo lo diga, la hace inefectiva lo mismo que la hace efectiva. De la misma manera que, retratando a unos pobres ignorantes, pasivos y bastante patéticos, en sus amores torpes y en su pequeño mundo disminuido, también nos muestra lo que son las relaciones humanas en sus limitaciones, en términos generales. Y divierte verlo, y aburre—porque son aburridos y limitados ellos, y ahí está otra fuerza y limitación simultánea de la película. Emplea una sociedad alternativa, posible e imposible a la vez, para mostrar ciertos aspectos de la nuestra, y criticarla—pero a la vez la crítica va más allá, y nos lleva a una desilusión fundamental con los seres