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Cine

Retropost (2007): Multiplicity

 


Película que en español le pusieron el título de Mis dobles, mi mujer y yo o algo así. Es una comedia sobre tensiones matrimoniales entre Andie MacDowell, que quiere trabajar, y Michael Keaton, que ya no daba abasto y van y le suben el cupo de tareas caseras. Así que para llegar a atender sus múltiples facetas se clona, y se reclona, y el clon se clona... bueno, ahí para la multiplicidad. No es de ciencia ficción ni de clonaje, por supuesto, sino de personalidades reprimidas que salen a la luz, o más bien al revés; va sobre la disciplinación de los yos posibles y la consecución de una identidad idealmente sólida y unificada. Al volverse insostenible la proliferación de clones, y sin que llegue a descubrirse el pastel (ni se clone la chica a su vez), decide Keaton enviarlos a que vivan su vida a otra parte y volver a una relación equilibrada y razonable, y centrarse en un ego tolerable para la monogamia heterosexual. Porque un yo era hipermacho, workohólico y a la vez tipo cerveza/eructo; otro era encantador, su lado femenino, pero demasiado dulce y modosito y metrosexual; el tercero (el clon de clon) era la tentación de sacar el tarugo que algunos tendrán dentro. Da para lucimiento de efectos especiales multiplicadores, y de estilos de actuación de Keaton; también se apunta el motivo de los mundos posibles superpuestos. En cuanto a entradas y salidas y equívocos, tiene la película la dinámica de un vodevil naturalmente, pero sin mucho lío de faldas; y en suma es un canto al equilibrio emocional con los demás y consigo que da la monogamia. Aunque como bien sabemos—to our cost— los monógamos, más bien sucede al revés—aun sin llegar a la esquizofrenia de la bigamia—y es que esto es una comedia. Más que exteriorizarse y expulsarse, los clones o simulacros se interiorizan y asumen, o se vuelve uno más bien su propio clon. La procesión, o precesión, ya se sabe... por dentro, y por fuera.

Multiplicity. Dir. Harold Ramis. Cast: Michael Keaton, Andie MacDowell, Harris Yulin, Richard Masur, Eugene Levy, Ann Cusack, Brian Doyle-Murray. Panavision. USA, 1996.

El yo relacional



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Retropost (2007): 300

300











Ponte las pilas, vente a las Termópilas. Es éste un tebeo visual basado como quien dice plano por plano en una narración gráfica en viñetas, y que utiliza las texturas, composición y a veces las modalidades de transición entre escenas propias del cómic. El resultado, si se le añade un impresionante trabajo de animación digital, es delicioso para amantes del cine visualmente impactante, y sólo por eso conviene no perdérsela. Ahora, viniendo de donde viene, no es para gente que le haga asquillos a la extravagancia, ni para amantes de la exactitud histórica, ni para quienes quieran finura ideológica. El género es épico-patriótico, heroísmo macho tanático a tutiplén, así que quien vaya se prepare para oír nuevas versiones del patriótico discurso de San Crispín en Enrique V de Shakespeare (hay que ver si da de sí Shakespeare)—"Quien sea hombre de verdad, que me siga; vamos a la muerte, pero ganamos la inmortalidad y el honor". Otra vez la band of brothers, muriendo para que el futuro hable de ellos, como en la Troya de Petersen o en Alejandro Magno de Oliver Stone. Bien, pues sí, así está el patio, en el siglo XXI como en el XVI como en el V a.c.—al menos si te metes en según qué películas.

Los iraníes han prohibido esta cinta, aunque tienen sus dificultades mentales para identificarse con los persas de antaño, que eran infieles, y además negros, según se ve en la película. Tampoco será la única que prohiban, vamos. Pero ésta es especialmente ofensiva porque da ciertos síntomas de ir preparando la avanzadilla del próximo ataque a Persia por parte de Bush. Claro que esto es cuestión de interpretaciones, y puestos a interpretar, podrían haberse identificado los neopersas con Leónidas, por qué no. Arriba pongo una ilustración de Ahmadineyad resistiendo las seducciones del Nuevo Orden Mundial: hombre negro quererle aplicar la ley del embudo, y hablar con lengua de víbora.

Lo bueno y lo malo del género popular hiperhisterizado de una producción de Hollywood basada en un comic es que los mensajes ideológicos son a la vez primarios y ambiguos; extremadamente simplistas y extremadamente reversibles, a la manera en que funcionan estos retornos súbitos de lo reprimido. Para empezar, nos las vemos aquí con una cultura de hipermachos infanticidas, los espartanos, que educan a sus hijos en la perpetuación de la violencia. Ah, sí, también son al parecer la única esperanza de que la Humanidad alcance el estado de bienestar que le vaya a permitir iluminarse, y liberarse, y elaborar esta película. Para terminar de potenciar esa imagen no está mal que los ilotas brillen por su ausencia, y que veamos en Esparta una democracia de hombres libres dispuestos a resistir a las tiranías orientales.

Hombres, digo. Porque las contradicciones de los buenos siguen apareciendo. Primero son liberadores de las mujeres—al emisario persa le sorprende que se deje intervenir a una mujer en una conversación de hombres. Luego vemos que en todas partes cuecen habas, y en Esparta a calderadas. No sólo no se ven por ninguna parte los filósofos, sino que la casta sacerdotal a la que siguen los espartanos tiene serios problemas de enfermedades cutáneas. Leónidas los desprecia, él sí es un ilustrado progresista, pero son estos asquerosos sacerdotes los que deciden si hay que hacer la guerra a los persas o no. Y en Esparta a las mujeres las tratan como basura, estos iluminadores del mundo occidental; aún gracias que la mujer que más vemos es la reina, pero con su dignidad real y todo, la viola con su consentimiento (sic) el malo de la película, mientras su marido está mostrando su metal a los persas. "Esto te va a hacer pupa", le dice con su cara de Willem Dafoe.

La idea era que la dejasen hablar a la reina, aunque sea mujer, ante la Cámara de Representantes, y al final la dejan, pero con asquillos (y allí mata a su violador). Estos representantes son los Demócratas, que se niegan a enviar más tropas a la guerra contra el terror, mientras unos pocos valientes están defendiendo en un congosto (alegórico de la penetración anal) si Occidente ha de caer o pervivir.... Al final, tras la muerte de Leónidas, se impone la razón, y por fin los griegos luchan contra el Terror Oriental usando todo el poder de sus armas nucleares, en lugar de quedarse en casa con los niños y las mujeres.

Oriente es que da asco. Todo orgías a tiempo completo de lesbianas deformes, o bien ninjas sin vida sexual creíble; brigadas sobrantes del ejército clon del General Grievous, orcos de las cavernas... gente a la que no se le puede conceder el sufragio. Está liderado Oriente por Jerjes—un Cleopatro de catafalco, un guardián de club gay sado/maso, que quiere hacer que todo dios se arrodille ante sus calzoncillos dorados y pague peaje poniendo el culo. Es justo que ya que Leónidas no logra matarlo, al menos le arranque algunos de los piercings de más que lleva, ensartándoselos con un lanzazo. Lo que supongo será también una expresión más indirecta de deseos alocados... Es ésta una película muy interesante para gays de los de gimnasio, aceite y braguero prieto, pero únicamente si tienen ciertos problemas de auto-odio. Como digo, lesbianas jorobadas, homosexualidad sado-maso, satanismo (del de choto), la parada de los freaks, todo eso es lo que nos ofrece Oriente. ¿Pero no era Occidente el que traía la decadencia al mundo? Yo creía que a los gays en Teherán los ejecutaban. En fin, que termina Leónidas con más flechas clavadas que San Sebastián. Y es que en estas batallas de homosociales contra homosexuales, al final ya no sabe uno en qué equipo juega.


Como digo, los mensajes a este nivel de histerización pop son totalmente reversibles; los salvadores del mundo son también los suicidas que se vuelan a sí mismos por la fe. El desembarco de Jerjes es el desembarco del Imperio, la Tormenta del Desierto que ya no se sabe si ataca a Oriente o a Occidente.Y la barba de Leónidas se parece más a la de Bin Laden que a la de Bush, eso también queda bastante claro en la película. Cuánta mala conciencia hay acumulada, y qué bien la exhiben estas películas como quien no quiere la cosa...

300. Dir. Zack Snyder. Written by Zack Snyder, Kurt Johnstad and Michael Gordon, based on the graphic novel by Frank Miller and Lynn Varley. Cast: Gerard Butler, Lena Headey, Dominic West, David Wenham, Vincent Regan, Michael Fassbender, Tom Wisdom, Andrew Pleavin, Andrew Tiernan, Rodrigo Santoro, Giovanni Cimmino, Tyler Max Neitzel, Tim Connolly, Marie-Julie Rivest. Music by Tyler Bates, Cinematogr. Larry Fong, ed. William Hoy, prod. des. James D. Bissell, Art dir. Isabelle Guay, Nicolas Lepage, Jean-Pierre Paquet; set decor. Paul Hotte, costume des. Michael Wilkinson. USA: Warner Bros. / Hollywood Gang /Atmosphere / Legendary Pictures / Virtual Studios, 2006.


X-Men: The Last Stand
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Retropost (2007): Polar Express


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Es ésta una película de animación espectacular, e ideal para ver en familia (que es lo que hicimos con los críos). Va sobre la crisis de fe, la primera (preparatoria) cuando los niños descubren que no existe Papá Noel, la segunda cuando descubren que no existe el otro señor de barba blanca. Al que nunca se menciona aquí, claro. Un niño escéptico que ya empieza a dudar de la existencia de Papá Noel, viaja hasta el polo en el Polar Express, quizá en sueños, para ver su fe y su ilusión en la vida reforzada con un encuento (soñado, real) con Papá Noel.  Como sucede con la flor de Coleridge, descubre al despertar el regalo que le había dado Papá Noel en el sueño, un cascabel de su trineo. Un cascabel que sólo suena para aquellos que creen en Papá Noel.

Es excelente y virtuosista la animación, ya dándonos la versión en animación digital de los actores reales, ya en complicados juegos de perspectivas, de reflejos, o de sucedáneos de videojuegos y parques de atracciones; logran hacer de cada escena un auténtico espectáculo. Los niños la están viendo otra vez, y se meten dentro completamente (al final, cuando aparece Papá Noel entre una muchedumbre de elfos que impiden que el protagonista pueda verlo bien, Oscar también movía la cabeza de lado a lado ante la pantalla, a la vez que el niño, intentando lograr mejor visibilidad).

La película presenta la Navidad, y por extensión la religión, como una ficción necesaria, una manera de relacionarse con el sentido de la vida y de participar en la vida de la comunidad, cuyo sentido no hay que buscarlo literalmente (aquí contradice hábilmente su propio mensaje), sino a un nivel simbólico y emocional. A la vez, es todo un ejercicio descarado de nostalgia, que busca asentar las certidumbres (políticas, religiosas, emocionales) del adulto en las del niño que fue, y en las de una sociedad hipotéticamente más sana, sólida e integrada (representada por la máquina de vapor o por el Lightning del niño)—todo ello a la vez que se muestra el ejercicio de malabarismo mental que esto supone, un poco como levantarse a uno mismo del suelo tirando de los cordones de los zapatos.

La frase de la película, del revisor Tom Hanks: "Los trenes son maravillosos. Es importante saber a dónde van, pero lo más importante es decidirse a subir a ellos".

El espíritu de la navidad es el de la solidaridad entre generaciones, y el de la conservación de la tradición que liga a la sociedad en rituales comunes de participación y de recuerdo, rituales que tienen una relación especial con la verdad, y con las certidumbres morales. Tienen un lugar especial porque se basan en un nexo entre la propia infancia y la de las generaciones siguientes. En este sentido, es ésta una excelente película sobre la navidad, esa ficción de solidaridad universal tan conveniente. Una película también sobre cómo en materia de religión las cosas ni son, ni dejan de ser, en un sentido simplista; podemos a la vez creer y descreer de Papá Noel, o de Dios, y sin embargo su potencia como símbolo cultural se perpetúa, y la suspensión de la incredulidad o doublethink que fomenta la sociedad ante estos mitos adquiere formas complejas—como por ejemplo esta película, que reflexiona sobre cómo América necesita a Dios—sin atreverse a mencionar siquiera este tema de modo explícito hasta su última palabra, y aun allí por exclusión: el cascabel que le regaló Papá Noel sigue sonando para el protagonista ya mayor, como lo hace "para aquellos que realmente creen".

 Polar Express. Dir. Robert Zemeckis. Cast: Tom Hanks, Leslie Harter, Eddie Deezen, Nona M. Gaye, Peter Scolari, Brendan King. USA: Warner Bros., 2004.



Los Reyes y la mente modular
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Retropost (2007): The Queen



Nos fuimos por la noche al cineclub Cerbuna, donde tantas películas ví en tiempos, a ver The Queen, de Stephen Frears. En versión original, imprescindible en el caso de una película sobre la familia real inglesa, por los acentos. Se han comentado sobre todo las actuaciones; no voy a criticar que le hayan dado el oscar a Mirren, que está bastante real, pero yo se lo habría dado a James Cromwell, que hace de su impresentable marido, el Príncipe Felipe de Edimburgo. Me gustó la mezcla de imágenes de archivo y televisadas con las imágenes de ficción (la supuesta realidad); se aprecia de manera bastante vívida cómo (en palabras del impagable consorte) "la Diana de los medios de comunicación y la nuestra no tienen nada que ver una con otra".

La película va, básicamente, sobre la crisis que supone la muerte de Diana no por la muerte en sí, sino por el daño que sufre la imagen de la corona, y cómo la insensibilidad y las mentes protocolarias de la familia real pierden el contacto con la realidad pública del país, y quedan en triste evidencia. Argumento suplementario: cómo Tony Blair se hace con la situación, y no sólo gana popularidad con su respuesta a la altura de las circunstancias, sino que toma la iniciativa y salva a la familia real de las peores consecuencias que podría haber traído su encastillamiento de haber seguido sin ofrecer o fingir unas mínimas señales de sensibilidad.

La película es un tanto ambigua; supongo que tiene que seguir un sendero un tanto difícil y peligroso para ser creíble, realista, provocativa e inofensiva, todas cosas necesarias. La reacción de la reina a la muerte de Diana es desde luego de una indiferencia casi cruel. Al final derrama unas lágrimas estando sola, pero ni ella ni nosotros sabemos mucho por qué. Hay declaraciones de dolor; y sin duda dolor en los más jóvenes. Cuanto más viejos, menos. La familia no tiene remedio, desde luego: los nietos son víctimas de un mal matrimonio y una mala educación, y de un ambiente estúpido, sometidos a pésimas influencias y a una hipocresía atmosférica. Empezando por su padre el príncipe Carlos—que está aquí más preocupado por su posición inestable y por la manera en que esto vaya a afectar a su futuro como monarca, apocado ante su madre, que lo desprecia, tirando de hilos para hacer intervenir a Blair sin mojarse demasiado... patético. Aunque el peor es el príncipe consorte, llevándose a los nietos de cacería, totalmente indiferente a la muerte de Diana como no sea para seguir maldiciéndola.

Hay un argumento secundario simbólico, la caza del ciervo al que quiere matar Felipe de Edimburgo. El ciervo interrumpe el lagrimeo solitario de la reina, y ésta va a verlo cuando sabe que lo han cazado; aparece colgado de los pies y decapitado.
- "¿Lo hirieron?"
- "Sí señora. Un banquero inversionista de Londres. Nuestros cazadores tuvieron que seguirlo durante millas para rematarlo".
El ciervo es una alegoría de Diana, puesto allí supongo que nadando y guardando la ropa frente a la teoría de la conspiración, según la cual el accidente de Diana fue provocado. A saber lo que dirán de la muerte de Diana en el futuro; hoy por hoy, con la conspiración reducida a rumores tras la investigación oficial, no queda sino tratar el tema de modo puramente simbólico, y que cada cual entienda lo que quiera.

Otra línea argumental, por supuesto, es el pulso entre la reina y Blair, o entre Blair y su antimonárquica esposa. Blair llega como un renovador, pero enseguida encuentra su misión en rescatar a la familia real de sí misma cuando la ve cometer un suicidio político. Claro que así obtiene también una pequeña venganza por haber tenido que hincar la rodilla ante la reina para su nombramiento (la película se abre con la victoria electoral de Blair). Un titular durante la crisis dirá que Blair hace arrodillarse ante él a la familia real. Pero lo que vemos es más bien una entente cordial: los primeros ministros laboristas son seducidos por la reina, y por el sistema, y pronto están más interesados en perpetuarlo que en cambiarlo. Al final de la película se reduce la tensión entre la reina y Blair, y pasean por los jardines de palacio mientras descubren nuevos intereses comunes y la manera de colaborar para mantener la tradición con los cambios que requiera: una solución que la película contempla con ironía y aprobación a la vez.

The Queen. Dir. Stephen Frears. Written by Peter Morgan. Cast: Helen Mirren, Michael Sheen, James Cromwell, Sylvia Syms, Alex Jennings, Helen Mc Crory, Roger Allam, Tim McMullan, Douglas Reith, Robin Soans, Lola Peploe, Joyce Henderson, Pat Laffan, Amanda Hadingue, John McGlynn. Music by Alexandre Desplat. Cinemat. Affonso Beato. Ed. Lucia Zucchetti. Prod. des. Alan MacDonald, Art dir. Matthew Broderick, Franck Schwarz. Exec. prod. François Ivernel, Cameron McC racken, Scott Rudin. Prod. Andy Harries, Christine Langan, Tracey Seaward. BIM /Canal+/Granada/Pathé/Scott Rudin, 2006.


Letters from Iwo Jima 
 
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Retropost (2007): Half Light

 

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Thriller con fantasmas de Demi Moore, que aquí encarna a la escritora de thrillers Rachel Carlson. Rachel está en crisis personal tras haberse ahogado su niño mientras ella le daba a la máquina de escribir, y le preparaba una ensalada, en lugar de jugar con él como le había prometido.

(¿Escritora de thrillers? Quizá la última imagen deje imaginar que todo ha sido una creación de su mente).
En crisis profunda, se separa, se retira a Escocia, a una casita aislada de la costa, liga con el guardián del faro... pero ay, era un faro automático, el guardián se había suicidado años atrás. Y se complica el argumento cuando la viene ayudar una amiga suya muy lagarta.

La película tiene críticas espantosas, pero se deja ver bastante bien (alguno le criticará que haya fantasmas, claro... o que el argumento sea de thriller). Los paisajes, preciosos, y si resultan kitsch algunas bonitas escenas era con segundas. Las actuaciones, muy buenas. El género da de sí lo que da de sí, y ésta es una excelente pieza de género, ideal para un viernes noche.

Con frecuencia te pone en situaciones de alta tensión, y lo logra a veces de las maneras más simples: por ejemplo al principio, sólo mostrando un niño andando al borde de un canal. Claro que sabemos que se va a ahogar; lo que no sabemos es que lo van a ahogar, como en realidad sucede. Y el argumento, a pesar de recurrir a tópicos que enfurecen a la crítica (o quizá precisamente gracias a que recurre a ellos) logra mantener el interés, pasando del Escila del complot imposible de los asesinos, al Caribdis de las apariciones del más allá de su niño... que a veces son sueños, de esos en los que se entra sin transición aparente y se despierta el espectador y el personaje con alivio retrospectivo.

Un thriller se basa en el juego entre la parte de la realidad que es sólida y la que es una charada urdida por los enemigos del protagonista. Hay que transformar una en otra de manera no demasiado ofensiva (pero siempre será ofensiva a la lógica), hay que mantener la incertidumbre, o suprimirla y volverla a avivar, y cambiarla de sitio. Esto lo hace varias veces bien esta película, a pesar del vapuleo crítico. Un thriller sobrenatural se basa en la interferencia del mundo del más allá con el de menos allá: pongamos que, como en El Sexto Sentido o Los Otros, se trata de saber en última instancia quiénes son fantasmas y quiénes son reales. (Aunque en el cine todo son fantasmas—no en vano tiene su origen en la fantasmagoría).

Cuando tenemos intriga con charada, más fantasmas, más sueños, ya es lógico sumar un elemento más, que es la pérdida del sentido de la realidad de la protagonista, y del espectador. Hay una imagen muy bonita en la película, a cuenta de una de las frases claves que le llegan del más allá: "acuérdate de mirar detrás de tí". Cuando mira, encuentra su rostro en un espejo. Pero ese rostro, mirándose inmóvil al espejo, se convierte casi en una máscara, en una escena de actuación inmóvil e inexpresiva muy conseguida: una máscara, la propia cara, detrás de la cual se podría ocultar, a estas alturas, cualquier mala sorpresa. Y ese momento lo enfatiza la música, y la cámara, que primero nos muestra a Demi de espaldas mirándose paralizada, para centrarse luego en su reflejo del espejo, y entonces penetra la cámara en el espejo, cruzando el plano imposible de cruzar, y gira alrededor de la cara fija allí dentro, y nos la muestra desde atrás, con la mirada clavada en ella de una imagen enmarcada en el espejo—que ya no sabemos si es el original o el reflejo. Ya no abandonaremos el lado imposible del espejo en lo que queda de película. Y eso es lo bueno que tiene el cine.

Half Light. Written and dir. by Craig Rosenberg. Cast: Demi Moore, Hans Matheson, James Cosmo, Henry Ian Cusick, Kate Isitt, Therese Bradley. Prod dir. Guy Tannahill. Music by Brett Rosenberg. Ed. Bill Murphy. Prod. des. Don Taylor. Photog. Ashley Rowe; Exec. prod. Andreas Schmid. Prod. Clive Parsons, Andreas Grosch, Steve Samuels, Joe B. Michaels, Garh H. Drabinsky. VIP Medienfilms 3/Half Light / Rising Star, 2005. 


El libro negro





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Get Out (of the White House)

Get Out (Of The White House)

 





Retropost (2007): The Pursuit of Happyness



Los pobres ven, en cuanto pueden, películas sobre ricos. A veces los ricos (ricos en hipotecas, en mi caso) vamos a ver películas sobre pobres de solemnidad, como ésta. Una película visible, si bien no apasionante, sobre el sueño americano, basada en la historia auténtico-arquetípica del hombre hecho a sí mismo que se levanta del fracaso y el paro, a fuerza de fuerza, voluntad, y de deseos de no fallarle a su hijo pequeño. De hecho la película se centra en el descenso de mal a peor, de un Will Smith viajante de medio pelo, con su familia en precario, hasta la separaración de la pareja, la pérdida de la vivienda y de todo su dinero, las noches en los albergues municipales o en el metro, todo mientras prepara el examen que quizá lo saque de la miseria o quizá termine de hundirlo en ella.... cosa que no sabemos hasta el final, y de tragedia pasa de repente a comedia al recibir el Contrato que le permitirá ascender por el rascacielos. Pero durante toda su duración recuerda más bien a Ladrón de Bicicletas que a Ciudadano Kane. Así pues, la película es un tanto tendencioseta o ambivalente, pues se centra en mostrarnos la pobreza sin salida posible (para todos los de la cola del albergue menos el protagonista), para al final prometernos el triunfo que todo americano logra si lo consigue, como prometió Jefferson. No en vano tiene el niño del cartel al Capitán América en la mano. Partiendo de esta ambivalencia básica de guión, está muy bien llevada, y te angustia de verdad por momentos metiéndote en el pellejo de un pobre hombre que tiene que fingir no ser tan pobre para mantener abierta una posibilidad de no hundirse del todo... Y hay escenas duras emocionalmente, como cuando él se queda con su hijo por decreto, supongo que porque no tienen dinero para divorciarse, y en ausencia de papeles él podría pegar más fuerte. Así que si ella se quiere ir, tendrá que ser sin el niño. En fin, buena actuación de Will Smith, y un canto ambivalente al valor de la iniciativa privada—después de mostrarnos cómo exprime a la gente con contratos tan basura que ni te pagan... con la esperanza de que un día iguál lleguen a pagarte, y contrates a otros veinte infelices esclavos de los cuales salvarás a uno, el que más trabaje, etc. Si en esto acaba el sueño americano, a mí que me despierten.

The Pursuit of Happyness. Dir. Gabriele Muccino. Written by Steve Conrad. Cast: Will Smith, Jaden Smith, Thandie Newton, Brian Howe, James Karen, Dan Castellaneta, Kurt Fuller, Takayo Fischer, Kevin West. USA: Overbrook / Escape Artists / Columbia / Relativity, 2006.

Babel
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Retropost (2007): Letters from Iwo Jima




Buena película (aquí resumen) del género "horrores y temores de la guerra", en la línea de películas sobre la Segunda Guerra mundial como La Delgada Línea Roja, o la del Soldado Ryan del propio productor Spielberg. Esta vez con muy pocas heroicidades y pocas posibilidades de identificación con los protagonistas, pues se nos presenta la acción desde el punto de vista del enemigo, no como en la película compañera de ésta, Banderas de nuestros padres, también dirigida por Clint Eastwood. Las dos son críticas con el patriotismo comecocos que manda a la gente marcando el paso a la muerte. Pero en este caso al esfuerzo militarista de la guerra se suma la crítica a unas estructuras de pensamiento y actitudes sociales poco menos que medievales todavía...

Entre estos soldados enemigos los hay más y menos ilustrados, y fanatizados, y la película juega a mostrar un abanico de actitudes que se pueden tomar una vez se ve uno encerrado en una ratonera absurda, en la que la propia mentalidad planta la mitad de los barrotes. Así pues, poca empatía se fomenta entre el público (al menos este público) y el mundo retratado en la película. Aviso, de entrada, que hay pocas cosas en el mundo que me repugnen más que el feudalismo Mishima y su conclusión lógica, el harakiri, y ese es el trasfondo ideológico del mundo que aquí vemos retratado; de él participan hasta los personajes más humanos, como los tres protagonistas, el general, el jinete olímpico y el panadero Saigo. En la película los malos son los que (por un problema de carácter, se ve) se crecen en semejante ambiente, y acogotan a los demás poniéndolos firmes y haciéndoles gritar las consignas patrióticas con voz que les sale falsa; algunos personajes tanáticos no dudan en ir a la muerte de cabeza pero llevándose primero por delante a todos los subordinados que puedan. Los buenos son los que dudan, los que intentan vivir y dejar vivir, los que interpretan de modo benevolente el reglamento, los que dan opciones a los demás.

En última instancia, la película es una defensa del individualismo liberal, y una condena del feudalismo, fascismo y autoritarismo. Y aun presentando todas las actitudes en un contexto histórico y cultural, también deja claras, por tanto, las responsabilidades individuales. El totalitarismo como un problema de carácter, vamos, tanto de carácter nacional como individual. Y el tratamiento elegido es poco hollywoodiense; hasta el color apagado, casi blanco y negro, contribuye a ello. Sin escapar a la marca de la casa (que todo lo devora), casi vemos aquí un caso de lo que Bordwell llama la estética del materialismo histórico, como si lo hubiese filmado Kozintsev.

Hay sin embargo, a pesar de la multiplicidad de líneas y la apariencia de acción colectiva, una historia claramente recortada: es la historia de una pistola, en cierto modo. Se la regalaron a Kuribayashi sus amigos americanos, y sí es cierto que su estancia en América, si bien no le resquebraja sus valores patrióticos, contribuye a hacerlo más comprensivo y humano. La pistola la empleará no para matar americanos, como temía en broma y serio una señora durante la cena en la que se la dan, sino para matarse a sí mismo, acción de dudoso gusto moral. En lugar de aceptar la derrota y volver a casa a reformar el suelo de la cocina... bueno, casi lo comprendo. Pero Kuribayashi se mata tras haberle dado al panadero-soldado raso Saigo una salida de la ratonera del honor: le exime del suicidio, y le dice: quédate a quemar mis papeles (y que te cojan prisionero los americanos, que es lo mejor que te puede pasar). Y lo es. Algún yankinazi también hay, pero la bondad general de los individuos y del sistema americanos se demuestra al final. El panadero Saigo ve la pistola de Kuribayashi en el cinto de un americano que la ha encontrado, y pierde el oremus, les ataca, casi opta de nuevo por el suicidio (esta vez por cuestión de fidelidad a su amigo, no al Emperador). Pero los americanos, en lugar de darle un tiro, lo tranquilizan de un mamporro, y lo devuelven a su familia. Como al país entero, parece decirnos la película.

Por otra parte, puede leerse todo esto en clave iraquí. El asalto a la isla es la Tormenta del Desierto tecnológica, y la mentalidad de turbante prieto de los orientales es en cualquier caso el máximo obstáculo. De ahí la importancia de mostrar cómo es necesario liberarlos primero de sí mismos, y de los paraísos imaginarios que les prometen, y de la mentalidad gregaria que les hace preferir volarse por los aires a quedar mal con los compañeros de trabajo. Los ataques suicidas eran en mis años mozos una excepción al orden de las cosas en la que sólo incurrían los kamikazes: desde entonces ha proliferado lo del cinturón de explosivos, y una de las finalidades de esta película es desautorizar la ideología que lleva a esas abominaciones. Pocas escenas hay más patéticas y abyectas que esa en la que el grupo de fanatizados se van volando por los aires uno tras otro, llorando de miedo pero adelante, no me vayan a criticar estos colegas. El mensaje es el mismo a japoneses y sunitas: "Os habéis metido con un enemigo contra el que no podéis.  Habéis llegado lejos, a base de echarle mucha fe y mucha estupidez colectiva, con un coste personal desproporcionado, y gracias a una ideología oficial que desprecia a la vida propia y ajena. Pero el destino de esa ideología es desaparecer, y vuestro destino ser derrotados. Lo mejor que le puede pasar a Japón, y a Irak, es que América le invada y le libre de sus actitudes y voceros más patrióticos, pues no son sólo peligrosos para los demás, sino autodestructivos: es  triste decirlo, pero  sois una vía muerta en la evolución de la mente humana.  Así que mamporro y vuélvete a casa con tu familia, hijo, luego nos darás las gracias. Ya te pondremos tele, y películas americanas; hasta en japonés si hace falta te las pondremos. Y tus jefes, oye, por mí como si se hacen el harakiri, allá ellos, pero que nos dejen en paz a los demás. La verdad es que creíamos que estaba la cosa más avanzada, pero bueno... por lo que parece les hace falta a estos valientes samurais y jihadistas un poquito más de exposición a los valores de Occidente".

Unlocking Million Dollar Baby
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